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“Cuando terminó el acto, los Castro decidieron desaparecer a Camilo”

Camilo Cienfuegos, Huber Matos, Cuba, Fidel Castro

MADRID, España.- Este 28 de octubre se cumplen 63 años de la misteriosa desaparición de Camilo Cienfuegos, el carismático comandante de la Sierra Maestra.

Unos días antes al 28 de octubre de 1959, Camilo había viajado a Camagüey, enviado por Fidel Castro, para arrestar a Huber Matos, acusado de traidor a la Revolución, a pesar de haber sido decisivo en la victoria de los rebeldes.

El 28 de octubre, Camilo Cienfuegos, de regreso a La Habana, presuntamente salió del aeropuerto de Camagüey a las seis de la tarde, en un Cessna 310 C, acompañado solo por el piloto y un ayudante. Debía llegar a la capital dos horas y media después, pero esto nunca ocurrió.

Durante más de 60 años el régimen cubano ha sostenido la versión de un accidente aéreo a causa del mal tiempo. Sin embargo, el parte meteorológico del Observatorio Nacional informó de un tiempo normal en toda Cuba.

En todos estos años las autoridades cubanas nunca han ofrecido documentación sobre un trabajo de rescate de los restos del avión “caído al mar”.

Todo ello, unido a que la popularidad de Camilo Cienfuegos era superior a la de Castro; y al modus operandi habitual del régimen (desapariciones, fusilamientos, suicidios sospechosos), con quienes le es incómodo, han llevado a los cubanos a creer que la desaparición de Camilo estuvo orquestada por los hermanos Castro.

Según el periodista y activista Carlos Franqui, la formación política de Camilo Cienfuegos estuvo regida por un nacionalismo democrático, que no participaba del odio a los Estados Unidos. De acuerdo a las consideraciones de Franqui, Camilo no compartía el ideario comunista.

Por su parte, el propio Huber Matos relató en distintas ocasiones que la postura de Camilo ante su arresto, y ante el discurso pronunciado por Fidel Castro el 26 de octubre de 1959, fueron decisivos en la desaparición de Camilo.

Según los testimonios de Huber Matos, Camilo Cienfuegos se presentó en Camagüey el 21 de octubre “con el rostro desencajado”, para informarle del arresto. Ese día recibió una llamada de Fidel, y aunque Matos no pudo escuchar lo que este decía, sí la respuesta de Camilo: “Hemos metido la pata. Esto se debió haber manejado de otra manera. (…) Tú dirás lo que quieras, pero esto que se ha hecho es una metedura de pata”.

El 26 de octubre Fidel Castro dio un discurso en el Palacio Presidencial ante miles de personas donde se pedía el fusilamiento de Huber Matos. Ese día Camilo también pronunció un discurso (su último discurso). Contrario a los que esperaban los Castro, no apoyó la idea del fusilamiento. Ni siquiera mencionó a Matos.

“Estoy seguro de que cuando terminó el acto, los Castros decidieron desaparecer a Camilo”, consideró Huber Matos.

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El ahogado más famoso de Cuba

Cuba, Propaganda

LA HABANA, Cuba.- Espero que no se sobrecoja el lector si llega a suponer, después de leer el título, que enfrentará un texto con influencias garciamarqueanas; deseo que no se asuste ese posible lector si acaso creyera que podría llegar a las costas de este texto una ballena o un ahogado hermosísimo, el más bello e inflado de los ahogados. No se asuste entonces lector, porque en este texto no verá a un muerto que sigue el curso de una corriente de agua para morir en medio de estos párrafos.

En estas líneas usted descubrirá al que quizá sea el más notorio de entre todos los ahogados que en este país han sido; en un país que podría ser, sin mucha duda, el que mayor número de muertos haya dejado bajo “la faz del mar”, y quizá fuera ese que me ocupara un rato, quien inaugurara las tantísimas asfixias por “inmersión” que en estos mares han sido. Él sigue siendo el ahogado, el desaparecido en el mar, más notorio de toda nuestra historia, en un país donde son muchos los muertos en el mar.

Y no tienen estas líneas la pretensión de rescatarlo de la muerte, que de la muerte nadie escapa, pero no solo la muerte es persistente, lo es también la estulticia a la que son sometidos algunos muertos. Hace unos días se recordó en Cuba una muerte, una pérdida que, según dice el poder, ocurrió en el mar, en una parte del mar que jamás se consiguió fijar, y por eso parece que todo el mar es de ese muerto que despertó tantos fervores, y también algunas ridiculeces.

Sin dudas hablo de ese Camilo Cienfuegos al que los niños cubanos hicimos homenaje en los mares que nos rodean y también, en ausencia de un mar cercano, en el río del pueblo, en el ínfimo arroyito, incluso en aquellos que estaban desaguados tras alguna sequía. Pero el colmo lo miré hace unos días en las redes y en unas fotos. Resulta que a alguna maestra, o a un director de escuela o de la dirección de educación municipal en algún lugar de Cuba se le ocurrió un ridículo mayúsculo.

Y yo fui testigo de tales extravagancias. Yo miré en fotos a una fila de niños que esperaron ese instante en el que estarían más cerca de la palangana para poner su flor y dedicársela a Camilo Cienfuegos; y si ya era ridículo ponerla en el río, mucho más lo sería en la brevedad de una palangana en la que no se desahogaba cómodamente ni siquiera un avión de juguete. Sin dudas eso que miré es uno de los actos más ridículos que contemplé hasta hoy, y que incluso merecería estar en un libro que alguna vez se escribirá en Cuba y que hará balance de nuestras más señaladas extravagancias.

Cuba
Cortesía del autor

Y ese libro podría tener por nombre: “Enciclopedia de las más ilustres ridiculeces cubanas”, y este hecho de dedicar flores a un muerto en el breve espacio de una palangana podría, si no inaugurarla, tener al menos un sitio destacado en ese inventario de estupideces. Y lo más terrible es que no son tan raras las desapariciones de cubanos en el agua, en ese mar brevísimo que nos separa del norte añorado por tantos, pero a esos no le hacemos honores, más bien los olvidamos.

Y es que si vamos a ofrecer homenajes floridos también deben estar los que merecen nuestros parientes que no completaron la travesía por mar hasta la Florida, la travesía por tierras del sur y centro de América, y están también las víctimas del Remolcador 13 de marzo sepultados en el mar, y quienes cruzando mares fueron a hacer guerras extrañas. Flores podríamos ponerles a quienes pagaron un pasaje de avión para viajar a Rusia o Serbia para conseguir la geografía europea más soñada, ese sueño europeo que podría ser España, Italia, Francia, Austria… y que tampoco llegaron a sus destinos porque fueron devueltos a la isla, o apresados, o muertos en extraños parajes, o esquilmados por traficantes de personas o asesinados por ladrones.

Cortesía del autor

Sin dudas una palangana no es un buen espacio para rendir homenajes, una palangana es buena para lavar la ropa en esos parajes cubanos en los que no hay acueductos, donde no hay “agua corriente”. Una palangana es también un brevísimo reservorio para acumular agua para fregar en sitios de nuestra geografía en los que el agua corriente no existe, donde el agua no es potable. Una palangana es también la que acoge en un brevísimo espacio de agua, en solo unas goticas, larvas que luego serán mosquitos y que pueden enfermarnos, matarnos.

Una palangana no es un mar para Camilo, pero una palangana sí es el sitio en el que se consigue el aseo de las partes pudendas en algunos parajes cubanos, en los que no existe el acueducto después de más de sesenta años de eso a lo que han dado el nombre de “revolución”, en esos parajes en los que no hay ríos y no llegan las “pipas de agua”. Una palangana es quizá el objeto más socorrido en esa Habana a la que Alvear dio el agua, en esa Habana en la que se suicidó Supervielle porque no consiguió dar el agua que había prometido a los habaneros.

De aguas y de sus escaseces yo sé un poco; por aguas y palanganas sufrí yo en grande, tanto que hasta escribí un cuento: “En una estrofa de agua”, que habla de palanganas, de carestías y muertes. A la palangana se le debería hacer un monumento, incluso después de este nuevo desafuero de la fanaticada comunista. La palangana podría estar en el centro del debate de cualquier sesión de eso a lo que los comunistas llaman Asamblea Nacional del Poder Popular.

La palangana, si es que las cosas siguen como hasta hoy, merecerá un monumento al que se le podría llamar “monumento al desaguado”. La palangana es uno de nuestros grandes fetiches, y es también síntoma de la escasez en la que hemos vivido por más de sesenta años. Una palangana puede ser usada para lavar la cara y un blúmer, una palangana puede ser usada por una humilde señora cubana para asear sus partes pudendas y hasta para poner flores a un barbudo desaparecido en circunstancias muy escabrosas.

La palangana estará alguna vez en la Enciclopedia de los más socorridos objetos cubanos y, aunque humilde y pobre, se le reconocerán sus bondades. La palangana ya está también entre las estulticias comunistas en Cuba, y como prueba de nuestra pobreza. La palangana podrá simular que es el mar que recibió el cuerpo inerte de Camilo, simular que es río y mar, pero no es río y tampoco es mar. La palangana no recibió nuestros cuerpos amados, nuestros cuerpos inertes. La palangana es otra de nuestras grandes mentiras, una de nuestras peores falacias.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Camilo Cienfuegos, el misterio de su desaparición

Camilo Cienfuegos, Cuba, Desaparición

LAS TUNAS, Cuba. ─ La desaparición de Camilo Cienfuegos cumple 62 años en el más absoluto misterio. A bordo de un Cessna 310 C, y solo acompañado por el piloto y un ayudante, Camilo partió del aeropuerto de Camagüey a las seis y un minuto de la tarde del 28 de octubre de 1959. Debió arribar a La Habana dos horas y media después, pero nunca llegó.

La noticia de la desaparición del más popular comandante de la todavía creíble revolución cubana no fue hecha pública hasta pasadas 36 horas del suceso ─en la edición del 30 de octubre del periódico Revolución─ a través de un parte oficial del comandante Juan Almeida, entonces jefe de la Fuerza Aérea.

Camilo entró a La Habana el mismo 1ro de enero de 1959, tras la huida del dictador Fulgencio Batista. A su arribo a la capital, ocho días después, en la emblemática fotografía del triunfo del Ejército Rebelde Fidel Castro tiene a su derecha a Camilo y a su izquierda al comandante Huber Matos. Sin embargo, antes de concluir 1959, ya Huber Matos cumplía 20 años de cárcel por lo que Castro llamó “conspiración contrarrevolucionaria”, mientras que Camilo Cienfuegos desaparecía misteriosamente.

En un informe del entonces jefe de contraespionaje comandante Manuel Piñeiro, reseñado por Carlos Franqui en su libro Camilo Cienfuegos, el héroe desaparecido, dice que Camilo “era la figura más popular”, que estaba por la unidad, pero “no solo de revolucionarios y marxistas, sino por una unidad que incluyera a todos”. ¿62 años después, esa unidad no es lo que se propone el grupo Archipiélago con la Marcha Cívica por el Cambio? ¿Sería esta, la verdadera unidad de todos los cubanos y no sólo la de unos pocos, la “conspiración” que Fidel y Raúl Castro no se atrevieron imputar a Camilo como sí hicieron con Huber Matos?

La desaparición del Cessna 310 donde viajaba Camilo fue atribuida a un presumible accidente a causa del mal tiempo. Pero el parte meteorológico del Observatorio Nacional informó de un tiempo normal en todo el archipiélago cubano. Corroboraban el pronóstico meteorológico los testimonios de oficiales del mercante español Virginia de Churruca, que, volando en condiciones de “buen tiempo”, decían haber visto entre Cayo Francés y Cayo Fragoso un avión del mismo tipo y colores (blanco y rojo) que el de Camilo aquel día.

“De haber sufrido en tierra algún accidente el avión, es decir, de encontrarse en cualquiera de estos cayos o en el territorio (nacional), con las búsquedas que se han hecho, ¿creen ustedes que ya hubiera aparecido?”, preguntó Fidel Castro a pilotos en comparecencia televisada a raíz de la desaparición de Camilo.

“Seguro que sí”, respondió un piloto

Acerca de los detalles de la búsqueda realizada tras la desaparición de Camilo y sus compañeros de viaje, un piloto participante dijo: “Se registró todo el norte de Las Bahamas, las islas Andrews, desde Cayo Hueso, todos los cayos, hasta la Isla Inawa, la registró la Fuerza Aérea Norteamericana, que quiso cooperar con nosotros. Las Islas Andrews las registró la Fuerza Aérea (de Estados Unidos) y también registramos al sur hasta Gran Caimán (…) y se registró minuciosamente la Ciénaga de Zapata y el Escambray”.

Pese a esa intensa exploración de varios días, en la que además de cubanos participaron fuerzas y medios de los Estados Unidos, no apareció “ni una mancha de aceite en el agua”, comentaría un integrante de aquella infructuosa búsqueda del Cessna 310 C en que viajaba Camilo Cienfuegos con otros dos tripulantes.

El avión donde viajaba Camilo de Camagüey a La Habana, trayecto en el que emplearía unas dos horas y media, solo contaba con combustible para escasamente unas tres horas de vuelo, según fuentes oficiales, luego, no podría ir mucho más allá que ese escaso trayecto predeterminado por sus tanques de combustible y su velocidad de crucero: 242 millas por hora.

“Se registró todo el norte de Las Bahamas, las islas Andrews, desde Cayo Hueso, todos los cayos, hasta la Isla Inawa, la registró la Fuerza Aérea Norteamericana, que quiso cooperar con nosotros. Las Islas Andrews las registró la Fuerza Aérea (de Estados Unidos) y también registramos al sur hasta Gran Caimán (…) y se registró minuciosamente la Ciénaga de Zapata y el Escambray”.

Quince años antes de la desaparición de Camilo Cienfuegos, en un lugar todavía hoy desconocido, aunque presumible, dado su corredor de vuelo aquel día, desapareció otro hombre famoso en el Mar Mediterráneo. La profundidad media del Mediterráneo es de 1 370 metros.

Como el de Camilo, el cadáver del escritor Antoine Saint-Exupéry no ha podido ser encontrado, al menos, identificado. Pero 54 años después de la desaparición de Saint-Exupéry a bordo de un avión P-38 el 31 de julio de 1944, un pescador encontró en 1998 una manilla de plata con el nombre del aviador que escribía libros y con el nombre de Consuelo, su esposa.

Dos años después, en el 2000, cerca de donde apareció el brazalete de Saint-Exupéry, un buzo encontró restos de un avión esparcidos en el fondo del mar. Examinados por el Departamento de Arqueología Subacuática, en abril de 2004 fue autenticado que, en verdad, aquellos vestigios pertenecían al P-38 F-5B pilotado por Saint-Exupéry en el momento de su desaparición.

Pero de Camilo Cienfuegos, de sus dos compañeros a bordo y del Cessna, 62 años después no ha aparecido absolutamente nada. Más de medio siglo después, los cubanos aún no hemos podido descifrar la desaparición de Camilo Cienfuegos. Y, salvo en 2020 por razones del COVID-19, año tras año, cada 28 de octubre, los maestros sacan los niños de las escuelas y los trabajadores dejan de acudir a sus fábricas llevando flores ─cual manadas de patitos en plumón─ a ríos, arroyos, canales, zanjas, lagunas y charcas; y por supuesto, si la ciudad, pueblo, villorrio o caserío es costanero, allá van todos, hombres, mujeres y niños, conducidos por maestros o administradores a orilla del mar, a echar flores, cual si el más prosaico de los espejos de agua sirviera de lápida marmórea de una tumba cierta.

Cual repetición de bautismo, los cubanos se hacen adultos llevando flores al agua. Pero, pasada la infancia, comprenden la inutilidad de esas ofrendas. Más por instinto de conservación que por condición gregaria, prosiguen ese peregrinar, aunque no verbalicen la pregunta que llevan dentro: “¿Dónde está Camilo?” Y a los que se atreven a verbalizar esa interrogante sospechosa, inmediatamente, son tachados de “contrarrevolucionarios” o de “mercenarios” vendidos al imperialismo yanqui, como ahora pretenden tachar a quienes se proponen marchar por sus derechos, o, sencillamente, porque así entienden hacerlo.

Apropósito de esa reiterada interrogante: “¿Dónde está Camilo?”, que se han formulado no pocos cubanos en 62 años, Carlos Franqui dice en Camilo, el héroe desaparecido: “Si en 1959 todavía era posible creer en la palabra de Castro, después de esa larga fila saturnal (la de los encarcelados, desaparecidos, fusilados, suicidados o muertos sospechosamente) que incluye a figuras distinguidas, desaparecidas de la Revolución, el misterio de la desaparición de Camilo Cienfuegos se vuelve acusador”.

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El General Presidente le tiene miedo al Camagüey. ¿Por qué?

Recorrió Raúl Castro la empresa militar industrial de Camagüey. (Estudios Revolución)

ESTADOS UNIDOS.- Con motivo de la visita de Raúl Castro a Camagüey el miércoles de la semana pasada, desde el lunes previo varios opositores y periodistas independientes fueron obligados a permanecer en sus casas, a manera de prisión domiciliaria. También fueron sacados de las vías públicas trabajadores por cuenta propia y vendedores ambulantes.

La única explicación que recibieron algunos de los afectados es que se trataba de una visita de “alto nivel”.

No es lógico suponer que estos opositores, periodistas y vendedores ambulantes fueran a realizar un atentado a Raúl o algo por el estilo, dado el control total que hay en Cuba, además de que hace ya muchos años la oposición asumió la vía pacífica.

Otra explicación aparente es que el régimen del General quiere mostrar una imagen de tranquilidad en la población que no es real, tal y como se demostró en esta ocasión.

Si el gobierno confiara en el pueblo no tendría por qué montar esos dispositivos, y en todo caso pudo hacerlo moderadamente y dirigido a eventuales peligros más o menos objetivos contra la vida del mandante.

¿Qué podría provenir de los “objetivos” del operativo: opositores pacíficos, periodistas independientes y vendedores ambulantes, que generara tanto despliegue?

Algunos gritos o carteles contra la dictadura. Alguna pregunta incómoda de un periodista que lograra acercársele. Un reclamo público de algún arriesgado carretillero que no soporta los altos impuestos. Otro Llorente que agite una bandera de EEUU en símbolo de amistad hacia ese país.

Si un gobierno no puede admitir estas mínimas manifestaciones de desacuerdo está indicando muy claramente su carácter represivo, su inseguridad, su excesivo celo y su falta de tacto político.

Entonces, ¿son tan brutos o hay otra explicación?

Claramente esto es una demostración de que el mismo Raúl es consciente de su falta de popularidad en esa provincia. El Camagüey agrícola y ganadero fue una de las regiones más devastada por las políticas agropecuarias de los Castro, y especialmente por la primera y segunda Ley de Reforma Agraria y la Brigada “Che Guevara”, que convirtieron vastas regiones productores de ganado, caña y frutales en desiertos y marabuzales.

Pero los campesinos camagüeyanos, vulnerando todos los obstáculos interpuestos por el castrismo, son hoy los principales suministradores de queso a las pizzerías, cafeterías y restaurantes que surgieron y crecieron al calor de la apertura limitada al trabajo privado. Han demostrado de lo que son capaces.

Ese amplio despliegue de seguridad es un claro indicativo de que el General siente algún temor particular, especial, en relación con el pueblo camagüeyano, pues ese tipo de control tan estricto rara vez se ha presentado en otras visitas de Raúl Castro a otras ciudades.

Sí, hay más. Raúl tiene otras razones para temer al pueblo camagüeyano.

La tierra del Mayor nunca fue amante del castrismo. Fue desde allí donde el Comandante Huber Matos escribió a Fidel dos cartas denunciando la penetración “comunista” y solicitando se le aceptara la renuncia que le fue negada, y por las cuales fue acusado de traidor.

Los camagüeyanos no olvidan que en aquellos días convulsos de octubre de 1959. El regimiento bajo las órdenes de Huber Matos que le había jurado fidelidad, no se prestó a la provocación de enfrentarlo a Camilo, lo cual hubiera generado un baño de sangre y le hubiera permitido a Fidel acusar a Huber Matos de sedición, como al parecer era su intención.

Camilo y Huber eran muy amigos y ya habían hablado del problema “comunista”.

Tampoco los camagüeyanos olvidan que violando la Jefatura del Ejército Rebelde que ostentaba Camilo, Raúl Castro fue nombrado Ministro de las FAR en días previos, el 16 de Octubre de 1959, en lo que fue un golpe bajo al más popular y carismático líder de aquella contienda.

Según testimonio del Comandante Huber Matos, cuando Camilo fue a reunirse con él, habló con Fidel desde el cuartel y le dijo que estaba cometiendo una injusticia, pues allí no había ninguna sublevación a la que, supuestamente, debía sofocar.

Fidel, al parecer insatisfecho con la gestión de Camilo se dirige a Camagüey y es quien y manda a coger preso a Huber Matos y lo envía para La Habana. Camilo va hacia Santiago de Cuba y regresa días después a Camagüey. Según diferentes versiones sale el 28 para La Habana y desaparece, nunca se supo si entre las olas del mar o las nubes del cielo.

Para los camagüeyanos quedó el gesto de Huber de evitar la confrontación. Él sabía los peligros a los que se exponía el proceso revolucionario iniciado con la caída de Batista y no quería dar pretextos a la aceleración de la estrategia de Fidel de destruir las fuerzas democráticas dentro de la Revolución.

Todos aquello sucesos fueron recibidos por la mayoría de los camagüeyanos con sorpresa e incredulidad. Huber Matos era respetado en la provincia y aunque llevó a cabo los planes de la Revolución, no apoyó el odio que se estaba tratando de crear entre las clases sociales, la provincia bajo su mando fue la de menos fusilamientos e incluso tuvo que ir a la radio a defender unos soldados de Batista acusados de crímenes cuando, en realidad, habían actuando dentro de las leyes de la guerra.

Los fantasmas de Huber y Camilo junto a aquellos hechos, son las causas reales del miedo escondido de Raúl Castro al pueblo de Camagüey. La verdadera explicación de ese operativo contra los camagüeyanos.

(Pedro Campos, periodista residente en Cuba, se encuentra de visita en Estados Unidos)



¿Desapareció o lo desaparecieron?

camilo

SANTIAGO DE CUBA, Cuba.- El primer titular del noticiero de la noche de la televisión privada de la familia Castro -Única televisión permitida en nuestro país-, el 28 de octubre del presente año, fue: ¨Rinden los cubanos homenaje a Camilo Cienfuegos en el aniversario 57 de su desaparición física¨. Luego vimos a dirigentes, militares, trabajadores y estudiantes, todos al servicio de la familia dueña de la televisión y de todo en Cuba -cuando unos pocos son dueños de todo, los demás no son dueños ni de sus vidas-, echar flores al mar o ríos en homenaje al valiente y querido guerrillero. Lázaro Expósito, Secretario del PCC en la provincia Santiago de Cuba, y su séquito, depositaron sus flores en la contaminada bahía santiaguera.

¿Desapareció Camilo en el mar? ¿O Fidel Castro lo hizo desaparecer?  A muchos cubanos les parece más creíble la segunda opción. Mi padre, Daniel Ferrer, luchó en la Columna 9, comandada por Huber Matos, y, estando yo aún en la escuela primaria, me decía que Camilo no había caído en el mar, que eso era un cuento. Nunca nos explicó por qué lo afirmaba. Como desde niño nunca me ha gustado que me engañen o que me utilicen, desde el 5to grado en adelante nunca más “eché flores a Camilo”. Nada se ha encontrado de la avioneta supuestamente caída al mar. ¿Necesitaremos un buzo como el que encontró los restos del avión de Antoine de Saint-Exupéry?

Si Camilo era -pienso que sí-, el hombre valiente, inteligente y sincero que luchó por devolver la democracia al pueblo cubano -la inmensa mayoría de los que lucharon contra Batista creían que luchaban por reinstaurar la Constitución de 1940, nunca imaginaron que estaban luchando para que una familia se adueñara de toda la nación-, es lógico pensar que al notar el nefasto camino por donde los Castro empujaban la Revolución, debe haber expresado su inconformidad, o por lo menos Fidel y Raúl deben haber imaginado que no sería fácil de manipular y, en ambos casos decidieron desaparecerlo. Y si así fue, bien merece flores, respeto, admiración, y justicia. Pero no que participemos de la farsa castrista de echarle flores en el mar.

Si, al contrario -pienso que no-, Camilo era otro dócil instrumento en manos del Stalin de Birán, siempre dispuesto a cumplir órdenes, aunque esas órdenes convirtieran a su patria en una nación esclava, y que en verdad desapareció en un accidente aéreo en el mar luego de detener a Huber Matos, entonces es lo mejor que le pudo pasar. Así murió limpio, sin cargar sobre sus hombros los graves y continuos crímenes que luego ha protagonizado la tiranía. Si así fuera, no merece ni flores, ni admiración.

Pero creo que sí merece flores, respeto, admiración y justicia. Por eso no le llevo flores al mar. Un día sabremos dónde se encuentran sus restos. No sé por qué, cuando se habla de Camilo, de otros colegas y víctimas de los Castro, incluyendo hasta al comunista argentino que tantos cubanos fusiló en la Cabaña, recuerdo a Lev Trotski, Serguei Kírov, Lev Kámenev y Grigori Zinóviev, entre otras víctimas de las purgas de Iósif Stalin.

Se dice que no hay pruebas de que Stalin ordenase asesinar a Kírov, tampoco de que Fidel haya desaparecido a Camilo. Lo cierto es que a Stalin no le gustaba que le hiciesen sombra y los Castro aún privan del Sol a cualquiera que les resulte, aunque mínimamente, rebelde. Kírov y Camilo resultaban camaradas molestos. Los que todo lo quieren hacen de todo para controlarlo todo y luego acomodan toda la historia como mejor les conviene. Pero, cuando Stalin, no existía Internet.




La hélice de la avioneta de Camilo Cienfuegos, ¿misteriosa memorabilia o estafa?

Hélice que exhibe el Museo Nacional Camilo Cienfuegos, en Yaguajay (radiosanctispiritus.cu)
Hélice que exhibe el Museo Nacional Camilo Cienfuegos, en Yaguajay (radiosanctispiritus.cu)

MIAMI, Estados Unidos.- El héroe del sombrero alón falleció el 28 de octubre de 1959 en un accidente aéreo del que nunca aparecieron restos. Es por eso que ese día, ya sea por tradición, o quizás como sincera demostración de tributo, los cubanos lanzan flores al mar, ríos, embalses, charcas y lagunas que existen por toda la isla; pero el Museo Nacional Camilo Cienfuegos, erigido en el espirituano poblado de Yaguajay, muestra entre su colección una pieza que agrega desconfianza y reparo a la polémica muerte de tan enigmático líder: la presunta hélice del avión que nunca se pudo encontrar.

De niño siempre escuché que Camilo era un hombre querido y muy popular; por ello, cuando se perdió en el mar, toda Cuba se movilizó en su búsqueda pero nada, ni rastro alguno de él, ni del avión.

Al Señor de la Vanguardia, hombre humilde, sastre de oficio, y uno de los 81 hombres con que Fidel Castro desembarcó del yate Granma en diciembre de 1956, se le recuerda además como el pilar más carismático de la revolución cubana. Las circunstancias de su muerte continúan generando controversia debido a los, todavía hoy, no aclarados misterios que la rodean.

La hélice de este avión que – según dicen y yo repito por falta de pruebas – nunca se pudo encontrar, se exhibe en la plazoleta del museo de Yaguajay. Particularidad que sin dudas destroza la historia de los acontecimientos tal y como nos contaron por años.

Si el avión bimotor Cessna 310 FAR-53, en el que volaban Camilo y el piloto Luciano Fariñas, se perdió mientras retornaba de Camagüey hacia La Habana, a causa de un potente mal tiempo provocado por una tormenta que avanzaba desde el sur, ¿cómo – según se muestra en esta foto – a la entrada del museo hay una hélice doblada y una placa que indica, se puede leer perfectamente, “Restos de la avioneta”?

No me gusta especular, los museos deben ser confiables, son como un templo de culto donde se colectan, conservan y exponen historias (o parte de ellas) que luego han de ser cultivadas en el visitante curioso. Pero salta el segundo detalle, la hélice expuesta en el museo de Yaguajay, pertenece a un motor radial que no corresponde con las aspas del Cessna 310.

Y por si fuera poco, el enigma se complica cuando al visitar el “Complejo Histórico Comandante Camilo Cienfuegos”, los guías, cual soldados entrenados, repiten, al mejor estilo cacatúa, lo que dice ECURED, el proyecto de enciclopedia en red del gobierno cubano: son restos de la avioneta enviada por el Che.

Entonces, es justo preguntar ¿quién nos dice mentiras? O lo que es mejor, ¿por qué nos ocultan la verdad?

(Publicado originalmente en Martí Noticias)




Más de medio siglo sin buscar a Camilo

(Foto: Tania Díaz)
(Foto: Tania Díaz)

LA HABANA, Cuba.- Es lógico pensar que la muerte de Camilo Cienfuegos, el tan querido y popular Comandante de la Sierra Maestra, pudo ser consecuencia de una extraña maniobra empleada por el alto mando político de aquellos meses turbulentos y locos de 1959.

En más de medio siglo transcurrido, jamás se ha hecho un trabajo de rescate de los restos del avión que cayó al mar, el 28 de octubre de 1959, con el joven guerrillero y sus dos acompañantes.

Sin embargo, la prensa gubernamental, sobre todo el periódico Granma, ha destacado numerosas tareas arqueológicas subacuáticas, llevadas a cabo en las aguas del archipiélago cubano, por especialistas de instituciones científicas.

En 2010, un grupo de arqueólogos de la Oficina del Historiador de la Ciudad encontró un valioso tesoro en las profundidades de la bahía de La Habana: 500 toneladas de losas de cerámica que transportaba un barco español en 1909.

En 2012, la National Geographic Society galardonó por primera vez al arqueólogo cubano Daniel Torres Etayo, con el Premio Emerging Explorer, al descubrir los restos de un barco enterrado en arenas cubanas, que arribó a la Isla 500 años antes que Cristóbal Colón descubriese América.

En 2013, de nuevo el equipo de arqueología subacuática de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana descubrió otro tesoro, compuesto de vajillas de loza, porcelana inglesa, lámparas, instrumentos de navegación y otros, perteneciente a un buque construido en Nueva York en 1805 y hundido en las aguas cubanas de Santa Cruz del Norte en 1814.

Por último, otro hallazgo arqueológico ocurrió el 22 de agosto de 2014, cuando un grupo de pescadores en Puerto Esperanza, municipio de Viñales, Pinar del Río, encontraron numerosas piezas de gran valor histórico, pertenecientes a un barco hundido en el siglo XVII ó XVIII.

El avión tipo Cessna, con dos motores, de color rojo y blanco, donde viajaba Camilo con el primer teniente Luciano Fariñas, un experto piloto con más de1 500 horas de vuelo en Cessnas, nunca ha sido buscado con tecnologías especializadas de los últimos años.

¿Es que encontrar sus restos significaría cambiar la historia de la Revolución Cubana?

¿O es que no se buscan sus rastros porque el avión de Camilo nunca existió? Y si el avión no existió, puesto que no se busca, ¿por qué ese espectáculo macabro de llevar a los niños a que lancen flores al mar, donde no murió Camilo?

La hipótesis hecha en 2001 por el prestigioso periodista Carlos Franqui y publicada en su libro Camilo Cienfuegos, nunca ha sido respondida y aclarada en Cuba.

Mucho menos ha sido aclarado por qué el Che Guevara cuenta en su diario cómo estaba abandonado, sin comunicaciones, sin envíos de refuerzo, ni de rescates, a pesar de los miles de guerrilleros preparados en los campamentos castristas de La Habana.

Preguntas que siempre han quedado en el aire, gracias a un silencio de años por parte de la dictadura cubana.

En el discurso de Fidel Castro, para anunciar la muerte de Camilo, expresó: “Han tratado de insinuar canallescamente, vamos a sacar a relucir las bolas y todas las cosas que se quieran porque en definitiva nosotros no tenemos nada que ocultar, nos hemos acreditado suficientemente ante el pueblo de haberle dicho siempre la verdad”.

Pero las bolas han persistido, sobre todo en el pueblo. Jamás se ha hecho lo necesario para que las nebulosas desaparezcan.

El misterioso fantasma de Camilo Cienfuegos espera por la verdad.




El día en que Camilo se cortó la barba

(foto de Tania Díaz Castro)
“Sólo recorté y guardé la figura de Camilo, todavía con barba, cabellos largos y su sombrerón tejano de alas anchas” (foto de Tania Díaz Castro)

LA HABANA, Cuba – Como nadie es culpable hasta que no se demuestre lo contrario, nunca he creído a pies juntillas que a Camilo Cienfuegos lo mató la Revolución, a través de algún gran mandatario.

Pero hay hechos que llaman mucho la atención, ocurridos durante los meses que vivió “el héroe de Yaguajay”, a partir de enero de 1959, hasta desaparecer el 28 de octubre de ese año. Uno de ellos pudo ser cuando alguien de su confianza le dijo que en el gobierno se había desatado una lucha por el poder.

Luego lo comprobó, y afrontó situaciones que jamás le pasaron por la mente. El 16 de octubre, doce días antes de su desaparición física, Fidel Castro suprimía el Ministerio de Defensa según la Ley No. 599. A ese ministerio pertenecía el Ejército Rebelde, bajo el mando de Camilo. Después de esa orden, quedaba Raúl Castro como jefe máximo del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR), según la Ley No. 600.

En aquellos momentos, ante el cambio brusco e inesperado para “el tercer hombre de la Revolución”, como le llamaban a Camilo, éste quedaba como un subordinado más al mando de Raúl Castro.

Nada fácil sería para el intrépido guerrillero acatar las primeras órdenes de Raúl, al ver que cientos de otros guerrilleros serranos, entre ellos hombres de su columna y algunos de su escolta, fueran licenciados y enviados a su lugar de origen. Mucho peor sería cumplir con la segunda decisión de Raúl, cuando ordenó que todos los rebeldes se cortaran el pelo y se afeitaran las barbas, pese a ser un símbolo de la guerra librada contra Batista.

Una anécdota es cierta, no porque la haya narrado el periodista Carlos Franqui en su libro, sino porque otros la han repetido: ocurrió cuando Camilo se presentó en el despacho de Raúl Castro para pedirle explicaciones sobre lo que estaba ocurriendo con los hombres de su guerrilla.

Fue una discusión violenta, típica de aquellos tiempos borrascosos. Raúl sacó su pistola ante los gritos de Camilo.

“Úsala pronto”, le dijo Camilo, “porque si no, te la voy a quitar”. Finalmente le quitó la pistola, la tiró al suelo y se marchó del lugar.

Por último, incómodo, en un arranque de protesta, ese mismo día entró a una barbería y se cortó su barba y su melena.

Carlos Franqui lo relata todo con pelos y señales. Recuerda que una tarde, frente a Fidel, Camilo exclamó: “Hay que escribir la historia, Fidel, porque un día tú estarás viejo y los viejos cuentan muchas mentiras, y no estará Camilo para decirte ‘vas mal, Fidel’”.

“¿Por qué nunca apareció flotando en el mar ni siquiera su sombrero de alas anchas?”, se pregunta Franqui, desconfiado.

Yo lo conocí un poco antes, a mis 19 años. Compartimos una mesa durante una cena en el Cabaret Tropicana. Aquel día, bien lo recuerdo, alguien me comentó, quejoso, que Camilo era punto fijo en ese lugar y que al final de la noche, ante los ojos de todos, se iba acompañado de las mujeres más bellas del cuerpo de baile de ese Cabaret.

La foto del grupo la guardé un tiempo. Ajena al valor que tendría hoy, me deshice de ella y sólo recorté y guardé la figura de Camilo, todavía con barba, cabellos largos y su sombrerón tejano de alas anchas.

Diez meses vivió Camilo, pudiéramos decir, de felicidad. Era, como se señaló en una “Mesa Redonda” del año 2000, no sólo un estratega militar, sino un hombre franco, optimista, siempre de buen humor, que vivió intensamente la vida, como si se le fuera a acabar temprano.

Jorge Enrique Mendoza, director de Granma durante veinte años, recordó unas palabras suyas: “Qué equivocados están los fatuos que se creen que los aplausos y los saludos del pueblo son para ellos. Yo contesto a todos con gran cariño, porque sé que no me saludan a mí sino a la Revolución”. Y Osmín Fernández, su jefe de despacho,  recuerda que “luchó por la unidad, no sólo en sus más de cuarenta discursos, sino sobre todo en su accionar cotidiano”.

El “meteoro que fue Camilo” está en un lugar del mar, un lugar donde todavía no ha sido buscado. Algún día, estoy segura, lo encontrarán.




¿Vamos bien, (esbirro) Camilo?

LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Edelmis Rodríguez Lobaina supo desde un principio lo difícil que es ser un defensor de los derechos humanos en Cuba, y lo espinoso que resulta tomar el liderazgo de una organización contestataria. Este año, en particular, ha sido fatal para él.

Como chofer de ómnibus urbanos, primero fue sometido a un castigo de quince días sin empleo y sin salario, porque se negó a firmar un supuesto edicto del ministro del transporte, el cual obliga a los choferes a pagar el sobreconsumo de combustible, a razón de 26,40 por cada litro de gasoil extra.

Edelmis considera que tal sobreconsumo se debe al desgaste mecánico de los viejos ómnibus, a la no realización en tiempo del cambio de los neumáticos y de inyectores, y a los mantenimientos inadecuados, responsabilidades de la administración que se achacan a los choferes.

El segundo castigo llegó un día en que el ómnibus se rompió durante el recorrido y debió ser traído a remolque para la terminal, por una grúa. Según la administración, Edelmis violó la normativa que prohíbe el acceso de los choferes a la zona del parqueo. Luego, la tercera medida disciplinaria sería de seis meses suspendido de su puesto de trabajo, con un tercio menos de salario, debido a que un inspector, sin poseer el reloj reglamentario, notificó que iba con 8 minutos de adelanto.

Pero mucho más grave que cualquier falta o indisciplina laboral, es considerada por las autoridades del régimen una actitud política contestataria. Así que más peligroso para Edelmis que todos los presuntos errores por los que había sido sancionado, fue convocar a la celebración pública del día mundial de los derechos humanos, el pasado10 de diciembre. Sin embargo, él, como presidente del movimiento Municipios de Cuba, decidió asumir esa responsabilidad y sus consecuencias.

El sábado 8 de diciembre, a las 6 de la tarde, tres oficiales de la policía política irrumpieron en su casa, en el barrio capitalino de Santos Suarez. Lo sacaron esposado delante de sus dos hijos, uno de 11 años y el otro de 13, y fue conducido en el auto patrullero.

A cinco cuadras de su vivienda, en el parque Santos Suarez, se detuvieron, y sentándolo en un banco, el ya “legendario” oficial llamado Camilo le advirtió en tono amenazante que estaba a punto de ir a prisión. Luego, siguiendo el ritual represivo, Camilo llamó por su móvil, al parecer a un superior, y dijo: “El objetivo está controlado, lo tengo aquí, pero está renuente”. Inmediatamente, volvieron a introducirlo en el auto patrullero y fue llevado a una oficina cerca del Sector de la Policía, donde persistirían en chantajearlo.

Camilo le espetó: “Yo tengo suficientes pruebas para procesarte, pero además tengo videos donde se te ve robando el dinero de la recaudación en la guagua, y tengo fotos que si tu mujer las ve, te botaría de su casa, así que perderás tu matrimonio y tendrás que volver para Baracoa”. El interrogatorio y las amenazas duraron unas horas, y las marcas de las esposas bien apretadas, unos cuantos días.

Al día siguiente, a las 10 de la mañana, se repitieron las mismas escenas. Esta vez fue detenido junto al activista Ormeste Bosque Álvarez, sacado a empujones de su casa y conducido hasta la estación de policía en Aguilera y Lugareño. Allí, nuevamente sería interrogado por el esbirro que se hace llamar Camilo, quien, con desbordante soberbia, le amenazó, advirtiéndole que si aparecía una proclama o una declaración de los derechos humanos en el parque Villalón (para donde había convocado Edelmis), terminaría sus días en la calle.

Dos horas más tarde, lo trasladaron a la estación policial del Cerro, y de ahí para la estación del Cotorro, donde permaneció durante más de un día en el calabozo, en compañía de muchos otros activistas. La estación estaba llena de activistas, uno vomitaba, con dolores de cabeza y con fiebre, debido a que padecía el dengue.

¿Cuánto combustible despilfarra la policía política tratando de frenar el inevitable proceso democratizador? Eso sin contar la segura posibilidad de que existan policías corruptos que en vez de reportar que realizaron mil viajes transportando activistas, dupliquen la cifra, y así justifican el combustible que roban para gastar en sus vacilones.

Como empleado de la empresa de ómnibus urbanos, Adelmis denuncia que para mantenerse trabajando, los choferes muchas veces deben pagar las piezas y los arreglos de los ómnibus de sus propios bolsillos, siendo los ómnibus propiedad del Estado.

Con la colecturía del dinero sucede parecido. Si el chofer no cumple con la recaudación estipulada en el día, puede ser sancionado o expulsado. El menudo de las alcancías lo meten en un depósito, hasta que llega el auto colector, un vehículo panel no específico para transportar dinero, perteneciente a la agencia de seguridad y protección. En el centro colector de La Habana, lo cuentan y envían la cifra a la terminal. A veces los choferes estan seguros de que su recaudación era mayor que la reportada, se quejan, pero es inútil. “El dinero se pierde por el camino”, asegura Edelmis.

Si al chofer se le acaba el mes y no puede cumplir con el plan de recaudación (plan que varía de acuerdo con el recorrido, la frecuencia y el horario en que se efectúan los viajes), entonces no faltará un económico en las terminales, quien, por diez cuc, resuelva ese problema quitándole dinero a los más destacados y apuntándoselo al posible incumplidor.

En cuanto a la represión policial, en el caso de Edelmis llega a toda la familia. Hace poco, a su cuñado le echaron por debajo de la puerta una pequeña nota, en la que se leía: “Mijaíl, te escribe Camilo el de la Seguridad. Tengo que verte urgente. Escríbeme si Edelmis está en casa, de no estar, averigua donde está. Recuerda que todo es secreto”.

A pesar de todo, Edelmis recurrió al buen humor, enviando este mensaje de repuesta al represor: “¡Vamos bien Camilo!”, en irónica alusión a la frase con que Fidel Castro se congraciaba con el público, en los años 60, al preguntarle al muy popular comandante Camilo Cienfuegos si sus discursos estaban bien encaminados.

La diferencia que hay entre aquel Camilo, legendario guerrillero, y este Camilo, un aborrecible sicario, más que a risa, mueve a lástima por el rumbo que tomó de la revolución.




Lucy y Camilo Cienfuegos

LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.oeg -Le gusta nombrarse simplemente Lucy. Tiene ochenta años de edad, la piel del color del café con leche claro y los ojos verdes más lindos que he visto en mi vida. No parece que se refiere a un amor tan lejano cuando nos cuenta de su romance con el comandante Camilo Cienfuegos, aquel legendario guerrillero de la Sierra Maestra que hizo historia en Cuba.

“Lo de nosotros fue un flechazo a primera vista –cuenta Lucy-, me quedé como boba cuando lo vi, no por el traje del Ejército Rebelde, ni por sus grados de comandante. Aquel muchacho alto, delgado, de sonrisa contagiosa y porte muy viril, tenía un gran poder de seducción”.

Esta anciana, vecina del municipio Playa, en La Habana, comenzó a recordar su relación con Camilo, como si todo hubiera ocurrido ayer por la tarde:

“¿A qué hora terminas de trabajar?, me preguntó Camilo, sonriente, sin que antes mediara palabra alguna entre nosotros. Me gustó su forma. No sé si porque tenía voz de mando o porque lo hizo con la mayor naturalidad del mundo. Casi sin aliento, como una subordinada, le respondí que a las seis de la tarde. Y entonces le escuché decir, seguro de sí mismo: Espérame, que vengo a buscarte”.

Por entonces Lucy trabajaba en un bar muy concurrido del corazón habanero, situado en la esquina de San Rafael e Industria, en los bajos de un edificio que ya no existe, porque se derrumbó. Allí, por los años cincuenta, se vendían los mejores sándwiches de jamón con queso. Ella tenía 25 años y era una mujer muy agraciada. Asegura que tenía más enamorados que pelos en la cabeza.

“Lo que me trastornó fue tu cuerpo espectacular, me dijo Camilo, cuando estuvimos por primera vez en la intimidad. Estás más rica que los sándwiches que vendes”.

Según Lucy, Camilo era un joven muy fogoso, muy ardiente. Dice que hacía el amor como si fuera a morir al día siguiente: “En una ocasión, bien que lo recuerdo, ni tiempo tuvo para quitarse las botas. Me hizo reír aquella noche, porque me dijo: Hacer el amor es como morirse, y quiero abandonar este mundo con las botas puestas”.

Fue un romance breve, pero intenso. Lucy no puede precisar la fecha exacta en que tuvo lugar. Pero recuerda otros detalles mucho más importantes para ella: “En varias ocasiones estuvimos en apartamentos prestados por amigos suyos. Camilo era tremendo, un típico jodedor cubano, y yo una muchacha que se enamoraba como una tonta. No creo que yo haya sido la única mujer que tuvo por aquellos meses, en el torbellino que se vivió durante el primer año de la Revolución. Todos lo admiraban; y su faceta de seductor, su mirada pícara y limpia, como si no ocultara nada malo en la vida, atraía sobre todo a las mujeres”.

¨Llegaba por las noches al bar –sigue rememorando Lucy-, se sentaba, ponía una pierna sobre la otra, y, con su particular manera de sonreír, disfrutaba del espectáculo de las mujeres que se le acercaban casi histéricas, a besarlo, a tocarle los cabellos y a insinuárseles. Camilo no paraba de sonreír a todas y yo me moría de celos”.

Hace una pausa. Se quita los espejuelos, pasa los dedos por sus ojos húmedos y vuelve con sus recuerdos:

¨Su muerte, en octubre de ese mismo año, sorprendió a todos. Pero creo que a mí no, porque lo vi vivir con un frenesí poco común, como si presintiera el final, como si quisiera aprovechar cada minuto de la vida que le quedaba”.

Y concluye:

¨Sí, he oído decir que su muerte ocurrió en circunstancias aún no claras. Sobre eso no podría opinar. Quién soy yo para opinar. Pero sinceramente, me gustaría que descubrieran los restos de su avión en el fondo del mar. Así, todo se aclararía para siempre. No creo que sea más difícil que encontrar la Atlántida, y muy cerca de Cuba, como me dijeron que ocurrió hace poco”.