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Odio, descrédito y terrorismo (II)

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Bandera cubana colgada frente a la sede del Movimiento San Isidro (foto: Facebook Anamely Ramos)

LA HABANA, Cuba.- Todo parece indicar que de generación en generación se ha transmitido la historia de la noche de las 100 bombas, ya que es el suceso más conocido por la mayoría de los cubanos. Fue un acto terrorista llevado a cabo por el grupo de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, dirigido por Sergio González “El Curita”, quien, después de escapar de la prisión del Castillo del Príncipe, se dio a la tarea de organizar la acción para el 8 de noviembre de 1957, a las nueve de la noche, en la ciudad de La Habana. En la actualidad hay un parque que hace honor al apodo de este “mártir de la Revolución”. Ninguno de los disidentes del país puede ni siquiera compararse en sus acciones pacíficas, con este asesino.

También dentro de los cientos de miembros del Movimiento 26 de julio que ponían bombas en las más importantes ciudades del país, durante los años 1957 y 1958, estaba Enrique Hart Dávalos, quien trató incluso de volar el acueducto de Matanzas y resultó afectado él mismo al estallarle la dinamita. En estos momentos la dictadura otorga en su nombre premios como la Distinción Enrique Hart Dávalos a trabajadores del sector jurídico, en el Tribunal Supremo Popular.

Por su parte, una “heroína de la Revolución” es también considerada Cira García, tanto así que la dictadura bautizó una clínica con su nombre, pero en realidad era una terrorista que también se dedicaba a poner petardos en La Habana; al igual que Urselia Díaz Báez, que murió tratando de hacer estallar una bomba en el cine América, ubicado en la calle Galiano. Este teatro, el cual había querido explotar, hoy tiene una placa que la recuerda. Honor a una terrorista.

Fidel Castro no quería que las personas salieran a la calle, y por eso implantó el pánico con el lema “0 tres C”, que significaba: cero cine, cero compras, cero cabaret. Es por eso que el 1ro de enero de 1957 hicieron estallar una bomba en el Cabaret Tropicana, hecho en el que resultó herida la joven Magaly Martínez Arredondo, y los médicos tuvieron que amputarle un brazo.

Desde esa época ya existía odio contra todo aquel que tuviera dinero. El 23 de enero de 1957 explotaron una bomba frente a la residencia del colono Luciano Sampedro, situada en calle 8 y Séptima Avenida, en Miramar. Allí pereció Oliverio González Mesa, de 35 años, que era el cocinero de la casa. En el momento de la acción estaban dos niñas dentro de la vivienda, una de ellas ya es una persona de la tercera edad y dice que jamás olvidará esos momentos. El artefacto lo pusieron en un poste de la electricidad, y dejaron sin servicio a una parte del Reparto Miramar.

Una de las bombas que más dio de qué hablar, por haber sido puesta en un lugar muy conocido y visitado, fue la del Ten Cent de Galiano y San Rafael, el 5 de agosto de 1957, allí resultaron heridas de gravedad varias personas.

Sin embargo, la dictadura minimizó esta matanza de cubanos inocentes para llegar al poder, como si hubieran sido daños colaterales, el mismo discurso de la mafia. Sin embargo, por otro lado acusa de ser terroristas, sin prueba alguna, a los pacíficos defensores de los derechos humanos en el país.

Todo lo antes expuesto indica que el poder de la mal llamada “Revolución” se obtuvo a base de terrorismo urbano y de la guerrilla en la Sierra Maestra, no hubo una lucha pacífica como la que llevan a cabo los disidentes.

Relatar todos los eventos sangrientos que se ejecutaron en el país durante la época del Movimiento 26 de Julio da una idea de que el régimen quiere ver la viga en el ojo ajeno, porque sin lugar a dudas estar tildando de terroristas a personas que lo que hicieron fue leer poemas y libros es más que cruel.

Y el hecho de que estos disidentes no tengan una tribuna para defenderse lo hace muy injusto. Sí, internet existe para los cubanos en estos momentos, pero ¿cuántos tienen acceso a ella? Cuántos pudieran enterarse de la realidad del país de boca de estas personas que están siendo asediadas.

Los hechos siniestros relatados hasta aquí son una pequeña parte de lo que sucedió durante 1957 y 1958 en Cuba, algo que no consta en los libros de historia que la dictadura provee a los estudiantes de todos los niveles de enseñanza.

Después que este grupo totalitario se instaló en el poder, además de continuar con el terrorismo de Estado, instigó al pueblo al odio hacia todo aquello que no coincidiera con sus puntos de vista. Además, utilizaron, y utilizan, el descrédito tanto para los que disienten dentro del país como para todo el que levante su voz contra el régimen desde el exterior.

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Desalojan Plaza Carlos III por supuesta amenaza de bomba

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La Plaza Carlos III fue desalojada repentinamente este lunes por motivos aún por confirmar (foto tomada de www.skyscrapercity.com)

LA HABANA, Cuba – En la tarde de este lunes, la popular tienda habanera conocida como la “Plaza Carlos III” fue repentinamente cerrada al público y desalojada, por una supuesta amenaza de bomba.

Según personas presentes en el lugar, una alarma habría hecho que las autoridades vaciaran el céntrico edificio, situado en la avenida Salvador Allende, más conocida como Carlos III. No se podía acceder al recinto, alrededor del cual la policía desplegó un dispositivo de seguridad.

Hasta ahora no se ha podido confirmar esta información, pero el reportero presente consiguió hablar con un supuesto miembro del operativo, quien afirmó que, efectivamente, se trataba de una amenaza de bomba.

La misma versión de los hechos comentaban los curiosos que allí se quedaron para ver lo que sucedía.




Colmillos y besos

LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) –  Una nota oficial anunciando que el Tribunal Supremo Popular sustituyó la pena de muerte por 30 años de cárcel para el “terrorista” Humberto Real Suárez, fue publicada en el diario Granma el miércoles 29 de diciembre.

“Al tomar esta decisión, el Tribunal tuvo en cuenta lo aprobado por el Consejo de Estado en el decreto del 28 de abril del 2008, mediante el cual se le conmutó la pena de muerte a varios sancionados, así como el arrepentimiento mostrado por el acusado respecto a los delitos cometidos”, agregó la nota.

En otro párrafo se asegura que Real Suárez entró al territorio nacional por la provincia de Villa Clara  la madrugada del 15 de octubre de 1994, proveniente de Estados Unidos junto a otros seis cubanos radicados en ese país que formaban parte de un team de infiltración terrorista.

Las líneas finales dicen: “Durante la incursión al territorio nacional, el acusado asesinó a un ciudadano residente en Caibarién”.

Ni por asomo hay algunas palabras del condenado o cualquier otra versión de los hechos. Real Suárez regresó a Cuba con el colmillo desenfundado, a realizar “terrorismo y asesinar”.

Dos días antes de esa nota, el semanario Trabajadores, también de propiedad estatal como todos los medios en la isla, publicó una entrevista a tres antiguos combatientes revolucionarios. Entre ellos, una mujer: María Trasancos. Ella contó algunas de sus hazañas y vicisitudes: “Yo era estudiante de la escuela de Comercio, comencé en las brigadas juveniles del Movimiento 26 de Julio que organizó Gerardo Abreu (Fontán), y en los últimos tiempos pertenecía a una célula de acción y sabotaje en La Habana Vieja. Actuaba como enlace de un grupo de muchachos, algunos mayores que yo, y en los últimos tiempos me vinculé a Sergio González (El Curita), bajo cuyas órdenes participé en la llamada Noche de las Cien Bombas”.

Esta señora, que en esa época tenía 17 años, por sus actividades, según dijo, fue detenida por la policía en más de una ocasión. Una de ellas fue mientras caminaba por la calle Reina, en La Habana. “Alguien que vio cuando me secuestraron le avisó a mi mamá. Ella hizo gestiones y un senador intercedió por mi hasta lograr que me soltaran”.

Trasancos cierra sus remembranzas con lo siguiente: “¡Perdimos a tantos compañeros queridos! A Fernando Alfonso Torices, Morúa, como lo llamábamos, al Curita, con quien cayó mi novio, Bernardino García Santos; la muerte de cada uno de ellos me había causado una gran consternación –porque pensábamos que nunca iban a morir-, pero no llanto, soy difícil para las lagrimas; sin embargo, después del triunfo mi mamá me entregó una carta de un combatiente clandestino que había sido asesinado brutalmente, Pedro María Rodríguez, quien me contaba entusiasmado: “Probé los polvos. Han sido magníficos. Se trataba de fosforo vivo. Entonces sí lloré”.

El panteón de los héroes del gobierno de los Castro está lleno de personas como esta señora, ex terroristas confesos. En la historia oficial las acciones violentas de esa gente, no importa la cantidad de víctimas inocentes que pudieron haber causado, son presentadas como besos a la patria. Cuba, probablemente, es el país donde están mejor definidos los conceptos de terrorismo bueno y  terrorismo malo.

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