LA HABANA, Cuba.- En los últimos meses, han mostrado en la TV lugares donde se han eliminado viviendas privadas y construcciones pertenecientes a instituciones gubernamentales. Las imágenes que se han visto son exclusivamente de litorales donde se había construido sobre las dunas. Se alegaban problemas ecológicos y de daño en los ecosistemas locales.
Existe una ley que prohíbe edificar a menos de diez metros de la orilla, pero si fueran a continuar con ese impulso, irían directo en rumbo de colisión con el gobierno, pues tendrían que eliminar la mina de níquel en Moa, donde tomará décadas revertir el enorme daño ecológico (gran cantidad de hectáreas peladas, quemadas, deforestadas y muy erosionadas debido al suave tipo de suelo rojo), así como eliminar los 53 hoteles de la península Varadero, donde ya no queda sino una pequeña fracción del original bosque de hicacos debido a la furiosa urbanización de inmobiliarias hoteleras, mayoritariamente extranjeras. Incluso, todos los pobladores originales que no vivieran en la estrecha franja urbana, fueron en los años noventa forzosamente reubicados en lugares alejados como Boca de Camarioca, Santa Marta, y otros lares fuera de la playa más hermosa del planeta.
En los años 70 y 80, en La Habana y otras partes del país construyeron edificios generalmente idénticos, siguiendo dos o tres diseños fundamentales para armar piezas prefabricadas, popularmente conocidas como edificios de microbrigadas (o aún más corto, de “micro”). Son edificios de apartamentos más o menos sólidos, con dos o tres cuartos, pero muy mal terminados, la mayoría con materiales de tercera y peor, carpintería de pino blanco y otras barbaridades.
Debido a la elevada necesidad y la premura por facilitar viviendas se desarrollaron repartos enteros como el extenso Alamar. Allí no hay una calle derecha, la zona uno está al lado de la veintisiete e incluso los carteros se pueden perder.
Si no hacían como en Altahabana o Aldabó, se edificaba primero y después se hacían las calles con sus correspondientes servicios, si acaso.
De Alamar, casi medio millón de personas tiene que salir para laborar en otros lugares y retornar por la tarde-noche para descansar. El transporte siempre ha sido para estos residentes una pesadilla, a pesar de los ya desaparecidos y bien recordados camellos, y ahora los metrobuses. Hubiera hecho falta un metro, pero…
Hoy, los apartamentos de micro, relativamente espaciosos, se venden entre ocho mil y quince mil CUC, en dependencia de dónde estén ubicados.
Los edificios pueden tener hasta seis pisos, pero no hay ascensor. Esto es bueno pues como siempre hemos estado en crisis nacional, los desgastados elevadores se rompen constantemente y las brigadas de mantenimiento y servicio demoran. Así, los vecinos se ven obligados a hacer ejercicios. Tuve un amigo que vivía en uno de los últimos pisos de los dos edificios altos en la Esquina de Tejas. Estaba muy en forma hasta que se mudó para los Estados Unidos…
La Habana se está transformando en un suburbio marginal debido a la falta de una adecuada planificación urbanística, las pésimas construcciones, los muy repetitivos y deficientes diseños, la mala calidad de los materiales y el profundo desconocimiento de quienes construían, que aprendían el oficio sobre la marcha. Hoy se agregan los basureros en las esquinas, las calles destrozadas hasta el punto que hay algunas de ellas por donde los autos ya no pueden transitar, la falta de pintura y el moho en casi todas las paredes, las filtraciones, los salideros de aguas potables y albañales, las tupiciones permanentes del alcantarillado, y un etcétera muy grande.
Municipios enteros, como Centro Habana, y Diez de Octubre, los más populosos de la capital, son ya literalmente irrecuperables debido al avanzado estado de deterioro de absolutamente todos los sistemas de servicios y las edificaciones que nunca se repararon por siquiera una primera vez.
No obstante, a pesar de estas descripciones y muchos más detalles que ahorramos al lector para no hacer esto demasiado extenso y depresivo, La Habana ha sido declarada por unos locos como una de las siete maravillas modernas de la arquitectura mundial.
Tal vez los que hicieron la elección vinieron subrepticiamente a estos repartos de los cuales les he hablado y pudieron ver, asombrados, cómo muchos de los vecinos, quienes residen en las plantas bajas e incluso algunos en los primeros pisos, han conformado espacios adicionales alrededor de los edificios multifamiliares en las llamadas áreas comunes donde deberían ir jardines. A lo peor estos jardines nunca existieron o los vecinos de arriba los confundían con basureros, o los jardineros jamás aparecieron, o los niños del vecindario los tomaban como campo de pelota o fútbol, etc. Entonces, fantásticos arquitectos empíricos adicionaron paredes aquí, cercas allá, artísticas puertas en los laterales, entradas especiales, garajes de los cuales se olvidaron los arquitectos originales, talleres de todo tipo, incluso nuevos y amplios ventanales en las paredes de carga y sótanos adicionales debajo en los cimientos.
Algunos de estos lugares generados por el ingenio popular y la necesidad son verdaderas obras de arte y asombrosos ejemplos del aprovechamiento del espacio. Pocos son los funcionarios de urbanismo que se atreven a informar a sus dueños que hay que demoler. Es tanto el desorden que hasta llega a ser bonito, es tanto el caos que llega a notarse un orden.
Les pudiera haber regalado un reportaje fotográfico, pero, primero no poseo cámara fotográfica, y segundo, una persona fotografiando sin permiso tales lugares enseguida levanta las suspicacias de los vecinos y peligra su integridad. Mejor no meterse. ¿Quién le pone el cascabel al gato?
La necesidad de nuevas viviendas sobrepasa el medio millón pero apenas se construyen unos miles al año. Las que hay que renovar son casi todas las de la isla. Esto es el resultado de haber expulsado las corruptas e inhumanas compañías inmobiliarias en los inicios de los sesenta y creer buenamente que no hacían falta. Mañana, ya tendrán que retornar las inmobiliarias, estatales o privadas, a pasar buldócer desde dos metros de profundidad a la maravilla que se desmorona.
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