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Anaïs Nin: La conexión cubana y la búsqueda de una verdad

Anaïs Nin

MIAMI, Estados Unidos. – Anaïs Nin, la célebre escritora norteamericana/francesa que “desafió la moral que imponía límites a la sexualidad femenina”, tenía una conexión cubana poco conocida. No solo sus padres eran cubanos, sino que también tenía una familia cubana y pasó una temporada en la Isla en la década de 1920.

Nin nació en Francia, hija de Joaquín Nin Castellanos y Rosa Culmell Vaugirard, quienes se conocieron y casaron en La Habana en 1902. Aunque la familia se separó más tarde y Nin creció en Nueva York, su madre decidió que la joven Anaïs viajara a La Habana en busca de un buen partido entre los amigos de la rama acaudalada de la familia. Fue allí donde Anaïs conoció a Hugo Parker-Guiler y eventualmente se casó con él en Cuba.

Durante su estancia en Cuba, Anaïs vivió en la finca La Generala, en el barrio habanero de Luyanó, junto a su tía Antolina Culmell. Según dejó escrito en su diario de ese momento, La Habana le pareció una ciudad de extremos y contrastes, y le encantaba la naturaleza cubana: “el aire, suave y agradable; los campos, fértiles y pródigos, y las palmas altísimas alzándose hacia un cielo lleno de brillo.”

Sobre su vida y sus experiencias sexuales, Anaïs escribió en el diario que comenzó a llevar cuando tenía 11 años. Toda su obra testimonial abarca unos 10 volúmenes y refleja su búsqueda constante de la verdad y la exploración de su intimidad. Algunos piensan que mucho de lo que está en el diario no es más que una “mentira vital”, sin límites precisos entre la realidad y la ficción, pero son más los que no dudan ni discuten el origen real de sus historias de infidelidad y encuentros sexuales, y realzan lo que hay en ellas de indagación del deseo desde el punto de vista de la mujer.

A pesar de su conexión cubana y su búsqueda de una verdad, la casa en la que Anaïs habitó, La Generala, se encuentra hoy en un estado cada vez más deteriorado y es recordada por los vecinos como “La Quinta de los Locos”, debido a su pasado como manicomio.

En su obra, lejos de limitarse a describir encuentros carnales, Anaïs Nin emplea la sexualidad como una herramienta para explorar la complejidad de las relaciones interpersonales, la identidad y el crecimiento personal.

En sus diarios y novelas, examina las múltiples facetas del deseo y el amor, desde la atracción física hasta la conexión emocional y espiritual, demostrando una profunda comprensión de la naturaleza humana. Además, su obra aborda temas de género, poder y autenticidad, desafiando las convenciones sociales de su tiempo y estableciéndola como una escritora pionera en el campo de la literatura erótica y feminista.

Su legado trasciende las polémicas que rodearon su vida personal y sus escritos, y hoy en día Anaïs Nin es recordada y celebrada como una escritora influyente y visionaria cuya obra ha dejado una huella indeleble en la literatura del siglo XX. Su capacidad para abordar temas tabú y adentrarse en las profundidades del alma humana ha sido fuente de inspiración para generaciones de escritores y lectores, quienes continúan encontrando en sus páginas una exploración honesta y desinhibida del ser humano.




Estatuas de sal

LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Ser una escritora cubana y no fracasar en el intento lo determinan las autoridades del país. La supuesta liberación del camino que conduce de la cama a la cocina, la obligó a vestir de miliciana, participar en actos de reafirmación y cumplir las orientaciones revolucionarias. Aunque ahora pueden escribir sobre  la homosexualidad, el erotismo, la prostitución, la droga y la violencia familiar desde una visión femenina, no pueden pasar de los límites establecidos.

Si bien abordan temas como el incesto, la pedofilia, el derecho a la emancipación, la mayoría no ha logrado abandonar o compartir las obligaciones domésticas. Quienes traspasen en sus textos el umbral de lo correctamente político, no conocerán el interior de las editoriales, ni se podrán leer en las páginas de cualquier revista literaria.

Esto sucede a pesar de que la crítica y directora del Programa de Estudios de la Mujer de Casa de las Américas, Luisa Campuzano, asegura que la osadía de nuestras escritoras desafía gobiernos, transgrede prejuicios y subvierte cánones.

Si desde el siglo XVIII hasta el triunfo de la revolución los actos discriminatorios contra la mujer los determinaba el género, ahora se incluyen las  lealtades políticas. La diferencia está en las medidas que se toman y en los mecanismos que se emplean para desacreditar a las escritoras que renieguen la herencia de una cultura patriarcal.

Memorial, dirigido a Carlos III por las señoras de La Habana, atribuido a Beatriz de Jústiz y Zayas (1733-1803), considerada la primera escritora cubana, constituye un ejemplo. Por calificar de cobardes a los españoles que huyeron ante el arribo de los ingleses, en 1762, le dedicaron unas coplas de autor anónimo. Una de ellas decía: Las muchachas de La Habana / no tienen temor de Dios, / y se van con los ingleses / en los bocoyes de arroz.

Además, trataron de ridiculizarla denominándola poetisa, latina, crítica, engreída, dama-musa; en fin: mujer de letras, pero nada más.

Con igual tufillo discriminatorio, José Martí, al comparar a las poetisas Gertrudis Gómez de Avellaneda con Luisa Pérez de Zambrana, expresó: “Hay un hombre altivo, a veces fiero, en la poesía de la Avellaneda; hay en todos los versos de Luisa un alma clara de mujer”.

Aunque ha pasado mucho tiempo desde entonces, el problema de la discriminación por género todavía es una realidad en Cuba.

El despegue de la literatura escrita por mujeres dentro de la revolución, iniciado por Marilyn Bobes con el libro de relatos Alguien tiene que llorar (Premio Casa de las Américas 1995), fue como una reafirmación.

En esos años, por la osadía de desafiar al gobierno, encarcelaron a María Elena Cruz Varela, luego de hacerle tragar sus poemas. También la periodista y poetisa Tania Díaz Castro fue a prisión y vetaron sus libros.

Muchas escritoras cubanas, como las estatuas de sal  recogidas en la antología homónima de relatos femeninos, aún sueñan con espacios que les son escamoteados por su condición de mujer.

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