Fotorreportaje de José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba.- Ya que no podría ser de otro modo, el régimen hundió en la desmemoria Los Aires Libres del Prado, sitio emblemático, auténtico escenario para la alegría y la tradición cultural de los habaneros, con tres largas cuadras de extensión, desde la calle Dragones, junto al Hotel Saratoga, hasta la calle San José, frente al cine Payret.
Resulta paradójico que uno de los tramos de aquel arraigado enclave de la cultura popular cubana haya sido rebautizado actualmente con el nombre de Acera Gallega, y nada menos que como homenaje al fascista español Manuel Fraga. Lo menos que podríamos concluir es que a las autoridades del gobierno en La Habana les ha resultado más tranquilizador llamarle así que por su nombre original, dado el estado de tensión en que les pone el término “aires libres”.
Los Aires Libres del Prado fueron punto ineludible de concurrencia para dos o tres generaciones de habaneros anteriores al triunfo de la revolución. Las más aclamadas orquestas populares de la isla se presentaban allí cada noche, en cuatro tarimas ubicadas lo largo de la amplia avenida del Prado, con sus correspondientes espacios para el baile. Había decenas de bares que servían bebidas y comestibles ligeros, siempre al aire libre, en un ambiente de perenne fiesta.
En el primero de aquellos escenarios, situado en el portal del Hotel Saratoga, había una tarima de cristal con bocinas para el exterior. Allí cantaron los grandes de nuestra música popular, desde Rita Montaner a Benny Moré. Desde allí conquistaron su fama antiguas orquestas como Anacaona y Ensueño. Tan proverbial fue el renombre ganado por aquel sitio que llegó a convertirse en parada de rigor para los turistas extranjeros que viajaban a la ciudad, con la diferencia de que entonces jamás pasaron de ser visitantes curiosos, y no como hoy, huéspedes privilegiados y cuasi patrones del pueblo anfitrión.
Este lugar recibió el tiro de gracia a inicios de los años noventa, pero ya desde mucho antes no era ni la sombra de lo que había sido hasta 1959. Los establecimientos que le daban resalte fueron desapareciendo poco a poco. Ya en los sesenta, pero mucho más a partir de esa década, sus restos consistían en algunas mesas, cada vez menos, todavía en las aceras, aún protegidas por los paraguas que caracterizaban el enclave, aunque muy poco tenía que ver ya con su precedente. Hasta el nombre había perdido, pues le llamábamos Los Paragüitas.
En tanto, el Hotel Saratoga, como casi todos los demás en la zona, era pasto de la desidia y el abandono. Hasta que terminaron cerrándolo. Luego, sería reabierto, en 2005, completamente remozado, pero también, como todos los demás, con su función social adulterada: de establecimiento popular a coto exclusivo para turistas.
¿Volveremos alguna vez los habaneros a disfrutar de Los Aires Libres del Prado? Todo por su orden. Habría que empezar por respirar al fin aires libres en Cuba.
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