Un artículo de la colega Leannes Imbert (Mujeres maltratadas, ¿son las culpables?) a propósito de la violencia de género y la tolerancia social ante el maltrato doméstico y social que sufren muchas mujeres, motiva al análisis de las causas de la indefensión femenina en Cuba en pleno siglo XXI y de la involución del movimiento feminista cubano, que alcanzó logros significativos durante el período republicano, si no en la arena política, sí al menos en las esferas económica y social.
De hecho, el feminismo cubano tiene una larga historia. Sus antecedentes están en algunas mujeres de las clases alta y media del siglo XIX, muchas de ellas educadas en Europa, quienes trasgredieron las normas establecidas por la tradición patriarcal y reflejaron las ideas más avanzadas de su época a través de la literatura, como es el caso de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Más tarde otras participaron en las luchas independentistas de la segunda mitad de ese siglo. Ana Betancourt se pronunció por la emancipación femenina desde el derecho, al proponer en la primera Asamblea Constituyente que éste fuese reconocido en las leyes de la República.
La participación femenina en la segunda guerra de Independencia (1895-1898) fue cardinal. Prueba de ello es que el Partido Revolucionario Cubano contaba hacia 1897 con 49 clubes de mujeres, lo que representaba el 25% del total.
Otras mujeres de ese siglo llevaron las ideas del nacionalismo y de la liberación femenina a la educación, como la maestra María Luisa Dolz, la primera feminista moderna de Cuba.
Algunos datos cronológicos y otros apuntes sobre el feminismo en la República (1902-1952)
– En 1914 se iniciaron en Cuba los debates sobre la legislación del divorcio. En 1916 se presentó un proyecto de ley que garantizaba a las mujeres casadas la libre gestión de sus bienes, que fue aprobado en 1918. En ese propio año se aprobó el proyecto de ley de divorcio.
– En 1919 las mujeres cubanas alcanzaron el mismo nivel de alfabetización que los hombres, y en los años 20 se graduaban proporcionalmente tantas mujeres en Cuba como en las universidades norteamericanas[1].
– Entre 1923 y 1940 los grupos feministas influyeron en las fuerzas políticas para apoyar la legislación sobre los derechos de la mujer.
– En 1923 se celebró el Primer Congreso Nacional de Mujeres, con la participación de 31 asociaciones femeninas de diferentes regiones de Cuba.
– En 1925 se celebró el Segundo Congreso Nacional con 71 asociaciones. El entonces presidente, Gerardo Machado, prometió que concedería a las mujeres el derecho al voto durante su mandato presidencial. Llegado al poder incumplió su promesa, entonces el voto femenino se incorporó a los programas políticos de los partidos de oposición.
– En 1933, derrocado Gerardo Machado, una organización femenina reclamó el derecho al voto propuesto desde el siglo anterior por Ana Betancourt. En 1934 fue aprobada una Constitución provisional que reconocía formalmente el voto femenino[2]. En 1939 se celebró el Tercer Congreso Nacional de Mujeres, una de cuyas resoluciones finales exigía “una garantía constitucional para la igualdad de derechos de la mujer”[3]. Este reclamo fue discutido en la Asamblea Constituyente y finalmente reconocido en el artículo 97 de la Constitución de 1940: “Se establece para todos los ciudadanos cubanos, como derecho, deber y función, el sufragio universal, igualitario y secreto”[4].
Muchas mujeres impulsaron el desarrollo del movimiento feminista cubano durante la República al fundar diversas asociaciones y órganos de prensa para defender sus intereses de género. Algunos clubes femeninos aspiraban a profundas reformas sociales, otros propugnaban la participación de la mujer en la política electoral o tenían un carácter eminentemente cultural e intelectual, mientras la Unión Laborista de Mujeres representaba los intereses de las de la clase obrera. Nuevos movimientos y grupos femeninos reclamaron otros derechos civiles, como las jornadas laborales de ocho horas y el cobro de la maternidad.
El activismo femenino republicano se reflejó también en numerosas manifestaciones callejeras y en la divulgación de las ideas pro derechos de las mujeres a través de los periódicos y la radio. Se construyeron clínicas de obstetricia, se organizaron escuelas nocturnas y se desarrollaron programas de salud para mujeres.
Entre los avances legales, se produjo la separación de la Iglesia y el Estado, transformándose así los derechos de propiedad y de herencia que hasta entonces desfavorecían a las mujeres a través del matrimonio. Las movilizaciones organizadas por las “legalistas” ayudaron a modificar el derecho civil y de bienes, revalorizando las relaciones de la mujer dentro de la familia; un significativo avance en materia de derechos femeninos para la época, en comparación con otros países de la región.
Pese a las limitaciones impuestas por la sujeción a la voluntad masculina, a que el poder político era detentado por los hombres y a que existía una fuerte separación de roles por género, las mujeres contaban con capacidad y fuerza suficientes para promover cambios. La insuficiencia de los mecanismos jurídicos para implementar las medidas favorables a las mujeres –habida cuenta que no se dictaron leyes complementarias para que tuviera efecto la igualdad de género refrendada en la Constitución–, así como las limitaciones de carácter cultural propias de una sociedad tradicionalmente machista, no niegan los avances logrados por las féminas cubanas en la República que, en general constituyó un período en que se demostró la potencialidad cívica femenina.
[1] K. LYNN STONER. De la casa a la calle. El movimiento cubano de la mujer en favor de la reforma legal (1898-1940). Editorial Colibrí, España, 2003.p. 184
[2] El artículo 38 de dicha Constitución rezaba: “Todos los cubanos de ambos sexos poseen el derecho del voto activo o pasivo según las condiciones y excepciones que determina la ley”.
[3] STONER, K. L., p. 259
[4] PICHARDO. HORTENSIA, Documentos para la historia de Cuba. Tomo IV, Segunda Parte, p.349