La Ecofinca: un proyecto familiar que regala agua purificada en Santa Clara


VILLA CLARA, Cuba. – A la entrada de este terreno, ubicado en la carretera a Camajuaní, hay, a simple vista, más de seis matas de mango, varios cocoteros, enredaderas de maracuyá que hacen caer los frutos amarillos al suelo, pero son muchas especies más y en mayor número que lo puede alcanzar los ojos del visitante. Hay algunos carneros, nueve perros, gallinas. Para cualquier citadino pudiera parecer un oasis en medio de la ciudad de Santa Clara, y ciertamente lo es.
No he pasado cinco minutos en el lugar cuando se escucha el ruido de una motoneta cargada de galones vacíos. El hombre se apresura hacia un tanque y descarga el agua en sus recipientes. Se llama Wilfredo Paret, tiene 61 años, y dice que ha venido desde el reparto El Carmen a buscar agua purificada a la Ecofinca. Si no fuera por esta agua, dice que tendría que hervir la que llega a su casa desde el acueducto. “Eso no es recomendable”, apunta. “Antes, el agua me la llevaban hasta la casa y uno pagaba por el servicio, pero, por una serie de situaciones, ahora tengo que venir hasta aquí a buscarla”.
La Ecofinca es un proyecto agroecológico fundado por la iniciativa de diez hermanos hace más de diez años, que aplica el concepto de la permacultura, a pesar de no haber sido ninguno de ellos de origen campesino. En su propia página web, sus artífices explican que fue impulsado por la “imponente necesidad de encontrar soluciones a la escasez de alimentos de todo tipo, pero, sobre todo, lograr sustituir aquellos procedentes de producciones no convencionales”. De ahí que, la finca familiar es una huerta ecológica en la que está prohibido el uso de cualquier producto químico que no sea de procedencia orgánica.
Dagoberto Vega, colaborador de la Ecofinca, explica que han vinculado a muchas personas en su proyecto, que han adoptado animales y ofrecido clases gratis para crear una conciencia medioambiental. Aunque fue fundada como una granja escuela, en Santa Clara la reconocen mayormente por la prestación de un servicio vital que el estado no logra ofrecer por su cuenta: la purificación de agua y su entrega gratuita a la población que se traslade hasta el lugar para buscarla por su cuenta. Hace algunos años, se llevaba a domicilio, pero leyes y regulaciones pausaron sus buenas acciones, que más que lucro, significaban un alivio para más de 200 personas.
Los propietarios de la Ecofinca usan un moderno mecanismo que despoja el agua de minerales e impurezas a través de una planta mediante un procedimiento avanzado que se describe como ósmosis inversa. Mediante este proceso se eliminan bacterias, pesticidas, sedimentos, metales pesados y hasta radioactividad. Muchos de los pacientes que buscan el agua en la Ecofinca necesitan bañarse, incluso, con el líquido purificado, por determinadas patologías.
En 2017, el periódico oficialista Vanguardia dedicó toda una plana a explicar por qué la Ecofinca debía paralizar la venta de agua purificada a la población ante diversas quejas transmitidas por quienes se beneficiaban de este servicio. En el reportaje se hacía alusión a que la indicación número 58 del Instituto de Recursos Hidráulicos prohíbe terminantemente que las personas naturales comercialicen agua embotellada. Este beneficio se reserva solamente para el estado cubano, que la vende en sus propios establecimientos a precios impagables por el salario de los cubanos, si se tiene en cuenta la cantidad de litros que debe consumir una persona a diario.
En ese entonces, la Ecofinca trabajaba bajo la patente de elaboración de alimentos, pero tampoco podían acogerse a la licencia de aguador, pues la descripción de este trabajo por cuenta propia se limita a quien transporta el líquido, no a quien la procesa. A instancias gubernamentales, los promotores de la Ecofinca estaban realizando un servicio altruista, pero indebido. En aquel momento, por solo 50 pesos, se llevaba un bidón de agua hasta el propio domicilio de los clientes (el costo de la transportación), y era totalmente gratuita la entrega para personas con certificados médicos, que padecían diferentes afecciones hepáticas, renales o que se estuvieran sometiendo a una quimioterapia. El gobierno cubano nunca ha ofrecido un servicio similar, pero paraliza la Ecofinca.
“Nosotros estamos enviándole el agua a los pacientes a su casa totalmente gratis”, asegura Dagoberto. “Le buscamos un padrino, que viene a recoger el agua y, a la vez, se la lleva a quienes no pueden venir hasta aquí porque no tienen transporte ni recursos. Es totalmente gratuito. Tenemos todas las direcciones de los pacientes y, cuando viene algún vecino, aunque no se conozcan, se la enviamos”.
En el momento en que la Ecofinca asumió la licencia de aguador en busca de una alternativa volvió a “trabarse el paragua” porque debían realizar un contrato con Acueducto y Alcantarillado. Para mantener la planta funcionando, los propios pacientes y beneficiarios de esta agua gratuita donan sal a Ecofinca, porque es la única manera de regenerar y retrolavar la purificadora. Hasta la fecha, no han logrado volver a llevar el agua a domicilio cobrando por el servicio de transportación a quienes, por su comodidad, preferían recibirla de esta forma. El agua, que debe ser de todos, parece también tener dueño.
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