LA HABANA, Cuba.- El destructor de la Sala Infantil y Juvenil de la Biblioteca Nacional de Cuba, que dejó hace varios años sin acceso a la lectura a buena parte de los niños y adolescentes de La Habana, el historiador oficialista Eduardo Torres-Cuevas —ahora convertido en el martiano mayor del castrismo—, ofreció hace pocos días una conferencia de prensa para dar a conocer el inicio este próximo 28 de enero de una Jornada Nacional e Internacional por el aniversario 170 del nacimiento de nuestro Apóstol José Martí.
La referida jornada transcurrirá durante todo un año y culminará en el 2023 con el arribo a la citada efeméride, cuando se celebrará en La Habana la V Conferencia Internacional por el Equilibrio del Mundo, entre los días 24 y 28 de enero de ese año.
En esta ocasión el señor Torres-Cuevas, al referirse a la figura de Martí, aludió a “un hombre cuyo pensamiento abrigó el sueño de crear una sociedad internacional, mundial, basada en el amor, en la paz, en un concepto de civilización amplio, en la pluralidad”.
Lo primero que tendríamos que analizar es si en la Cuba actual se cumplen esas facetas de Martí expuestas por el ahora director de la Oficina del Programa Martiano. Detengámonos ante todo en el concepto de pluralidad.
Es curioso, y a la vez contradictorio, contemplar cómo el castrismo ensalza la pluralidad martiana en el equilibrio del mundo, al incorporar al contexto internacional las aspiraciones de las naciones tercermundistas de nuestra América, del Bravo a la Patagonia, al tiempo que niega la pluralidad hacia el interior de la isla, mediante la prohibición de cualquier otra ideología que se oponga a la doctrina marxista-leninista.
Semejante despropósito deja a las claras la hipocresía de las autoridades cubanas al acudir a la pluralidad martiana, la que resalta solo como fin utilitario que dé legitimidad al régimen. Aquí el castrismo, y dicho en buen cubano, se comporta como “candil de la calle y oscuridad de la casa”.
Vayamos ahora a otra de las características del pensamiento de José Martí enumeradas por el señor Torres-Cuevas: su apego a la paz. También en este caso, si nos adentramos en el contrapunteo que enfrenta a la OTAN con Rusia acerca del futuro de Ucrania, podríamos notar el contrasentido latente en la actuación de los gobernantes cubanos.
Porque no es que Occidente presione a Ucrania para que se incorpore a la OTAN, sino que se trata del deseo de esa nación de proteger su independencia ante el apetito expansionista del Kremlin —ver lo sucedido recientemente en Kazajstán— con respecto a los países que forman el espacio postsoviético.
¿Y cuál ha sido la posición del castrismo ante la sugerencia de Moscú de desplegar tropas y equipos militares en Cuba si por fin Ucrania ingresa en la OTAN? Pues el silencio total, haciendo válido aquello de que el que calla otorga.
Por supuesto que casi nadie pondría en duda la aceptación de los dirigentes cubanos en caso de materializarse una petición de Rusia en ese sentido, sobre todo teniendo en cuenta la creciente dependencia cubana del gigante euroasiático, tanto en lo económico como en lo político.
Si ello llegara a ocurrir se estaría repitiendo el episodio de la Crisis de Octubre de 1962, cuando hace sesenta años el afán geopolítico de Moscú y la irresponsabilidad de Fidel Castro pusieron al mundo al borde de la hecatombe atómica.
Así muy poco favor le harían las autoridades castristas al deseo de José Martí de fomentar la paz en Cuba y en el mundo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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