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“Cordillera de plantados”, un libro imprescindible

“Cordillera de plantados”, Cuba

HARRISONBURG, Estados Unidos. — La toma del poder absoluto en 1959 por Fidel Castro y sus adláteres nefastos sacudió los cimientos de Cuba. Lo que un día se proclamó revolución devino en la dictadura más prolongada del hemisferio occidental y en causa de la escisión que polariza a los cubanos.

En medio de la trifulca ideológica, política, económica y militar causada por el castrismo, quienes nacimos poco antes de 1959 o a partir de ese año recibimos una enseñanza sectaria de la historia patria, donde primó el punto de vista de los presuntos vencedores.

Habrá un día en que nuestro país será normal y sus ciudadanos tendrán acceso a todas las fuentes, algo que sin dudas les permitirá formarse una opinión más objetiva sobre lo ocurrido desde 1959 hasta hoy. Pero los intelectuales no deben esperar a que ese día llegue para ir haciendo sus aportes, por eso siempre será loable el esfuerzo de dejar constancia de detalles o sucesos que luego pueden perderse para siempre.

En todo lo expuesto precedentemente pensé luego de leerme de un tirón un ameno y emocionante libro que me ofreció información y esclarecimiento sobre momentos y protagonistas de esa historia tan tergiversada por el castrismo. Me refiero a Cordillera de Plantados, un conjunto de testimonios escrito por Gonzalo Altozano.

Escrito de forma amena el libro muestra el testimonio de 12 cubanos que advirtieron a tiempo las intenciones del nuevo déspota disfrazado de cordero. Algunas de esas historias parecen fantásticas, pero todas ocurrieron y dejaron indeleble huella en sus protagonistas y familiares.

Gracias al testimonio de Roberto Pérez Valdés Montiel conocí más detalles del famoso juicio a los pilotos del ejército nacional que sirvieron a las órdenes de Batista. Luego de haber sido absueltos en un primer juicio por un tribunal presidido por el comandante Félix Pena, Fidel Castro acudió a la televisión y ordenó que se hiciera un nuevo juicio donde se les impuso 30 años de privación de libertad, algo que Altozano califica como la inauguración del uso arbitrario del derecho en Cuba, aunque esa arbitrariedad se consolidó desde el período de guerrillas en la Sierra Maestra. El comandante Félix Pena no pudo superar los efectos de la humillación pública a la que fue sometido y se suicidó.

Conocí la extraordinaria historia de Osvaldo Figueroa Gálvez, “Maqueca”, temerario luchador contra Batista que al constatar que Fidel Castro iba a implantar el comunismo comenzó a conspirar y fraguó un plan para ajusticiarlo en el estadio Latinoamericano. Una historia que una vez más enseña que en ese tipo de lucha no se puede confiar en nadie.

¿Y qué decir del testimonio de Roberto Perdomo? En tono humorístico Altozano lo identifica como el autor del primer sabotaje contra la dictadura de Batista, pero su historia es también un ejemplo aleccionador sobre las posibilidades de crecimiento humano y la defensa de valores esenciales, algo que demostró al salvarle la vida al Dr. Manuel Urrutia Lleó, primer presidente del gobierno revolucionario.

En el libro constan los lacerantes testimonios de Jorge Gutiérrez Izaguirre (El Sheriff), de Alfredo Izaguirre —líder de la operación Patty, con la cual se pretendió ajusticiar a Raúl Castro en Santiago de Cuba—, la del campesino Agapito Riviera Milián y la de Ricardo Toledo, historias que revelan la crueldad de la nueva dictadura y sus acciones manipuladoras de la realidad, que adquieren un significativo relieve en el testimonio de Toledo sobre lo ocurrido en la Iglesia de La Caridad, ubicada en la calle Salud, entre Manrique y Campanario, La Habana, el 10 de septiembre de 1961.

El libro —editado por Ángel De Fana— también ofrece la historia de Roberto Martín Pérez, hijo de Lutgardo Martín Pérez, otra figura depositaria de todos los denuestos comunistas. Luego de abandonar Cuba con su padre en enero de 1959, Roberto se unió a otros cubanos que decidieron formar una expedición para derrocar a Castro. Traicionado el operativo pasó 28 años en las cárceles de Castro.

También aparece en el libro la participación de Mongo Grau en la Operación Peter Pan; la vida de Reinaldo López Lima y la sorpresa que recibió en los EE. UU., luego de estar 23 años preso, así como el invaluable testimonio de entereza de Servando Infante, apodado “El loco” por sus compañeros de prisión debido a su temeridad y desprecio a los peligros. Cada uno de esos testimonios bastaría para escribir un ensayo.

Pero entre todos los testimonios me impactó extraordinariamente el del sacerdote Miguel Ángel Loredo, acusado de proteger a Ángel María Betancourt, ingeniero de Cubana de Aviación que intentó secuestrar un vuelo y desviarlo a Miami. Sometido a torturas y golpizas desde su detención en Villa Marista y acusado de ser agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el Padre Loredo pasó 10 años preso y fue abandonado a su suerte por la jerarquía de la Iglesia Católica cubana y por el nuncio del Vaticano, Monseñor Zacchi.

Cuando el Padre Loredo llegó a Isla de Pinos fue recibido por los presos políticos con aplausos y vítores. Allí afincó su indeclinable vocación a pesar de los despechos y las injusticias. Allí fortaleció la fe de quienes también eran víctimas y hermanos de sufrimiento. Allí realizó celebraciones eucarísticas presididas por “dos maderos clavados toscamente en la pared, vino fabricado por los presos en una destilería clandestina, un panecillo repartido en mil pedazos como por milagro de multiplicación y una túnica confeccionada con una sábana”. Cuenta Altozano que la madre del sacerdote fue a ver al nuncio y este se negó a recibirla aduciendo que su misión no era consolar a nadie.

Algún día se enseñarán en las escuelas estas historias y los niños cubanos aprenderán quienes fueron “El Quija” y Margarito Lanza Flores, “Tondike”. Y también, para que no se repita jamás, se enseñarán las crueldades cometidas por los comunistas contra esos presos y luchadores contra el comunismo. Por eso hay que agradecer libros como este que preservan del olvido los nombres de cubanos valerosos y altruistas que dieron los mejores años de sus vidas para impedir que nuestra querida Patria fuera lo que lamentablemente es hoy.

Algún día tendremos una Patria democrática y verdaderamente libre y tolerante. Entonces estaremos obligados a levantar un monumento a todos esos cubanos, porque toda nación se fortalece cuando se abre a la verdad y recupera la memoria de sus héroes.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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¿Es bueno o malo el nacionalismo?

HAWÁI, Estados Unidos. – Me he decidido a tratar el nacionalismo en una breve columna periodística. El nacionalismo es complejo e incomprendido. Sin embargo, lo intentaré en las 680 palabras que tengo asignadas.

Comencemos por aclarar que nacionalismo y patriotismo no son sinónimos. A menudo se encuentran juntos, pero son diferentes. Igualmente, no debemos equiparar la nación ni el Estado con el gobierno. Ser patriota no implica que uno deba ofrecer un apoyo inquebrantable a todas las políticas del gobierno, como implica la frase “Mi país, acertado o equivocado”.

Esa frase se atribuye a Stephen Decatur Jr. (1779-1820), oficial naval y comodoro de Estados Unidos. Este joven, patriota y héroe de las Guerras de Berbería y de la de 1812 desempeñó un papel importante en el establecimiento de la identidad de los Estados Unidos. A propósito de la frase, el erudito inglés G. K. Chesterton señaló: “´Mi país, acertado o equivocado´” es algo que ningún patriota se atrevería a decir excepto en un caso desesperado”. Básicamente, Chesterton quiso decir que no debemos ser incondicionales a las políticas emprendidas por nuestra nación.

El patriotismo se define como el amor o devoción a la patria. Del mismo modo, el nacionalismo también refleja la lealtad y devoción a una nación pero, y esta es una diferencia fundamental, el nacionalismo también busca construir y mantener una única identidad nacional sobre características sociales compartidas: cultura, lengua, religión, política o historia. Esto hace que el nacionalismo sea excluyente y que prive de derechos a quienes no comparten esas características. La definición de nacionalismo incluye “exaltar una nación por encima de todas las demás…”. Sin control, el nacionalismo puede convertirse fácilmente en fascismo o nazismo, como ocurrió en Italia y Alemania. Así lo aclaró Charles de Gaulle: “El patriota ama a su patria, el nacionalista odia a todas las patrias que no son la suya”.

Los historiadores suelen situar los orígenes del nacionalismo moderno en la agitación política del siglo XVIII, asociada a las revoluciones americana y francesa. En el siglo XIX, el nacionalismo se convirtió en una de las fuerzas políticas y sociales más influyentes de la historia. Los historiadores han identificado varios tipos de nacionalismo, tres de los cuales presentaré aquí: el cívico, el étnico y el económico.

El nacionalismo cívico define la nación como formada por personas que tienen derechos políticos iguales y compartidos. El nacionalismo cívico sirvió de inspiración para el desarrollo de las democracias representativas en países multiétnicos como Estados Unidos.

En contraste, el étnico es una forma de nacionalismo donde la nación se define por su etnia. El tema central del nacionalismo étnico es que la nación se delimita por características como una raza común, una lengua común, una fe común o una historia común.

El nacionalismo económico es una ideología que favorece el intervencionismo estatal en la economía, con políticas que hacen hincapié en el control gubernamental de la economía. Mis lectores latinoamericanos están muy familiarizados con esta variante.

En mi tribu cubana, el nacionalismo comenzó con las Guerras de Independencia y estuvo presente de forma patente en los primeros días de la República. El Partido Revolucionario Cubano  —comúnmente llamado Partido Auténtico— tuvo sus orígenes en la revolución nacionalista de 1933 y tenía como lema “Cuba para los cubanos”.

Los auténticos sostenían que la economía debía ser gestionada por comisiones tripartitas formadas por dirigentes obreros, burócratas del gobierno y empresarios. En 1933, un gobierno provisional encabezado por el líder auténtico Ramón Grau San Martín habilitó una ley que exigía que no menos del cincuenta por ciento de todos los empleados de las empresas nacionales o extranjeras debían ser cubanos. La famosa Constitución cubana de 1940 también estuvo muy influenciada por las ideas nacionalistas de los auténticos.

El nacionalismo cubano se trasladó al exilio y a principios de la década de 1960 estuvo representado por un movimiento llamado Nacionalismo Realista, encabezado por Rafael Luis Serralta Nogues.

El nacionalismo puede significar cosas diferentes para cada persona, pero ser estadounidense siempre ha significado identificarse con un conjunto de ideas expresadas en la Declaración de Independencia, la Constitución y la Declaración de Derechos.

Nota: el último libro del Dr. Azel es “Libertad para novatos”

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“El anarquista elegante”, la biografía no vendida de Orestes Ferrara

Orestes Ferrara, Cuba

LA HABANA, Cuba. — La Editorial Boloña, de la Oficina del Historiador de La Habana, lleva dos años  posponiendo la venta del libro El anarquista elegante, de Alessandro Senatore. Se trata de una biografía del italo-cubano Orestes Ferrara, quien fuera coronel mambí y un destacado político y periodista durante la República.

Originalmente, la presentación y comercialización de El anarquista elegante estuvo prevista para el 8 de febrero de 2020 en una de las presentaciones paralelas a la Feria del Libro que realiza la Oficina del Historiador para el lanzamiento de los títulos de Ediciones Boloña. Sin embargo, la venta no se efectuó porque, según se explicó entonces, los ejemplares —que fueron impresos en España— aún no habían llegado a Cuba debido a la crisis originada por la COVID-19.

Casi dos años después, aún no se sabe cuándo será puesto a la venta el libro. Me personé en varias ocasiones en las dos librerías especiales con que cuenta la Editorial Boloña y no obtuve respuesta.

La pasada semana, para informarme al respecto, acudí a la librería ubicada en la esquina de las calles Mercaderes y Obispo, en el municipio de Habana Vieja. Fui muy bien atendido por una competente empleada que me explicó que había allí varias cajas con ejemplares del libro, pero que este no se ha podido vender porque en la factura no aparece el precio. Me explicó que el libro originalmente debía haberse vendido en CUC, pero como no llegó a tiempo, luego de la Tarea Ordenamiento, hay que venderlo en el equivalente en pesos (CUP).

La empleada me dijo que volviese en unos días para consultar al departamento económico de la editorial e informarme qué averiguó. Cuando volví,  me dijo que no se sabe cuándo se venderá. Es raro, me comentó, porque los demás títulos que llegaron con retardo ya están a disposición del público.

Resulta increíble que un libro que se imprimió en el exterior y cuyo costo es en divisa se mantenga tanto tiempo guardado y no den curso a su mercadeo, con la consiguiente pérdida monetaria.

La razón que explicaría por qué no acaban de vender el libro es que no quieren dar destaque a la figura de Orestes Ferrara porque fue secretario de Estado durante el gobierno de Gerardo Machado.

A la caída del régimen de Machado, Ferrara tuvo que huir de Cuba, pero luego de su regreso, unos años después, fue senador y participó activamente en 1940 en los debates de la Asamblea Constituyente. Murió en 1972 en Roma.

En la gran mansión en que vivió Orestes Ferrara —ubicada en San Miguel esquina a Ronda, a un costado de la Universidad de La Habana— radica, desde hace más de 60 años, el Museo Napoleónico, que exhibe pertenencias del emperador francés que Ferrara coleccionaba.

Esperemos que durante la próxima Feria del Libro no vuelvan a posponer la venta del libro y los lectores  cubanos tengamos la oportunidad de adquirirlo y conocer más sobre Ferrara, una polémica figura que se destacó no solo como político de la República, sino también como oficial del Ejército Libertador durante  la Guerra de Independencia.

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Tres fechas de diciembre en la vida del Caballero de París

El Caballero de París

LA HABANA, Cuba. — Hace 108 años, el 10 de diciembre de 1913, llegó al puerto de La Habana, en el vapor alemán Chemnitz, procedente de España, un adolescente de 12 años llamado José María López Lledín, oriundo de la villa Fonsagrada, en Lugo. Años después, ya adulto y tras perder la cordura, se hizo llamar el Caballero de París y se convirtió en uno de los personajes más populares de la capital cubana.

También, según su inscripción de nacimiento, nació en diciembre, un 30 de diciembre, un día antes del fin del siglo XIX. Y fue en diciembre de 1977, el día 7, cuando lo ingresaron en el Hospital Psiquiátrico de Mazorra.

En el año 2000, la Diputación de Badajoz, España, editó un libro titulado “Yo soy el Caballero de París”, que escribió el médico y psiquiatra Luis Calzadilla Fierro, quien lo atendió en sus últimos años de vida en el Hospital Psiquiátrico.

En dicho libro, el doctor Calzadilla logró reconstruir gran parte de la historia de esta celebridad habanera.

De los ocho hermanos del Caballero, cuatro vinieron a Cuba, además de un primo por línea materna. De ellos, solo uno regresó a España.

Cuando era muy joven, antes de que perdiera la lucidez mental, José María López Lledín trabajó en diferentes hoteles y restaurantes de la ciudad y en una librería. Se afirma que sabía un poco de inglés y que trataba con mucha corrección a los clientes.

Hay varias versiones acerca de las causas de su enajenación. Pero todas coinciden en que por algún motivo fue a la cárcel, de allí salió trastornado y nunca más recuperó la razón.

El libro del doctor Calzadilla Fierro recoge declaraciones textuales hechas por el Caballero de París. Algunas son disparatadas pero en otra mostraba sano juicio. Hasta se ponía poético, como cuando dijo al médico: “La Habana me deslumbró como una mujer hermosa. Era mi Dulcinea y para dama de tales merecimientos, era necesario que yo le rindiera un tributo grande y extraordinario. Por eso me dejé crecer el pelo y la barba”.

Su trastorno mental era evidente. Por ejemplo, cuando explicaba: “D’Artagnan era mosquetero y yo era rey. Yo era Dios, era profeta de una doctrina y una nueva religión que habría de redimir al mundo. Yo soy un Dios de capa y espada y pantalón de muselina; pero soy un Dios. Cuando rezo, me rezo a mí mismo, para pedirme perdón de algo que no he cometido”. O cuando sobre el presidente Carlos Prío, expresó: “Cuba debe convertirse en monarquía y nombrar como Rey a Carlos Prío. Al viejo Grau me lo haces Príncipe de la Palma o algo por el estilo, para que no se enoje. Sería la solución para todos nuestros problemas”.

Su hermana Inocencia afirmaba que el Caballero estudió y llegó al bachillerato. Refería que siempre le gustó leer y escuchar buena música. Y que disfrutaba tanto las comodidades que le llamaban “el rico de la familia”.

Deambuló por La Habana durante más de 50 años. Nunca pidió limosna. No fumaba ni bebía, ni decía malas palabras. Era amable con las personas. Pernoctaba en zonas de la Habana Vieja, y en las esquinas de Infanta y San Lázaro, y 23 y 12, en El Vedado.

El Caballero de París inspiró a escritores, pintores y músicos. Es muy conocido un danzón de Antonio María Romeu, De París un caballero, cantado por Barbarito Diez. Los versos finales decían: “El Caballero dice siempre así / que sin azúcar no hay país”. Hasta un demente comprendió eso, a diferencia de Fidel Castro, un gobernante supuestamente cuerdo que destruyó la industria azucarera nacional.

El 7 de diciembre de 1977, a solicitud de Celia Sánchez, internaron al Caballero de París en el Hospital Psiquiátrico Mazorra debido a su deterioro físico. El Caballero dijo sentirse allí como en “un paraíso terrenal”, y alabó a Fidel Castro (en Cuba ni los locos se libran de ser adoctrinados).

El diagnóstico final de su enfermedad fue “una parafrenia manifestada con delirio de grandeza pero con actitudes pacíficas”.

El 11 de julio de 1985, a la 1:45 a.m., falleció el caballero de París. Tenía 85 años. Lo enterraron en el cementerio de Calabazar.

Tres fechas de diciembre en la vida del Caballero de París —las de su nacimiento, su llegada a Cuba y su ingreso en Mazorra— me han servido de pretexto para este artículo. Con él me propongo un sencillo tributo de recordación a un ser amable y bondadoso que fue, durante muchos años, uno de los símbolos de nuestra capital. Que en gloria esté.

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Bicentenario de Rafael María de Mendive

Rafael María de Mendive

GUANTÁNAMO, Cuba. ─ Este 24 de octubre se cumplen doscientos años del nacimiento de Rafael María de Mendive, ejemplo de virtudes ciudadanas, patriota ejemplar y hombre que dejó honda huella en la cultura de la patria.

Pero quizás uno de los méritos más trascendentes de Mendive haya sido haber descubierto la extraordinaria inteligencia y sensibilidad de José Martí, dedicarse a apoyarlo en cuanto a sus ideas patrióticas y convertirse en un segundo padre para el Apóstol, así como haber ejercido notoria influencia sobre los jóvenes que frecuentaban las tertulias que se realizaban en su domicilio bajo la vigilancia de los voluntarios.

Muy temprano en su vida conoció la orfandad y quedó al cuidado de su hermano mayor, quien se encargó de su educación y personalmente le enseñó literatura española, inglés y francés.

Fue en el período comprendido entre 1839 y 1841 cuando Mendive dio a conocer sus versos en la publicación “Correo de Trinidad”.

En 1843 ingresó en el Seminario de San Carlos, el centro académico donde tanta influencia ejerció Félix Varela. Allí estudió derecho y filosofía.

En 1844 realizó un viaje por Europa, pero ya en 1845 estaba de regreso a la patria y comenzó a redactar en compañía del poeta J. G. Roldán la revista “Flores del Siglo”.

A partir de ese momento su influencia y prestigio como hombre de letras comenzaron a crecer y su colaboración en los medios de prensa de la época se hizo notar publicando sus textos en “El Faro Industrial” y “Semana Literaria”, siendo nombrado secretario de la sección de Literatura del Liceo de La Habana, cargo desde el cual promovió concursos literarios y fundó junto con José Quintín Suzarte la publicación “El Artista”, en 1848, que se convirtió en un vehículo de  expresión de la intelectualidad agrupada en torno al Liceo.

En 1848 partió nuevamente a Europa y colaboró con el periódico “Crónicas de ultramar”, que se publicaba en París. En 1851 Andrés Avelino Orihuela incluyó varios versos de Mendive en la antología “Poetas españoles y americanos del siglo XIX”.

Luego de visitar Italia regresó a Cuba en 1852 y trabajó diez años en la Sociedad de Crédito Territorial Cubano de Domingo Aldama, un acaudalado cubano de la época que en varias ocasiones estuvo vinculado en conspiraciones contra los intereses de la corona española.

Fundó la  “Revista de La Habana”, que circuló entre 1853 y 1857, y también editó en ese período varios libros.

En 1856 ingresó en la Sociedad Económica de Amigos del País, institución que llegó a nuclear a los portadores de las ideas más avanzadas de la época.

Colaboró con las publicaciones “Guirnalda cubana”(1854),  “La Piragua” (1856), “Revista Habanera” (1861-1862), “Álbum de lo Bueno y lo Bello” (1860) y “Aguinaldo habanero “ (1865), así como “Diario de La Habana” y “Correo de la Tarde”. Para entonces estaba considerado como una de las  voces intelectuales más prestigiosas de la Isla.

En 1864 fue nombrado director de la Escuela Municipal de Varones donde desempeñó una notable labor educativa por la cual resultó premiado por la Junta Superior de Instrucción Pública.

Fue precisamente durante esos años cuando conoció a José Martí y se convirtió en su protector y en una figura esencial para él. Martí pasaba muchas horas en la vivienda de Mendive, donde se efectuaban veladas literarias y apasionadas discusiones políticas. Fue así como Martí se nutrió de esas enseñanzas cuyas resonancias tuvieron un momento esencial en enero de 1869 al ocurrir los sucesos del teatro Villanueva. Como consecuencia del suceso Mendive fue enviado al Castillo del Príncipe y posteriormente remitido a España debido a sus ideas políticas.

Poco tiempo después Mendive fue a residir en los EE. UU. y se estableció en la ciudad de Nueva York. Desde allí colaboró con los periódicos “La Ilustración Americana”, “La América”, “Museo de las Familias”y “Mundo Nuevo”.

Después de producirse la Paz del Zanjón regresó a Cuba y trabajó en el Bufete de Valdés Fauli. Entre 1878 y 1879 dirigió el “Diario de Matanzas” y colaboró con “La lucha” y “El Almendares”.

La labor literaria de Mendive incluye el libro “Cuatro laúdes”, en coautoría con Ramón Zambrana, José Gonzalo Roldán y Felipe López de Briñas. En colaboración con José de Jesús Q. García publicó su antología “América poética” en 1856 y luego prologó la segunda edición de las poesías de Fornaris.

Mendive también realizó traducciones de textos de Víctor Hugo, Byron y Lamartine y algunos de sus versos fueron traducidos al francés por Moreau y al inglés por Longfellow.

Su poesía está caracterizada por la suavidad de sus expresiones y las resonancias de la naturaleza cubana, propiedades compartidas con todos los poetas románticos cubanos.

Uno de sus poemas antológicos es “La gota de rocío”, que termina de esta forma:

¡Feliz si muriendo, mis tristes miradas

de  llantos bañadas

se  fijan en ti!

¡Feliz si mi lira, vibrante y sonora,

cual cisne amoroso, con voz gemidora,

su queja postrera te ofrece al morir!

Tú al menos podrías, en gélida losa,

con luz misteriosa

mi nombre alumbrar;

y el ave sedienta verá con ternura

de un pobre poeta la lágrima pura

allí sobre el mármol tranquila brillar!

A pesar de los méritos literarios de Mendive lo que resulta más interesante es la influencia que ejerció sobre su alumnado, en el que sembró valores cívicos y patrióticos que posteriormente enaltecieron su conducta ante los desafíos de la patria.

La manigua cubana se cubrió de gloria cuando en 1868 se iniciaron las guerras por nuestra independencia. En ella seguramente dejaron sus vidas varios de los alumnos de Mendive.

 

Fuentes consultadas

Diccionario de Literatura Cubana e Historia de la Literatura Cubana, de Salvador Bueno

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Guerra de los Diez Años: mujeres heroicas y solidaridad internacional

Guerra de los Diez Años, Cuba, Carlos Manuel de Céspedes, Mujeres

GUANTÁNAMO, Cuba. ─ Este 10 de octubre se cumplen 153 años del inicio de nuestras luchas por la independencia de España. La proclamación, hecha por el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, levantó una ola de simpatía internacional, ayuda financiera y material para los insurrectos. También propició que muchos hombres  procedentes de otros países decidieran correr el riesgo de perder sus vidas por nuestra libertad.

Hoy, CubaNet quiere recordarlos, al igual que a siete mujeres extraordinarias que se lanzaron a la manigua junto con sus familiares.

Extranjeros que alcanzaron altos grados en el Ejército Libertador en la guerra de 1868

Alcanzaron el grado de Mayor General del Ejército Libertador (EL) los venezolanos  José Miguel Pérez Barreto, Manuel María Garrido Páez y Salomé Hernández Villegas; los dominicanos Modesto Díaz Álvarez, Luis Jerónimo Marcano Álvarez ─sobrino político del anterior─ y el Generalísimo Máximo Gómez Báez, quien tanta importancia tiene en nuestra historia. Cierran este grupo el estadounidense Thomas Jordan y el polaco Carlos Roloff. Tanto Gómez como Roloff también participaron en la guerra de 1895.

Hubo 11 Generales de Brigada extranjeros, cuatro venezolanos: Cristóbal Acosta Páez, José María Aurrecoechea Irigoyen, Manuel González Flores y Amadeo Manuit; tres mexicanos: José Lino Fernández Coca, Gabriel González Galbán y José Inclán Risco; un español nombrado José Sabino Caillet Barrantes; un francés, que fue Eloy Beaviliers; un dominicano nombrado Francisco Javier Heredia Solá, que a los pocos meses de iniciada la contienda se pasó para el ejército español; y un estadounidense, Henry M. Reeve, “El Inglesito”, uno de los más heroicos oficiales de la guerra grande.

En esa guerra alcanzaron el grado de coronel del EL 14 extranjeros. Tres fueron venezolanos: Sandalio Aguado, Cristóbal Mendoza Durán y José Ulises Urquiola; cuatro españoles: José Callejas, Eduardo Cordón Arallona, Diego Dorado “El andaluz” y Juan Monzón, quien tuvo un final lamentable al ser fusilado por orden del Mayor General Julio Grave de Peralta debido a los desmanes que cometió contra la población civil. En la relación también están los mexicanos Rafael Bobadilla y Felipe Herrero y los dominicanos Félix Marcano Álvarez y Manuel de Jesús Peña Reinoso. El puertorriqueño que forma parte de esta relación fue Juan Rius Rivera, quien también luchó en la guerra de 1895, donde alcanzó el grado de Mayor General del EL. Se incluyen el canadiense Albert Claudio Ryan Washington y el peruano Leoncio Prado.

Por último  hubo un teniente coronel de nacionalidad española, Julián Santana Santana, quien también combatió en la “guerra necesaria”, donde obtuvo el grado de General de Brigada.

Mujeres que brillaron por sí mismas

Mariana Grajales Coello, madre de los Maceo. Nació en Santiago de Cuba el 12 de julio de 1815. Sus padres fueron dominicanos. Su entereza quedó marcada por la famosa anécdota que narra cómo reunió a sus hijos y los hizo jurar frente a un crucifijo que lucharían hasta la muerte por  la libertad de Cuba. Todos participaron en la guerra. Primero perdió a su esposo Marcos en el combate de San Agustín de Aguarás el 14 de mayo de 1869. Sus hijos Felipe y Justo Regüeiferos fueron fusilados, mientras que Fermín y Manuel –ambos de igual apellido– murieron en combate. El mismo mes en que su esposo Marcos Maceo cayó en combate su hijo Antonio resultó herido, ocasión en que le dijo a su hijo menor: “Empínate, que ya es hora de que pelees por tu patria como tus hermanos”.

Bernarda del Toro Pelegrín, Manana, esposa del Generalísimo Máximo Gómez. Sus trece hermanos se incorporaron a la lucha y solo sobrevivieron dos. Se casó con Gómez en la manigua y sus primeros cuatro hijos nacieron en ella. Durante la guerra de 1895 varios emigrados cubanos, enterados de las penurias que pasaba Manana, le escribieron ofreciéndole ayuda. Su respuesta fue: “Las que hemos dado todo a la patria, no tenemos tiempo para ocuparnos de las necesidades materiales de la existencia. No debe gastarse en nosotros lo que hace falta para comprar pólvora”.

María Magdalena Cabrales Isaac fue la esposa del Titán de Bronce. Marchó a la manigua junto con la familia de este y en ella perdió a una hija de meses y a otra criatura que gestaba. Cuidó enfermos, combatió y acompañó al general durante casi toda la contienda. Fundó el Club de Mujeres Cubanas en Costa Rica y el Club Femenino José Martí en Kingston, Jamaica.

Lucía Íñiguez Landín Moreno, madre del Mayor General Calixto García. Fue con su hijo a la manigua desde el principio de la guerra y en ella permaneció hasta que el 5 de marzo de 1870 fue hecha prisionera en el combate de Aguas Verdes junto con Isabel Vélez, esposa de Calixto y madre de Carlos García Vélez, quien luego fuera General de Brigada del EL en la guerra de 1895. Fue desterrada a La Habana con once miembros de su familia. La historia registra que en septiembre de 1874 un oficial del ejército español le comunicó que su hijo Calixto había caído prisionero ella. Ella respondió que la persona a la que se refería no podía ser su hijo. Entonces el oficial le dijo que antes de ser apresado había intentado suicidarse y que aún estaba grave. Entonces Lucía respondió: “¡Ah, ese sí es mi hijo Calixto!”.

Ana María de la Soledad Betancourt Agramonte nació en Puerto Príncipe, Camagüey, el 14 de diciembre de 1832. Esposa del coronel Ignacio Mora Pera, su casa se convirtió en un foco revolucionario. La persecución de los españoles la obligó a acompañar a su esposo a la manigua. Durante la Asamblea Constituyente de Guáimaro subió al podio y dio un discurso fervoroso en favor de los derechos de la mujer cubana. Fue apresada por los españoles en julio de 1871, quienes la mantuvieron tres meses atada a una ceiba en la que tuvo que soportar más de un simulacro de fusilamiento. En octubre de 1871, estando enferma de tifus, logró librarse de sus captores y huir a La Habana, desde donde salió al extranjero. Fuera de Cuba mantuvo una lucha constante a favor de nuestra independencia.

Rosa María Castellanos Castellanos, Rosa la Bayamesa, nació en Bayamo en 1834. Cuando estalló la guerra era esclava y siguió a sus antiguos amos a la manigua. Fundó varios hospitales de campaña, entre ellos el más grande de las luchas independentistas. Se cuenta que cuando los enfermos no necesitaban de sus cuidados iba a pelear como un soldado más. El Mayor General Máximo Gómez le confirió el grado de capitana del EL.

Ana Cruz Agüero nació en La Legua, Las Tunas, el 26 de julio de 1840. Desde el inicio de la guerra cumplió misiones como confidente suministrando valiosas informaciones al Mayor General Vicente García. En 1869 murió su esposo y participó en varias acciones, mostrando gran efectividad en el uso del cañón. Estableció un hospital en su finca Jesús María, en La Legua, y personalmente atendía a los enfermos y les procuraba alimentos. También participó en la guerra de 1895 y tuvo una activa participación en el derrocamiento de la dictadura de Gerardo Machado.

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La última página del diario de Carlos Manuel de Céspedes

LA HABANA, Cuba. ─ El historiador de La Habana Eusebio Leal Spengler publicó en 1992 un documento histórico trascendental: “El Diario Perdido” de Carlos Manuel de Céspedes (Editorial Ciencias Sociales).

Es interesante la historia de cómo ese texto llegó a nuestros días. Al morir Céspedes en la finca San Lorenzo el 27 de febrero de 1874 el diario fue tomado por los españoles como trofeo de guerra. El brigadier Julio Sanguily lo compró a las autoridades españolas y pasó después a manos de su hijo Manuel Sanguily. Este, a su vez, legó a su hijo el manuscrito. A su muerte lo heredó su esposa, Sarah Cuervo.

El documento llegó posteriormente a manos de José de la Luz León, diplomático y periodista, quien lo tuvo en su poder hasta su fallecimiento en La Habana el 5 de junio de 1981. Su viuda, Alice Dana, por orden expresa del difunto,  entregó en sobre cerrado el manuscrito a Eusebio Leal. En el exterior del sobre, estaba escrito: “Estos papeles son de mi patria”.

La última etapa del diario abarca desde el 25 de julio de 1873 hasta el 27 de febrero de 1874, día de la muerte de Céspedes. Recoge las anotaciones que hizo Céspedes después de ser sustituido como Presidente de la República en Armas.

En la última hoja del diario, Céspedes hace fuertes críticas a varios patriotas de la época.

Sobre Tomás Estrada Palma dijo: “Era tan inmoral en sus costumbres privadas como hipócrita en sus manifestaciones públicas. Después de exigir en las mujeres una pureza ideal, seducía y hacía madres a las hijas de sus mayorales y por último lo hizo con una joven de buena familia que vivía en la casa de él en compañía de su anciana madre”

Sobre Salvador Cisneros Betancourt, marqués de Santa Lucía, escribió: “El Marqués tenía en Camagüey pésima opinión. Ignorante, arruinado, petardista, vicioso, puerco, no gozaba de más consideraciones que las que le dada su título”. Y agrega: “Después se ha distinguido por su crasa ignorancia, bajeza de miras y solapada ambición personal”.

Comentó sobre Luis Victoriano Betancourt: “No se ocupaba de sus funciones en la Cámara desde 1870, nunca ha tenido opinión propia, siempre ha sido eco de otros…”.

Portada de “El Diario Perdido” de Carlos Manuel de Céspedes (Foto: Cortesía del autor)

De Eduardo Machado comentó: “Se distingue por su miedo a los españoles… De poco ha servido en la revolución, pues la mayor parte del tiempo la ha pasado en los ranchos, huyendo y consumiendo los recursos de las familias”.

De Juan Spotorno afirmó: “Teniendo de quien hablar mal está satisfecho. Ligero, imprudente, ignorante de los negocios públicos y poco amigo de hallarse en contacto con el soldado no obstante de ser un coronel del ejército, tiene todas las malas cualidades de los hombres que hablan con dos voces y harán de él lo demás todo lo que quieran siempre que le arrojen alguna presa en que hincar el diente.”

La página final concluye: “Abrazando en conjunto a todos estos legisladores, concluiré asegurando que ninguno sabe lo que es la Ley”.

Los demoledores comentarios escritos por Carlos Manuel de Céspedes en sus horas finales son verdaderamente inquietantes.

Resulta llamativa en especial su mala opinión sobre Tomás Estrada Palma, quien sería, en la guerra de 1895, hombre de confianza de José Martí, su sustituto al frente del Partido Revolucionario Cubano y el primer presidente de la República.

De ser ciertos los cuestionamientos que hace Céspedes, demuestran a las claras la desunión y las rencillas que había entre algunos de los principales jefes de  la Guerra de los Diez Años, a la postre factor esencial  del fracaso de la contienda iniciada el 10 de octubre de 1868 y que terminó en 1878.

¿Por qué tanto rencor entre los que luchaban  por la independencia? ¿Serían solamente casos aislados?

El diario del Padre de la Patria, con sus acres comentarios que contradicen las versiones de la historiografía oficial, es otra muestra de que la historia de Cuba tiene muchas lagunas. Habrá que reescribirla, sin censuras, en una patria libre y democrática para conocer la realidad.

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Francisco Carrillo Morales, un general con alma de soldado

Francisco Carrillo Morales, Cuba, Ejército Libertador

GUANTÁNAMO, Cuba. ─ Este 4 de octubre se cumplen 170 años del nacimiento del Mayor General del Ejército Libertador (EL) Francisco Carrillo Morales, natural de la villa de San Juan de los Remedios, antiguo departamento de Las Villas.

Carrillo participó en las tres guerras por nuestra independencia y, a diferencia de otros héroes que recibieron altos grados militares y apenas se incorporaron a la lucha debido a su ascendencia económica o política, se unió a los mambises en enero de 1869 como subordinado al mando del Mayor General Salomé Hernández, otro héroe independentista poco conocido.

Fue uno de los alumnos más aventajados de la academia militar que fundó en plena manigua el Mayor General Ignacio Agramonte, quien, en reconocimiento a sus excelentes calificaciones, le obsequió un revólver como estímulo, precisamente un día antes de que el célebre jefe camagüeyano cayera en combate.

Luego de la muerte de Ignacio Agramonte, Carrillo pasó a ser subordinado del nuevo jefe militar de Camagüey, el Mayor General Máximo Gómez. En esa etapa se destacó en el ataque a Santa Cruz del Sur y fue herido durante el segundo combate de Jimaguayú. En 1873 también participó en los combates de La Sacra, Palo Seco y en el de Las Guásimas.

En 1874 recibió la orden de trasladarse a la provincia de Las Villas, siendo ascendido a comandante. En septiembre de ese año, al frente de 30 hombres, atacó el fuerte de Tetuán, cerca de su villa natal y también participó en los combates de Corojal, Hondones, Sancti Spíritus y Remedios.

En junio de 1875 fue ascendido a Teniente coronel y en octubre de 1877 a coronel.

Luego de concertado el Pacto del Zanjón y siendo parte de las tropas del general Carlos Roloff, depuso las armas.

Francisco Carrillo Morales fue uno de los organizadores de la Guerra Chiquita en Las Villas y se alzó en Remedios el 9 de noviembre de 1879. En ese sentido, estuvo entre los patriotas cubanos más activos de esa contienda, con acciones militares en Ingenio Viejo, Caraballo, Itabo, Juan de Vera, Pesquero y Sabanas Nuevas de Jobosí.

Terminó esa guerra con los grados de General de Brigada y se vio obligado a salir hacia el exilio, radicándose en Estados Unidos, donde vivió doce años y obtuvo la ciudadanía estadounidense.

En 1892 se le permitió regresar a Cuba y se convirtió en uno de los principales organizadores de la “guerra necesaria” liderada por José Martí al frente del Partido Revolucionario Cubano. Debido a sus actividades conspirativas contra la metrópoli española fue detenido el mismo día del inicio de esa contienda y enviado a la fortaleza de La Cabaña.

Este suceso provocó la reacción del gobierno estadounidense, que reclamó a las autoridades españolas que pusieran en libertad a Carrillo debido a su condición de ciudadano de EE. UU., siendo liberado este en mayo de 1895.

En noviembre de ese año Carrillo regresó a Cuba al frente de una expedición transportada en el vapor Horsa. La expedición fue dirigida y financiada por el PRC y  comandada por Carrillo y el entonces General de Brigada José María Aguirre. En ella llegaron a Cuba alrededor de treinta de hombres con 100 fusiles Remington, 33 Winchester, 18 revólveres, 110 200 cartuchos, un cañón de tiro rápido marca Hotchkiss con 240 tiros y más de un centenar de machetes, entre otros pertrechos.

La expedición fue un éxito y logró desembarcar por el oeste de Santiago de Cuba. Desde esa zona Carrillo se dirigió a la provincia de Camagüey para ponerse a disposición del Consejo de Gobierno de la República en Armas, quien le ordenó que se trasladara a Las Villas, donde participó en varios combates importantes, entre ellos el de Paso de las Damas, donde perdió la vida el Mayor General Serafín Sánchez y en el cual Carrillo recibió una contusión en el rostro.

Después de participar en los combates de Arroyo Blanco y Las Delicias en diciembre de 1897, en abril de 1898 fue enviado nuevamente a EE. UU. por el Generalísimo Máximo Gómez con el objetivo de contactar a los altos mandos militares de ese país y coordinar las acciones militares conjuntas que las tropas mambisas y las estadounidenses ejecutarían contra el ejército español, un esfuerzo que aceleró el fin de la contienda.

Su última acción militar fue la entrada y toma del poblado de Mayajigua, el 21 de enero de 1898.

El Consejo de Gobierno de la República en Armas le otorgó el grado de Mayor General del EL con fecha 16 de diciembre de 1896, reconociéndole la antigüedad desde el 18 de noviembre de 1895.

En la República democrática fue senador por la provincia de Las Villas desde 1902 hasta 1910, gobernador de la provincia de 1913 hasta 1918 y vicepresidente de la República durante el gobierno de Alfredo Zayas, desde 1921 y hasta 1925.

Carrillo fue uno de los pocos héroes cubanos que alcanzaron el grado de Mayor General del EL a base de coraje y esfuerzo personal. Tiene también el privilegio histórico de haber participado en las tres guerras por nuestra independencia y legarnos una conducta ejemplar como político durante la república democrática.

Murió en La Habana el 11 de noviembre de 1926.

Fuentes consultadas:
Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba.

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Inmigración en EEUU: “Atrévete a saber”

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MONTANA, Estados Unidos. ─ Sapere aude es una expresión latina que significa “Atrévete a saber”. La frase fue popularizada por Immanuel Kant en un ensayo de 1784 en el que describe el Siglo de las Luces como “la liberación del hombre de su inmadurez auto infligida”.

Kant utilizó Sapere aude como lema de la Ilustración, y para fijar su defensa del uso de la razón en los asuntos humanos. En la actualidad, Sapere aude se utiliza a menudo como lema en las instituciones educativas. Sapere aude parece un marco intelectual apropiado para indagar sobre la inmigración en Estados Unidos. ¡Atrevámonos a saber!

Es conocido que Estados Unidos tiene más inmigrantes que cualquier otra nación del mundo. Casi cuarenta y cinco millones de personas que viven hoy en Estados Unidos —incluido quien escribe— han nacido en otro país. Esto supone el 13,7% de la población estadounidense. La población estadounidense nacida en el extranjero casi se ha triplicado desde 1970, cuando se registró un 4,8%. Mi fuente estadística aquí es el Pew Research Center.

Según el Pew Research Center, el 77% de los inmigrantes viven en Estados Unidos legalmente. De ellos, el 45% son ciudadanos estadounidenses naturalizados, el 23% son residentes permanentes y el 5% son residentes temporales. El número de inmigrantes no autorizados es de aproximadamente 10,5 millones, cerca del 23% de todos los inmigrantes. Los inmigrantes no autorizados representan el 3,2% de la población del país.

El principal país de origen de la población inmigrante de Estados Unidos es México, que representa el 25% de todos los inmigrantes estadounidenses. Le siguen China (6%), India (6%), Filipinas (4%) y El Salvador (3%).

Estados Unidos es una nación de inmigrantes, y siempre lo ha sido. Siete de los 39 hombres que firmaron la Constitución de los Estados Unidos eran inmigrantes. Es decir, el 18% de los arquetipos estadounidenses a los que llamamos Padres Fundadores eran inmigrantes, y dos de los más influyentes en la aprobación de la Constitución estadounidense, Alexander Hamilton y James Wilson, nacieron en el extranjero.

Tres de los seis jueces del Tribunal Supremo nombrados por George Washington para interpretar la nueva Constitución eran inmigrantes: James Wilson, de Escocia; James Iredell, de Inglaterra; y William Patterson, de Irlanda.

Asimismo, de los 81 congresistas del primer Congreso, ocho eran inmigrantes. Thomas Paine, autor de Common Sense (1776), quizá el panfleto más influyente a inspirar la Revolución Americana era de origen inglés. Common Sense tuvo tanta influencia en el despertar de la Revolución Americana que John Adams escribió: “Sin la pluma del autor de Common Sense, la espada de Washington se habría levantado en vano”. La historia de Estados Unidos está muy entrelazada con su inmigración.

A pesar del papel de los inmigrantes en la historia de Estados Unidos, hoy en día algunos grupos antiinmigrantes en Estados Unidos perciben a estos como una carga económica y como una especie de amenaza terrorista. Estos grupos perciben a los inmigrantes como un riesgo existencial para la nación.

Las teorías conspirativas de este tipo son atractivas por su simplicidad; explican engañosamente complejos fenómenos sociales. Además, las teorías conspirativas sobre los inmigrantes proporcionan al creyente la sensación de tener un conocimiento especial y privilegiado. Al igual que el Hamlet de Shakespeare, estos grupos son prisioneros de su propio pensamiento; la inmigración puede no ser un problema, pero el hecho de pensarla como problema hace que lo sea.

Las motivaciones para abandonar la patria son diversas, pero esencialmente caen en las categorías económica, política, o en ambas. Esencialmente, la migración expresa un deseo de libertad para mejorar la calidad de vida. La libertad de movimiento dentro de un país es un derecho humano básico y no hay ningún argumento ético válido por lo cual no puede igualmente ser un derecho humano básico moverse a través de fronteras. Los derechos individuales no dependen de nuestro lugar de nacimiento, son universales.

Nuestra democracia es abierta e inclusiva, pero a veces se vuelve restrictiva y excluyente. Debemos atrevernos a conocer nuestra historia, como nación de inmigrantes, para evitar pisotear los derechos de los inmigrantes cuando intentamos juntos bailar el tango.

Nota

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Saturnino Lora: centenario de la muerte de un héroe

Saturnino Lora, Cuba

GUANTÁNAMO, Cuba. — En las guerras por la independencia cubana hay muchas familias que alcanzaron gloria en la manigua, muchas de ellas desconocidas por la mayoría del pueblo. Entre ellas está la del General de División del Ejército Libertador (EL) Saturnino Lora Torres, de cuya desaparición física se cumplen este 29 de septiembre 100 años.

Hermanos suyos fueron el coronel Alfredo y el también General de División Mariano Lora Torres, mucho menos conocidos, aunque sus hojas de servicios por la libertad de la patria son igualmente brillantes. También fue sobrino del General de División Mariano Torres.

Nació en Baire, Oriente, el 29 de noviembre de 1858 y se inició en las luchas por la independencia cuando se alzó en Jiguaní al mando de un numeroso grupo de hombres, en octubre de 1879, para participar en la Guerra Chiquita, donde sirvió como ayudante de campo de su tío, el entonces coronel Mariano Torres. En esa contienda alcanzó el grado de capitán del EL.

En 1890 participó en la conspiración conocida como “La Paz del Manganeso”, cuyo fracaso provocó la expulsión de Cuba de Antonio Maceo, Flor Crombet y otros patriotas que acabaron presos, desterrados o en el exilio debido a la feroz persecución de la metrópoli.

El Mayor General Guillermo Moncada le ordenó dirigir el pronunciamiento armado en su poblado natal el 24 de febrero de 1895, fecha que ha trascendido en nuestra historia como “El grito de Baire”, aunque ya está comprobado que en ese lugar no hubo ninguna acción militar significativa, lo que sí ocurrió en otros lugares del país. Ese día Saturnino Lora se alzó al frente de un numeroso grupo de combatientes y tres días después entregó el mando de la tropa al coronel Jesús Rabí.

Participó en el combate de Peralejo el 13 de julio de 1895, uno de los más importantes de la denominada Campaña de Oriente, protagonizada por el General Antonio Maceo antes de iniciar la invasión hacia el occidente del país junto con las tropas del Mayor General Máximo Gómez.

A pesar de que el campamento mambí fue penetrado por dos espías que se hicieron pasar por vendedores —quienes lograron desinformar al Titán de Bronce— y de que este no contaba con suficientes cartuchos, el valeroso jefe militar cubano estuvo a punto de capturar al mismísimo capitán general español Arsenio Martínez Campos, a cuya tropa causó más de 400 bajas, entre ellas la del General Fidel Alonso Santocildes, aunque los mambises tuvieron 116 bajas, entre ellas las de los coroneles Goulet y Sánchez y la del comandante Moncada.

Otros combates significativos en los que participó durante la que José Martí calificó como “guerra necesaria” fueron los de Las Mercedes (19-12-1895), Santa Teresa (26-3-1896), Pozo Cuadrado (16-8-1896) y Alegría (17-8-1896), donde resultó gravemente herido y por ello tuvo que permanecer en convalecencia hasta enero de 1897, fecha en que se reincorporó a la lucha haciéndose cargo de la jefatura de la segunda división del segundo cuerpo de ejército de Oriente, cargo para el cual había sido nombrado desde el 7 de diciembre de 1896 por el Mayor General Calixto García Iñíguez, Jefe del Departamento Oriental.

Al comienzo de 1898 había participado en 60 combates y a finales de abril de ese año participó en el ataque y la toma de Bayamo bajo el mando de Calixto García.

Entre el 24 y el 26 de junio de 1898 embarcó con su Estado Mayor en el buque estadounidense “Álamo” para desembarcar en playa Siboney, en las cercanías de Santiago de Cuba, siendo responsable de la ejecución de importantes acciones militares dirigidas a cortar las comunicaciones de las tropas españolas acantonadas allí, gracias a lo cual se lograron ocupar satisfactoriamente los poblados de San Vicente, Boniato y Dos Bocas.

En 1903 fue nombrado jefe del regimiento de la Guardia Rural en toda la provincia de Oriente, con el grado de coronel del ejército de la naciente república democrática. Murió en Baire el 29 de septiembre de 1921.

El pueblo cubano quizás recuerde más al General Saturnino Lora porque un hospital santiaguero lleva su nombre. Esa fue una de las instalaciones civiles tomadas por las fuerzas de Fidel Castro durante el asalto al Cuartel Moncada y el Palacio de Justicia el 26 de julio de 1953.

De esa acción terrorista llevada a cabo en el hospital todavía se desconocen numerosos detalles y datos que coadyuvarían a que todos los cubanos tuviéramos una visión objetiva e imparcial de lo ocurrido. Todavía están por darse a conocer a nuestro pueblo —sobre todo a las generaciones más jóvenes— algunas acciones extremadamente crueles cometidas por los asaltantes en ese hospital, que retrataron muy bien su alma y la de quienes pocos años después obtendrían el poder y enrumbarían a Cuba por una senda de violencia, crímenes y abusos que se prolonga por más de sesenta años.

Pero quienes conocen la historia saben muy bien que el nombre de este ilustre héroe cubano, al igual que el de muchos otros mambises y el de numerosos jóvenes que se alzaron en sierras y ciudades para combatir la dictadura de Batista, jamás podrá vincularse con la ideología comunista, por mucho que hagan quienes hoy desangran a nuestra patria.

Si hoy Saturnino Lora viviera y conservara en su alma la defensa de la libertad de la patria como un principio ineludible, estoy seguro de que estaría acompañando en las numerosas ergástulas del castrismo a los valientes cubanos que salieron a las calles a protestar contra esta dictadura el pasado 11 de julio.

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