De Gaulle vs. Caldera: dos discursos


CARACAS, Venezuela.- Las complejas circunstancias que enfrentan los actores políticos en general (estadistas, gobernantes, hombres públicos, líderes, etc.) en gran medida escapan de su control. Pero sus decisiones frente a ellas sí les pertenecen en importante proporción. Estos juicios son tomados con un margen de libertad, y van a influir de manera precisa en el curso de los acontecimientos. Esto es contrario a la ideología marxista, para la cual los actores son prisioneros de un determinismo histórico.
Las complicaciones de las decisiones emergen de las consecuencias que las acompañan, unas previsibles y otras no deseadas, con efectos sobre numerosas personas (a veces millones) y por largos períodos de tiempo (años o décadas). Por ello, la elección que un líder haga pone a prueba su capacidad de previsión, pues se le hará responsable de las consecuencias positivas o negativas de sus acciones. Más aún, como señala Aron, la responsabilidad se convertirá en culpabilidad si las consecuencias escalan a un nivel de monstruosas.
Con este resumido marco nos acercaremos a dos convulsos y trascendentales momentos históricos: el Mayo del 68 en Francia, y el Golpe Militar del 4 de febrero de 1992, en Venezuela. Frente al primero se pronunció el General Charles de Gaulle, y del segundo habló el Dr. Rafael Caldera —personalidades carismáticas cuyo liderazgo provenía de ellos mismos y no de un factor externo— a través de sendos discursos que influyeron en la conciencia colectiva francesa y venezolana, respectivamente.
Dado que la biografía del General De Gaulle es menos conocida, haremos un breve resumen de ella antes de abordar su discurso. En cambio, a las palabras del Dr. Caldera llegaremos sin preámbulos.
Charles De Gaulle: militar y civil al servicio de Francia
De Gaulle (22 de noviembre de 1890 – 09 de noviembre de 1970) dio cauce a su vocación y se graduó en la Academia Militar en 1912, uniéndose al Regimiento 33 de Infantería bajo las órdenes del Coronel Phillippe Pétain.
En defensa de su país combatió en la Primera Guerra Mundial de la que, por sus muestras de valor, volvería con honores y muchas heridas. Alcanzó el grado de Capitán. Como prisionero de guerra (1916-1918) dio indicios de que volaría alto con la pluma, al escribir el libro “La casa del enemigo dividida”.
Al finalizar la guerra fue liberado y enviado a Polonia, para entonces en guerra con la Rusia comunista. En reconocimiento por sus acciones los polacos le otorgaron la máxima condecoración militar. El amor a su patria le hizo regresar a la escuela militar, donde renovó su amistad con Pétain.
Sus dotes en el ejército le valieron en los años treinta su acenso a Teniente Coronel, y luego a Secretario de Guerra. Durante todo ese tiempo, De Gaulle siempre se mostró muy crítico con las decisiones, a su juicio equivocadas, que tomaba la cúpula militar ante el rearme de la Alemania nazi.
Al comienzo de la segunda guerra mundial De Gaulle era Coronel, y trató de usar toda su experiencia en el propio campo de batalla para salvar a su país de la derrota, por lo cual alcanzó el grado de General de Brigada.
La derrota de Francia ante la invasión de Hitler le causó una profunda amargura. Para colmo, su antiguo amigo Pétain fue quien firmó el armisticio de rendición y la paz con Alemania. Decidió huir a Inglaterra, por lo que los cohabitacionistas de la República de Vichy lo acusaron de traidor. En Londres el incomparable Churchill puso a su disposición los micrófonos de la BBC desde donde el General, como vocero de la “Francia Libre”, pronunciaba discursos cargados de patriotismo, alentando la resistencia de sus compatriotas. En aquel famoso que diera el 18 de junio de 1940 exclamó:
“Francia ha perdido una batalla, pero no la guerra. Creedme a mí que os hablo con conocimiento de causa y os digo que nada está perdido para Francia.”
Francia sería liberada de las garras nazis en 1944 por los ejércitos de EE.UU. e Inglaterra, al mando del General Eisenhower. De Gaulle entró triunfante a París y fue nombrado presidente del Gobierno Provisional de Francia. Pero a los dos años dimitió, ya que no estaba de acuerdo con la nueva Constitución que dio nacimiento a la IV República francesa (su discrepancia consistía en que, para él, el poder debía residir en el Ejecutivo y no en el Parlamento).
En 1958 ocurrieron los levantamientos independentistas en Argelia, y ante el riesgo de un golpe de estado De Gaulle volvió como Primer Ministro y asumió el mando con amplios poderes. Ese mismo año se promulgó una nueva constitución, que dio origen a la actual V República. Un mes después de acordar la independencia de Argelia, en julio de 1962, sufrió un grave atentado de la derecha colonialista que objetaba la independencia.
Con las obligadas omisiones llegamos al mes y año que nos interesa. “Mayo del 68” es conocido como los sucesos iniciados con la revuelta estudiantil universitaria de izquierda que tomó universidades y calles, y que luego tendría el apoyo de masivas huelgas de obreros con filiación al prosoviético partido comunista francés. Se creó una grave crisis política, una peligrosa situación pre revolucionaria: ante un gobierno arrinconado se exigía la renuncia del presidente De Gaulle y de su Primer Ministro, Georges Pompidou. Se abrió la posibilidad de descabezar el gobierno y que la izquierda (partido comunista y socialista) desde el parlamento capturase el poder ejecutivo e implementara su ideología totalitaria.
Discurso del General Charles De Gaulle
Ante el abismo en el que se encontraba Francia, se produjo el acontecimiento objeto de nuestro interés: el discurso del General De Gaulle del 30 de mayo de 1968, transmitido por radio a toda la nación.
“En las circunstancias actuales, no me retiraré”, fue su grito de guerra, e hizo un llamado a resolver por la vía electoral la situación: “Le propuse al país un referéndum” para “decir si mantenían su confianza en mí o no por la única vía aceptable, la de la democracia.”
De Gaulle disolvió la Asamblea nacional, convocó a elecciones legislativas anticipadas para el 30 de junio, y acusó al prosoviético partido comunista francés como el mayor adversario:
“En cuanto a las elecciones legislativas, se llevarán a cabo dentro de los plazos previstos por la constitución, salvo que pretendamos amordazar a todo el pueblo francés impidiéndole expresarse con la intimidación, la intoxicación y la tiranía ejercida por grupos organizados de larga data, y por un partido que es una empresa totalitaria”
Finalizó denunciando la amenaza de una dictadura comunista que en medio del caos planeaba sobre su patria:
“Francia, de hecho, está amenazada de dictadura. Queremos obligarla a resignarse a un poder que se impondría en la desesperación nacional, poder que entonces obviamente y esencialmente sería el del vencedor, es decir, el del comunismo totalitario.
“La República no abdicará. El progreso, la independencia y la paz prevalecerán con la libertad.
“¡Viva la República! ¡Viva Francia!”
Al terminar el viejo General su discurso, medio millón de personas, conocidas como “la mayoría silenciosa”, salieron espontáneamente a las calles de París a apoyarlo. Obtendría una aplastante victoria electoral y amplia mayoría en la Asamblea Nacional, con la que se solventaría la crisis política. Había salvado la democracia. De Gaulle moriría dos años después con la conciencia del deber cumplido durante toda su vida para con su amada patria.
El Discurso del Dr. Caldera
El Golpe Militar del 4 de febrero de 1992 echó por tierra más de 30 años de democracia en Venezuela. Hoy nos resulta inexplicable cómo aquella democracia había podido sobrevivir si cuando apenas daba sus primeros pasos, en la década de los 60, hubo de resistir los embates de la guerrilla comunista timoneada desde Cuba por Fidel Castro, y enfrentar durante largos años, desde 1961, una lucha armada librada en su contra para destruirla.
Leer en Sartori que entre la Democracia Antigua y la aparición de la Democracia Moderna media un lapso de dos mil años nos lleva a preguntarnos ¿Cómo hemos podido los venezolanos desperdiciar aquella democracia que tanto costó conquistar? ¿Cuántos años habrán de transcurrir para que aparezca otra oportunidad y comenzar de nuevo a caminar su sendero?
Al repasar la trayectoria política del Dr. Caldera (24 de enero de 1916 – 24de diciembre de 2009), uno se siente tentado a afirmar que ante el desgarramiento institucional producido por el golpe de 1992 le correspondía a él, como al otro Padre Fundador de la democracia que sobrevivió a Rómulo Betancourt, salir a batirse por ella en el Congreso aquel fatídico 4 de febrero, suturar los puntos de la herida para impedir que se desangrara y corriera el riesgo de morir, tal como finalmente ha llegado a suceder.
Pero el Dr. Caldera, al tomar la palabra aquel 4 de febrero en el Congreso Nacional, y dirigirse al país que lo observaba por televisión, en lugar de ir a la defensa de la democracia, como exigía el momento histórico, decidió adoptar una posición con tinte demagógico en aras de sus intereses políticos particulares. Así, rebajó la asonada al nivel de “incidente” y, lo más grave, contradiciendo su larga historia política, le estableció condicionantes a la democracia quitándole su carácter de ideal en sí mismo, con frases absolutamente impropias de un líder demócrata:
“Es difícil —dijo— pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y por la democracia, cuando piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer”.
“La democracia —reiteró categóricamente-— no puede existir si los pueblos no comen”, justificando así el golpe militar que acababa de ocurrir.
Lamentablemente, con sus condicionamientos, el Dr. Caldera contribuyó a la desvalorización de la democracia en la conciencia colectiva del pueblo venezolano. Muy al contrario de la decisión tomada por el General De Gaulle.
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