LOS VENEZOLANOS empiezan el mes de diciembre con otros fajos de billetes sobre la mesa para que Hugo Chávez organice y celebre el nacimiento de una institución regional que corta con un bisturí la geografía del continente y deja a la deriva a Estados Unidos y a Canadá. Se instala este fin de semana en Caracas, mediante una tanda de 48 horas de discursos y de abrazos, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Los jefes de Estado y de Gobierno de 32 países de la zona llegarán al aeropuerto de Maiquetía. Cada uno emocionado a su manera con el lema de la unión latinoamericana en las portadas de sus carpetas y, con sus agendas verdaderas, guardadas en los forros de los trajes (o de los blusones) y de las guayaberas. En un avión, directo de Chile, Sebastián Piñera. Y, enseguida, en otro, Evo Morales.
Los intérpretes profesionales de los sueños de Simón Bolívar le hacen responsable de este nuevo empeño. Pero esa es una ilusión colectiva que otros espiritistas -enterados y lúcidos- ponen en las almohadas de durmientes tan cercanos como el conjunto de líderes de Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y Ecuador.
La Celac le va a poner un amplificador al antiimperialismo en la región. Servirá para adelantar el trabajo de demolición de la Organización de Estados Americanos (OEA), un organismo estancado en Washington que, con gestos oportunistas y tardíos, ha querido adaptarse a los cambios en el continente. Lo de Canadá es sólo un bofetón de contra producto del simple fatalismo geográfico.
Este flamante aparato es, para sus promotores, un mecanismo efectivo para defender la soberanía y para impulsar la unidad, la integración política, económica, social y cultural.
Con el aporte de la Celac al carnaval de siglas -ya funcionan la Alianza Bolivariana para América (Alba) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur)- el grupo más cercano al presente venezolano busca refuerzos para debilitar o disolver también las Cumbres Iberoamericanas.
Es la hora de nosotros, ha dicho Chávez. Y, por una razón u otra, América Latina se ha puesto a mirar con inquietud y esperanza las esferas de los relojes.