El valor de la basura en tiempos de coronavirus


HOLGUIN, Cuba. – Enfermar de coronavirus es un riesgo latente en el día a día de Euclides y Merardo, quienes se ganan la vida recorriendo la ciudad de Holguín en busca de latas y botellas vacías de cervezas y refrescos, y otros desechos que luego venden en las casas de compra de materias primas.
Hurgar en los basureros es una de las pocas opciones de los holguineros para esquivar a duras penas la difícil situación económica agravada por la COVID-19. Aunque la pandemia ha dificultado esta labor, cada vez son más los lugareños que buscan en los desechos para sobrevivir.
Euclides y Merardo aseguran que las medidas sanitarias para combatir el coronavirus también afectaron su negocio.
La escasez de latas y botellas vacías ha hecho que el trayecto sea más largo y agotador. Escudriñan resquicios o basureros citadinos, aunque prefieren las cajas para la recolección de desechos sólidos del sistema Ampliroll. “Aquí hay más posibilidades de hallar lo que buscamos”, dice Merardo.
Ambos son conocidos popularmente como “buzos”, “leoneros” o “tanqueros”, términos despectivos para una clase de trabajadores que, si bien existían antes de la pandemia, tras la llegada de la COVID-19 han crecido notablemente.
Mucho antes del 11 de marzo, cuando se detectaron los primeros casos de coronavirus en la Isla, un estimado oficial cifró en más de 2000 las personas que buscaban desechos reutilizables en la basura como medio subsistencia, en Holguín.
“Aquí hay 600 puntos de recogida de basura y, por cada uno, encontramos de tres a cuatro personas. El número está entre 1600 y 2400. Aunque no es exacto, estamos dando un promedio”, detalló el doctor Eduardo Michel Serrano, director del Centro Municipal de Higiene y Epidemiología.
Actualmente, el recrudecimiento de la crisis económica por la nueva situación sanitaria podría duplicar las cifras oficiales.
“Hace cinco años recogemos latas y botellas y desde que comenzó el coronavirus vemos a más gente en esta labor”, comenta Euclides.
La reducción salarial del 40% fijada por el Ministerio de Trabajo y aplicada a las personas que deben quedarse en casa para evitar la propagación de la COVID-19, así como el creciente costo de la vida, ha llevado a muchos holguineros a realizar cualquier tipo de oficio para garantizar a duras penas el sustento familiar.
Entre ellos está Héctor (pidió cambiar su nombre para permanecer en el anonimato) quien, entre otras actividades, recolecta y vende latas vacías para “salir a flote”, tras la reducción de sus ingresos por el cierre del hotel donde trabajaba. “Parte del 60% del sueldo de mi esposa lo dedicamos a pagar un crédito, y también tenemos que mantener dos hijos”, detalla el holguinero.
Antes del coronavirus, el 80% de los cubanos ya sufría la situación de crisis económica, según un estudio independiente realizado a nivel nacional por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) entre el 20 de enero y el 10 de febrero de este año.
“Unos 2,6 millones de familias cubanas (66%) reciben menos de 2500 CUP (100 dólares) al mes y, de ellas, la mitad (1,3 millones), menos de 1000 CUP (40 dólares), lo cual significa que deben sobrevivir con 1,33 dólares o menos al día. Más del 40% de los entrevistados dice tener problemas para sobrevivir, y el 38% asegura que cuenta con lo suficiente sin comprar algo extra”, señala la encuesta resumida en el Segundo Informe sobre el Estado de los Derechos Sociales en Cuba.
Otra medida gubernamental asociada al enfrentamiento del nuevo coronavirus que ha mermado los niveles habituales de producción de desechos sólidos ha sido el cierre de los restaurantes, bares, cabarets y centros de recreación, donde antes se echaban a la basura grandes cantidades de latas y botellas. Actualmente, las bebidas enlatadas y embotelladas solo se venden en los centros comerciales estatales, bajo la condición de ser consumidas en casa.
“Camino mucho en busca de latas y botellas vacías. Desde que comenzó el coronavirus tengo más trabajo y menos ganancia”, se queja Carlucho, un asiduo recogedor de desechos en restaurantes privados y centros nocturnos. Abre su bolso y muestra 15 latas vacías, que encontró durante cinco horas de recorrido.
Además, la escasez de objetos “valiosos” en la basura y el aumento de los recolectores ha provocado conflictos que van desde disputas verbales a agresiones físicas entre quienes realizan esta labor.
“He visto discusiones que a veces terminan en piñazos, todo por un lugar con desechos o por latas vacías”, asegura Carlucho.
Al estilo de las bandas mafiosas, pequeños grupos de personas dominan lugares “estratégicos” donde solo ellos pueden manejar la basura. “Esos son los pandilleros que llenan un saco de latas vacías en dos días”, dice Carlucho.
Sin embargo, hurgar en los basureros entraña riesgos para la salud. “Esto desencadena enfermedades de la piel por contacto y enfermedades de tipo digestiva. Los que se dedican a esta actividad podrían padecer hepatitis, parasitismo intestinal y cólera, entre otros males porque están interactuando con el propio desecho”, comenta el doctor Serrano.
En un intento por disminuir la cantidad de personas que buscan en la basura, el Gobierno, a través de los inspectores de la Dirección Integral de Supervisión, ha recurrido sin éxito al Decreto-Ley 272 de 2001, que establece normas de higiene comunal y sus contravenciones.
El inciso o del artículo 18 especifica que “se impondrán multas al que remueva o extraiga desechos sólidos depositados en los recipientes destinados a la recogida de basura ubicados en la vía pública o en los vertederos correspondientes”.
Ante la incapacidad legal de erradicar a los llamados “buzos” y el incremento de personas que escarban en la basura, las autoridades han tratado de minimizar al asunto alegando que son “personas alcohólicas, que no tienen conductas normales y que padecen trastornos psiquiátricos”.
Por otro lado, el trabajo de los vendedores de materias primas no termina con la recolección. Al llegar a casa, lavan las botellas como lo exigen los compradores y aplastan las latas para aprovechar al máximo la capacidad del saco donde las transportan.
“Un saco lleno con latas bien aplastadas tiene un peso promedio de siete a 13 kilogramos”, asegura Gerardo mientras carga dos sacos llenos de latas recolectadas en cuatro días de búsqueda.
“Diez kilogramos son aproximadamente 720 latas que equivalen a 150 pesos”, detalla.
El listado de precios de la Empresa de Recuperación de Materias Primas (ERMP), con 25 casas de compra en la provincia (cuatro de ellas en la ciudad capital), fija el valor del kilogramo de latas en 15 pesos. Por su parte, el de acero-níquel cotiza a seis pesos y el de plástico a cinco.

A pesar de estar vigentes la mayoría de las 40 medidas gubernamentales para el enfrentamiento al nuevo coronavirus, la ERMP en Holguín ha mantenido las operaciones de compra de materias primas. Incluso, la empresa extendió el listado de productos que acepta e incluyó nuevos formatos de botellas con precios que van desde 60 centavos hasta 2,50 pesos la unidad.
Una decisión que, según Héctor, “estimularía a que más personas se expongan al coronavirus cuando salgan a la calle a recolectar botellas en los basureros”.
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