NUEVA YORK, Estados Unidos, abril, 173.203.82.38 -Venezuela tiene un nuevo presidente, pese a que el electorado y el pueblo en general no está seguro quién realmente ganó las elecciones del pasado 14 de abril.
Nicolás Maduro se juramentó 5 días después como el nuevo presidente de Venezuela, sin esperar los resultados del recuento de votos.
En una nación democrática, las autoridades electorales habrían esperado los resultados del conteo de los votos manuales y los habrían comparado con los electrónicos para estar seguros qué candidato fue el legítimo ganador en las elecciones presidenciales.
Pero resulta que en Venezuela, todos los poderes del Estado e instituciones autónomas, están en manos de los chavistas.
Esta situación se produce debido a que Hugo Chávez, en el curso de su mandato de 14 años, cambió leyes y acondicionó la Constitución, para favorecer su plan de gobierno del Socialismo del Siglo XXI.
Chávez empleó trucos, torció las leyes y creó puestos de trabajo para colocar a sus adeptos en los lugares clave del gobierno.
Por eso, no es de extrañar que el Consejo Nacional Electoral (CNE) hubiera actuado como lo ha hecho, atrasando el anuncio oficial del candidado ganador la noche de las elecciones, negándose en un principio al recuento de los votos y accediendo sólo ahora a hacerlo, cuando ha habido una posible manipulación y pérdida de las cajas que contienen las papeletas físicas.
La lealtad de los gobiernos que se han puesto del lado de Maduro es comprensible. Se trata de los aliados que recibieron el apoyo ecónómico de Hugo Chávez y que hoy esperan seguir obteniéndolo de parte de Nicolás Maduro.
También está Irán que obtiene uranio y otras riquezas de Venezuela. Otros gobiernos siguen la corriente de como mejor sopla el viento político en la región. Y por último, están los que quieren que permanezca en Miraflores un Presidente socialista, que enfrente a las naciones con democracias reales y especialmente antagonice con los Estados Unidos.