LA HABANA/MADRID. – Este 21 de febrero se cumplen 10 años del fallecimiento –en su exilio londinense– del más relevante escritor cubano de nuestros tiempos, Guillermo Cabrera Infante. Sobre su obra ha puntualizado otra celebridad de las letras y la cultura hispánicas, el filósofo y escritor Fernando Savater: “Nunca la Isla ni sobre todo La Habana fueron literariamente celebradas con mayor amor, con más desgarradora nostalgia y con mejor conocimiento”. Justo a modo de un breve homenaje de recordación a ese impar habanero de Gibara, Savater tuvo la gentileza de concedernos la siguiente entrevista para los lectores de Cubanet:
JHF: El desconocimiento del público cubano acerca de la obra de Guillermo Cabrera Infante roza la tragedia de lesa cultura. Muy pocos lo han leído, muchos no han visto jamás un libro suyo, la mayoría (sobre todo entre las nuevas generaciones) no es capaz siquiera de reconocer su rostro en una foto. ¿Qué le gustaría a usted comentar para ese público, especialmente para los jóvenes?
FS: Yo les diría que se pierden un enorme placer. La literatura de Cabrera Infante está llena de humor, de vitalidad, es gozosamente inconfundible. Hasta en sus momentos más melancólicos encuentra un juego o giro de palabras que hace sonreír. Es una literatura adictiva, que uno busca afanosamente con sólo haberla probado una vez.
JHF: Cierto escritor mediocre, que alguna vez fue ministro de cultura en la dictadura fidelista, calificó a Cabrera Infante de “abominable criatura”. Dijo que vivía enfermo de odio y de amargura. Puso en duda la grandeza integral de su obra. Y escribió literalmente sobre él: “Está perdido, no puede entender nada: es un infante difunto, yerto, exánime, separado para siempre de los jugos subterráneos de lo cubano”(*). ¿A usted, que fue amigo de GCI y que es un profundo conocedor de su literatura, qué valoración le merecen tales criterios sobre el más brillante y, además, el más divertido narrador cubano de nuestros tiempos?
FS: Rara vez un Ministro de Cultura es buen crítico literario (los casos de André Malraux en Francia, César Antonio Molina y Jorge Semprún en España son felices excepciones) pero en una dictadura es metafísicamente imposible que lo sean. El Ministro de Cultura en una dictadura es el inquisidor en jefe, el Torquemada oficial. Nadie fue menos “criatura ministerial” (así llamaba Schopenhauer a esos inquisidores) que Cabrera Infante. Y las “criaturas ministeriales” le detestan, claro, lo que forma parte de su guirnalda de honor.
JHF: ¿Considera usted que ya se dijo todo cuanto debe ser dicho sobre Guillermo Cabrera Infante en tanto singular renovador de la prosa en castellano? ¿Cree que su obra merece ser reubicada dentro de la historia de aquella apoteosis creativa (quizá torpemente mancomunada y a veces trivialmente valorada en su conjunto) a la que llamaron Boom de la Literatura latinoamericana?
FS: La obra de G.C.I. seguirá siendo no sólo leída y disfrutada (esto es lo más importante) sino también estudiada y comentada. Es una obra que quedará, en todos los sentidos. Es difícil encuadrarle en ningún grupo salvo por una reverencia a la cronología, porque literariamente no se parece a nadie…voz única y propia, voz milagrosa.
JHF: ¿A lo largo de los más de treinta años que duró su amistad con Cabrera Infante, tuvo usted la ocasión de escuchar algún comentario suyo sobre el dolor que sin duda le ocasionaba no ser leído por su público natural, por el hecho dramático de que los habaneros no tuviesen contacto con sus libros, donde mejor y más sentida y lúcidamente es recreada La Habana en toda nuestra literatura?
FS: Muchas veces, como es natural, aunque él tenía un talento cosmopolita y sabía que el público elegido de todo gran escritor son los lectores del mundo entero y de todas las épocas. Yo le prometí no pisar Cuba mientras durase allí la dictadura y mucho que lo siento, porque es uno de los pocos países de Hispanoamérica que no he visitado y el primero que quisiera conocer, cuando acabe la tiranía hereditaria que hoy lo secuestra. Pero puedo decir que conozco La Habana porque la he visitado en los libros de Guillermo y en las inolvidables charlas que tuvimos a lo largo de los años y la nostalgia.
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