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El inexistente sentido de pertenencia entre administradores y trabajadores cubanos

Cuba, Trabajadores, Pago de la CTC

LA HABANA, Cuba.- Mucho se ha hablado de que los trabajadores cubanos no poseen sentido de pertenencia que los ate emocionalmente a sus centros laborales. No se sienten dueños de las fábricas y entidades donde laboran no obstante el eslogan enarbolado por las autoridades en el sentido de la supuesta propiedad social sobre los medios de producción.

Esa masa trabajadora es consciente de que los verdaderos dueños son la camarilla que detenta el poder en Cuba, la cual en muchos casos despojó a los auténticos propietarios mediante dudosos procesos de confiscaciones. A todo lo anterior hay que añadir las malas condiciones de trabajo que hoy soportan buena parte de los trabajadores, algunos de los cuales reciben un salario mensual que no les alcanza para adquirir la cacareada canasta básica de bienes y servicios. Una canasta que ha experimentado un alza impresionante de sus precios como consecuencia de la implementación de la fallida Tarea Ordenamiento.

Y aunque menos mencionado, también trasciende el escaso sentido de pertenencia entre los jefes y administradores de entidades estatales en el país. Un elemento que se pone de manifiesto, entre otras cosas, en el deficiente, o a veces inexistente control interno en los centros laborales.

Ese control interno es un engranaje creado en las empresas y entidades para chequear la integridad de sus recursos, y en consecuencia evitar las acciones delictivas que pudieran producirse. Acciones delictivas que, contrario a lo que cualquiera pensaría, en el abigarrado contexto cubano son cometidas generalmente por el propio personal de esos centros.

Pero para que haya control interno, es preciso en primera instancia que los jefes y administradores convengan en la necesidad de la presencia del orden y la legalidad en sus entidades. Así se detectarían las anomalías con los propios medios y no harían falta las auditorías y comprobaciones externas de la Contraloría General de República y los auditores de los ministerios para detectar los errores metodológicos o las acciones de franco carácter delictivo.

En días pasados se celebró el 109 Pleno del Consejo Nacional de la oficialista Central de Trabajadores de Cuba (CTC). Paralelo a ese evento, los comités provinciales de ese gremio también efectuaron reuniones, en las que fue inevitable que se trataran, entre otros asuntos, la galopante inflación que afecta aún más el ingreso de los trabajadores; la escasa participación obrera en las asambleas convocadas por el sindicalismo oficialista; el pobre dominio del trabajo sindical que exhiben muchos cuadros de esos sindicatos, y por supuesto las acciones delictivas que tienen lugar en los centros laborales del país.

En ese sentido, por ejemplo, en el Pleno Provincial de la CTC en la provincia de Pinar del Río se informó de la ocurrencia de 210 hechos delictivos en centros laborales hasta el cierre del mes de octubre. Ciento dos de esos hechos tuvieron lugar en entidades de la agricultura y 31 en el comercio y la gastronomía. Y lo más significativo fue que tales sucesos fueron detectados por controles externos, lo que puso al descubierto la fragilidad o inexistencia del control interno en esas entidades. De ello se desprende que ni los jefes ni los trabajadores de esos lugares poseen sentido de pertenencia. Porque, lógicamente, nadie se robaría a sí mismo.

En los referidos Plenos se habló de la necesidad de implantar una medida que causaría risa si no fuera por la excepcionalidad del caso cubano. Se trata de chequear la labor en horas de la madrugada de los cuerpos de vigilancia contratados en los centros laborales. Es decir, ¡vigilar a los que se dedican a la vigilancia en las fábricas y entidades!  Algo en verdad diabólico.

Pero bueno, en el fondo esos vigilantes contratados son también trabajadores que “luchan” por subsistir a como dé lugar.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Más leña al fuego

LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – La historia se repite. Al igual que en la década del 80 del siglo pasado, regresan los antagonismos entre los trabajadores en sus formas más incivilizadas. Grabadas en la memoria permanecen las ofensas, los chismes sobre el incumplimiento del  horario laboral. Todo por ganar el derecho a comprar un equipo electrodoméstico que se adjudicaba al trabajador que acumulara más méritos laborales.

Las asambleas celebradas con este propósito solían crear graves desavenencias, capaces de quebrar cualquier amistad definitivamente. Nunca faltaron las groserías y las invitaciones a dirimir el asunto a puñetazos. No fueron pocas las broncas que requirieron la intervención de la policía. Tras estos desenlaces las autoridades administrativas y sindicales del centro laboral, previa sanción de los contrincantes, optaban por una  prudencial posposición de las reuniones en busca de una metodología  más racional.

El panorama de entonces regresa. Como trasfondo, la conservación del puesto laboral.  La eliminación de medio millón de puestos de trabajo en el primer trimestre de  2011, ha revivido la tensión en los centros de trabajo, fundamentalmente en aquellos donde los trabajadores tienen la posibilidad de ganar más, legal o ilegalmente.

“Voy a pelear mi plaza con todos los hierros. No tendré compasión con nadie. Si hay que  sacarle a cualquiera los trapos al sol lo hago sin pensarlo dos veces.  Ya me hicieron un trabajo de brujería para  deshacer las trampas de los adversarios. A esas reuniones hay que ir protegido. No es que sea supersticioso, pero nunca está de más neutralizar las malas intenciones”, dijo Felipe Cuesta, empleado de un hotel de la capital.

Las plazas en el sector turístico están entre las más apetecidos en el mercado laboral, debido a la posibilidad de obtener mejor remuneración, además de regalos y propinas de los turistas extranjeros. A medida que se vaya implementando el proceso de restructuración económica, irán en aumento los conflictos entre ciudadanos implicados en los litigios por conservar el empleo.

En el lenguaje popular, sacar las intimidades del otro con tal de obtener ventajas, también se conoce como “arrancar las tiras del pellejo”. No todos los candidatos a ser despedidos aceptarán civilizadamente el fallo, y ya alistan su arsenal para defenderse arrancándole a quien sea las tiras del pellejo.

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