Los médicos también tenemos derecho a opinar
A Lázaro Barredo
Director del Periódico Granma.
Me dirijo a usted y su sección, como lo han hecho otros colegas míos sin haber visto coronados sus esfuerzos de ver publicadas sus opiniones de defensa a nuestra comunidad médica, pues como es el eslogan de su sección cartas a la dirección son opiniones con las que se puede estar o no de acuerdo, y lo hago posterior a la publicación de la respuesta del director provincial de salud de La Habana como conclusión a la queja formulada por pacientes en el policlínico Capdevila, que ha generado tanta polémica y una ola de críticas mal intencionadas a nuestra gestión, como si fuéramos una rara especie diseñada para servir al pueblo que se negara a hacerlo.
Sepa usted que la inmensa mayoría de los médicos que ejercemos en este momento es fruto de aquella generación, de profesores, que decidió quedarse en el país y no emigrar a los EEUU posterior al triunfo revolucionario del 1º de Enero de 1959, que nos ha inculcado sus valores y nos ha hecho convertirnos en una potencia médica de solidaridad hacia el prójimo y altruismo, porque escases y condiciones anormales para trabajar es lo que nos sobra, son innumerables, y nunca se nos ha escuchado quejarnos al respecto. Solo solicitamos respeto de quien servimos, el tratar y ser tratados como verdaderos seres humanos, que se ha ido perdiendo de forma acelerada desde la caída del campo socialista y el inicio del período especial generantes de un espíritu individualista en la población en el que solo importa mi problema o mi problema es el mayor de todos, como sucede en los cuerpos de guardia de urgencias a donde acuden a diario los pacientes con enfermedades de 15 días, meses y hasta años de evolución reclamando estudios sofisticados de urgencia como TAC o Resonancia Magnética, y son los que generan conflictos y escándalos en el salón de espera cuando llega la verdadera urgencia, la que reclama nuestra presencia en ese servicio y que a veces tiene que esperar porque se termine de atender un paciente no urgente o que acudió como acompañante de una urgencia pero ya que estaba en el hospital decidió consultarse un problema que venía presentando desde hace años y no la había hecho hasta el momento, o simplemente decidió pasar a solicitar una receta de complacencia de un medicamento que sacaron en farmacia para completar el botiquín, o decidió ir a atenderse un dolor X de larga evolución a las 2, a las 4 o a las 6 am porque a esa hora no hay tantas personas en espera de ser atendidos como durante el resto del día, porque al fin y al cabo nosotros estamos de guardia 24 h y tenemos que atenderle (una verdadera ofensa), sin contar que después de esa maratónica consulta externa de cuerpo de guardia llegue la verdadera urgencia y ya no contemos con fuerza y/o capacidad de raciocinio adecuada para cumplir con el verdadero objetivo de nuestra guardia: LA URGENCIA. Los profesionales sanitarios en general, “son
vulnerables a los efectos de la fatiga, al igual que los turnos laborales prolongados” y “Los niveles de fatiga después de una guardia pueden afectar a la agudeza mental” y por lo tanto al manejo de los pacientes, son dos claros ejemplos de lo que comento.
Ha sido una indicación de nuestro ministerio durante años el eliminar las recetas y estudios de complacencia, con lógica razón pues erogan una gran cantidad de recursos que deben estar disponibles para el que realmente lo requiere, dándole una mayor importancia al método clínico, origen de nuestra ciencia. Lo que no concuerda con esa filosofía es que cuando existe la queja del paciente, que se auto diagnostica, auto medica y cree que lo merece, el sistema flaquea y le da la razón a este último en detrimento del actuar médico, que no para solo en la sanción administrativa sino en la erosión de la vergüenza y reputación de ese galeno que cumple indicaciones lógicas y luego es traicionado por sus dirigentes. Al final ¿que hacemos?
Hagamos lo que hagamos seguiremos traicionados, porque somos la especie rara, a atacar y sin derecho a réplicas. A continuación le adjunto copia de las opiniones de mis colegas con las cuales me solidarizo, algunas de las cuales deben estar en su poder y no han sido reproducidas, ni una!!!
Sepa usted qué hacer.
Dr. Rafael Roque Benítez
Especialista de 1er grado en Ortopedia y Traumatología. Profesor Auxiliar.
Jefe de servicio de Endoprótesis total de cadera. Hospital Fructuoso Rodríguez
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¡¿Y la paciencia de los médicos?!
El viernes 4 de noviembre de 2011 se publicó otra carta de las muchas que ya se han hecho costumbre publicar, criticando constantemente al personal médico que todavía tiene la dignidad de trabajar en el Sistema Nacional de Salud. La carta en este caso se titula “Paciencia de los pacientes”, no habla de las miles de dificultades a las que se enfrentan diariamente los trabajadores de la salud, sino que critica superficialmente y como se ha hecho tradición, de una manera no constructiva. En otras palabras, el médico no tiene derecho a hablar, en medio de todas sus dificultades tiene que permanecer estoico, y no poder comentarle a su compañero de al lado del desayuno que no pudo ingerir esa mañana porque si no se le iba la guagua y no llegaría temprano a atender a ese paciente que después se siente con todo el derecho de criticarlo, y así un sinnúmero de ejemplos de los que podríamos hablar los médicos y que no cabrían en todas las hojas de un periódico. Ese médico si tiene que tener toda la paciencia de sentarse a esperar una guagua, de llegar a la escuela de su hijo y que le digan que no tiene maestra o que no tiene almuerzo, de llegar a comprar el detergente del mes en CUC, moneda en la cual no cobra su salario, y esperar a que la o el dependiente termine de chismear con el de al lado para que se digne a despacharle lo único que iba a comprar.
Paciencia de que vengan a recoger los latones de basura, desbordándose frente a su casa y en cada esquina, los trabajadores de comunales, que de seguro si tienen derecho y tiempo de tener conversaciones amenas para que se les olvide tener limpia de vertederos la ciudad.
Hablo como médico, porque si se lo que es que llegue las diez de la mañana en un salón de operación sin haber podido ni desayunar y tener que decirle a tu compañero de al lado ¡que hambre tengo! Y saber que no existe la merienda y que el almuerzo va a llegar a las 2:00 pm y a esa hora es que se va a poder almorzar aunque sea un bocado de lo que le dan a los médicos y demás trabajadores de este sector. Sin embargo ese galeno sigue ahí en pie, brindándole las mejor de las atenciones a ese paciente que se está operando y que después tiene “todo el derecho de criticar a todos los médicos” que aunque conversando, le brindaron una atención medica de calidad, la cual seguimos teniendo todos los médicos cubanos, y de la que debería sentirse orgulloso todo el pueblo de Cuba, que sin embargo nos sigue juzgando sin tener ni la más mínima noción de las condiciones infrahumanas en que trabajamos y que tanto aportamos a la sociedad.
Y termino con la misma pregunta ¿Debemos acostumbrarnos a esto?
Dra. A Alemán Matías
Especialista de 1er grado de anestesiología y reanimación.
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La impaciencia de los Galenos.
Es vergonzoso que se publiquen cartas como la que emergió el 4 de noviembre en el periódico Granma titulada: Paciencia de los Pacientes.
No es la primera y por lo visto se ha convertido en una moda la crítica a los profesionales de la salud. El país se derrumba por el ocio, el inmovilismo, la delincuencia, la corrupción, el derroche, la burocracia y cientos de males que no lo dejan avanzar hacia una sociedad más justa y los únicos estoicos que seguimos trabajando por amor y sin reciprocidad alguna por parte del sistema nacional de salud somos los médicos.
Sufrimos de un ilógico apartheid. No podemos viajar injustamente por una disposición que para colmo es secreta y no nos enseñan, devengamos salarios irrisorios muy similares a los de empleados de salón que no alcanzan ni para alimentarnos medianamente mal los primeros 10 días del mes, similares al de los auxiliares de limpieza, camilleros, recepcionistas, etc. , no tenemos derecho a empleos por cuenta propia, no disponemos de transporte para ir a trabajar, no recibimos estímulos materiales ni monetarios (ni divisas, ni módulos de ropas, ni tuvimos aquellas jabitas ‘que quitó el desaparecido Lage’), la alimentación durante las jornadas laborales es pésima, hacemos guardias frecuentes bajo condiciones infrahumanas que no nos pagan y al siguiente día continuamos laborando sin desayunar pues no disponemos de post guardia; no nos pagan por horas extras, ni por permanecer en unidades cerradas relacionándonos con drogas tóxicas y pacientes con enfermedades contagiosas; no tenemos oportunidad de acceder a internet para estar actualizados y avanzar como científicos; y para colmo de males muchos ¿indignados? se han dedicado a taladrarnos y escribir epístolas permeadas de dudas e incertidumbres al órgano oficial del consejo de estado, dígase periódico Granma, el cual, sin piedad y conociendo a fondo los problemas de nuestro sistema de salud, publica las ¨carticas¨ que arremeten insensiblemente contra los médicos.
Así está lleno este país, de gente acomodada y obceca que solo se dedica a analizar lo pueril y lo nimio, más aún si tienen su vida moderadamente resuelta. Los médicos cubanos tenemos muy firme la moral y la dignidad y somos los que más logros hemos obtenidos en 50 años y los que menos hemos recibido por nuestros trabajo. Ganas una medalla olímpica y el estado cubano te proveerá de gloria eterna, casa y carro; haz que una tumbadora resuene en el lugar más recóndito del planeta y tendrás derecho a una vida placentera y sin estrés garantizada por el Ministerio de Cultura; lánzate al vacío cantando las canciones más obscenas e indignantes, ocultas bajo un ritmo que empaña las raíces más plausibles del reggae y serás recibido al final del abismo por un bastidor de dólares que te alzará hasta el Olimpo con derecho a una vida opulenta y sustanciosa. Salva una vida, trabaja como mulo atendiendo a miles de necesitados, haz el trabajo de
otro médico que está representando y aumentando el prestigio de la medicina cubana en otros lugares y tendrás… nada, te obsequiaremos… nada.
Somos los desposeídos de Esculapio, los sacerdotes de la miseria, los indignados que no protestan. Los médicos cubanos somos los eternos descontentos, pero a su vez los únicos que trabajamos dignamente por amor a nuestra profesión. Nadie tiene derecho a sembrar odio ni antipatías en nuestros valerosos galenos. Atendemos sin reparos a miles de enfermos en este país, somos parte del pueblo y paradójicamente el mismo pueblo que sanamos con amor nos condena por nimiedades y exige de nosotros lo imposible. El bodeguero llega tarde y nos roba onzas y libras descaradamente y nada ocurre, el transporte público sigue sin detenerse en las paradas y nada sucede, en las tiendas de CUC nos despojan de nuestro decoro como clientes y nada acontece, el vago sigue delinquiendo y teniendo una vida tan placentera que desprecia el trabajo y a quienes lo hacen. Ahora, si eres médico y llegas tarde a consulta te insultan, si no das recetas de complacencia te desprecian, si tienes un hijo enfermo y te ausentas o simplemente no asiste a tu labor por enfermedad, te ofenden. Estamos pagando por el pecado de la masividad: por ser muchos nos toca poco.
En el mundo entero el incentivo de cualquier persona para conquistar sus deseos es el trabajo. Es el trabajo el talón de Aquiles de los sueños. En Cuba, el trabajo estatal es el muro de Brandeburgo donde solo el ocio y el oportunismo tienen derecho a las alas. Los galenos cubanos somos prácticamente los únicos profesionales que mantenemos la lealtad a nuestro oficio. No podemos seguir así y el pueblo tiene que ser nuestro principal aliado. Exigimos que nos respeten, nos consideren y reconozcan que estamos trabajando contra vientos y mareas con poco respaldo de nuestro sistema nacional de salud, para no decir que exigua y anémico. Somos potencia médica porque amamos nuestra profesión y laboramos orgullosamente para ustedes. No somos culpables de la falta de recursos materiales con que tenemos que hacer nuestro diario. Lo que nos sobra a todos los que elegimos esta profesión es amor, dignidad y vergüenza.
Dr. Eider Valdés.
Especialista de 1er grado de anestesiología y reanimación.