MIAMI, Florida, marzo, 173.203.82.38 -Bebo Valdés, o simplemente Bebo, el pianista de las manos grandes, el de las mágicas “octavas”, el del tumbao cubanísimo, el que, con la revolución cubana, se fue de su Isla, prometiendo no volver – y no volvió—murió, a los 94 años, en la fría Suecia, donde residió, la mitad de su vida, trabajando, en un pequeño restaurante y donde fundó una nueva familia.
Ramón Emilio Valdés Amaro, “Caballón”, como le decían sus intimos, Tocó en La Habana de los cuarenta en las orquestas de Julio Cueva y en la big band del afamado Cabaret Tropicana, compuso nuevos ritmos y temas que calaron el gusto de Cuba, México y el Caribe, fue uno de los más grandes orquestadores y pianistas que ha dado Cuba.
Paquito D`Rivera, era un niño cuando conoció a Bebo, pero nunca pudo olvidar “al pianista más cubano que he conocido” y a Suecia fue a buscarlo para grabarle el disco Bebo rides again que lo devolvería, con 76 años, a los grandes escenarios.
Ya no había quien parara a Caballón. El cineasta Fernando Trueba logró el milagro de reunirlo con su hijo Chucho, en el largometraje documental Calle 54, y luego mezcló al entonces octogenario pianista con el cantaor flamenco Diego el Cigala. El resultado fue la nominación por el New York Times, de “Disco del Año. ¡Bebo había alcanzado el cielo!
Lágrimas Negras alcanzó tres Grammy, un Premio Ondas, cinco Premios Amigo, tres Discos de Platino en España y uno en Argentina, México y Venezuela. El álbum que mezclaba lo negro y blanco, Cuba y España, piano y castañuelas le abrió a Bebo, las puertas de los mejores teatros: París, Londres, Buenos Aires, Tokio, Ciudad, Madrid y Barcelona. A finales de 2004 el disco había vendido más de 700.000 copias en todo el mundo.
Bebo se retiró a Benalmádena, un pueblo soleado de la provincia de Málaga, España, pero sus hijos suecos lo llevaron a morir a la casa de sus amores, a la fría Escandinavia que el calentó con la cadencia de una Isla Caribe a la que nunca volvió.