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El Cristo de los cubanos, una promesa hecha realidad

El Cristo de La Habana

LA HABANA, Cuba. – Enormes estatuas de Jesús de Nazaret abundan por todo el mundo, casi todas construidas sobre grandes elevaciones para resaltar la fe del hombre por el Hijo de Dios. La más icónica de todas está en Río de Janeiro, Brasil. Otras, no menos famosas, son las de Lisboa (Portugal) o Manado (Indonesia). En la Isla, como saben todos los cubanos, también existe una. 

El Cristo Redentor de La Habana se erige sobre una de las colinas del ultramarino poblado de Casa Blanca, tras las vetustas fortalezas de los Tres Reyes del Morro y San Carlos de la Cabaña, por el lado este de la entrada a la rada capitalina. Se trata de una mole de 20 metros de alto (sobre una base de tres) y aproximadamente 320 toneladas de peso.

La majestuosa estatua se levanta 51 metros por encima del nivel del mar, orientada hacia la ciudad como si velara por la tranquilidad de la cosmopolita urbe. Con un brazo extendido y otro sobre el corazón, el Cristo de los cubanos parece bendecir a todos a su paso.

Una promesa de la primera dama

El máster en Historia de Cuba, pedagogo y museólogo Andrés Pérez San Martín, de 79 años, explicó en entrevista con CubaNet que fueron las conspiraciones políticas de la época quienes conllevaron a la edificación de la colosal estatua. 

“El proyecto nació en 1957, a raíz del asalto al Palacio Presidencial perpetrado el 13 de marzo de ese año con la intención de asesinar a Fulgencio Batista y tomar el control de la nación”, cuenta Pérez San Martín.

En aquel entonces ―abunda el especialista en historia― Marta Fernández Miranda de Batista, la esposa del dictador, pidió a Dios que intercediera por la vida del gobernante, bajo la promesa de construir una imagen de Jesucristo que se pudiera observar desde casi toda La Habana.

Finalmente, Batista sobrevivió y la primera dama se dispuso a cumplir la promesa. Para ello convocó a un concurso titulado “El Cristo de La Habana”, en el cual se pedía a artistas cubanos presentar sus diseños de la estatua. Como incentivo, el ganador recibiría un sustancioso premio de 200 000 pesos.

“Hubo una recaudación popular para financiar ese proyecto, que en definitiva fue entregado a la escultora Jilma Madera”, dijo Pérez San Martín. La propuesta ganadora, hecha de yeso, mostraba un hombre corpulento, de semblante acriollado, con ojos abiertos y vacíos que daban la sensación de mirar hacia todos lados. 

De acuerdo con Pérez San Martín, el jurado pretendía que El Cristo habanero superara en altura al de Río de Janeiro. Sin embargo, la versión cubana quedó 10 metros por debajo de la del cerro carioca de Corcovado, aunque su protuberancia y belleza también trascendió al mundo.

La última gran obra de la República

En la estructura se emplearon 67 piezas de mármol blanco, extraídas de las canteras de los Alpes Apuanos en Carrara, Italia, y bendecidas por el papa Pío XII antes de ser enviadas a Cuba. La estatua comenzó a construirse en septiembre de 1957. 

Con el apoyo de hasta 17 trabajadores, más de un año tardó Jilma Madera en esculpir y llevar a su lugar cada una de las partes. La inauguración ocurrió el 24 de diciembre de 1958, a propósito de las fiestas de Navidad, un día antes de las llamadas Pascuas Sangrientas y una semana antes de que Batista abandonara el país.

Construcción de El Cristo de La Habana (Foto: ACN)

El dictador “se había mostrado entusiasta, pero muy posiblemente no tenía más interés que el de atraer simpatías y lavar su imagen política. Incluso, se cuenta que mantenía serias desavenencias con el cardenal Manuel Arteaga Betancourt, quien ofició la inauguración de El Cristo de La Habana”, rememora Pérez San Martín.

A pesar del clima y la desidia, El Cristo sigue de pie

El Cristo Redentor de La Habana fue la última gran obra pública entregada por la República, pero su relevancia fue relegada por ser incompatible con los dogmas del régimen ateo instaurado en 1959 por Fidel Castro.

La propia Jilma Madera, quien vestida de verde olivo llegó hasta el pie de la estatua para fotografiarse junto a Castro y varios de sus guerrilleros, para enmarcar la grandeza de la imagen años más tarde expresaría que “pudo resistir al paso del tiempo y la corrosiva desidia del régimen”.

En poco tiempo la estatua quedó atrapada por el abandono, la apatía por la religión y la negligencia del autodenominado gobierno revolucionario, que muy pronto comenzó a perseguir y denigrar a los creyentes, pretendiendo sustituir cualquier manifestación de fe por la ideología comunista.

A pesar de contar con una ubicación privilegiada, la desatención de los alrededores hizo que la hierba y los arbustos crecieran entorpeciendo la visibilidad de la imagen desde la ciudad. Del mismo modo, durante más de 30 años la zona fue incluida en terrenos militares y, en consecuencia, su acceso restringido.

A la vez, las inclemencias del tiempo también pusieron a prueba la consistencia de la representación divina. En tres oportunidades (1961, 1962 y 1986) la escultura fue alcanzada por rayos que generaron daños en la estructura de su cabeza, hasta que, a principios de los años 90, finalmente fue protegida con un pararrayos.

En 1996, cuando la Isla comenzó la apertura al turismo, de cierto modo también inició un relajamiento en la postura del régimen hacia la religión. Fue entonces que El Cristo Redentor de La Habana, progresivamente, volvió a recibir público y mantenimiento. Aun así, no fue hasta el 6 de noviembre de 2017 que lo declararon Monumento Nacional.

En la actualidad, a diario decenas de personas acuden a su encuentro, algunos atraídos por la fe y otros movidos por el deseo de conocer la majestuosa estatua y su historia.




Pesadillas hechas esculturas

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LA HABANA, Cuba.- Los rostros de negros esclavos que invaden la imaginación del artista Alexis Cardona se convierten en pesadillas, hasta que logra darles vida en pedazos de madera que recoge de la basura. Así explica su proceso de creación el artista empírico de 52 años, formado como electricista en su natal Santiago de Cuba.

Los espectros que pugnan por ser liberados de la mente su mente son ancestrales. Corresponden a los siglos XVI y XVII, cuando se inició en la isla la trata de negros esclavos. El escultor, más que liberar a sus ancestros, busca la reivindicación, expresando en su obra la necesidad de devolver el lugar negado a los afrodescendientes en la historia de Cuba.

En entrevista concedida a CubaNet, el escultor expresó: “Si vas a contar la historia de Cuba debemos contar lo que ellos (los esclavos) hicieron, que nadie conoce (…) Hay que contar bien la historia de la raza negra que se ha quedado en el olvido”.

Las obras montadas por Cardona están dirigidas a contar la labor de los negros esclavos cubanos: Babalú Ayé, Mi siembra de papa, Ingenios, Mi Guateque Cimarrón, Tradiciones, todas premiadas en diferentes eventos.

El censo de población oficial del 2012 contabilizó que el 9,3% de la población cubana es negra. Alexis Cardona se reconoce como exponente artístico de esta minoría, y explica: “Pueden haberse hecho cosas, pero siempre los prejuicios persisten en los blancos, que se consideran dueños, y los demás, esclavos”.

“En la práctica, por mucho que los altos dirigentes hablen de igualdad, en la mente tienen otra cosa. Es ‘muela’ (mentira) lo que dicen. Un ejemplo claro está en La Habana Vieja: es un sitio lleno de representación del ballet, teatros, muchas expresiones artísticas, pero dónde está la del negro que construyó todo eso. No hay fuerza de la cultura negra cubana, la descendiente de los africanos”.

El chef internacional de cocina Alberto González fue uno de los miembros del grupo de afrocubanos que asistieron, el pasado mes de abril, a la reunión sobre la discriminación racial en la Universidad de Harvard.

González, seleccionado para la reunión además como emprendedor, dijo sobre el artista: “Tuve el honor de llevar cinco de sus creaciones y dejarlas allí. Tuvieron mucha aceptación, le buscaron un espacio y allí se quedaron hablando (…) Dejamos con su obra el código en el que Alexis habla de la discriminación racial, esa rebelión mezclada con sufrimiento; eso para mí es importante porque los afrodescendientes queremos hablar de eso, y él se quedó con su obra haciéndolo en Harvard”.

Emerger de la nada

A los dos años, Alexis fue víctima en un accidente automovilístico cuando viajaba con su familia en un transporte colectivo. La capacidad motora del artista quedó inutilizada, y desde entonces debió someterse, cada dos años, a cirugías de pies y manos para recuperar el movimiento.

El diagnóstico actual de impedido físico parece no significar nada para Alexis. Cuando no es poseído por una imagen que absorbe su tiempo, recorre los basureros recogiendo alambrones, trozos de madera y todo lo que considere útil tanto para la creación de sus figuras como para su improvisado taller.

“Todo sirve”, señala. “A veces recojo algo sin saber para qué lo quiero, solo porque sé que para algo será útil (…) Todo lo que hay aquí (en el taller) es recogido de la basura; era nada y ahora sin esas cosas no podría hacer lo que hago”.

Alejado del centro de La Habana, Alexis se refugia del bullicio en un rincón del municipio Boyeros nombrado Mazorral. Allí levantó su casa y, más arriba, el improvisado taller donde se encierra para dar rostro a las almas africanas que lo atormentan, hasta ser liberadas en figuras de maderas.




El arte hecho de olvidos

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LA HABANA, Cuba.- El escultor Wilay Méndez Páez descubre el sentido artístico de los escombros que le saltan a la vista en las calles de La Habana. El artista de 32 años, oriundo de Pinar del Río, considera que reciclar es un término del pasado; él crea su obra a partir del up cycling, otorgándole valor ambiental a elementos inútiles que culminaron su ciclo de reaprovechamiento.

El artista acumula ocho exposiciones individuales, más de quince colectivas y varios premios por su creación artística, que lo han llevado a galerías europeas (Alemania) y en Seattle, en Estados Unidos. El diseño de su obra cobra vida mediante metales oxidados, maderas corroídas, piedras, plásticos… hasta los pequeños trozos de pintura que se desprenden de las paredes de los viejos edificios colapsados por el abandono.

Sus obras trascienden desde el sacrificio y la marginalidad, en correspondencia con la vida del escultor, que a los 23 años aprendió dominar el hierro forjado y otros metales, en una escuela-taller de restauración.

La formación autodidacta del artista se compuso de la experiencia de su abuelo, un carpintero que le enseñó el arte de “enamorar” la madera y torcer el metal, cuando de niño lo acompañaba a remendar autos viejos en el poblado pinareño de Candelaria.

Nichos, la serie artística de carros de guerra, parece evocar esa época de la infancia bautizada con el pensamiento actual del escultor. Las obras, de pequeño formato, son una alegoría a la industria automotriz con diseños de carros rusos y estadounidenses del periodo de la guerra fría.

Sobre esta colección, su autor explicó a CubaNet: “El hombre en tiempo de paz produce monstruos, producto de su propio miedo y de su egoísmo. La obra es representada como un archivo, un nicho donde se depositan los cadáveres, es una representación del deterioro”.

La preparación de este artista contemporáneo cubano también emerge de su interés por investigar la expresión de cada imagen que crea desde las impurezas de los desechos. Su interés por el tema afrocubano tiene sus aciertos en la serie Siguarayal, un proyecto ambicioso donde el autor tiene la intención de mostrar 365 rostros que solemos usar los cubanos para salir a la calle, cada día del año.

Esta serie describe rasgos de la personalidad de un artista enfrascado en cuestionar la realidad en la que vive, sin el temor a que se dañe el progreso de su talento. En la serie Código de Barras, Wilay representa, en una continuidad de edificios hechos de planchas de hierro oxidadas, su preocupación por los “valores presupuestarios de la ciudad y el deterioro de la manera comercial”.

“Cuando lo miras de lejos es un código comercial de barras, y si le pones imaginariamente números arriba, hace un código de barra de la ciudad”, dijo el autor a CubaNet.

“Una ciudad que está en un consumo constante tratando de subsistir a pesar que dentro de ella cada cualquier tiene un número de identificación (…) Es una reflexión sobre el deterioro, el estatismo, de las leyes basadas en las miles maneras que tenemos los cubanos de subsistir”, añadió en la explicación de la obra.

La obra y el espacio de trabajo de Wilay Méndez Páez tienen mucho de su naturalidad campesina que lo hace volver cada semana a su tierra natal, para abrazar a su madre y compartir con la familia que lo vio crecer. La humildad de la barraca donde vive en un rincón de Guanabo, al Este de la capital, fortalece la imagen que nos ofrece en el diálogo este joven artista, que no le teme al trabajo difícil, desde donde parte cada creación formada por un amasijo de martillazos, soldaduras y cortes que sacan de la basura una obra de arte.




Pedro Pablo Oliva: Los bronces de una reivindicación amarga

LA HABANA, Cuba.- Desde que en mayo de 2011 fuera expulsado de la Asamblea Provincial del Poder Popular de Pinar del Río, acusado de haber violado el código de ética, apenas se ha escuchado mencionar el nombre de Pedro Pablo Oliva en los circuitos expositivos de la capital. El artista, considerado entre los más representativos de su generación, sufrió la ofensiva de la institución Cultura por haber publicado una carta en el sitio 14ymedio y ofrecido declaraciones en un programa televisivo de Miami.

Inmediatamente se ordenó el cierre de su casa-taller. El hombre que tanto bien hiciera con su arte y proyección comunitaria a la patética vida cultural de Pinar del Río fue separado de todo vínculo institucional y condenado a un ostracismo del que apenas hace dos días emergió, con una sorprendente exposición de esculturas en bronce, inaugurada el 14 de febrero en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam.

En Cuerpo y Alma. Bronces de Pedro Pablo Oliva, es el título de la muestra que llena de asombro y arrobamiento los ojos de los espectadores. Los personajes de siempre, con su expresión pícara, melancólica o socarrona, conducen la mirada del público a través de un imaginario ilustrado anteriormente en papel, lienzo y cerámica. Regresan ahora en el rudo esplendor del bronce, modelados por el preciosismo de un creador de probado genio.

Pocas veces los asistentes a una exposición se hacen eco de un criterio unánime; pero las obras son magníficas, desde el montaje hasta las formas alucinantes y la variedad de dimensiones. En el obligado silencio de los últimos años nacieron estas criaturas oníricas, portadoras de la aguda subjetividad de un artista cuya generación —años 70— tuvo que solapar sus juicios tras la aparente inocuidad de sus creaciones.

En Cuerpo y Alma. Bronces de Pedro Pablo Oliva, permanecerá en el Centro de Arte Contemporáneo hasta el 25 de marzo.




Entre el arte y la supervivencia

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(Foto Ernesto Aquino)

La Habana, Cuba.– La necesidad de sobrevivir en medio de una economía que cada vez demanda más ingresos diarios, obliga a los escultores a comercializar sus obras a precios inferiores a su valor real. Por otra parte, en las galerías de expo-venta, donde algunos pueden exponer sus trabajos y vender de forma legal, los especialistas encargados de negociar con los compradores extranjeros presionan al artista –mediante trabas burocráticas y otros trucos deshonestos-, para que éste acepte ventas clandestinas donde el mediador recibe comisiones abusivas, mientras el artista se va con el mínimo.

Carlos Reycel, un joven de 36 años, graduado de la escuela San Alejandro, ubicada en Avenida 31 y calle 100, en Marianao, La Habana, explica que “yo decidí comercializar mis tallas en madera de forma independiente, tratando directamente con los compradores extranjeros; porque mira, las galerías de expo-venta, cuando venden tu pieza, reciben el 40% por ciento de la venta, lo que yo considero abusivo, y si tienes la suerte que el comprador pague en efectivo –lo que ocurre pocas veces- entonces te pagan tu parte enseguida, pero si el comprador decide pagar con tarjeta de crédito, entonces tu pago puede demorar hasta 6 meses”.

Según Reycel, otra forma de venta muy común es la que se hace a través de un acuerdo con las vendedoras (que casi siempre son mujeres). Nos cuenta el artista plástico que “cuando se presenta un comprador extranjero, la vendedora llama por teléfono al escultor para que este retire su pieza, de manera que la galería quede fuera de la venta; de ese modo, el negocio se realiza entre el comprador y el escultor que, por supuesto, tiene que abonar a la intermediaria una comisión del 25% por ciento”.

Alejandro Buenaventura Díaz, otro escultor de 62 años, considera que el gusto por las obras con valor artístico se ha degradado mucho con el comercio de tallas en madera de baja calidad, realizadas por artesanos sin ningún talento ni preparación profesional, que ha llevado el arte escultórico al nivel de un producto de suvenir.

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(Foto Aquino)

“Por una parte, están los turistas que nos visitan -que no son muy exigentes en cuestiones de arte-, por la otra, están los nuevos ricos del cuentapropismo, que con tal de presumir de su economía, compran cualquier cosa. Ese fenómeno ha disparado el consumo de tanto arte de feria; y nosotros, que buscamos valores más elevados a través de la expresión artística, nos vemos forzados a ceder ante las condiciones injustas de las galerías, porque son los únicos lugares donde, además de poder comercializar nuestras obras, tenemos la posibilidad de encontrar patrocinadores”.

Pero, el acceso a las galerías de expo-venta no resulta tan fácil. Según el testimonio de muchos entrevistados, “para tener derecho a exponer en esas galerías, el escultor tiene que pertenecer a la ACAA (Asociación Cubana de Artesanos Artistas). No importa lo bueno que seas; si no estás asociado, estás fuera. Con todos los peligros que eso entraña; ya sabes: El acoso de los inspectores, las multas, el decomiso de tus obras, etc”.

Sin embargo, algunos escultores, como Juan Luis Porraspita García, de 58 años, opinan que pertenecer a la ACAA aporta beneficios a largo plazo. Asegura Porraspita García, quien pertenece a la ACAA desde el año 2003, que esta institución “le permite al asociado la posibilidad de acumular un retiro, en la medida que el artesano contribuya con el aporte a la seguridad social”.

“Creo que la ACAA –continuó diciendo- ha permitido al artista-artesano alcanzar un reconocimiento social. Es cierto que no siempre las cosas funcionan todo lo bien que quisiéramos, pero no todo es blanco y negro. Hay matices. Antes de la creación de la ACAA muchos escultores y artesanos éramos parias laborales. Hoy, a través de esa asociación, nuestro oficio a alcanzado carta de ciudadanía”.

Juan Luis Porraspita, quien ha participado en cinco bienales de talla y recibido varios premios y menciones, reconoce que la corrupción tiene los brazos largos y que muchos funcionarios son deshonestos y abusan de sus cargos, pero “lo más triste de esta historia -en la que hemos participado todos- es que este desastre económico que está afectando a la mayoría de los cubanos, y que parece no acabar nunca, sumado a la profunda crisis de valores que venimos padeciendo desde hace décadas, hace que víctimas y victimarios vivamos intercambiando roles constantemente, y que la palabra culpable haya perdido el singular”, concluyó.




Sistemas

LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -Desde el viernes 7 de septiembre, y durante octubre, permanecerá abierta en la galería Villa Manuela, adscripta a la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, la exposición “Sistemas”, que recoge seis muestras escultóricas del artista Eliseo Valdés Erustes (La Habana, 1956).

En las piezas de Valdés se destacan la combinación de materiales y formas, así como la sensación de movimiento que logra en sus diseños, con planos inclinados y la apariencia sólida de las estructuras.

La escultura es el arte de dar forma y, desde tiempos remotos, la representación de una figura en tres dimensiones. Durante milenios se identificó con el antromorfismo y, a través de él, con la representación naturalista.

Ya en el siglo XX aparecen las obras de arte que muestran su presencia independiente y autónoma. Se expansiona el horizonte temático de la escultura, para así sobrevivir como una de las artes de la modernidad.

Tras el rechazo del naturalismo, la escultura pretendía representar el mundo de lo artificial que caracterizó el siglo XX: la maquina, los objetos, etc. Al desaparecer la figura humana, encontramos como tema la abstracción, la geometría se sitúa en el mundo mental de las ideas. Con un programa inexorable que Ortega y Gasset calificó, con preocupación, como “deshumanizado”.

Las vanguardias rompen con los postulados artísticos anteriores y provocan una estética nueva con un cambio sustancial. Además, una clara voluntad de ruptura que eliminó las fronteras entre las artes. Consecuentemente, la práctica artística del escultor se modificó por la audaz e innovadora sucesión de concepciones del siglo XX.

En la presentación del catálogo Hilda María Rodríguez Enríquez señala: La articulación conseguida en la combinación de materiales divergentes y de formas en su imbricación, tributan a la legitimidad del título de esta exposición: Sistema. Y ciertamente el cuerpo de obras de Eliseo, lo cual no es privativo de esta muestra, opera como un sistema integrador de formas, materiales disimiles y técnica. Volúmenes orgánicos, gravedad de líneas y voluptuosidad, se encuentran o enlazan, se sostienen y conviven en una sutil tensión que se vuelve armónica.

Eliseo Valdés es graduado de la Academia de Bellas Artes San Alejandro (1977) y del Instituto Superior de Arte (1982).

Ha participado en diversas exposiciones en Cuba, Venezuela, Estados Unidos, México, Japón y Austria. Tiene importantes obras emplazadas en Cuba, México y Venezuela. Sus mayores colecciones se encuentran en: Austria, España, Japón y México.




El escultor olvidado

LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Entre las obras escultóricas que adornan la capital cubana, hay tres ejemplares magníficos por su trabajo artístico y el espacio que ocupan, y son, además, muy familiares a los residentes capitalinos que transitan diariamente junto a ellas.

Sin embargo, casi nadie sabe quién es el escultor que las hizo. El desconocimiento puede ser causado por la falta de curiosidad por conocer al autor del hecho artístico, pero lo que sí no se perdona es que no se haya divulgado suficientemente el mérito del escultor.

José Vilalta Saavedra (La Habana, 1862- Roma 1912), mulato, aprendió a trabajar el mármol en el taller del cienfueguero Miguel Valle. El maestro, admirado por el talento del discípulo costeó sus estudios en Florencia y Roma.

En Cuba se dio a conocer cuando ganó el concurso del monumento a los estudiantes de medicina en el Cementerio de Colón, obra concluida en 1890.  Después se le confió realizar el busto de Francisco de Albear, que se levanta en el parque del mismo nombre, en la Habana Vieja, como homenaje al insigne ingeniero.

Con el derrumbe del colonialismo español, y tras el derribo de la estatua de la reina en el Parque Central, Vilalta es quien diseña y esculpe en mármol la estatua de José Martí erigida en el centro del parque.

Otra de las obras del escultor José Vilalta Saavedra más observadas por los habaneros, porque se encuentra en un lugar concurrido, son las esculturas en la cúspide de la portada monumental del Cementerio de Colón, una de las más grandes y artísticamente concebidas del mundo.

Todo esto no le ganó a Vilalta Saavedra la simpatía y elogio merecidos de sus compatriotas; por el contrario, la realización de la estatua de Martí del Parque Central costó al artista mucho dinero de su propio bolsillo porque esa obra se levantó por recaudación pública, que fue escasa y el resto del financiamiento lo aportó él.

Increíblemente, el gobierno republicano del Presidente Tomás Estada Palma le negó toda ayuda e incluso un cargo público, aunque el artista había representado a la República en armas en Italia como agente en Florencia. Con el tiempo, el escultor Vilalta enfermó y regresó a Italia donde murió pobre, y olvidado por sus compatriotas.

¿Sería que su color mestizo fue el motivo del menosprecio que se le dispensó? ¿Por qué razones no fue verdaderamente reconocido? Son conjeturas, pero es muy probable que su raza haya tenido que ver con el poco reconocimiento dado a tan importante artista.

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La ciudad de los muertos

LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – El Cementerio Colón de La Habana, edificado a partir de octubre de 1871 en base al proyecto del joven arquitecto gallego Calixto de Loira y Cardoso, residente en Cuba y ganador del concurso convocado en agosto de 1870, quien lo concibió como la ciudad de los muertos en un rectángulo de 56 hectáreas del Vedado, gran dimensión para la época, asolada por epidemias que diezmaban a cubanos e inmigrantes.

En su forcejeo con el tiempo, el clima y la muerte, la necrópolis, que honra al descubridor de América, ha crecido en valores artísticos y arquitectónicos, incrementados por la belleza de los árboles, jardines y capillas que bordean las bóvedas, estatuas y monumentos encuadrados dentro de las 222 manzanas que conforman los 24,4 kilómetros de calles y avenidas fúnebres.

En nuestra enigmática ciudad de los muertos, como en otros camposantos famosos, gravita la paradoja entre el tránsito vital y el deseo de trascender. Lo bello compensa el dolor de la muerte, los tabúes sobre desaparecidos, los mitos y leyendas sobre nichos y personajes enterrados, y hasta las implicaciones éticas, legales y económicas en torno a la condición humana.

En este museo al aire libre la diversidad de obras y estilos –neorrománico, neoclásico, ecléctico y art  decó- cohesionan y dan unidad al propósito inicial de Calixto de Loira, quien murió antes de cumplir un año al frente de las edificaciones, al igual que su sucesor, otro joven arquitecto hispano, enterrados ambos en la Galería Tobías, clausurada por reparaciones en 1874 y compensada por la edificación de las bóvedas del Arzobispado, aun en uso.

Estructurado como un barrio de la capital, consta de dos avenidas centrales que se cortan perpendicularmente y forman una cruz que divide el rectángulo en cuatro zonas o cuarteles, en base a los puntos cardinales: Cuartel Noreste, Noroeste, Sureste y Suroeste, los cuales reproducen la planta general, favorecen la localización de las bóvedas y enlazan las calles en cruces de “segundo orden”, que con la cruz principal aluden a las cinco heridas sufridas por Jesús durante la crucifixión.

Al jerarquizar tales espacios Loira se inspiró en la ciudad de los vivos, “presente” en el camposanto mediante capillas, altares, jardines, oficinas y el entramado de sepulturas, osarios y monumentos, en los que predomina un diseño moderno que apenas cambia con el tiempo, salvo ampliaciones y obras que perpetúan sucesos históricos, y expresan la voluntad de personalidades que influyeron en la vida política, social, económica, cultural y religiosa del país.

La necrópolis de Colón es la ciudad más apacible y mejor delimitada dentro de La Habana. Posee un muro perimetral, viabilidad y arbolado, una capilla central, las portadas norte y sur, el Osario General antiguo y dos edificios para la dirección,  la sala de arte funerario, el equipo de restauradores, la oficina de turismo y un archivo que atesora más de 700 libros de enterramiento y protocolos, disponibles para consultas informativas de interés genealógico, etnográfico, sociológico e histórico.

Declarado Monumento Nacional en 1987, el camposanto habanero es una de las cinco metrópolis fúnebres de mayor riqueza artística visual del mundo. Su carácter cosmopolita y la diversidad de sus monumentos atraen a investigadores y turistas que desandan sus calles en busca de efigies, criptas, lápidas y objetos edificados en mármol, bronce, yeso o biscuit.

Ampliado a partir de 1922 por su parte este, el cementerio ha sido mudo testigo de epidemias, crisis económicas y sociales, y cambios históricos como el fin del colonialismo español, la ocupación militar de los Estados Unidos, el inicio y fin de la Republica y medio siglo de dominación comunista que, paradójicamente, no eliminó la propiedad privada sobre bóvedas, panteones y capillas familiares, pero puso fin a la creatividad decorativa y edificó monumentos exaltadores de sucesos violentos como el desembarco del yate Granma, el asalto al Palacio Presidencial y el panteón de las Fuerzas armadas. El Monumento al hombre común es la última obra erigida.

La majestuosa necrópolis de Colon, ligada a los avatares de la capital y al carácter efímero de la vida, sobrepasa sus fines iniciales y los preceptos que determinaron su edificación. Esta joya de la arquitectura y las artes visuales se adentra en el futuro desde el pasado, y reta a quienes se encargan de su funcionamiento y preservación. Cambiarán  las costumbres y los rituales fúnebres, pero no las estatuas y monumentos de ilustres desaparecidos, que reclaman perpetuidad en ese espacio urbano de la memoria citadina.

El estilo románico, palpable en la majestuosa Portada Norte, la Capilla Central y el Osario General, inspira al recinto amurallado. El entorno de los panteones revalida la diversidad de materiales y estilos ornamentales, desde el neogótico al ecléctico, el art decó y la arquitectura racionalista, simbolizada en las capillas de la familia Núñez Gálvez y de la Unión de Reporters de La Habana.

Sobresalen por sus valores históricos y artísticos decenas de exponentes de la arquitectura, la escultura y las artes decorativas, como el Mausoleo de los Veteranos de la Independencia, edificado con paneles de creadores vanguardistas cubanos; el Monumento a los estudiantes de medicina fusilados en 1871, el incendio de la ferretería de Isasi (1890), el magnicidio del Capitán General Salamanca (1890), la tumba del General Máximo Gómez Báez, la tragedia de Cali (1938) y el hundimiento de los buques Manzanillo y Santiago de Cuba (1942).

Una insólita pirámide de apariencia egipcia inmortaliza al arquitecto José F. Mata en la necrópolis Colón, donde convergen la Capilla de Amblada Tiedra y la Capilla de los condes de Rivero, evocadoras de fortalezas medievales; seguida por la piramidal capilla Falla Bonet, esculpida en granito y rematada por una escultura de bronce; en tanto la Capilla Catalina Laza-Juan P. Baró, exalta al amor con grandes dimensiones de líneas simples y volúmenes puros, enchapada con mármol blanco de Carrara. La Capilla Steinhart contrasta por el color y la textura de los materiales que la revisten (piedra y granito negro pulido) y por el art decó que la diferencia de obras eclécticas como la de Julián Álvarez, de apariencia octagonal y rematada en cúpula.

Despuntan por su singularidad estética y sentido comunitario, los panteones de las sociedades regionales españolas: la Montañesa de Beneficencia, la Vasco-Navarra, los Naturales de Galicia, de Cataluña, Asturias, Ortigueira y otros que interactuaron en la isla. Rivalizan por la diversidad de estilos, materiales y elementos alegóricos la Capilla de los Gómez Mena, de Carlos Miguel de Céspedes, José M. Cortina y el panteón de la familia Aguilera, donde la escultora Rita Longa reinterpreta la La Piedad, de Miguel Ángel.

Difieren de éstas el panteón soterrado del poeta Julián del Casal, la Tumba de la fidelidad, evocadora de Jeannette Ryder, fundadora del Banco de Piedad, y su perro Rinti, muerto de hambre y tristeza en su sepulcro; la Tumba del dominó, la del ajedrez (José R. Capablanca), la de Cecilia Valdés y el escritor decimonónico Cirilo Villaverde; de Casimiro Rodríguez, enterrado de pie; las capillas de los ex presidentes José Miguel Gómez y Alfredo Zayas, el templo circular del terrateniente Domingo León, la bóveda del Hermano José, venerado por la médium Leocadia Pérez Herrero, y la Tumba del Amor (de Modesto y Margarita), menos conocida que la Milagrosa, inspirada en la historia pasional de Amelia Goyri y José Vicente Adot, que dio origen a un culto popular a partir de 1909.

Despiertan curiosidad las tumbas del Arquero, del Ancla, la Lira, del Ángel andrógino y los panteones de la Colonia Japonesa de Cuba y de los ñáñigos de la Sociedad Secreta Abakuá (la Ekereguá Momi, en Cuartel Sureste, y la Usagare Mutanga Efo, en Cuartel Suroeste), cúspides del sincretismo dentro del cementerio católico, cuyos monumentos son asociados a ceremonias, rituales y hechos enriquecidos por el imaginario popular.

A casi un siglo y medio de creada, nuestra impresionante y silenciosa ciudad de los muertos conserva el predominio del mármol de Carrara, en contraste con el cielo azul y el verdor de la vegetación tropical. Tal vez por ello acoge en sus sepulcros a uno de cada cinco cubanos, y en sus osarios a un millón y medio de difuntos, ritmo que impone desafíos éticos y materiales, como las incesantes exhumaciones, reparaciones y el cuidado de las tumbas, panteones y objetos de arte, asediados por depredadores que remueven las piedras del recuerdo y los anhelos de trascendencia de varias generaciones.