LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Hace algún tiempo, una “bomba” explotó en el Centro Provincial de la Música, en Matanzas. Una directiva de esa empresa se embolsaba miles de dólares, derivados de turbios manejos relacionados con agrupaciones contratadas en Varadero. Con ganancias sucias, la mujer se estaba construyendo un auténtico palacete, comparable con el que intentó erigirse, décadas atrás, el proverbial Luis Orlando Domínguez.
Vale añadir que el caso de esa funcionaria no es para nada una excepción. Es la naturaleza intrínseca del sistema la que genera los mecanismos de corrupción y tráfico de influencias. Vender la cultura es todo un oficio aquí.
Todo comienza cuando una agrupación o nuevo proyecto intentan presentarse ante las empresas o agencias de contratación artística. Desde hace algún tiempo, por orden ministerial, no se están aceptando nuevas agrupaciones en los catálogos de dichas empresas. Sin embargo, esto tiene solución cuando el “poderoso caballero Don Dinero” aparece en escena.
Para que un músico pueda trabajar como parte de una agrupación profesional, debe tener un denominado Expediente Artístico, dentro de una empresa especializada del ramo. En el expediente se incluye un documento, llamado Aval de Profesionalidad. Y tanto el expediente como el aval tienen su precio, fijado en moneda dura. Cada expediente de un músico puede llegar a valer hasta 500 CUC. El aval de profesionalidad tiene un valor que ronda los 250 CUC.
En la componenda participan la dirección de la empresa y el especialista de Desarrollo Artístico. Este último realiza todo el proceso que justifica el acceso del músico al catálogo, el cual incluye una audición, que puede ser o no real. Una vez conformado el expediente y el aval, es solicitada la legitimación de éstos, con carácter “excepcional” y “por interés de la empresa”, al nivel de Viceministerio, en el Instituto Cubano de la Música.
Es muy posible que detrás de este mecanismo se esconda el sorpresivo surgimiento de solistas, fabricados incluso con su grupo de respaldo, saliendo de agrupaciones de mucha popularidad. También puede formar parte del asunto el conveniente empujoncito de algún productor o mánager extranjero, dispuestos a comprar hasta a “la madre de los tomates”.
Irse de carnavales…
Una vez logrado el estatus profesional, la agrupación deberá ser capaz de insertarse en las arenas movedizas del circuito de “fiestas populares”, o sea, carnavales, semanas de la cultura, festivales… Cada gobierno provincial recibe un presupuesto para el pago de artistas o agrupaciones que actúan en dichos eventos. Supuestamente, son priorizados los artistas pertenecientes a los Centros Provinciales de la Música.
Sin embargo, otra arista del negocio se abre cuando las agrupaciones de alta convocatoria popular son invitadas a actuar en esas festividades. Generalmente, los productores de tales agrupaciones negocian con los funcionarios locales a cargo. Por detrás del telón, les abonan el pago puntual de un porciento, de acuerdo con la cantidad de dinero pactada en el contrato. Esto garantiza que determinadas agrupaciones de música popular bailable, en especial las más reconocidas, tengan presencia constante en festividades y carnavales en todo el país.
Tampoco el reconocimiento popular es aquí gratuito. El acceso a señalados programas musicales de alta audiencia en la Televisión Nacional, tiene precio, también en moneda dura. En los noventa, fue famoso el negocio que se movía alrededor del recordado programa Sabadazo. Hace algún tiempo, se mencionaba entre los músicos un número telefónico, al que nombraron “el de los 50 CUC”, por el cual se negociaba la posibilidad de acceder a espacios en la TV. Actualmente, la mayor o menor presencia de un video clip en este medio de difusión, obedece a cuánto dinero se mueve por detrás para respaldarlo.
La legitimación de una poderosa e impune mafia de cuello blanco forma parte del paisaje actual de la llamada música popular en Cuba. Todo vale, siempre y cuando no te metas con quien no debes y pagues bien los favores del Gran Padrino de turno.