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Choferes de almendrones de turismo denuncian acoso de la policía

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LA HABANA, Cuba. – Choferes de taxis “almendrones” (carros antiguos norteamericanos) que brindan servicio a turistas en los alrededores del Parque Central, en la Habana Vieja, denunciaron en la tarde de este jueves a este reportero, que están sufriendo un acoso constante por parte de la Policía Nacional Revolucionaria, que los arresta y multa durante el desempeño de su trabajo.

“Nos acosan por hablar con los turistas cuando nuestro negocio es darle servicio a los turistas.  No podemos ni siquiera decirles buenos días porque nos acusan de asedio. Aunque no somos delincuentes, nos tratan como tal”, aseguró David Salso Gómez, chofer de un descapotable.

Según refiere, la policía utiliza métodos violentos durante los arrestos y los trasladan a estaciones policiales donde son multados con cuantías de hasta 1000 pesos.

“Nos esposan en la vía pública como si fuéramos delincuentes, luego nos llevan para la estación de policía y nos meten en el calabozo, solo para esperar que nos pongan la multa.  En ocasiones nos han dejado hasta el día siguiente, encerrados con todo tipo de delincuentes. No respetan nuestros derechos como ciudadanos trabajadores que somos”, afirmó.

Destaca que las autoridades no respetan las licencias que los amparan legalmente para realizar este tipo de trabajo, pese a que están vinculados a la agencia Cuba Taxi, a la que pagan  sus impuestos en CUC.

“Nosotros pagamos casi 1000 CUC mensuales, entre lo que  tienes que pagar a Cuba Taxi y a la ONAT. Y si se te rompe el carro, la agencia no te ayuda a repararlo. Nada te dan. Tampoco nos garantizan trabajo, así que nosotros tenemos que guapear y salir a buscar a los turistas, porque si no, cómo pagamos los impuestos”, dijo Salso Gómez.

Ante la poca afluencia de turistas, ya que no están llegando cruceros a puertos cubanos, la situación se les ha hecho más difícil, porque  hay  menos extranjeros a los que ofrecerles sus servicios.

“Hay que lograr por lo menos hacer una carrera al día, que es alrededor de 30 CUC.  Los que piensan que este es un negocio  lucrativo, están equivocados.  Si tenemos que pagar tanto, ganar 30 CUC en un día  es insuficiente.  Tengan en cuenta lo que gastan estos coches en combustible, porque tienen sus motores originales. Dime entonces cuanto ganaste…”, reflexionó Salso Gómez.

Según Gómez, las autoridades les comunicaron que le darían una respuesta a las  quejas planteadas por ellos, pero la misma no sería dada hasta la próxima semana.

Reynier Cabrera Rodríguez, chofer de otro almendrón descapotable, refiere que recientemente fue víctima del acoso policial y terminó arrestado.

“No hay ninguna ley que  prohíba buscar clientes en la Habana Vieja, pero el político de la unidad policial de Cuba y Chacón me dijo que como la Habana Vieja era un municipio especial ellos podían tomar las decisiones que les diera la gana. Me humillaron, me maltrataron y luego me dijeron que me podía quejar donde quisiera, que a ellos no les importa”, dijo Cabrera.

Refiere que la policía, para multarlos, utiliza argumentos como que están desempeñando su trabajo de forma ilegal, a pesar de que están vinculados a la empresa estatal Cuba Taxi.

La mencionada empresa, para dejarlos ejercer legalmente su trabajo, les exige un depósito financiero en el Banco Central de Cuba que oscila entre 430 CUC y 1500, de donde les descuentan en caso de que fallen en algún pago.

“Todos los meses nos dan un papel que  llaman el suplemento, que es la constancia de que tú estás pagando la licencia mensualmente, pero si tú un mes fallas, te descuentan el dinero del banco y no te dan el famoso suplemento, y si no lo tienes no puedes trabajar. Es decir, tenemos que pagar por adelantado, la licencia y el petróleo´´, dijo uno de los choferes que no quiso dar su nombre por temor a represalias.

Según Abel Baratute Puerto, en el contrato que les hizo la agencia, especifican que los choferes solo pueden buscar clientes a una distancia que no exceda los  90 metros de separación  del carro, el cual debe estar parqueado en la piquera establecida.

“Pero la policía no respeta ni eso, incluso no nos dejan pararnos en la acera del Hotel Manzana, porque dicen que esa acera es para extranjeros. Si nos cogen parados ahí nos arrestan, nos ponen las esposas, muy apretadas,  nos llevan para el punto 30 y allí nos ponen una multa de 1000 pesos por trabajo económico ilícito,  algo que es totalmente falso porque todos los que estamos acá tenemos papeles. Solo pedimos que nos dejen trabajar, porque no estamos cometiendo ningún delito,  estamos legales”, puntualizó Abel.

Entretanto, Joel Salvador Pérez asegura que en menos de 4 meses ha pagado unos 10 000 pesos de multas. “Y no es solo que te impongan la multa, además te bajan a los extranjeros del carro, como me ha pasado. Entonces, imagínate cuál es la imagen que se llevan de nosotros, quizás piensen que somos maleantes”, lamentó.

Héctor Díaz, por su parte, afirma  que el monto de sus multas asciende a más de 14 000 pesos y que la policía hasta se burla de ello. “Cuando reclamamos, nos dicen que no nos van a quitar las multas, que no nos quejemos, porque nosotros ganamos bastantes fulas. Eso me dijo un capitán del punto 30”.

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Taxistas en La Habana apuntan al gobierno como culpable de la crisis del transporte




El problema no son los almendrones

‘Almendrón’ de la ruta Parque de la Fraternidad-Santiago de Las Vegas (Archivo)

LA HABANA, Cuba.- Hoy desperté al amanecer como de costumbre y me dispuse a trabajar, pero recordé que el taxi apenas tenía gasolina y decidí utilizar la bicicleta. Con la poca gasolina que  quedaba en el tanque no podría llegar lejos y mucho menos andar toda la ciudad en busca precisamente de eso,  algún carburante.

Por suerte mi auto es un Ford de 1959 con un motor Lada a ochenta milímetros que funciona bastante bien. El motor ruso también ya es veteranísimo, pasa de los treinta años pero se mantiene fuerte. Y si digo por suerte es debido a que  este motor Lada copiado a la Fiat por los rusos funciona con cualquier tipo de gasolina.

En Cuba se vende en los centros de servicio ―todas del Estado― la gasolina con 83 octanos (llamada “de motor”) a ochenta centavos de CUC,  la de noventa octanos (regular) a un CUC, y la de 93 octanos (especial) a un CUC con 20 centavos. El Diesel se expende a uno o uno diez el litro con un ppm de varios miles de unidades, limalla pura para su motor. No existen otras opciones para la mayoría. Un CUC equivale a poco más que un dólar americano.

Si eres extranjero, nuevo rico o funcionario importante del gobierno puedes llenar to r tu Mercedes o tu Audi con excelente gasolina B100  (100 octanos) en la estación de la rotonda de Playa en 5ta Avenida y calle 120, cuando hay, pero eso no es para todos.

Como les contaba: salí en mi bicicleta china Flying Pigeon, recientemente reconstruida por mi hermano, con un canistro asegurado en la parrilla trasera, y después de pedalear una hora y pasar por tres gasolineras cerradas, vislumbré una cola de autos en la estación de Ayestarán y Boyeros.

En la ventanilla de ventas un cartel anunciaba: “Solo se despachará cuando el auto esté en posición frente a la bomba”. Ya conozco la historia. Hay que hacer la cola como los demás aunque vengas sin carro, con un tanquecito en tus manos. Me estacioné con mi bicicleta detrás de un destartalado Lada que era el último y fui avanzando lentamente con la cola.

Estacioné mi Flying Pigeon frente a la bomba y en la taquilla me informaron que el único combustible que había era “de motor”. Qué remedio. Algunos habían tenido que abandonar la cola pues este carburante con tan bajo octanaje no sirve para los carros modernos y puede hasta destrozar el motor cuando se intenta acelerar. En mi cacharrito atraso un poco el tiempo en el distribuidor eléctrico y funciona bien el motor, o más o menos, porque pierde mucha fuerza.

Este tipo de gasolina no contiene ningún aditivo catalizador o booster, y se utilizaba antiguamente en los motores de camiones americanos hasta los sesenta, cuando se generalizó el diésel. Funciona bien en los potentísimos motores V8 americanos de los pocos autos que aún los mantienen en Cuba, pues la pérdida de un poco de fuerza no se echa a ver ante tanta potencia de los siete litros comunes en estas máquinas. Un motor de Lada tiene tan solo un litro y medio de cubicaje.

Volví a casa, eché la gasolina en mi taxi, y me senté media hora frente el ventilador para refrescarme del horrible calor del verano cubano. Después salí a trabajar.

Viajando por la ciudad, ya con clientes, me percaté del apreciable aumento en el número de bicicletas “resucitadas” que ruedan por las calles habaneras. Me recordó los dos millones de ellas que se llenaron las calles del país durante la primera mitad de los noventa, cuando casi fueron el principal medio de transporte de que disponíamos. No había otra cosa. Sospecho que podríamos regresar a esa situación, en especial “si se cae Venezuela”, como dice la gente en la calle.

No me siento capaz de volver a pasar por aquel infierno de hambre y miseria. Mi  cuerpo y mi mente, con veinticinco años más, no lo podrán resistir. Ya no nos queda la opción de escapar en una balsa. ¿Tendremos el valor de enfrentarnos finalmente al causante de todos nuestros males.

Pasé un par de ocasiones por la intersección de 5ta Avenida y Calle 10 en Miramar. El policía de tránsito y unos inspectores detenían vehículos al azar para inspeccionar la documentación y el estado técnico. La segunda vez vi como a un botero le retiraban la matrícula. No podrá trabajar por varios meses hasta que pase “el Somatón” (como se le llaman popularmente al único equipo tecnológico de revisión técnica).

Con la obsoleta cacharrería rodante que mayoritariamente contamina nuestras calles y la rampante corrupción, son pocos los vehículos que pasan el examen sin que medie un soborno a los funcionarios, que oscila entre quince y cien CUC.

El pasado 17 de julio, en la sección Cubadice del Noticiario Estelar, arremetieron de nuevo contra los boteros y el mal estado de los “almendrones”. Aun así no podemos vivir sin ellos, no dan abasto para la demanda de cubanos intentando transportarse.

El Estado cubano, en casi sesenta años de control absoluto, jamás ha podido mantener un sistema de transporte público eficiente, ni siquiera regular. Un cacharro americano  con setenta años de uso, reconstruido como un tanque de guerra, cuesta más que una casa mediana en el centro de La Habana (unos 20 mil CUC).

El Estado no quiere vender autos nuevos ni de segunda mano. No permite importar autos eléctricos. No puede importar ómnibus por su crónica crisis económica financiera y los pocos que llegan son destruidos rápidamente.

¿Hay alguna solución que no sea la de quitar a estos viejos y corruptos funcionarios que nos gobiernan para que esta nación comience pueda salir de tantos problemas, entre ellos el transporte?




Ser ‘botero’ antes del 59

Almendrones en La Habana (milobby.wordpress.com)

LA HABANA, Cuba.- Ramón vive en un hogar de ancianos y a sus casi 84 años mantiene la mente muy lúcida. Hace unos días me contó de cuando era taxista, oficio que realizó durante gran parte de su existencia.

Asegura que tuvo suerte en sus inicios: “Poco después de llegar a La Habana, allá por 1948, un compadre mío que tenía dos autos me dijo que trabajara yo uno y el otro él y así ambos nos buscábamos dinero”.

El negocio prosperó y Ramón pudo adquirir su automóvil propio, un Chevrolet del 49. Luego cambió su auto por otro más moderno, aunque de uso también. “Me hice de un Chevrolet del 53. Yo no tenía todo el dinero que costaba, pero existía un lugar situado en Lombillo esquina a Rancho Boyeros, la Asociación Internacional de Automóviles, que era una especie de oficina de créditos, donde tú entregabas el auto usado cómo entrada y el resto lo pagabas por letras a esa oficina”.

Rememora: “Hacía piquera al costado del anfiteatro de Marianao. A pesar de que éramos muchos choferes, había trabajo para todos y sin abusar de los clientes. Con lo que ganabas, se podía vivir decentemente”.

Dice que era muy fácil crear una zona de piquera y establecerse en ella: “Se ponía una llanta vieja de auto con un tubo de hierro y colocabas un cartel que decía Piquera. Reportabas a la Organización Nacional de Automóviles de Alquiler, pagabas un peso mensual de impuestos y ya”.

“El precio de un viaje estaba al alcance de cualquier persona trabajadora. Una carrera valía 30 centavos, más adelante subió a 50 centavos. El que alquilaba te decía la dirección hacia donde iba y tú lo dejabas en la puerta de su casa o en el lugar al que quisiera ir”, explica.

Mantener el auto era fácil y económico. “El galón de gasolina valía 32 centavos y en ciertos momentos estaba a un precio menor. El precio de una goma nueva andaba sobre los 20 pesos, y las piezas de repuesto las conseguías con facilidad, según la marca y el modelo del carro. Quedarte parado por falta de piezas era inconcebible”.

Refiere que luego de la Revolución comenzó la escasez de piezas y gomas. “Llegó el instante en que no pude sostener esa situación porque era más el tiempo que estaba parado que trabajando, y siempre con riesgo de quedarme ponchado en cualquier lugar. Entonces vendí mi auto y me fui a trabajar en el servicio de taxis estatales”.

De aquellos tiempos, rememora: “Surgió el Transporte Popular (…) Los autos, en su mayoría, eran marca Ford del 57, de los confiscados a los que se iban del país”. Los choferes “recibían un curso breve de adiestramiento para manejar, pero la mayoría no fueron eficientes, pues rompían los carros con facilidad, porque olvidaban poner el pie el cloche y desbarataban la caja de cambios, o chocaban a menudo. Y así, el parque de autos se acabó”.

Cuenta que luego vinieron los taxis amarillos, a imitación de los Yellow Cabs norteamericanos. “Cuando se pintaron de amarillo y le colocaron una franja de cuadritos en negro, la gente los bautizó como chinos con tirantes. Eran muy parecidos a los que hay ahora”.

Escuchar los recuerdos de Ramón me lleva a establecer una comparación muy interesante entre el actual servicio de taxis y aquellos autos de alquiler.

Hoy, en moneda nacional, solo existen los boteros, quienes mayoritariamente poseen carros norteamericanos de antes de 1960 ―los llamados “almendrones”― que realizan recorridos fijos y tienen tarifas entre 10 y 20 pesos. Los choferes argumentan que no pueden cobrar menos porque entonces, con lo cara que es la gasolina, no tendrían ganancias sino pérdidas.

Si usted quiere o necesita viajar a un lugar específico, tiene que valerse de los Cubataxi estatales, que cobran el servicio en divisa. El precio es según lo que marque el taxímetro o la tabla de kilometraje. En cualquiera de los casos, sus precios son incosteables, excepto para los turistas.

Estos importes en CUC no garantizan que usted pueda acceder con facilidad a sus servicios. Pondré un ejemplo reciente. El 14 de abril, alrededor de las 10:00 p.m., cuando hubo que trasladar hacia el hospital al escritor Rogelio Fabio Hurtado debido al grave estado en que se hallaba, se hizo la solicitud de un auto de Cubataxi, para llevarlo al centro asistencial, pues ni pensar en solicitar una ambulancia a esa hora. Alrededor de las 3 de la madrugada se consiguió que un botero nocturno, que no tenía licencia para trabajar, hiciera “el favor” de llevarlo de Marianao al Clínico de 26. Cobró 5 CUC (el equivalente de 125 pesos).

Recientemente se creó el servicio de taxis ruteros, que tienen tarifas algo más económicas, para competir así con los particulares, pero trabajan solamente por el día.

No es necesario insistir en el tema. Hagan lo que aconsejaba el anuncio de los cigarros Competidora Gaditana: compare.

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La ofensiva contra los almendrones

‘Almendrón’ en La Habana (Foto: Ernesto Pérez Chang)

LA HABANA, Cuba.- Después de la inyección de poco más de doscientos autos y un centenar de ómnibus ligeros a las cooperativas de ruteros, pertenecientes al sistema de transporte público de la capital, no es difícil hacernos la pregunta sobre lo que sucederá en poco tiempo con los llamados “almendrones”.

A las claras, han sido sentenciados a muerte. La crisis del petróleo, la ofensiva contra los expendedores de combustible clandestinos, más la intervención del gobierno en las regulaciones sobre las rutas y precios hace solo unos meses atrás, comenzaron la batida contra los llamados “boteros” o taxistas particulares.

Sin embargo, el capítulo final de este calvario aún no ha sido puesto en marcha. Se espera que muy pronto la elevación de las exigencias sobre el estado técnico de los automóviles saque de circulación más del 80 por ciento de los vehículos que hoy poseen licencia para el transporte de pasajeros, la mayor parte de ellas obtenidas mediante soborno.

No haría falta una legislación nueva. Las disposiciones recogidas en el actual Código de Vialidad y Tránsito (Ley 60), en sus títulos II y III, serán suficientes para que los inspectores desempeñen bien el papel de verdugos cuando ya todo el parque vehicular que se tiene planificado se encuentre en explotación y haya concluido la fase experimental de las nuevas cooperativas de transporte.

Hasta este punto, pudiera decirse que los planes del Ministerio de Transporte surtirán efecto y que, al final, esos dinosaurios tecnológicos altamente contaminantes y culpabilizados por el gobierno del robo de combustible en las empresas estatales, desaparecerán del cuadro familiar cubano donde son una figura molesta al no proyectar una imagen de prosperidad y sostenibilidad.

Terminal del Lido, en Marianao (Foto: Ernesto Pérez Chang)

Pero la estrategia exterminadora, como suele suceder en Cuba, pudiera resultar fallida y terminar convertida en un catalizador del desastre actual al no ser capaz de articular una maniobra segura contra la corrupción que azota toda la estructura económica estatal vinculada al transporte, los combustibles, la importación y distribución de piezas de recambio, más el sistema de inspección y certificación, terrenos pantanosos donde poco o nada pueden la ingenua o cómplice “voluntad política” de los dirigentes e instituciones encargados del control y fiscalización.

Es como preguntar quién le coloca el cascabel al gato. Combustible y piezas de autos son, quizás, los componentes más complejos de ese entramado de ilegalidades que comienza y termina en las empresas estatales.

Teniendo en cuenta solo aquellos casos que han trascendido a la opinión pública, la mayoría a través de la prensa independiente, tan solo desde el año 2006 hasta la fecha, combustible y piezas han sido los ingredientes principales en nueve de cada diez casos de corrupción donde están implicados altos funcionarios incluso de las Fuerzas Armadas y del propio Ministerio del Transporte.

Los escándalos han dejado en evidencia que existe una línea visible de lo ilegal, muy bien marcada, que viene directamente desde los organismos de dirección estatales y no solo conecta los planos de lo estatal y lo privado en el mercado negro sino que los define e incluso determina en la efectividad de las estrategias de control.

La confianza que existe entre los boteros en que la batalla contra los almendrones no terminará en victoria por parte del gobierno, se basa en que nadie mejor que ellos conoce los intersticios del negocio del transporte privado en Cuba y su conexión con la empresa estatal.

Pudiera parecer el fin de los almendrones, sin embargo, la realidad es otra (Foto: Ernesto Pérez Chang)

Por ejemplo, es vox populi que las llamadas “bases de transporte” de los ministerios y organismos del gobierno son las mayores proveedoras de combustibles y piezas de repuesto a los particulares. También, que existe una relación directa entre las distribuidoras y comercializadoras estatales y el mercado subterráneo, y que incluso lotes de autos importados, completos, han desaparecido en el trayecto desde el puerto al destino final sin mayores consecuencias que una remoción del cargo para el responsable ya no del atraco sino del “desvío de recursos”.

Aunque algunos boteros han reaccionado con temor ante el incremento de los parques automotores en las bases de ruteros, una buena parte, paradójicamente, ha visto la medida como “esperanzadora” a no muy largo plazo.

Los que llevan más tiempo en el giro son de la opinión de que los cambios recientes en el transporte público jamás superarán la “fase experimental” y que habrá de suceder como cuando a Fidel Castro se le ocurrió sustituir a los pisteros en las gasolineras por trabajadores sociales para acabar con la corrupción. Fue peor el remedio que la enfermedad.

País y políticas incoherentes solo pueden producir risibles o lamentables paradojas. Se espera que, pasado un tiempo prudencial, la inyección de vehículos a las cooperativas de transporte con patrocinio estatal se transforme, por obra y gracia del mercado negro, en beneficio de los particulares. Que las piezas y hasta el combustible de los autos nuevos pasen, como por arte de magia, a formar parte de los almendrones mientras en las cooperativas las montañas de chatarra crecerán hasta tocar el cielo.




“Almendrones”, el plato fuerte de CubaNostalgia en Miami

La exhibición de autos antiguos incluye un Buick convertible de 1954 propiedad de Frank García (foto Miami Herald)

MIAMI, Estados Unidos.- Los populares “almendrones”, los automóviles estadounidenses de los años 40 y 50 del siglo pasado que ruedan todavía por las calles de Cuba, son los protagonistas de la feria CubaNostalgia, que abrió hoy sus puertas en Miami.

El evento, que se celebrará durante tres días en el centro ferial Miami-Dade Fair Expo, presenta más de una docena de esos vehículos, cuyos propietarios forman parte del Club de Automóviles Antiguos de América.

Entre los “almendrones” en exhibición en esta fiesta de la añoranza, que se espera congregue en sus tres días a unas 30.000 personas, figuran un MG convertible de 1931, un Chrysler Sedan de 1941 y un Pontiac Catalina de dos puertas fabricado en 1950, todos con sus partes originales.

El protagonismo de estas reliquias de cuatro ruedas queda resaltado en el cartel elaborado por el artista César Santaló.

El programa CubaNostalgia, que conmemora la independencia del país caribeño, celebrada cada 20 de mayo, incluye la proyección del documental “Cuba sobre ruedas” (2017), de René Álvarez, dedicado a la historia del automóvil en la isla desde 1898 hasta la actualidad.

La fiesta brinda la oportunidad de degustar los principales platos, bebidas y cocteles de la isla, y de participar en un concurso de baile con premios consistentes en billetes de avión a cualquier destino.

En un espacio de más de 50.000 pies cuadrados (más de 4.600 metros cuadrados), la llamada “Plaza de los Artistas”, se exhibirán pinturas y fotografías de diversa temática, en medio de recreaciones de calles de La Habana.

También se ha previsto la actuación del grupo Santiaguera, del salsero Willy Chirino y la participación de la presentadora Lucy Pereda, quien lleva un blog de alimentación saludable.

La programación incluye actuaciones teatrales, una instalación con los “almendrones” como tema central, así como una exposición con las principales portadas del diario El Nuevo Herald, la versión en español del diario Miami Herald, que este año cumple su trigésimo aniversario.

Los asistentes a este evento “podrán comprar discos antiguos, películas cubanas de los 50, estampas, libros viejos y franelas (camisetas) memorables de la época. Pero más allá de eso, podrán disfrutar de la atmósfera cubana”, describe una nota de prensa de la organización.

(EFE)




El jaque a los ‘almendrones’

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LA HABANA, Cuba.- Las calles de La Habana son un hervidero desde este jueves. Nuevas tarifas para los viajes en ‘almendrones’ (taxis colectivos), publicadas por el periódico oficialista Juventud Rebelde, han encendido las controversias entre los ciudadanos que ven venir una crisis más terrible —si cabe— en el ya deficiente transporte urbano.

En 2016, a raíz del alza repentina en el costo de los pasajes, se estableció el tope de 20 pesos a cobrar para recorridos muy demandados por la población. Asimismo, se agudizaron las redadas contra los choferes que adquirían el petróleo en el mercado negro (15 pesos por litro) y las inspecciones a los automóviles se tornaron tan rigurosas, que un número considerable de los mismos salió de circulación. Proporcionalmente a estas medidas aumentó la congestión en las paradas de ómnibus, debido a que la infraestructura estatal no logra satisfacer la demanda ciudadana.

Para esquivar el golpe, los ‘boteros’ (choferes de ‘almendrones’) comenzaron a implementar los “viajes fragmentados”, que consisten en no ir directamente al destino final, sino partir el recorrido varias veces al precio de 10 pesos por tramo. El perjudicado fue el cubano de a pie, que vio disminuidas a dos sus alternativas: ofrecer al chofer los 30 pesos desde el principio, o lanzarse a la cruzada de tomar dos o tres taxis para llegar a casa.

Con las nuevas regulaciones anunciadas en Juventud Rebelde, el Estado vuelve a topar los precios, esta vez por tramos. Raramente puede decirse que la ley está a favor del ciudadano común, pero tal es el caso. El problema ahora es la reacción de los boteros ante una medida que reduce sus ingresos, mientras el costo de la licencia, el petróleo y el derecho a hacer piquera se mantienen inalterados.

Es un alivio para la población no tener que desembolsar 20 o 30 pesos diarios, y algunos choferes concuerdan en que es duro pagar esa tarifa, solo para poder llegar temprano al trabajo. Pero les parece inaceptable que no se haya contado con ellos para negociar el tope de los pasajes, ni considerado los gastos que supone mantener un auto antiguo, comprar el combustible y pagar al Estado todo lo que exige, sin ofrecer a cambio algunas facilidades que permitan trabajar sin exprimir los dineros del cliente.

El equipo de CubaNet conversó con choferes y usuarios sobre esta resolución que podría modificar la vida cotidiana de miles de habaneros. Muchas fueron las preguntas, quejas y argumentos, pero nadie mencionó la palabra “exigir”. Los boteros no se han planteado siquiera la posibilidad de organizarse y llamar la atención del gobierno sobre una decisión arbitraria y sin atenuantes. Muchos tienen miedo y prefieren verse “jodidos” —con perdón de los lectores— antes que dar su opinión o hacer valer sus derechos.

Paradójicamente, fueron los propios clientes quienes declararon no estar totalmente de acuerdo con la medida. Consideran que topar los precios era necesario, pero critican que no se haya establecido algún recorte en el precio del petróleo, que el Estado vende a 25 pesos por litro. Los cubanos de a pie temen que ante la nueva mordaza los boteros se nieguen a trabajar o elijan la modalidad de “taxi directo hasta la puerta de la casa”, que les permitiría ganar en una carrera rápida lo mismo que en un viaje convencional.

En medio del inminente caos llama la atención que la arremetida no se hizo extensiva a los ruteros arrendados al Estado por cooperativas no agropecuarias. En efecto, la irregularidad de dividir el viaje por tramos también se ha observado en la línea Parque del Curita-Paradero de Playa. En este caso, la partición del trayecto se produce en el Coppelia; así ganan el doble (10 pesos) en un solo recorrido, sin contar el constante sube y baja de pasajeros que pagan lo establecido (5 pesos), aunque vayan hasta la esquina. Semejante robo no es digno de atención porque el Estado se beneficia de él. El problema es, y seguirá siendo, la prosperidad individual.

Preocupación y disgusto ante lo que se avecina es el resumen de las reacciones apreciadas entre la ciudadanía. Los boteros ya están pensando en varias alternativas para eludir la sacudida, desde hacer viajes directos o retirarse de la vía, hasta elegir al pasajero que “quien no esté dispuesto a pagar la cantidad habitual, no se monta”.

Otra posibilidad es sacar provecho del despiste inicial, pues la inmensa mayoría de los usuarios no están enterados con precisión de las nuevas tarifas, así que seguirán pagando lo mismo como si nada. Lo más probable es que, ante la perspectiva de quedarse “botados”, quienes viven lejos decidan pagar la cuota de siempre; pues todo lo que le importa al cubano es llegar a destino lo antes posible y con un mínimo de comodidad, algo que la infraestructura de transporte estatal no puede garantizar.




¿Se prepara Cuba para exportar almendrones?

Los van a comprar, pero tienen que tener todas las partes originales y la tapicería también, dicen algunos (foto del autor)
Los van a comprar, pero tienen que tener todas las partes originales y la tapicería también, dicen algunos (foto del autor)

LA HABANA, Cuba. -En las últimas semanas, al menos en la capital cubana, han crecido los rumores entre los dueños de autos antiguos sobre la posibilidad de que algunas empresas norteamericanas apuesten por la compra de esas “reliquias” rodantes que en Cuba conocemos como “almendrones” y que en su mayoría sirven en la transportación pública.

Aunque ningún medio de prensa nacional o extranjero ha divulgado noticias al respecto, algunos preparan sus viejos automóviles para un negocio que, posiblemente, sería mucho más rentable que el llamado “boteo”, un servicio muy similar al de los taxis pero que se rige por tarifas asociadas a tramos de recorrido invariables.

Según Manuel Paredes, chofer de un Buick de 1957 que aún conserva algunas piezas originales, se comenta que una empresa estatal cubana sería la encargada de adquirir los autos, ya sea mediante la compra o el cambio por otro carro moderno, para después revenderlo a clientes en el mercado norteamericano con los que ya, en privado, ha ido estableciendo algunos convenios:

“Dicen que los van a comprar, pero que tienen que tener todas las partes originales y la tapicería también. Si es así, no voy a poder vender porque yo he tenido que hacer cambios para poder botear, (…) aunque ya no es muy rentable. Ganas mil pesos y se te van dos mil en impuestos y comprar piezas. Si me lo compraran así como está, lo vendo. Dicen que van a dar entre 20 y 60 mil dólares. Yo por este pagué 12000 [dólares] y aún no he recuperado ni la mitad”.

Para Randy Martínez, dueño de un Chevrolet Bel Air de la década de los 50, los comentarios sobre este posible negocio comenzaron poco después que el Ministerio de Transporte recrudeciera el control sobre los autos antiguos y amenazara con eliminar de la circulación aquellos que no conservaran sus piezas originales o que sus pisos o carrocerías hubieran sufrido transformaciones excesivas o peligrosas, lo cual ha obligado a los dueños a invertir en costosas restauraciones o a vender muy por debajo de los precios anteriormente establecidos por la demanda:

“Eso ha desvalorizado los carros”, nos dice Randy, “y ha obligado a muchos choferes a endeudarse para poder seguir con el negocio del boteo. Antes cualquier carro americano de petróleo, en buen estado, costaba más de 15 mil dólares, ahora nadie quiere dar más de 9 mil porque hay que meterle mucho dinero para que te lo dejen pasar el somatón [la inspección]. Hay mucha gente comprando a esos precios porque dicen que el gobierno los va a comprar o a cambiar por nuevos. También hay gente de Miami que los quiere comprar por más de lo que valen por el hecho de tener algo que todo el mundo sabe que va a desaparecer, por nostalgia o por locura. […] También hay quien dice que los venderán a Hollywood para películas y que no importa que los motores sean modernos, que lo que quieren es la carrocería. Pero cuando el gobierno se ha puesto para los almendrones es porque está planeando algo y si va a comprarlos como dicen, primero tienen que bajar los precios y por eso es el fuego de los inspectores”.

Marcos Hernandez, mecánico automotriz, afirma que los rumores deben ser ciertos porque ya varios choferes se le han acercado buscando piezas originales cuando antes solo le pedían adaptaciones de autos modernos o piezas inventadas en el torno:

Detrás de esta chatarra quizas haya una fortuna (foto del autor)
Detrás de esta chatarra quizas haya una fortuna (foto del autor)

“Eso no es solo por el somatón [inspección] porque allí, que yo sepa, no te piden que las piezas sean originales. El carro solo tiene que pinchar bien y no tener piezas soldadas o remiendos. No importa si es un Chevrolet con motor de Volga o de Peugeot. Lo que la gente dice es que los americanos van a pagar bien los carros originales y andan como locos detrás de las piezas. Antes los almendrones de petróleo costaban más, ahora es al revés. El que tenga uno “original original” se va a poner las botas y aquí en Cuba hay cantidad de gente que los tienen tirados en los garajes porque ya no valían nada. El gobierno va a hacer como cuando las tiendas del oro y la plata, que la gente vendió todo, hasta los dientes. Después comenzaron a comprar las [máquinas de coser] Singer por una pieza de platino que dicen que tenían. La cosa es sacarle dinero a lo que sea (…). Aquí atrás vive un italiano, casado con una cubana, que ya ha comprado como tres carros americanos. Eso es una inversión y cuando el río suena es por algo”.

Los comentarios forman parte de la ola de expectativas que se han forjado algunos cubanos a raíz del anuncio del futuro restablecimiento de las relaciones entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos. Si hay algo cierto en ellos, sin dudas ha de ser esa constante que todos conocemos en la isla: los rumores siempre han sido una de las vías que utiliza el propio gobierno no solo para sondear las opiniones de las personas en la calle y comprobar el estado de las cosas sino para sembrar lo mismo el miedo que las falsas y efímeras esperanzas, todo depende de las circunstancias.




Lo americano es americano

LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) –  “Los españoles nos dejaron el idioma y sus costumbres, los americanos nos dejaron sus carros”— me dijo el chofer mientras aceleraba su Ford 59, que irrumpió en la Calzada del Cerro envuelto en una nube negra.

El dueño es un santiaguero llamado Raúl, uno de los tantos mecánicos cuentapropistas que se dedica a reparar almendrones (automóviles norteamericanos de las décadas de los años 40 y 50) que, gracias al ingenio nacional, se mantienen rodando y son una alternativa de transporte público.

En el callejón de Santovenia, municipio Cerro, Raúl tiene su taller; allí  trabaja con un polipasto con el que mueve y suspende los motores que va a reparar; cambia cajas de velocidades, diferenciales, barras de transmisión, usa medidas milimétricas para trabajar; adapta sistemas de frenos, compone carburadores, bombas de petróleo, etc.

En 1959, en Cuba había una gran cantidad de automóviles estadounidenses. El deterioro de las relaciones comerciales con Estados Unidos, provocó la escasez de piezas de repuesto para los autos. A partir de 1960, los mecánicos cubanos tuvieron que ingeniársela para mantener rodando los “cacharros”. Entre las innovaciones más recordadas están las adaptaciones de carburadores rusos; rellenado de los metales de bielas con tubos de pasta dental vacíos, cambios de circuitos eléctricos de 6 por 12V. Incluso el empleo de agua jabonosa como sustituto para el liquido de frenos.

Otro mecánico, Agustín Menéndez, dijo a este reportero que él le adaptó a un Ford 53 el tren delantero de un camión ruso marca Kamaz, que encontró en el basurero de la capital. El componente estaba nuevo, todavía con la grasa de fábrica. Más tarde se supo que una empresa estatal lo botó allí por considerarlo un producto ocioso en sus inventarios.

Hoy aun, los carros norteamericanos ruedan por las calles habaneras, sobrevivientes de los embates del embargo y medio siglo de pésima administración socialista.  Al observar los autos que transitan por la calle Línea, en el Vedado, sobre todo en las horas pico, se ve que más del 60 por ciento son de modelos estadounidenses anteriores a 1959. Además, se debe tener en cuenta que por dicha avenida circulan una buena parte de los autos de las empresas extranjeras, sedes diplomáticas, etc., que en su totalidad son vehículos nuevos; o sea que en otras partes de la ciudad es aun mayor la proporción de almendrones.

Carros clásicos del siglo XX en óptimo estado pueden encontrarse en los almacenes de Hollywood, o en las naves de los coleccionistas particulares en otros países. Pero si de carros remendados se trata, en Cuba hay una exposición permanente digna de admirar. He visto hasta una limosina fúnebre convertida en micro-bus.

“Mi Plimito”, “Usted también puede tener un Buick”, “Pontiac, el terror de los mecánicos”, son algunos de los slogans publicitarios pre revolucionarios que perduran en la memoria y las nostalgias de los más viejos.  Algunos, aunque no han podido conservar los autos, mantienen los recuerdos de un pasado mejor; como José Luis, un anciano de 80 años, que me mostró orgulloso la maltrecha foto de un Buick Roadmaster que tuvo en la década de los 50, mientras decía: “La verdad que lo americano, siempre es americano”.