Amados cerditos
LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – Salvador Valle, residente en La Habana, visitaba a unos parientes en Nueva York, barrio del municipio azucarero Argeo Martínez, en la provincia Guantánamo. “Cuál no sería mi sorpresa –me dijo el hombre- cuando al anochecer de mi primer día en el lugar, me topé con seis cerditos, al parecer de la misma familia, subiendo en fila india y ágilmente, la escalera hasta el quinto y último piso de un edificio multifamiliar. Luego los vi descender, más rápido”.
La sorpresa mayor la tuvo Salvador al observar la convivencia de personas y cerdos pequeños o adultos en otras viviendas, con la mayor normalidad del mundo. Cuando indagó la razón, le respondieron:
-Así no se los roban.
-Pero pueden construirles un corral fuerte, de hierro.
-Cuesta caro, además, hay que conseguir los materiales, el soldador que haga el trabajo y no cobre demasiado.
-¿Los inspectores de Salud Pública no les ponen multas?
-Mire, no piense que nuestros cerdos son unos puercos sucios. Duermen en el baño y están limpios. Cuando por la mañana los cerdos salen de la casa lo primero que hacemos es limpiar. En cuanto a los inspectores, no tenemos problemas con ellos. Cuando inspeccionan en busca de focos del mosquito trasmisor del dengue, si los puercos todavía están en casa, ni se fijan en eso. Algunos inspectores hacen lo mismo con sus cerdos, en sus casas. Y nunca dejamos por ahí a las puerquitas paridas. Queremos a los cerditos como parte de nuestra familia, amados cerditos. La parte triste es cuando se acercan los días de Nochebuena y Fin de año. Los ladrones no respetan nada ni a nadie. Aquí en Nueva York la familia no se ha perdido la tradición de cenar con macho asado. Esos días tiramos la casa por la ventana, aunque somos gente pobre. La crianza de animales nos ayuda a vivir.
Un trabajador del central Argeo Martínez, a sólo unos pasos del edificio añadió:
-Del central sacamos siempre un poco de miel de purga, azúcar de las barreduras y de pienso, eso está prohibido. Pero ¡cómo los engorda!