LA HABANA, Cuba.- Cuando ya parecía difícil que el castrismo le sacara más lascas a la enseñanza de la historia, se aparece ahora el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez con la “necesidad” de charlar con los docentes que prepararán a los profesores de historia que impartirán esa materia en los distintos niveles de enseñanza. Ello ocurrió en días pasados en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona.
Desde el principio de sus palabras cualquiera podría inferir que el mandatario renuncia a la objetividad histórica. Es decir, no es solo no prestarle mucha importancia a la contemplación de los hechos como realmente sucedieron, sino en interpretarlos de manera que sirvan para “crear subjetividades”, algo que él vincula con la identidad y la cultura de una nación.
Pero veamos como concibe la identidad nacional el señor Miguel Díaz-Canel: “Es vital que los cubanos asumamos conscientemente la defensa de nuestra identidad; si no se asume nuestra identidad nadie sabe por qué Cuba tuvo que ir a una Revolución, por qué hay que defender el socialismo y por qué tenemos que continuar enfrentando a los yanquis” (“La historia Patria nace de cada pedacito de Cuba”, Juventud Rebelde)
Además de secuestrar las libertades y los derechos de la población, los gobernantes también han secuestrado la identidad nacional. Han determinado que para ser cubano hay que aceptar que la revolución de Fidel Castro fue necesaria, que el socialismo debe ser eterno, y que estamos destinados a ser enemigos de los yanquis. Si después de finalizado un curso escolar, los educandos salen con tales convicciones, entonces Díaz-Canel estaría satisfecho con el modo en que se ha enseñado la historia.
Mas, no todo sería color de rosa para el propósito del mandatario en este cónclave. A uno de los docentes se le ocurrió sugerir —casi seguro cegado por tanto discurso único acerca del devenir histórico— que el estudio de las Constituciones cubanas podía contribuir a una mejor preparación de los profesores de historia.
Porque si el referido estudio incluyese a las Constituciones mambisas y republicanas, se llegaría a una conclusión diametralmente opuesta a la deseada por la maquinaria del poder. Se demostraría que nuestras raíces, y por tanto nuestra auténtica identidad, son liberales y no socialistas. Y rodaría por tierra ese afán castrista de legitimarse históricamente al proclamar que la revolución cubana es una sola, de Céspedes a Fidel Castro.
A la postre, y dejando atrás semejante contrasentido, el jefe de Estado abogó por poner los contenidos históricos en las redes sociales, de manera que la historia esté bien expresada y bien contada. Y ya sabemos lo que eso significa para él.
De igual modo, Miguel Díaz-Canel expresó que todos los profesores, no importa de qué materia sean, debían tener conocimientos históricos, y en consecuencia contribuir a que los jóvenes posean una visión del pasado que justifique el presente que afronta la Isla.
Pero, ¡qué ilusos son los gobernantes cubanos, y qué daño le hacen a nuestra historia! De la única manera en que los jóvenes creerán sus lecciones es encerrándolos en una torre de marfil, aislados del mundo real. El más mínimo contacto con la realidad hará que esos jóvenes aborrezcan un pasado que les dijeron había servido para cimentar este presente.
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