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Papa Francisco califica al régimen de Daniel Ortega como “dictadura grosera”

Papa Francisco

MIAMI, Estados Unidos. – El papa Francisco llamó “dictadura grosera” al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, en una entrevista concedida al medio argentino Infobae.

El sumo pontífice hizo tales declaraciones después de la condena a 26 años y cuatro meses de prisión del obispo nicaragüense Rolando Álvarez, quien ha sido muy crítico con el régimen de Ortega. 

“Con mucho respeto, no me queda otra que pensar en un desequilibrio de la persona que dirige [Ortega]. Ahí tenemos un obispo preso, un hombre muy serio, muy capaz. Quiso dar su testimonio y no aceptó el exilio”, dijo el papa.

Francisco agregó que la situación en Nicaragua era equivalente a “traer la dictadura comunista de 1917 o la hitleriana del 35”. Las definió a todas como “dictaduras groseras”.

El sumo pontífice también definió la situación en Nicaragua como “una cosa que está fuera de lo que estamos viviendo”.

El obispo Álvarez fue condenado por el supuesto delito de “traición a la patria” por provocar la furia de Daniel Ortega con sus críticas. 

Monseñor Álvarez rechazó abandonar el país junto con otros 222 excarcelados políticos nicaragüenses que fueron expatriados, lo que provocó la furia de Ortega, que lo tachó de “soberbio”, “desquiciado” y “energúmeno”.

Ortega también ha acusado a la Iglesia de ser antidemocrática por no permitir que los católicos elijan por voto directo al papa, a los cardenales, a los obispos y a los sacerdotes.

Pese a sus duras críticas contra Ortega, el papa Francisco es cercano a aliados del régimen nicaragüense. A mediados de 2022, el sumo pontífice reveló a la cadena de noticias Univisión que tenía una relación “humana” con el dictador Raúl Castro.

El sumo pontífice también admitió tener vínculos con el régimen de Cuba, país que ha visitado en dos ocasiones desde que se convirtió en papa.

“Yo quiero mucho al pueblo cubano, lo quiero mucho y tuve buenas relaciones humanas con gente cubana. Y también, lo confieso, con Raúl Castro tengo una relación humana”, señaló Francisco.




Las deportaciones nicaragüenses y el contexto cubano

Cuba, Nicaragua, presos políticos

HARRISONBURG, Estados Unidos.- Este jueves resultó sorpresiva la noticia de que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo deportó hacia los Estados Unidos a 222 presos políticos. El suceso constituyó una réplica de una práctica utilizada por la dictadura cubana a lo largo de sus más de seis décadas.

Según un reporte de Radio Televisión Martí publicado esta semana, entre los 222 presos de conciencia excarcelados hay opositores, aspirantes presidenciales, activistas sociales, abogados, periodistas y hasta sacerdotes. Todos fueron trasladados de forma expedita a Washington, donde a su llegada recibieron un “parole” especial otorgado por razones humanitarias por el Gobierno, el cual se encargará de atender a estas personas.

Entre los escogidos estaba Monseñor Rolando Álvarez Lagos, quien se negó a ser deportado. Este viernes recibió una condena de 26 años de prisión acusado de cometer “traición a la patria”, lo cual también demuestra cómo la dictadura nicaragüense ha calcado procederes aprendidos de Cuba y cómo en ambos países, así como en Venezuela, el estado de derecho es una ficción jurídica.

En Cuba los familiares de los presos políticos aumentan sus reclamos en las redes y ante el Gobierno para que los más de mil presos políticos que hoy tiene el país sean liberados y lo ocurrido en Nicaragua ha potenciado sus esperanzas de que una solución semejante sea aplicada por el castrismo. Estas también se han potenciado luego de las recientes declaraciones de Monseñor Beniamino Stella a la prensa cubana y extranjera al término de una ceremonia de recordación del primer cuarto de siglo de la visita a Cuba del Papa Juan Pablo II, efectuada el pasado día 8 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana y que contó con la presencia de Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

El cardenal Stella, quien fue nuncio apostólico en Cuba durante la década de los noventa, expresó ante la prensa: “El Papa desea mucho que haya una respuesta positiva, como se llame, amnistía, clemencia, las palabras pueden ser secundarias”. Y añadió: “La Iglesia ha manifestado en varias ocasiones este propósito de liberar a los presos políticos y el tema está ahí sobre la mesa, pero la respuesta no depende del cardenal Stella”, palabras que recuerdan que en diciembre de 2022 la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba pidió a las autoridades cubanas una amnistía para un buen número de presos como un buen gesto ante la cercanía de la Navidad, reclamo al que las autoridades cubanas hicieron oídos sordos.

Pero hay un tercer aspecto dentro de este contexto que también fortalece esas expectativas y es el lento pero continuo acercamiento diplomático que se aprecia entre la actual administración estadounidense y la dictadura cubana.

Todo ese ambiente genera la esperanza de que un acontecimiento similar al ocurrido en Nicaragua también suceda en Cuba, donde las posiciones con respecto a esa posibilidad son encontradas pues por el contrario de lo que opina Monseñor Stella con respecto al método que se utilice, no es solo cuestión de palabras.

Como dije, esa práctica no es novedosa y la existencia de condiciones favorables para que se repita avivan la esperanza en las familias cubanas interesadas y también en numerosas personas de buena voluntad, aunque dentro de los más de mil presos políticos cubanos hay algunos que han expresado públicamente su rechazo a esa posibilidad. Sea cual sea la vía usada para su excarcelación —si es que llega a ocurrir — la dictadura tratará de mostrarse generosa ante los presuntos infractores de la ley y tratará de recuperar en algo su imagen política, en estado calamitoso después de los sucesos del 11 de julio de 2021 (11J). Es decir, jamás reconocerá que ha sido el verdadero responsable de la existencia de tantos presos políticos en el país.

El citado reporte de prensa de Radio Televisión Martí también se hizo eco de las declaraciones del opositor Ángel Moya, exprisionero de conciencia del grupo “Primavera Negra”, quien afirmó refiriéndose a las declaraciones de Monseñor Stella que “eran una esperanza y un rayo de luz” y que prefería a sus compatriotas libres, no en las cárceles, opinión que también comparto. Moya fue uno de los 23 prisioneros políticos de la “Primavera Negra” que se negó a salir del país.

Moya también declaró acertadamente: “Hay que estar preso o ser familiar de un preso político para saber lo que se sufre. Ellos son los que deciden, porque son ellos los que están cargando el mayor porciento de esa Cruz. Y para los desmemoriados a conveniencia, les recuerdo, que desde que se implantó el comunismo en Cuba siempre hubo y habrá presos políticos y siempre el régimen comunista los ha utilizado como piezas de intercambio”, posteó el opositor en Facebook.

Lo lamentable de estos presuntos gestos magnánimos es que tienden a crear una pátina de olvido sobre lo que debe ser objeto de atención permanente por parte de las democracias.

En estos momentos Cuba es el país con más presos políticos en todo el continente, con 1 034 encarcelados, entre ellos algunos que fueron sancionados siendo menores de edad. Sin dudas debe ocupar un lugar nada prestigioso a nivel internacional en cuanto a este indicador, sobre todo si lo relacionamos con el total de habitantes.

En Cuba, Nicaragua y Venezuela la creación del derecho ha dejado de ser una actividad legislativa democrática para convertirse en otro engranaje destinado al reforzamiento del poder dictatorial. Muchos de los presos políticos de esas tres dictaduras no cometieron delito alguno.

La respuesta efectiva al abarrotamiento de las cárceles por razones políticas no se halla en una presunta acción generosa de las dictaduras que llenaron esas cárceles. La respuesta es eliminar la falta de democracia y acabar de instaurar un verdadero estado de derecho.




Venezuela, el régimen menos democrático de América Latina, según “The Economist”

Venezuela

MIAMI, Estados Unidos. – Cuba, Nicaragua, Haití y Venezuela son los países menos democráticos de América Latina. De los cuatro, el régimen de Caracas es el que lleva la delantera en autoritarismo, de acuerdo con un ranking elaborado por la Unidad de Inteligencia Económica de la revista británica The Economist

Los cuatro países, en una lista de 167, quedaron incluidos en la categoría de “regímenes autoritarios”, por debajo de “regímenes híbridos” y “democracias con problemas”. 

“Carteles de la droga poderosos en América Latina y el Caribe amenazan el control del Estado sobre el territorio y son corrosivos para las instituciones nacionales, además de amenazar la seguridad de los ciudadanos”, también resaltó el estudio.  “Este problema ha exacerbado los también altos niveles de corrupción de muchos países”, agrega el informe. 

Asimismo, la nota que acompaña al ranking se refiere a la polarización política y ataques de piratas cibernéticos, que afectaron a América Latina. 

Por otro lado, solo tres países de América Latina fueron considerados “democracias completas”. Se trata de Uruguay, Costa Rica y Chile, los que recibieron puntuaciones de 8.91, 8.29 y 8.22, respectivamente.

Ninguno de los cuatro más autoritarios (Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela) sobrepasaron los 4.0 puntos. Venezuela, el peor evaluado de todos, solo alcanzó 2.23, seguido por Nicaragua (2.50), Cuba (2.65) y Haití (2.81). 

Los cuatro países obtuvieron una puntuación de cero en la sección de pluralismo y participación electoral.

Con respecto a Haití, el informe indica un debilitamiento de la capacidad estatal a lo largo del pasado año. El país caribeño experimentó “la caída más pronunciada de puntaje en la región durante el 2022 (y la tercera peor a nivel mundial), a medida que se acerca al colapso total del estado”, señaló el informe. 

“Los haitianos aún se recuperan de las secuelas del asesinato del presidente Jovenel Moise en julio del 2021, mientras que el primer ministro interino, Ariel Henry, no ha logrado restablecer el control del Estado sobre partes del país, cediendo terreno a bandas fuertemente armadas, muchas vinculadas al narcotráfico”, añade la nota.




La película sobre cómo procesar a dictadores, que acaban de exhibir en Cuba

CDMX, México-. Con un aplauso prolongado y ovaciones, el público del capitalino cine Charles Chaplin recibió la película “Argentina, 1985”. El filme, dirigido por Santiago Miltre, fue elegido para inaugurar el 43 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Paradójicamente la dictadura más longeva del hemisferio y con un largo historial de censura artística decidió proyectar un filme con un interesante mensaje para la audiencia nacional. Los cubanos presentes en la sala vieron una película que muestra la necesidad de justicia para sanar una sociedad lastimada por dictadores.

El filme, que será el candidato de Argentina a los Premios Oscar, cuenta cómo comenzó el proceso contra el dictador argentino Jorge Rafael Videla, y otros altos funcionarios de su gobierno que dejó miles de desaparecidos.

El reconocido actor Ricardo Darín (quien según varios críticos ha estado impecable) interpreta al fiscal Julio Strassera. Este y su adjunto, Luis Moreno, dirigieron el proceso contra los militares.

La sinopsis oficial dice: “ En su batalla de David vs Goliat en contra del poder, se atrevieron contra todo pronóstico y bajo una amenaza constante, a enjuiciar a los jefes de la dictadura militar más sangrienta de Argentina, brindándole justicia a sus víctimas y paz a sus sobrevivientes”.

¿Cómo procesar a los comandantes?

En poco más de dos horas, la cinta muestra que hasta las dictaduras más feroces caen y quienes las encabezaron no tendrán perdón, sino justicia. El proceso judicial que inició Argentina en 1985, a la fecha registra más de 500 exmilitares y policías enjuiciados por delitos de lesa humanidad.

Desde el medio especializado The Hollywood Reporter, Sheri Linden definió la película como “una descripción instructiva y reflexiva de lo que se necesita para hacer que los tiranos rindan cuentas dentro de los perímetros de un sistema legal, la persistencia y el papeleo y la intrepidez necesarios para lograr la justicia”. Una interesante reflexión para Cuba, ¿no creen?

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Denuncian al Gobierno cubano por asesorar a represores del Estado venezolano

Venezuela, cubano, represión

MADRID, España.- El Gobierno cubano ha estado involucrado en los crímenes de lesa humanidad cometidos por el chavismo en Venezuela, denunció un informe presentado esta semana en plenario del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, desarrollado en Ginebra.

El documento, redactado por la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos, sobre Venezuela expuso que represores del régimen asesoraron a los represores en ese país.

“Varios exfuncionarios de la DGCIM manifestaron a la Misión que agentes del Estado cubano han instruido, asesorado y participado en actividades de inteligencia y contrainteligencia con la DGCIM”, expone el documento, dado a conocer de manera preliminar el pasado 21 de septiembre.

La Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), junto al Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN), son los dos órganos de seguridad del Estado venezolano relacionados de forma directa con una serie de atrocidades, torturas, trato cruel y detenciones en lugares clandestinos, entre otros patrones que se repiten en Venezuela, bajo el Gobierno de Nicolás Maduro.

La Misión indicó que pudo revisar además los acuerdos confidenciales escritos entre los gobiernos de Venezuela y de Cuba, “en los que se otorgaba formalmente al Gobierno cubano un rol en la reestructuración de los servicios de contrainteligencia militar venezolanos y en la formación de oficiales”.

Estos acuerdos se remontan a 2006 y la cooperación continúa vigente, agrega el texto.

El informo sostuvo que “los organismos de inteligencia de Venezuela, tanto civiles como militares, funcionan como estructuras bien coordinadas y eficaces para la ejecución de un plan, orquestado desde los niveles más altos del Gobierno, para reprimir la disidencia mediante la comisión de crímenes de lesa humanidad”.

La Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos sobre Venezuela, es una fuerza de observación establecida en 2019 para estudiar la situación de los derechos humanos en la dictadura venezolana.

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Javier Marías contra las dictaduras

Javier Marías, dictaduras, dictadura

LA HABANA, Cuba. — El escritor español Javier Marías, fallecido este 11 de septiembre en Madrid, a los 70 años, además de ser un excelente novelista —de los mejores de su generación— fue un brillante articulista.

En sus artículos periodísticos, con su franqueza restallante y desinhibida que molestaba a algunos, Marías nos ayudaba a entender ciertas complejidades del mundo de hoy que otros prefieren camuflar con frases hechas y silogismos.

Por ejemplo, su artículo Una dictadura, necios, aparecido en marzo de 2018 en el periódico El País, pudiera ser de utilidad para los que nos reprochan a los cubanos que hayamos soportado el régimen castrista durante 63 años.

A pesar de que nunca vino a Cuba, Javier Marías sabía del tema, lo entendía. Y no se debía precisamente a que su abuela por línea materna fuera cubana, a que fuese lector de Lezama y Carpentier o a que lo influyeran  las opiniones de su colega Guillermo Cabrera Infante, con quien tuvo una gran amistad. Su comprensión del caso cubano se debía a que Javier Marías nació y vivió sus primeros 24 años bajo una  dictadura —la de Francisco Franco— muy semejante en su rigidez a la de Fidel Castro.

Recordemos que el caudillo de Ferrol y el mandamás de Birán, pese a sus diferencias ideológicas, se admiraban mutuamente y se relacionaron entre sí mejor que con algunos de sus aliados.

El citado artículo de Javier Marías, Una dictadura, necios, era la respuesta a los que, sin haber vivido bajo el régimen franquista, reprochaban y desautorizaban a la generación que permitió a Franco morir de viejo, en una cama.

Dichos reproches de los que solo conocían la vida en democracia, según Marías, suponían “una criminal ignorancia de lo que es una dictadura”, donde se corre peligro por cualquier tontería.

Javier Marías les recuerda a esas personas tan exigentes que en España, de 1939 a 1975, “…existía una censura férrea y previa, que no solo impedía ver la luz a cualquier escrito mínimamente crítico con el franquismo (qué digo crítico, tibio), sino que al autor le acarreaba prisión y al medio que pretendiera publicarlo el cierre… que en la primera posguerra, años 40 y en parte 50, se fusiló a mansalva, con juicios de farsa y hasta sin juicio, y que eso instaló en la población un terror que, en diferentes grados, duró hasta la muerte de Franco (el cual terminó su mandato con unos cuantos fusilamientos, para que no se olvidara que eso estaba siempre en su mano), que había que tener cuidado con lo que se hablaba en un café porque al lado podía haber un social escuchando o un empedernido franquista que avisara a la policía… Que mucha gente resistió y padeció largas condenas de cárcel o destierro por sus actividades ilegales, y que ilegal y subversivo era cuanto no supusiera sumisión o loas al Caudillo, o ser homosexual, por ejemplo… Que si alguien caía en desgracia y tenía la suerte de no acabar entre rejas, se veía privado de ganarse el sustento”.

No me negarán mis compatriotas que todo esto nos suena sumamente familiar.

Refería Marías algo que muchos españoles prefieren olvidar, y que evoca la actitud acatadora y sumisa, cuando no entusiastamente  colaboracionista, de gran parte de los cubanos entre 1959 y 1980 y aun después: “Una vez hechas las purgas de rojos y disidentes (entre los que se contaban hasta democristianos), la mayoría de los españoles se hicieron enfervorizadamente franquistas. Se creen el cuento de hadas de la actual izquierda ilusa o falsaria de que la instauración de la democracia fue obra del pueblo, cuando el pueblo, con excepciones, estaba entregado a la dictadura y la vitoreaba, lo mismo en Madrid que en Cataluña o Euskadi. De no haber sido por el rey Juan Carlos y por Suárez y Carrillo, es posible que esa dictadura hubiera pervivido algunas décadas más, con el beneplácito de muchísimos compatriotas”.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Cuba, la dictadura madre en América Latina

LA HABANA, Cuba. — Dentro de esas “cualidades endémicas” que distinguen a Latinoamérica de otras regiones del mundo están las dictaduras. Estas cuentan con una historia de larga data, tan es así que su desagradable y prolongada presencia propició el surgimiento de la novela del dictador, subgénero autóctono de la literatura latinoamericana dedicado a recrear —o examinar, según el decir de algunos críticos— los entretelones del poder y su relación con la cultura.

Desde Facundo: Civilización y Barbarie, del argentino Domingo Faustino Sarmiento, publicada en 1845 y calificada por algunos críticos como el punto de partida y siguiendo con Amalia, de su compatriota José Mármol, el catálogo literario de la figura del dictador creció ostensiblemente en el siglo XX con la publicación de El recurso del método, Yo, El Supremo, El otoño del patriarca y, por supuesto, La fiesta del chivo.

Quienes las hayan leído seguramente coincidirán en que se trata de obras donde la fantasía tiene un lugar preponderante. Pero los cubanos tenemos sobradas razones para considerar justificada la frase que asegura que la realidad muchas veces supera a la ficción.

Desconozco si el general Augusto Pinochet era abstemio, pero me inclino a pensar que tenía algunos tragos de vino ocupando su mente cuando afirmó que su dictadura en realidad era una “dictablanda”.

El caso es que todo el mundo conoce —o quiso conocer— las crueldades del régimen pinochetista, lo cual, lamentablemente, no puede afirmarse con respecto a la dictadura cubana. Cuando a alguien se le ocurre decir que la claque comunista que desgobierna Cuba desde 1959 es una dictadura, muchos distinguidos intelectuales de la izquierda latinoamericana y mundial rasgan sus vestiduras.

Pero, como asegura un refrán africano, lo que la mentira recorre en cien años la verdad lo recorre en un segundo. Y nada hay como un día tras otro.  Hoy se trata de una verdad de Perogrullo. Si a la dictadura de Augusto Pinochet se le achacan 2 115 muertos, esa cifra es muy inferior a la sufrida por Cuba solamente en su primer decenio. Ni qué decir si se computan los resultados de toda su historia, incluidos los desaparecidos en el estrecho de Florida y los que han sido asesinados por otras causas.

Para tratar de refutar la desmedida violencia estatal ejecutada contra opositores pacíficos y periodistas independientes, esa izquierda hipócrita que se niega a reconocer la verdad argumenta que en Cuba jamás se ha visto a vehículos militares en las calles disparando contra los manifestantes ni ha habido víctimas mortales como resultado de la represión. Aún siendo una verdad a medias, el argumento es inconsistente.

Imagine el lector que realiza un viaje turístico al extranjero y tiene la desgracia de ser tomado como rehén junto con otras personas por un grupo terrorista que ha amenazado con ejecutar cada cierto tiempo a cada uno si no se cumplen sus exigencias. Imagine que hay dos terroristas encargados de esas ejecuciones, uno lo hace rápidamente y el otro se solaza torturando físicamente al cautivo antes de ejecutarlo. Obviamente, el primero actúa de forma menos cruel que el segundo, pero no podemos afirmar que sea bueno. Es por eso que ese punto de vista de la izquierda es reprochable y deshonesto, porque no está comprometido con la defensa de elementales derechos humanos, sino con presupuestos ideológicos.

En un reciente informe titulado Cuba, una “democracia de papel” que violenta la libertad de expresión, la organización independiente de Derechos Humanos Artículo 19, que trabaja para promover el derecho a la libertad de expresión, ha documentado sucinta y contundentemente el acoso al que se ven sometidos los periodistas independientes cubanos y los opositores solo por ejercer su derecho a la libre emisión del pensamiento.

El documento, una verdadera guía para comprender una parte de la peculiar historia contemporánea cubana, fundamenta su opinión en que en Cuba la prensa independiente vive bajo un asedio sistemático por parte de la dictadura, cuyas acciones identificativas son las detenciones arbitrarias, el encarcelamiento, la vigilancia, la represión, el asedio legal y la persecución criminal, las que se ejecutan de manera sistemática y generalizada.

En un párrafo de extrema agudeza que reafirma la peculiaridad del caso cubano, se afirma: “Pareciera insignificante frente al alza de asesinatos de periodistas en la región, pero el gobierno de la Isla ha aprendido a imponer el silencio matando el periodismo”.

En medio de circunstancias tan dolorosas como las que vive nuestro pueblo, donde ahora mismo hay más de 800 presos de conciencia carentes de derechos, pasando hambre y sufriendo abusos y torturas en las cárceles, el señor Miguel Díaz-Canel Bermúdez expresó recientemente que en Cuba no hay presos políticos, sino comunes, olvidando que muchas de esas personas están detenidas, acusadas o sancionadas por la presunta comisión de un delito de sedición, previsto y sancionado en el artículo 100 del Código Penal y considerado un delito contra la seguridad del Estado. Otras están presas solo por salir a las calles pidiendo libertad.

En Cubadebate, la gruta de los talibanes del castrismo, se ha llegado a afirmar que ningún menor de edad está preso, encausado o ha sido sancionado, a pesar de las abundantes pruebas en contrario existentes en las redes sociales.

El señor Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo Popular, afirmó públicamente el 24 de julio de 2021 que en Cuba no se detenía ni acusaba a nadie por expresar públicamente su opinión. Pero las cárceles están llenas de cubanos que ejercieron ese derecho el pasado 11 de julio.

Visiblemente molesto, Díaz-Canel también ha criticado en público a quienes califican a su gobierno como dictadura o tiranía. Al parecer, los dictadores son renuentes a aceptar lo evidente. De ahí el estupor de Nicolae Ceaucescu cuando durante su última intervención pública comenzaron a abuchearlo.

Dicen que Omar Torrijos le dijo a Gabo: “Tu mejor libro es El otoño del patriarca. Todos somos así como tú dices”.

Los cubanos no tenemos aún una novela que defina la esencia diabólica del castrismo dentro del subgénero mencionado. Quizás eso se deba a que nuestra realidad está muy por encima de la ficción, por muy deslumbrantes que sean el estilo y la inteligencia del novelista.

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Maya Ombasic, una escritora que adora a las dictaduras

Maya Ombasic, Cuba

Maya Ombasic durante una de sus visitas a Cuba (Foto: Juventud Rebelde)

LA HABANA, Cuba. – Acabo de leer un libro bello, conmovedor, muy triste: Un día después de Babel, de la escritora bosnio-canadiense Maya Ombasic, publicada por la Editorial Gente Nueva y que fuese presentada por su autora en la Feria del Libro de La Habana en el año 2017.

En dicha novela, de carácter autobiográfico, Maya Ombasic ─que con su familia tuvo que huir de la guerra en Bosnia en los años 90─ cuenta su odisea por Europa hasta radicarse en Canadá y su lucha contra el desarraigo y la nostalgia, en busca de un modo de renacer sin sacrificar sus valores.

A la vez, Ombasic hace un alegato ─por momentos, ingenuo; por otros, cínico─ contra los odios generados por la intolerancia, los prejuicios, los nacionalismos y el fundamentalismo religioso.

Enrique Pérez Díaz, editor y corrector del texto, escribe en el prólogo: “…Un libro como este revela que en el mundo todavía existen personas sensibles, con el corazón a flor de piel, personas que son capaces de atrapar los recuerdos más dolorosos y compartirlos con otros en aras de que sus experiencias no nos inspiren lástima, sino sean una lección edificante, ecuménica y productiva para los demás”.

“Un día después de Babel” está dedicado a Nenad, el padre de la autora. Un hombre que no se resignó a ser un expatriado y murió de nostalgia por su natal Mostar, una ciudad cruzada por el río Neretva, que fue bella y acogedora antes de la guerra.

Nenad es el verdadero protagonista. El libro es una conversación con él. Un tipo raro ─“intenso y trágico”, lo describe su hija─ que no pudo adaptarse a la lejanía, a no sentir su tierra bajo sus pies. Pintor, ateo, comunista, nostálgico de los tiempos de Tito, incorregiblemente anticapitalista, fascinado por Fidel Castro e inadaptado crónico en Occidente, intenta, a través del alcohol, e incluso intentando suicidarse, escapar de todo, incluso de los suyos y de sí, pero sobre todo de la historia, de lo inexorable y crudo de la realidad. Al final, el cáncer le da la posibilidad, después de muerto, de regresar a su tierra, para yacer bajo ella.

Maya Ombasic asegura que todo lo que es como ser humano y como mujer se lo debe a su padre. Y no hay duda de ello: la escritora tiene mucho del majadero y testarudo Nenad. De ahí, entre otras cosas, su idealización de Cuba y el castrismo.

Ombasic, que está casada con un cubano con el que tiene un hijo, viaja frecuentemente a Cuba y pasa temporadas aquí, pero, a pesar de lo mucho que le gusta la gente y el paisaje, siempre regresa a Canadá.

Ella está consciente que en Cuba se vive bajo una dictadura y hay dificultades. Pero ella,  como su padre, el viejo Nenad, cree que las dictaduras comunistas, a pesar de sus “inconvenientes”, pueden ser la solución a los problemas del ser humano. De ahí que, como mismo admira y justifica al castrismo, Ombasic eche de menos al régimen de Josip Broz Tito.

La dictadura de Tito, que Maya Ombasic añora, como si hubiese sido el sinónimo del país que ya no existe, no fue una panacea. Había cierta prosperidad, pero también asesinatos políticos, campos de reclusión y persecución religiosa. La invención de Yugoslavia, federación artificial donde fueron forzados a convivir serbios, bosnios, croatas, kosovares y montenegrinos; católicos, ortodoxos y musulmanes, solo aplazó los problemas. La Yugoslavia de Tito, como antes el Imperio Otomano y el Imperio Austro-Húngaro, fueron cárceles de nacionalidades donde se gestaron los conflictos que desembocarían en la carnicería de los años 90. Porque los odios estaban latentes allí, no los creó la CIA ni la OTAN. La dictadura comunista, al ocultar los problemas, les insufló fuerza.

Pero los humanos necesitamos idealizar y creer que cualquier tiempo pasado fue mejor. Aun al extremo, como Maya Ombasic, de hallar en una dictadura la estabilidad y la belleza capaz de salvar al mundo.

Por cierto, ya que tan generoso y humanista le parece el castrismo, ¿por qué no se decide a radicarse definitivamente en Cuba?

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A Marina Menéndez le gustan las dictaduras

Michelle Bachelte y Nicolás Maduro. Foto Reuters

LA HABANA, Cuba.- A la señorita Marina Menéndez Quintero le gustan las dictaduras. Las llama “naciones incómodas”.

Una vez la vi por la calle Obispo, en la Habana Vieja, cuando pasó como una ráfaga en su motocicleta eléctrica. Parecía ser muy joven y tenía la experiencia de haber realizado misiones en Nicaragua y Venezuela, por lo que fue nombrada directora de Juventud Rebelde, uno de los periódicos de Raúl Castro, cargo que ocupó apenas unos meses.

En breve tiempo Marina se ha especializado en defender a la dictadura castrista a capa y espada, con sus artículos al estilo arengas políticas, baba panfletaria, obviando leyes, pudor, ética en materia de información y cultura comunicativa eficaz en medio de grandes mantos de silencio a su favor.

En días pasados, se refirió a la visita de Michelle Bachelet, la alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos. Su artículo, publicado el 28 de junio, resulta tan cantinflesco, que no se sabe si donde dijo Diego, dijo dije, cuando se refirió a lo que habló Bachelet y lo que aún podría decir.

Ni muerta se atreve Marina a repetir lo que podría decir Bachelet. Mejor dejarlo ahí, ¿verdad, Marina?

En fin, que leer sus artículos periodísticos, algunos por cierto, en ocasiones nos dejan pensando qué escribiría esta periodista si en cualquier momento se acaba de desmerengar la dictadura castrista, cuando por ley de gravedad es posible que ocurra más temprano que tarde.

Veremos dónde mete la cara, con motico y todo.

Su texto comienza señalando  ̶ como si fuera una experta analista de la política norteamericana ̶, que Donald Trump se ha olvidado de liquidar de un porrazo a la dictadura de Maduro, y que por ende el narco presidente usurpador está seguro en su poltrona millonaria por ahora.

Llama “dolorosa llaga” a las medidas punitivas que castigan al régimen dictatorial de Maduro, y no quiere reconocer que las masas venezolanas apoyan precisamente esas medidas, porque están hastiados de Maduro, junto a una buena parte de su propio Ejército Militar.

No olvidemos que fue el propio Barack Obama quien declaró a Venezuela como un peligro para la seguridad nacional de EE.UU., dando pie legal, es cierto Marina, para que Donald Trump aplicara medidas de castigo, e incluso Raúl Castro bendijo después al ex presidente con un abrazo y un recibimiento de hermano en La Habana, en su política circense.

Ni remotamente Marina dice que la Asamblea Nacional, presidida por Juan Guaidó, es apoyada por un semillero de países no sólo de Europa, sino de América Latina, y que, en voz de este joven, valiente de verdad, Bachelet escuchó la verdadera realidad de Venezuela. Guaidó no sintió miedo alguno al salir en defensa de las libertades democráticas y los Derechos Humanos, o a denunciar los 800 presos políticos  ̶ incluso numerosos militares desafectos ̶, frente a un atajo de hampones en el poder político, matarifes que desde el principio mantuvieron relaciones amorosas con Fidel Castro y su hermano menor.

Marina Menéndez Quintero se solidariza con la señora Bachelet, al no usar sus poderes para enjuiciar al gobierno de Maduro y sus secuaces. Es lógico. Por lo general, los flojos le temen a las dictaduras.

Entonces cualquiera puede preguntarse: ¿Por qué Bachelet pidió cooperar para “reforzar la prevención de la tortura y el acceso a la justicia en Venezuela”? Más claro ni el agua: La Alta comisionada de la ONU supo, desde mucho antes de llegar a Caracas, que visitaría un país con la misma historia de torturas y crímenes contra la oposición que ha vivido Cuba en más de medio siglo de dictadura.

¿Acaso Fidel y Raúl no han sido los creadores de la dictadura venezolana de Chávez y Maduro, sus más fieles defensores, y por demás los causantes de su ruina?

Marina, basta escuchar a un encapuchado para saber si es cubano o no.

Y algo más: ¿No sería más provechoso para un pueblo que vive en la miseria total hacer migas con la mayor potencia económica del mundo?




En qué se pareció Fidel Castro a Machado

Fidel Castro (Revista Time) y Gerardo Machado (Wikipedia)

LA HABANA.- No me voy a referir a las grandes obras de Gerardo Machado (1871-1939), como la edificación del Capitolio Nacional, la Carretera Central y el Malecón habanero. Tampoco a las de Fidel Castro. Sólo a las preferencias políticas de estos dos caudillos para demostrar el gran parecido que hay entre ellos.

El triunfo de Machado fue arrollador. Con excepción de la provincia de Pinar del Río, toda Cuba lo vitoreó de forma abrumadora aquel 20 de mayo de 1925, como a Fidel en enero de 1959.

Igual que el “mocho de Camajuaní” —así le llamaban a Machado— hizo el guajiro de Birán cuando alcanzó el poder: partieron rápidamente hacia Washington en busca de apoyo y ayuda económica. Machado vio en Calvin Coolidge “un gran presidente que sabe cómo amar la libertad y cómo practicar las virtudes cívicas”, y le aseguró que “luego de sus cuatro años de mandato, la capacidad de los cubanos para auto gobernarse estaría asegurada”. En un banquete ofrecido por E. Mitchell, presidente del National City Bank, Machado expresó que “durante su administración habría garantía para todos los negocios”.

Eso mismo hizo Fidel Castro el 6 de marzo de 1959, antes de entrevistarse con Richard Nixon: pidió ayuda a la Asociación de Banqueros de Cuba, declarando que no nacionalizaría la banca.

Es curioso ver cómo viejos políticos y serios intelectuales llegaron a la conclusión de que Machado era “el hombre que necesitaba la joven República”. El curso de ambos regímenes gustó a las mayorías: no reelección presidencial, buenos acuerdos comerciales, supresión de la lotería, reformas educativas y judiciales para combatir ilegalidades y corrupción, autonomía para la Universidad, cierre de centenares de centros de diversión, garitos de juego, casas de prostitutas, etc.

Machado declaró que controlaría a “estos italianos americanos”, así veía a los cubanos, mientras que Fidel también se refería al “hombre nuevo” que debíamos tener.

Machado era el Apolo de Cuba, el Gran héroe por sus grados de general ganados en la manigua a los 25 años de edad, y Fidel el Mesías bendecido por palomas que aplaudían los cubanos, el Caballo Comandante.

Otros en cambio descubrieron a un Mussolini en Machado y en Fidel en pleno fascismo, cuando ambos tomaron el camino autoritario y represivo: control absoluto ante actos de desobediencia contra el régimen, prestigiosas figuras en marcha hacia el exilio, etc.

Machado instaló el garrote vil para matar, viejo instrumento español de siglos pasados. Cayeron sobre sus espaldas setenta canarios asesinados y numerosas muertes misteriosas de opositores y periodistas. Fidel con sus miles de fusilamientos, una prisión política de miles y un exilio que pasa de los dos millones.

En un principio, igual que Fidel, Machado tuvo las mejores relaciones con destacadas personalidades de otras tendencias políticas. Incluso en agosto de 1925 cien cubanos de la isla, de ellos 27 habaneros, fundaron el primer partido comunista de Cuba con todo y órgano de prensa, Justicia. La idea de Machado y Fidel era hacer de Cuba el mejor país del mundo y los mejores jefes de Gobierno recibiendo homenajes y títulos honoríficos.

Luego, ambos caudillos suprimieron los partidos políticos, las huelgas de los trabajadores, controlaron la Universidad y llamaron malos patriotas a los que se oponían al Gobierno.

Así, tanto las promesas liberales de Machado como las revolucionarias de Fidel cambiaron. Machado comenzó a ver la desintegración de la República y Fidel una revolución convertida en dictadura. En los momentos que Gerardo Machado pensó verse fuera de la presidencia, deseó lo peor para Cuba. Así aparece en sus Memorias: “Mi mayor anhelo era que un sismo de proporciones monumentales sepultara a Cuba en el abismo del océano o que una bomba gigantesca explotara y los borrara a todos”.

Algo muy parecido dijo Fidel Castro cuando le pasó por la cabeza la idea de que la revolución, su revolución, se fuera a pique: “Primero se hundiría la isla en el mar…”

El 12 de agosto de 1933, Machado huyó en una avioneta hacia Bahamas. Fidel Castro huyó de este mundo el 25 de noviembre de 2016.