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A Cuba ya no le interesan las Cumbres Iberoamericanas

LA HABANA, Cuba, noviembre, 173.203.82.38 -Es incuestionable que, desde hace varios años, las Cumbres Iberoamericanas han pasado a un segundo plano para los gobernantes cubanos. Incluso es muy probable que seamos el país que más tiempo lleve sin ser representado en esas citas por el jefe de Estado, pues desde que Fidel Castro asistió a la reunión de Panamá en el año 2000, nuestra representación ha estado encabezada por un vicepresidente, el canciller o hasta algún funcionario de menor rango en la cancillería.

Sin embargo, nunca antes la desidia cubana por estos encuentros se había manifestado tan explícitamente como en esta cita que acaba de concluir en la ciudad española de Cádiz. El jefe de la delegación cubana, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla, expresó en su discurso que “debemos reconocer que el papel de las Cumbres Iberoamericanas se modifica inexorablemente. Las Cumbres anuales parecen no ser ya necesarias, como tampoco muestran serlo las múltiples y frecuentes reuniones sectoriales, de resultados limitados”. De esas palabras, a la no asistencia de Cuba a los próximos cónclaves, dista solo un paso.

Claro, ya la situación no es la misma de aquellos primeros años de la década del 90. Entonces los gobernantes cubanos se sentían aislados tras la desaparición del bloque soviético, y sin vislumbrarse aún la irrupción del chavismo en nuestra región. En esas condiciones, la convocatoria a la Cumbre de Guadalajara, en 1991, debió ser vista por el castrismo como el surgimiento de un espacio donde hallar algún tipo de aceptación, debido en lo fundamental a las semejanzas históricas y culturales de la isla con el resto de los participantes, no obstante el consenso que prevalecía en todo el hemisferio a favor de la democracia de corte liberal. Y sobre todo, se trataba de un espacio sin la presencia de Estados Unidos, el rival por antonomasia de las autoridades cubanas.

Mas, 21 años después, la cúpula gobernante cubana se vanagloria de la manera en que han cambiado las circunstancias en el ámbito iberoamericano, una transformación que alejaría las aspiraciones de nuestros pueblos de la realidad que hoy afrontan España y Portugal. Destacan la existencia de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de las Américas (ALBA), y la más reciente Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) como mecanismos de integración que, según sus alabarderos, “se manifiestan contra la exclusión, la injusticia y la injerencia externa”. Además, insisten en que en América Latina se va abriendo paso una opción política—por supuesto, piensan en el socialismo del siglo XXI— ajena totalmente a los modelos prevalecientes en Europa. El señor Rodríguez Parrilla los califica como “sistemas políticos que alguna vez nos quisieron imponer, y que han perdido su legitimidad”.

Y para recalcar acerca del hipotético distanciamiento entre Europa y América Latina, el canciller cubano trajo a colación algunas cifras que apuntarían a un debilitamiento de los intercambios económicos entre ambas regiones. Por ejemplo, la disminución que han experimentado en los últimos tiempos las exportaciones e importaciones latinoamericanas a la Unión Europea, así como la merma de las inversiones europeas— con énfasis en el caso español— hacia América atina.

No deseo concluir sin expresar una idea que podría aportar luz sobre la actitud de la delegación cubana en esta cita. Porque no me parece del todo casual que esta semirruptura con las Cumbres Iberoamericanas haya ocurrido en Cádiz, ciudad en la que hace 200 años se promulgó una constitución que exaltaba las libertades fundamentales de los ciudadanos, y que sirvió de acicate para que nuestros luchadores por la independencia se propusieran establecer repúblicas de corte liberal. Esta Cumbre, entre otras cosas, rendía homenaje a ese acontecimiento y a esas libertades: libertades que, como sabemos, nada significan para los gobernantes cubanos, y casi nada para sus correligionarios del ALBA. Tal vez no sería casual tampoco que casi la mitad de los jefes de Estado ausentes en Cádiz— Raúl Castro, Hugo Chávez y Daniel Ortega— sean alberos.