MADRID, España, octubre, 173.203.82.38 -El mejor retrato de la Europa unida lo firmó hace un par de años Barack Obama: “ni problema ni solución”. La inestabilidad por la que atraviesa el viejo continente revela graves carencias estructurales en su unión monetaria y política: es prácticamente imposible sostener la moneda común sin armonización fiscal ni políticas colectivas. Al menos, más homogéneas que las actuales.
Es cierto que cada país, para acceder a la zona euro, debió pasar un examen y cumplir estrictos parámetros macroeconómicos, pero también que tales previsiones han demostrado ser insuficientes para contener la crisis financiera actual.
Desde hace muchos años, el expresidente español Felipe González viene defendiendo en la UE el concepto de gobernanza económica, pero los intereses propios y el “ritmo de Palacio” han imposibilitado un acuerdo realista. La crisis ha debido llamar a las puertas de Francia —y escandalizar a Alemania por el costo de los rescates— para que el poderoso eje se movilice.
París y Berlín piden ahora una mayor concertación de políticas, urgidos por el olor a pólvora en su entorno más próximo. El bajísimo perfil político de las instituciones comunitarias ha sido la panacea para los defensores del Gobierno paralelo, al margen del Tratado de Lisboa, que rige constitucionalmente los destinos de la UE.
La historia de Herman van Rompuy, presidente del Consejo, y de Catherine Ashton, la baronesa que dirige la política exterior, es la viva imagen del parto sietemesino. Zarkozy y Merkel, dispuestos a no perder cuotas de poder, promovieron al dúo belga-británico a la cima teórica de la UE y, en consecuencia, el fracaso ha sido clamoroso.
Berlín y París han ignorado a Rompuy, adoptando decisiones casi de facto. Ashton, cuyo mayor éxito es su invisibilidad, exhibe menos poder que su antecesor, el español Javier Solana, una autoridad que se echa en falta en tiempos como estos.
El actual ha sido un escenario ideal para los muy particulares intereses de Francia y Alemania, pero el peor para los ciudadanos europeos.
Al arribar la crisis de deuda al Eliseo, París se ha visto obligado a lanzar un aviso urgente para la creación de la autoridad económica supranacional. ¿Habrá finalmente un gobierno económico y un fondo para actuar multilateralmente frente a las crisis? Quizás, porque el peor resultado posible son 27 respuestas distintas, según el caché de cada país.
Desde luego, esto contradice algunas posiciones extremas, actualmente alarmadas por lo que denominan “pérdida de soberanía”. Invocar tal concepto es una perfecta estupidez en pleno siglo XXI, porque es evidente que cualquier adhesión supone la transferencia de políticas al ente comunitario.
A pesar de la grave crisis económica actual, Grecia, Portugal y España nunca vivieron mejor que ahora. Y las grandes potencias jamás globalizaron tanto sus ventas y beneficios, como desde que se esfumaron las fronteras y los aranceles. ¿Vale o no la pena ceder soberanía a cambio de prosperidad? Que se lo pregunten a españoles y portugueses. O a los cubanos, por ejemplo, como ejercicio futurista.