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Compraron pescado y le cogieron miedo a los ojos

De izquierda a derecha, Teresa Díaz Canals (moderadora), Ovidio D’Angelo, Dmitri Prieto y Manuel Calviño (espaciolaical.com)

LA HABANA, Cuba.- La revista Espacio Laical reproduce las intervenciones de los participantes en el debate público “En Diálogo”, que tuvo como título: “Venturas y desventuras del cubano de hoy. ¿Somos felices aquí?” En esa recopilación que acaba de salir de imprenta, con cierto retardo, aparece la intervención que hice aquella tarde, en ese espacio al que convocó la publicación, y donde intenté explicarme a través de las realidades que he vivido en la historia cubana más reciente, y donde tuvieron un especial protagonismo las injusticias y manipulaciones a las que me sometió el gobierno cubano. Aquella tarde conté de mi prisión, y de cómo en ella, a pesar de las injusticias, fui un hombre feliz, comprometido con mí país.

Al leer la revista me resultó curioso el hecho de que la publicación, después de reproducir mi intervención, colocara una nota en la que deja claro su inconformidad con el hecho de que utilizara yo ese espacio como tribuna personal para expresar asuntos que no se correspondían con el tema que ellos habían elegido: ¿Somos felices aquí?

Ellos convocaron a dar respuesta a esa interrogante, y yo respondí. Ellos querían saber si los concurrentes éramos o no felices, y yo me expresé, correspondí al requerimiento, pero a ellos no les gustó la respuesta, lo que me hizo pensar que más que debate,  soñaron con una relatoría de momentos felices aquí; sin dudas debieron eliminar los signos de interrogación, o advertir que solo coincidirían con las intervenciones que respondieran afirmativamente a la interrogante.

Fue esa interrogante la que me hizo moverme hasta aquel sitio de encuentro, donde supuse una enorme diversidad de criterios; voces pletóricas de felicidad y otras disidentes, que negarían una vida placentera. Creí que me encontraría con la loa y la denuncia, me equivoqué. Allí solo hubo espacio para el elogio.

No son muchas las veces en las que somos convocados a responder esa pregunta en Cuba, y el deseo de responder me movilizó para, junto a otros cubanos, reflexionar sobre la posibilidad de conseguir la felicidad aquí. Resultaba tentador el asunto, por atrevido, y luego descubrí que mi intervención fue acotada, que la revista se lavaba las manos, y cómo aquella interrogación tentadora era despojada de los signos de interrogación para convertirse en afirmación.

Aquello jamás estuvo diseñado para decir o escuchar la verdad, para reflexionar juntos. Los editores me dejaban totalmente aislado, asegurando, lo que era obvio, que yo hablaba por mí. Al parecer ellos creyeron que hablaría por la revista y por sus conveniencias, que no sería el relator de tantas injusticias que ocurren en este país.

Asistí antes a alguno de esos “debates públicos”, siempre invitado por alguno de los organizadores. Una de esas veces se habló de economía, y como no soy un especialista en eso, ni en nada, me mantuve callado; pero esta vez podía hablar, porque aun reconozco lo que puede ser un estado de felicidad, aunque tantas veces se empeñaran en hacerme sentir lo contrario.

Y tomé el micrófono, hice saber mis consideraciones. Ahora, después de la nota aclaratoria del Consejo Editorial, me pregunto, ¿creía la revista que no era mi derecho reconocer mi infelicidad aquí? Gustavo Andújar, el presentador, aseguró que el espacio “En diálogo” estaba dedicado a temas polémicos y de actualidad, nos invitó a debatir, a hablar desde nuestras perspectivas.

Los ponentes, psicólogos y sociólogos, demostraron su capacidad para “jugar béisbol” con pelota de goma, y supieron transitar por el tema sin salpicarse mucho con la realidad cubana, citando las vidas de Jesús Cristo, José Martí, los evangelio, San Lucas…, que aunque no nos resultan ajenos no vivieron jamás en “este” contexto cubano.

El profesor Manuel Calviño se decidió por las parábolas y explicó supuestas reuniones de dioses del olimpo, citó a Silvio Rodríguez, explicó sus viajes, experiencias que nunca lo pusieron entre rejas, y la editorial no se vio obligada a sacar “tarjeta roja. Su discurso decía, sin decir, pero sobre todo sin molestar.

La revista debía reconocer que todo el discurrir de los cubanos es político, y que solo se acepta si ese camino coincide con el que se impuso desde hace casi sesenta años. Y no pensemos solamente en el disentimiento político. Cuba, la del “comunismo” no permite que hagamos notar lo que pensamos de nuestro entorno, y si hablamos del pasado será para denigrarlo, y si nos decidimos por el futuro es para pensarnos en el más delicioso de los comunismos. Cualquier discurso que se salga de lo que está previsto, tendrá, en el mejor de los casos, una nota al pie que advierta que la publicación no coincide con los criterios del discursante.

“Espacio laical” tiene deudas con la policía política, esa que decide lo que puede o no ser publicado, y de ello depende que vaya o no a la imprenta, que circule o no ese número de la publicación. Es cierto que el “Granma” no publicaría mi intervención, y también que “Espacio laical” juega a no ser el “Granma”, pero publica para advertir que no coincide, que es una manera de estar junto al “Granma”. ¿Y con quién coincide? ¿Con el lobo o con un pelo del lobo? Comulga con los que no disienten, con quienes no ponen en riesgo su publicación.

¿Cuál es la felicidad en este país? ¿Es coincidir con los Castro? ¿Es comulgar con el desastre que son los hospitales y la industria nacional? ¿La felicidad es aplaudir la subordinación del sistema educativo a la política? La felicidad para ellos es coincidente con la que esgrime el gobierno. Por eso respondí hablando de mí, porque a eso nos convocaron. Respondí sin miedo al totalitarismo del gobierno.

Yo, un opositor a la dictadura de los Castro, me sentí convocado porque soy cubano, porque aquí he buscado la felicidad, a riesgo de perder la libertad. Eso no sucedió con los panelistas, expertos asistiendo a “debates” en los que salen ilesos, sin acotaciones ni notas editoriales. El periodista independiente Boris González Arena, me aseguró que aún con esa nota, el espacio era valiente, pues el comentario no tenía otra finalidad que “salvar la revista”, “aparentar inconformidad para continuar jugando con la reglas del régimen totalitario”. Yo vuelvo a disentir, y no veo estrategias en ese miedo diseminado por todas las instituciones cubanas, incluso en esa iglesia católica, que paga la revista.




¡Acúsenme, acúsenme!

Lenier González Mederos (i) y Roberto Veiga González (Foto: CubaPosible)

LA HABANA, Cuba.- Una vez más, los señores Lenier González Mederos y Roberto Veiga González se las han arreglado para sorprendernos. El pasado 12 de julio suscribieron de manera conjunta un documento de título inesperado: “¿Tenemos derecho a trabajar por Cuba?

La insólita pregunta podrá sorprender a quienes no conozcan la trayectoria de ese dúo de compatriotas. Aunque ella ha estado todo el tiempo a la vista pública: hasta 2014, en la revista católica Espacio Laical; a partir de ese año (cuando el discutido cardenal Jaime Ortega dejó de arroparlos), en Cuba Posible.

Quien acceda a este último sitio web, podrá informarse sobre las exóticas creaciones intelectuales de esos personajes y sus amigos. Entre ellas, en mi opinión, descuella el concepto de “oposición leal”. Contra lo que podría esperar cualquier persona razonable, esa idea no fue concebida para ―digamos― Inglaterra o la fraterna Costa Rica, sino para la Cuba de los hermanos Castro.

Con antecedentes doctrinales como ese, no debe llamarnos la atención que el binomio Veiga-González, para laborar por su país, le pida permiso al régimen de firme vocación totalitaria que impera en nuestra Patria (al cual ambos, en castiza neolengua castrista, siguen llamando “Revolución”).

Los dos integrantes de esta especie de yunta reservaron lo más creativo de su nuevo escrito para el final. Allí ellos solicitan a “la Fiscalía General de la República que inicie un proceso de instrucción” contra ambos. Como si les pareciera poco, piden también “a todas las personas de buena voluntad que exijan a la Fiscalía la apertura inmediata de dicho proceso”.

Truculencias aparte, el solo enunciado de esa petición demuestra de modo irrefutable lo mal que andan las cosas por estos lares: En Cuba, dos súbditos “leales” (de quienes ni siquiera está bien claro que se autocalifiquen como “opositores”) tienen que lamentarse de “la ausencia de mecanismos, instituciones y autoridades establecidas para dirimir definitivamente la legitimidad de posiciones ciudadanas no oficiales”.

Ambos parten de una base: Cuando alguien asume posturas que no son las del gobierno, es necesario que alguna “institución” o “autoridad” dictamine si su actitud es o no legítima. Veiga y González ―pues― están conscientes de no vivir en un país libre. En los que sí lo son, sólo a un loco se le ocurriría que un burócrata defina si una persona tiene o no derecho a discrepar (o a decir “pero”, que es lo que a veces hacen ellos dos).

Paso a otra faceta de la cuestión: Se supone que los medios de represión criminal sean el último recurso de un Estado para enfrentar conductas contrarias a derecho. No ha sido así en los países de marxismo-leninismo y partido único. En éstos, los procesos penales, las cárceles, y aun los paredones de fusilamiento, han constituido medios habituales para lidiar con quien disiente.

Y a veces hasta para enfrentar infracciones leves y muy distantes de la política. En los tiempos de apogeo del castrismo, el flamante “Gobierno Revolucionario” creó la figura delictiva de la “prestación deficiente de servicios”. O sea: que si en un restaurante italiano le servían a usted una pizza quemada, el curso de acción correcto era dirigirse a la estación de policía más cercana, a fin de formular la correspondiente denuncia…

Con esa exacerbación de la represión criminal, no deben causar asombro la actual petición de Veiga-González, ni la gran difusión alcanzada por la chivatería. Como en otros países del “socialismo real”, en Cuba la delación del prójimo adquirió ribetes de deporte nacional. En ese contexto, Roberto y Lenier han alcanzado el cénit. Cada uno de ellos puede ahora decir: “He formulado una denuncia contra mí mismo”.

Conozco de manera directa la actividad de los órganos represivos del castrismo. Primero, por mis lustros de ejercicio como abogado defensor; después, como “no persona” enjuiciada y encarcelada. Así que puedo informar a los autodenunciantes algo que quizás no esté bien claro para ellos.

Pensar que un fiscal cubano de hoy pueda actuar con estricto apego a la ciencia del derecho, es tener la cabeza en las nubes. Lo que prima en su actuación es la política. La misma Constitución establece que la Fiscalía esté “subordinada a la Asamblea Nacional del Poder Popular y al Consejo de Estado”. Y los funcionarios de aquel órgano cumplen gustosamente ese mandato supremo.

Del mismo modo que un perro de presa muerde, sacude o suelta según las voces de mando de su amo, así también los fiscales cubanos incoan expedientes, acusan de modo formal y piden años de prisión (o, por el contrario, archivan la denuncia recibida) de estricta conformidad con las órdenes emanadas de los centros de poder.

Son estos últimos ―pues―, y no los fiscales, los que determinarán qué hacer con los “leales” Roberto y Lenier. No creo que en este caso la sangre llegue al río. Pero aunque me considero una “persona de buena voluntad”, que no cuenten conmigo para que actúe como chivato, ni para que solicite a la Fiscalía castrista que los enjuicie.

Mejor es que le pidan eso a los porristas que, por sus leves desviaciones del discurso oficial, los acusan públicamente de ser “subversivos”, “plattistas” y “traidores”.




Iglesia católica cubana: Matrimonio homosexual enfrenta “rechazo” popular

Gustavo Andújar (Foto: Religión Confidencial)
Gustavo Andújar (Foto: Religión Confidencial)

MIAMI, Estados Unidos.- El director de la revista Espacio Laical y presidente de la Asociación Católica Mundial por la Comunicación (SIGNIS), Gustavo Andújar, declaró a la publicación española Religión Confidencial que la aprobación del matrimonio homosexual en Cuba es una demanda enfrentada al “rechazo” del pueblo.

Andújar concedió una entrevista a Religión Confidencial que fue publicada este martes, en la que se enfrentó a la propuesta del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) para legalizar el matrimonio gay. “El avance legislativo en este campo se está frenando porque existe un rechazo popular a algunas de sus propuestas, como el llamado matrimonio homosexual”.


Se quejó además de que el cine cubano “refleja una presencia desproporcionada” de problemas de identidad sexual. Sin embargo, “la realidad cubana encuentra otros conflictos igualmente serios, que afectan a una proporción muchísimo mayor de la población, y no se abordan ni remotamente con similar frecuencia”.

El director de Espacio Laical, publicación del Centro Félix Varela, perteneciente a la Arquidiócesis de La Habana, afirmó que en Cuba “los años de educación y propaganda atea ya pasaron, gracias a Dios”.

Durante el periodo referido por Andújar, “los cristianos cubanos hemos resistido a la propaganda atea por nuestra coherencia de vida y servicio a los demás”.

“En contraste con la caricatura que se presentaba de los cristianos (personas alienadas por la religión, opio del pueblo, siempre al servicio de las clases explotadoras), la gente veía en nosotros, mayoritariamente, a personas amables y serviciales, responsables y honestos, con defectos, por supuesto, pero dispuestos a ayudar al necesitado. Éramos así precisamente porque somos cristianos, no a pesar de ser cristianos como decían a veces los dirigentes”, describió el presidente de SIGNIS, refiriéndose a los años en que la Iglesia católica en Cuba fue fuertemente perseguida.




Inventario de asombros cubanos: Diabluras en Espacio Laical

Lenier González y Roberto Veiga (foto tomada de internet)
Lenier González y Roberto Veiga (foto tomada de internet)

Miguel Fernández Díaz, CAFÉ FUERTE.- Al igual que otros tantos performances de falsa ilustración con inflación mediática, el pas de deux de Roberto Veiga y Lenier González en la escena de Espacio Laical terminó y continúa, en buen cubano, en una danza de diablitos.

Terminó con el chanchullo pueril –que ellos mismos promovieron por correo electrónico– acerca de si fueron liberados, como ellos mismos dijeron a la usanza del socialismo burocrático, en vez de decir que sus renuncias habían sido aceptadas, o si fueron más bien destituidos como editor y vice-editor, respectivamente, de la publicación Espacio Laical, que aparece junto a Palabra Nueva y Bioética bajo el epígrafe “Otras Revistas” de la Arquidiócesis de La Habana. Bajo el epígrafe “Revistas” están Amor y Vida, Nosotras y Vivarium.

Al producirse su salida de Espacio Laical, ambos editores alegaron que el perfil socio-político de la publicación había causado tensiones con “determinados sectores de la comunidad eclesial”, las cuales se proyectaron “sobre la figura del Cardenal-Arzobispo y sobre nuestras personas”.

Ahora que ni Veiga ni González tienen siquiera acceso a las computadoras del Arzobispado de La Habana, el chanchullo continúa con repique más intenso de la misma campana: “Determinados elementos de la jerarquía y del clero [preferían] una revista más beligerante con el gobierno, pero no poseen ni la integridad ni el coraje para hacerlo”, asevera González, quien aprovecha para tocar también una campanita de la sacristía editorial con mucha más estridencia.

Pregón del debate

“El Arzobispado de La Habana –afirma González– ingresaba anualmente decenas de miles de dólares en calidad de apoyo a Espacio Laical. Se les hizo creer a varias entidades extranjeras que ellas pagaban en exclusiva la revista. Nosotros tenemos documentados detalladamente cuatro casos. Luego ese dinero era destinado a otros fines. La revista era muy prestigiosa dentro y fuera de Cuba, y les sirvió para gestionar mucho dinero a costa de nuestro trabajo. Y es bueno decir que de todo este dinero, Roberto y yo recibíamos 40 CUC cada uno al final de mes; y los recursos para gestionar la publicación eran pírricos”.

No está nada mal ganar unos mil pesos mensuales en Cuba por editar una revista trimestral con suplementos mensuales en línea, pero todo parece indicar que la carencia de integridad y coraje abunda, porque Espacio Laical nunca abordó aquellas tensiones y ni González ni Veiga aclaran hoy quiénes eran tales elementos, tal y como dejaron de hacerlo antes al espetar en el periódico mexicano La Jornada que había “sectores del Partido Comunista que siguen manifestándose a la vieja usanza [y] torpedean el diálogo”.

Así como la revista, con tanto pregón de reflexión y debate, salía con el diablo en el cuerpo por no reflexionar ni debatir sobre sí misma, González proyecta hoy, sobre la figura del Cardenal-Arzobispo, algo más que tensiones derivadas del perfil editorial: el demonio de fondos manejados indebidamente. Solo que antes de bajarse con que “tenemos documentados detalladamente cuatro casos”, González debía presentar todas las cuentas, porque el tremendo fenómeno sociológico de una revista cubiche tan rentable merece la mejor y más detallada explicación posible.

González y Veiga recurvaron a la escena mediática de Miami gracias al reciclaje hecho por la reportera Nora Gámez en El Nuevo Herald de sendas entrevistas “con un estudiante graduado” (sic), las cuales fueron publicadas por González y Veiga en Cuba Posible, sitio digital que ellos mismos montaron a mediados de 2014 como “laboratorio de ideas [y] plataforma para facilitar el debate”, protegidos por el paraguas del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo Cuba, con sede en Cárdenas.

Delimitación espacial

Bajo la sotana de la Arquidiócesis habanera, Espacio Laical nació en 2005 como órgano oficial del Consejo de Laicos y bajo la dirección de José Ramón Pérez. A la salida de Veiga y González, Gustavo Andújar asumió la dirección, pero desde la primavera de 2012 la revista se presentaba ya como proyecto del Centro Cultural Félix Varela y, como director del centro, Andújar era también director del consejo editorial de la revista. Según la panoplia digital de Espacio Laical, González aparece en el número 6 (abril-junio 2006) como miembro del consejo editorial y Veiga irrumpe como editor en el número 9 (enero-marzo 2007); para el número 12 (octubre-diciembre 2007), J. R. Pérez tenía a Veiga como editor y a González como vice-editor, con Jorge Domingo en la jefatura de redacción.

Ni como revista ni como proyecto Espacio Laical se concibió como recinto del perro guardián del poder estatal ni de la lidia de gallos reformistas que propiciaran transitar a la democracia, unir a todos los cubanos o salvar la patria. Sin embargo, la inflación con bomba mediática exterior empinó esta publicación como si fuera el epicentro del movimiento laico en la arquidiócesis habanera, con Veiga y González pregonando que, en virtud de la revista, “la relación Iglesia-Estado en Cuba ha dado un salto cualitativo”. Un cable de Reuters llegó a exaltar la revista como “el único medio capaz de reunir a los cubanos de diferentes tendencias políticas dentro y fuera de la Isla para discutir sobre diversos temas”, mientras uno de sus colaboradores soltó que Washington debía tomar un editorial de Espacio Laical [“Senderos que se bifurcan”, mayo de 2013] “como indicador del sentir de la sociedad civil cubana y sus sectores aperturistas relevantes”.

Las disfunciones en la erección de minorías con arrastre suficiente para influir en las decisiones políticas suelen concitar alucinaciones, como que imprimir una revista o abrir un sitio en Internet vale tanto como poner una piedra fundacional de la república con todos y para el bien de todos.

Así como Roberto Robaina y Felipe Pérez Roque se creyeron cancilleres en el Estado, Veiga y González se invistieron como voceros en la Iglesia. Atizados por el cardenal Ortega Alamino y, sobre todo, por el finado monseñor Céspedes y García-Menocal, quien urdió “edificar la Casa Cuba”, Veiga y González dieron rienda suelta a la misma imaginación sociológica que ya había llevado a otros del laicado, como Dagoberto Valdés con la revista Vitral y Oswaldo Payá con el Proyecto Varela, a sublimarse en contextos virtuales afuera y perder la conexión a tierra en el contexto vital desde dentro. Al tenor de los opositores empeñados en cambiar leyes sin cambiar el Parlamento, Veiga y González se creyeron, como editores de una revista más, que eran paladines de una “oposición leal” y jefes de cierto Ejército de Liberación Nacional, pero no dieron guerra con balas ni votos, sino vueltas y más vueltas teóricas en torno “al destino histórico de la nación”.

Esas vueltas no solo llegaron a marearlos, sino que revolvieron el embaraje laical de la oposición leal, como ilustra la propuesta de mejorar el orden democrático con elecciones directas del Presidente y demás miembros del Consejo de Estado, para no tener que coger por los cuernos al toro de Hans Kelsen: solo por ingenuidad o hipocresía puede pensarse en la democracia sin pluralidad de partidos.

En eso les pasó por arriba la ruedita práctica de que hasta publicar una revista entre otras de una arquidiócesis puede malograrse, incluso dentro de la propia Iglesia.  Y ahora pareciera que marcan el paso de otro diablito cubiche: no saben cómo desaparecer y suenan cascabeles.




Renunciar o ser destituido. ¿Dónde está la diferencia?

Lenier González y Roberto Veiga junto al cadernal Jaime Ortega
Lenier González y Roberto Veiga junto al cadernal Jaime Ortega

MIAMI, Florida. — El sorpresivo anuncio de la sustitución de los editores de la revista Espacio laical da paso a varias interrogantes en torno al futuro de la publicación católica cubana y lo que puede haber detrás de este inusitado cambio. Por igual surgen suspicacias y especulaciones sobre lo que para algunos resulta una acción inexplicable, generadas a partir del cruce de notas explicativas entre los directivos salientes y la dirección entrante.

El escrito hecho público por Roberto Veiga y Lenier González anunciando la retirada, incluía en uno de sus párrafos la clave que generó la polémica. Poner que habían sido liberados de sus obligaciones resultó el equivalente de una fórmula muy común en el lenguaje oficioso de la Isla para anunciar destituciones en la cúpula. Es lo que en Cuba se conoce popularmente como el aviso del truene. Posteriormente los ex directivos de Espacio laical aclararon que sus palabras habían sido mal interpretadas por medios externos que habían manipulado un correo en el que ellos se despedían de un pequeño grupo de colaboradores. Una explicación poco creíble cuando la hacen dos personas que saben el alcance de las modernas redes de comunicación y el giro que en ellas pueden tomar textos y expresiones.

A lo anterior siguió la nota hecha por Gustavo Andújar, ahora al frente de la revista católica laical, la cual provocó la reacción aireada de los implicados. Andújar acusó de “gravemente inexacta” la formulación de liberación referida por sus antecesores dejando claro que ellos habían renunciado por decisión propia y que en definitiva nadie es imprescindible. Las palabras de Andújar fueron calificadas de agresivas en una nueva respuesta dada a conocer por Veiga y González.

Más allá del intercambio de notas, anuncios y aclaraciones vale destacar algunos detalles del hecho. El primero corrobora la idea sobre aquella ruptura que provocó el cierre momentáneo de la revista Espacios, que parece haber quedado en el olvido sin derecho a ser considerada reconocida precursora de la actual. Espacio laical que ahora se presenta como una revista creada en el 2005 por el Cardenal Jaime Ortega no fue sino la recreación con el nombre truncado de aquella primera revista, para acallar el revuelo causado por el inexplicable cierre en enero del aquel año. Con menos realce que su antecesora la nueva propuesta comenzó a circular con los espacios más reducidos y con un aire menos laical.

Vale recordar que la Espacios inaugurada con Eduardo Mesa, a quienes siguieron Andrés Rodríguez y Fabio Hurtado, llegó a competir en popularidad con Vitral, a pesar de que su tirada era mucho menor. Tanto por los temas que tocaba, como por el abanico de ideas tratadas en la revista y en el ambiente creado en su entorno en la Casa laical. Aún así aquella sufrió varios toques de atención y silencio cuando intentó llevar temas considerados poco prudentes tratar. Uno de ellos fue la negativa tajante que recibió la propuesta de publicar un artículo con biografía incluida sobre Oswaldo Payá, cuando aquel obtuvo el premio Sajarov. La revista, sus editores entonces, se vieron limitados a poner solamente la nota de salutación del cardenal al líder del MCL Y punto. Lo mismo ocurrió con el artículo sobre el Mariel que nunca vio la luz.

Decir que Espacio laical estaba tomando un impulso y connotaciones propias es algo para poner en dudas cuando lo que en verdad estaba en juego eran guiños al gobierno y a una proyectada movida de acercamientos entre este, una parte del exilio dispuesto a dialogar y una llamada oposición fiel que produjo una de las mayores controversias en la que se vieran envueltos los gestores de la revista con el sonado artículo sobre la oposición leal, para muchos el detonante que provocó la renuncia de sus editores pero que no parece ser el motivo real.

Conferencias, escritos, entrevistas y numerosas actividades celebradas al calor de la revista laical parecían indicar que la publicación y sus redactores contaban con una posición segura sobre los posibles cambios y movimientos que se vislumbran sobre Cuba y su realidad. Muchas de estas acciones y gestiones tenían que contar con cierto espaldarazo oficial de las dos instituciones: La Iglesia y el Estado.

Por ello existe una gran contradicción en la afirmación hecha por Veiga y González sobre la solicitud de su renuncia al menos tres veces en los últimos dos años para evitar tensiones que se habían proyectado sobre ellos y particularmente sobre la persona del Cardenal debido a la polémica generada por el perfil socio político de la publicación. La contradicción estriba en la activa acción de los dos editores en escritos, actividades desarrolladas en salidas al extranjero mediante declaraciones así como organización de reuniones en La Habana, ante la vista y conocimiento de las autoridades máximas de la Iglesia y del propio gobierno cubano, incluso hasta la cercana fecha de marzo.

Las más recientes de esas apariciones fue en una entrevista concedida al diario ABC el pasado febrero donde ambos expresaban el deseo de que las relaciones con Cuba (sobre entendido con el gobierno) pasaran de la confrontación a la concordia para afrontar los cambios necesarios que habrán de producirse en la Isla. Por otra parte quienes una vez acusaron al exilio de anexionista ahora ponían sus buenos oficios para llegar a un dialogo respetuoso de reencuentro desde el respeto y la tolerancia entre esa parte de Cuba y la del régimen que la gobierna.

El giro brusco de la situación puede estar vinculado al retiro de Monseñor Jaime Ortega y la incógnita sobre el nuevo arzobispo que le sustituirá en la sede de la Archidiócesis habanera. Igualmente es sugerente que esto ocurra después de la desaparición física de los presbíteros Fernando de la Vega  y Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, sacerdotes que tuvieron fuerte presencia en las cuestiones culturales de la Iglesia, entre las que estaban precisamente esta revista en cuestión. Todo hace pensar en una posible revaluación del interés que ocuparán proyectos como el de Espacio Laical en las nuevas autoridades eclesiásticas de la diócesis.

De todas maneras no hay que esperar mucho de la nueva propuesta editorial en Espacio Laical si la revista continuara existiendo. Más eclesiástica, menos laical y sin arriesgar mucho en sus posturas hacia el poder vigente. Tal vez con las miras en un fututo que se presenta abierto en el que la Institución jugará un papel importante pero sin dar mucho crédito a las propuestas que a pesar de sus carencias y defectos, siguen moviéndose dentro de la sociedad cubana, a la que nunca debe ser ajeno el laicado.

Y precisamente una de las constantes que ha lastrado la labor política del laicado cubano llevándolo desde la frustración hasta la más completa desidia es la posición que se hace evidente sigue prevaleciendo en una Iglesia dividida entre quienes piensan que no hay que inmiscuirse en política y quienes asumen que el laicado tiene que confrontar el compromiso coherente con la Doctrina Social de la Iglesia. Una carencia que resaltó cuando el Proyecto Varela, del que se ausentaron muchas figuras de la llamada casta laical, los conocidos súper laicos, que ante ponían la justificación de que la Iglesia no debe meterse en política. Una actitud que puede cambiar de manera oportunista cuando intereses y poder avala la participación.

Finalmente la apuesta por lo que Oswaldo Payá calificó acertadamente del cambio fraude para algunos no ha rendido sus beneficios. Pero de la misma manera alguno ya puede haber encontrado su sitio idóneo en esta maquinaria que ha sido puesta en marcha irremisiblemente aunque no queramos darnos cuenta o finjamos desconocer. Aquí también puede estar otra de las claves donde renunciar o ser destituido resulta por igual un eufemismo.




Martínoticias: Explican editores de Espacio Laical su renuncia

editores
El editor y el vice-editor de la revista católica Espacio Laical, Roberto Veiga y Lenier González

El editor y el vice-editor de la revista católica Espacio Laical, Roberto Veiga y Lenier González respectivamente, renunciaron a sus puestos debido “a la polémica que genera, en determinados sectores de la comunidad eclesial, el perfil socio-político de la publicación”, explicaron en un mensaje difundido después de que el recién nombrado director, Gustavo Andújar saliera al paso el miércoles de versiones de prensa sobre su destitución.

“Esta problemática” ─explican Veiga y González─ “ha sido causa de tensiones que se han proyectado sobre la figura del Cardenal-Arzobispo y sobre nuestras personas. En tal sentido, creímos oportuno ­­­­–y así lo seguimos pensando– que no era moralmente adecuado seguir conduciendo una publicación que provocaba divisiones dentro de la propia comunidad eclesial, donde se encuentran las posiciones de quienes piensan que la Iglesia no debe inmiscuirse ‘en política’ y los que creen que no debe abrir sus espacios a todos los actores de la sociedad civil cubana”.

Los dos dimitentes reconocieron que la frase que utilizaron en un correo cursado a colaboradores y amigos para comunicar su separación de Espacio Laical (”hemos sido liberados de nuestras obligaciones”), se prestaba a equívocos, “dando lugar a un incidente muy desagradable”. La expresión se apega al molde que utiliza el gobierno cuando anuncia públicamente la destitución de algún funcionario.

Veiga y González dejan traslucir cierta tensión con el nuevo director de la publicación y vicepresidente de la Asociación Católica para la Comunicación SIGNIS al manifestar que lamentan ”el tono agresivo y desproporcionado de la Nota de Gustavo Andújar hecha pública este miércoles”.

Andújar negó que los dos editores hubiesen sido despedidos, aclarando que sólo se había aceptado su última renuncia. También apostilló :“Siempre es duro decirlo, pero nadie es imprescindible”.

Veiga y González tuvieron por otra parte palabras de encomio para el ex vicario del oeste de La Habana monseñor Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal, una de las personalidades más social y culturalmente activas de la Iglesia católica en Cuba. Dijeron reconocer su trabajo “por su lealtad sin fisuras y por señalarnos el camino y la serenidad de espíritu para recorrerlo”.

Céspedes, quien falleció en enero pasado, apoyaba las reformas de Raúl Castro mientras promovía “un socialismo más participativo y democrático”, con un diálogo entre todos los cubanos de dentro y de fuera, “siempre que excluyan … toda forma de anexionismo”.

Veiga y González fueron ejecutores ─conscientes o no─ de ese pensamiento, al convertir Espacio Laical en un foro de debates sobre los problemas y el futuro de Cuba, con un concepto de inclusividad al menos mucho más amplio que el del gobierno de la isla. En ese sentido cedieron espacios a académicos y otros cubanos asentados en el exterior, incluidos algunos de los críticos más agudos e ilustrados del régimen.

Se les reprochó por otra parte el descalificar y hasta tildar de “conspiradores” en algunos escritos a opositores internos, así como su defensa del gobierno ante las acusaciones internacionales de abusos contra los derechos humanos




Despiden a editores de revista católica Espacio Laical

Lenier González y Roberto Veiga fueron despedidos como editores de Espacio LaicalLos editores de la revista de la Arquidiócesis católica de La Habana Espacio Laical, Roberto Veiga y Lenier González Mederos informaron que han sido cesados en sus cargos.

Veiga y González anunciaron la medida en una escueta nota que ha circulado a través del correo electrónico.

“Queremos informarles que después de una década de intenso trabajo ─en la que pretendimos ayudar a construir caminos de prosperidad y estabilidad para nuestra patria─ hemos sido liberados de nuestras obligaciones como Editor y Vice-editor de la revista”.

(La forma en que presentan la decisión es similar a la que se usa en los medios oficiales cuando un funcionario es sustituido).

“Ha sido un verdadero placer haber podido compartir con ustedes este tiempo, aferrados todos al anhelo de que es posible construir una Cuba mejor. Sin ustedes esta bella aventura no hubiese tenido lugar”, agregan.

Por iniciativa de Veiga y González la revista ha tratado de convertirse en un foro de debates sobre los problemas y el futuro de Cuba en los que han participado, por escrito o invitadas a La Habana, personalidades del exilio cubano como el economista Carmelo Mesa-Lago, el empresario Carlos Saladrigas y el académico Arturo López-Levy, y más recientemente los intelectuales Haroldo Dilla, Rafael Rojas y Armando Chaguaceda.

Por otra parte se les ha criticado por descalificar a opositores internos, y por defender al régimen de las denuncias internacionales sobre violaciones de derechos humanos.

Mientras abogaban por una “oposición leal”, su publicación más atrevida fue quizás, en marzo del 2013, la de un documento del Laboratorio Casa Cuba que pedía mayor pluralidad política y elecciones libres en Cuba.

Veiga y González han participado en debates académicos en el exterior. El año pasado asistieron en Miami a la reunión anual de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana, donde planean volver a estar presentes en agosto próximo.




Los amigos de Castro en Miami

Cino interiorLA HABANA, Cuba – Siempre he sido uno de los que consideran que el embargo norteamericano, más que perjudicar al régimen castrista, le sirve como justificación para sus desastres, la represión y las violaciones de los derechos humanos. Pero  pienso que ahora es el peor momento para que el gobierno norteamericano  levante unilateralmente el embargo y restablezca las relaciones con Cuba, sin exigirle al régimen dar pasos reales hacia la democratización. Sería regalarle a esa dictadura que no ha dejado de serlo, una victoria propagandística, la mayor que haya logrado, y que  muy poco beneficiará al pueblo cubano, si es que lo beneficia en algo.

No tengo nada en contra de los que se oponen sinceramente al embargo porque consideran que su levantamiento beneficiaria las vidas de los cubanos, pero me refuerzo más en mi posición cuando veo la clase de personajes que de la noche a la mañana, más atentos al bolsillo que al verdadero calado de las reformas raulistas que no son tales, se convierten en partidarios del levantamiento del embargo, sin exigir condiciones, y abogan impetuosamente por invertir en Cuba. Como el magnate azucarero Alfy Fanjul, con el estandarte familiar en ristre, presto a rescatar y poner a producir para las arcas de la dictadura y el peculio propio, sobre todo esto, los centrales azucareros que el Comandante arrasó.

Charlie Christ, gobernador republicano de la Florida entre 2007 y 2011 y actual candidato demócrata a la gobernación de ese estado –el tipo se hizo demócrata luego que se convenció de que la extrema derecha había secuestrado el Grand Ole Party y talentoso que es, hasta lo contó en un libro-, ha cambiado radicalmente su postura sobre el embargo y ahora está a favor de levantarlo. Dice que los agricultores y las empresas de construcción que comercien con Cuba generarán muchos empleos en la Florida. Y digo yo, si hay alguna empresa por el Sunshine State que se dedique a producir equipamiento antimotines y cualquier tipo de adminículos que le sirvan al MININT para reprimir, también.

Ya que hablo de este tipo de personajes, no puedo dejar de referirme a dos de ellos: Hugo Cancio, el traficante de timberos y reguetoneros de Fuego Entertainments que no dice ni pío a favor de que a los músicos exiliados les permitan cantar y tocar en su país; y a Arturo López Levy, académico de la Universidad de Denver, y que es lo más parecido que hay a un agente de influencia del régimen castrista en “las entrañas del monstruo” (va y no lo es, pero dicen que importa más aparentarlo que serlo).

Estos dos pejes  encabezan un llamamiento para el próximo 15 de marzo a la primera conferencia en Miami de CAFÉ (Cubans-Americans for Engagement).

Roberto Veiga y Arturo López Levy en Washington en el encuentro The Catholic Church and Economic and Political Change in Cuba

También aparecen en el llamamiento Roberto Veiga y Lenier Domínguez, los editores de Espacio Laical, la santurrona revista del Arzobispado de La Habana que no deja de rogar a Dios por el bienestar los gobernantes cubanos y porque les conceda el tino necesario  para que apuren un poquito, solo un poquito, antes de que todo se hunda, los cambios en la economía timbirichera, lineamientos mediante.

López Levy debe haber cuadrado la caja para la conferencia de CAFE con sus carnales Veiga y Domínguez cuando hace unos días estuvo en Cuba para participar  en un evento organizado por la Arquidiócesis de La Habana y  que se celebró en el antiguo Seminario de San Carlos, donde se debatió, dentro de la revolución, cómo si no, sobre los cambios, la institucionalidad y otras paparruchas.

Según explica el llamamiento, el aquelarre de CAFÉ en Miami incluirá “paneles con académicos, activistas comunitarios, empresarios y educadores que están por el intercambio”.

¿No asistirán también Max Lesnik, Lázaro Fariñas y Andrés Gómez?

Uno no tiene que hacer mucho esfuerzo para imaginar desde ya cuanto de  manipulación patriotera, sofisma con lagrimitas  y chantaje sentimental habrá en este evento de CAFÉ.

¡Cuánta hipocresía y oportunismo! ¡Qué asco!

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Elena Freyre, presidente de FORNORM, habla sobre la conferencia del sábado 15 de marzo

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En Cuba es imposible una oposición leal

Lenier Gonzalez y Roberto Veiga,  vice editor y editor de la publicación Espacio Leical / foto Isabel Permuy

LA HABANA, Cuba, marzo -En los últimos tiempos se viene discutiendo en los medios académicos cubanos acerca del concepto de “oposición leal”. Lo mismo dentro de la isla que más allá de nuestras fronteras, en eventos donde han coincidido especialistas y estudiosos del tema, este tópico ha salido a la palestra. En esta ocasión nos referiremos a un dossier aparecido en el suplemento digital no. 245, del pasado mes de febrero, de la revista Espacio Laical. Contiene trabajos de los editores de esa publicación, así como de los académicos Armando Chaguaceda, Haroldo Dilla y Rafael Rojas.

Lo primero que resalta al adentrarnos en el debate es la necesidad de definir hacia qué o hacia quién va dirigida la lealtad. Y el hecho de que casi siempre la intencionalidad de ese concepto se vincule con el mantenimiento del orden institucional existente en la isla, provoca el lógico malestar entre quienes se oponen realmente al castrismo. No obstante, conviene analizar algunos de los argumentos que sustentan la mencionada intencionalidad.

espacio laicalUno de los más tenaces defensores de la idea de una oposición leal  es Lenier González, vice editor de esa publicación católica. Según él, la oposición leal se define por dos atributos. En primer término, “la necesidad de ser leales a un conjunto de actitudes que favorezcan la despolarización del campo político cubano”. Y en segundo lugar, “ser leales al núcleo de ideas que dan fundamento al nacionalismo revolucionario cubano”.

La primera de las consideraciones del académico González  se refiere a que la oposición real no vea al gobierno cubano como un enemigo que debe ser aniquilado, sino como un adversario con el que se tienen tensiones y discrepancias, pero con la vista puesta en el imperativo de tejer consensos. Mas, para que ello pueda cumplirse, sería necesario el advenimiento de un “oficialismo leal” que dejara de contemplar a la disidencia política como mercenaria al servicio de una potencia extranjera. Porque, como aseveró el politólogo Armando Chaguaceda en su artículo de este dossier, “no puede haber oposición leal donde no hay un gobierno leal para con las reglas de un Estado de Derecho, bajo un orden que reconozca y ampare tanto a la ciudadanía que le adversa como la que le apoya”.

En cuanto a la “lealtad al núcleo de ideas que dan fundamento al nacionalismo revolucionario cubano”, se trata de la obediencia a un discurso que, más allá de la justa aspiración a la independencia y soberanía nacional, se emparenta con la doctrina empleada por los gobernantes para afianzar el control totalitario sobre la sociedad. Y eso, lógicamente, tampoco puede ser aceptado por los verdaderos opositores.

Otras ideas apuntan hacia lo perentorio de una lealtad al orden constitucional vigente, teniendo en cuenta que la Constitución de 1976— la matriz de donde procede la actual Carta Magna—, así como la enmienda que refrendó el carácter irreversible del socialismo cubano, fueron “aprobados” por la población.

Sin embargo, quienes apoyan la tesis de esta última lealtad obvian el hecho de que ninguna consulta popular es auténtica mientras uno de los implicados en el proceso posea el monopolio de los medios de difusión. Porque una elección o plebiscito genuinos no se circunscriben al momento de la votación. Incluyen también, y en buena medida, la posibilidad de que todos los candidatos u opciones ofrezcan previamente sus puntos de vista a través de la prensa escrita, la radio y la televisión. Solo así será creíble el resultado electoral.

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