MIAMI, Florida, junio, 173.203.82.38. -Leonardo Leal, de 18 años, no tenía dinero para pagar por el álbum de fotos al terminar la secundaria. Por años, no tuvo un verdadero hogar. Pero todo eso está cambiando para este muchacho cuyos amigos llaman Leo. El mejor estudiante de la escuela secundaria Braden River High School, es uno de los jóvenes del condado de Manatee más codiciados por las universidades. Un muchacho que alguna vez no tuvo techo, ha sido aceptado por las universidades de Harvard, Stanford y Brown. También está en las listas de espera de Dartmouth y Princeton. Hace poco regresó a Bradenton tras visitar Stanford en Palo Alto, California. Ya había estado en persona en Harvard y en la Washington and Lee University. (Indocumentado, de la calle a las mejores universidades. Univisión)
En Cuba la propaganda oficial retomó recientemente la temática sobre el llamado robo de cerebros con el que se favorece Estados Unidos. De acuerdo al criterio difundido en los medios de la Isla el gobierno norteamericano sostiene una política migratoria dirigida a despojar a los países del Tercer Mundo de su mayor riqueza: la inteligencia humana. Todo el despliegue publicitario de la gran potencia buscaría cumplir el objetivo de atraer a los mejores exponentes intelectuales de las naciones menos favorecidas económicamente, en particular de Latinoamérica, estimulando y facilitando la fuga hacia el Norte próspero.
La acusación no es nueva. Ha sido esgrimida por el régimen en innumerables ocasiones y circunstancias coyunturales, con especial énfasis cuando las noticias dan a conocer del salto de fronteras protagonizado por algún cubano reconocido por su talento artístico, deportivo o intelectual. No obstante los expertos de la retórica castrista evitan focalizar estos hechos, y generalizan el problema en acto solidario para denunciar la extorción del conocimiento que sufren los pueblos de nuestro continente a manos del Imperio. Curiosamente la cruzada reivindicativa lanzada por el gobierno cubano no parece contar con mucha acogida entre los afectados y menos consigue captar su interés.
El tema reapareció en ocasión del discurso pronunciado por el presidente norteamericano Barack Obama en Texas. Los voceros de La Habana tomaron algunos párrafos de la alocución para afirmar que la reforma migratoria tiene como fin legalizar este robo de intelecto. En su afán por demostrar su tesis, tergiversan la realidad que motiva la intervención de Obama en un escenario emblemático y complejo, donde millones de emigrantes latinoamericanos claman por una reforma que otorgue estatus legal a tantos que han cruzado la frontera norteamericana con tal de alcanzar un futuro superior.
La lectura del problema es muy diferente a la que se hace en el círculo de poder en Cuba, quejoso de una ley migratoria que se aplica en su caso y que es envidiada justamente por todos los vecinos del área. Mientras desde la Isla se acusa a los del Norte de propiciar el latrocinio intelectual, contradictoriamente en muchos de los estados de ese país se lucha enconadamente para evitar que esas inteligencias “robadas” sean devueltas por la acción de deportaciones forzadas, que no se detienen ante el grado de brillantez de los que son remitidos definitivamente a sus lugares de origen.
Mientras Obama prometía en Texas una reforma migratoria y en la prensa cubana se comentaba este discurso como una nueva maniobra de despojo imperialista, en la ciudad texana de Brownswille un líder estudiantil próximo a graduarse de administración y negocios internacionales enfrentaba una dura batalla para evitar su deportación. José Arturo Guerra, el estudiante en cuestión, contradice un tanto lo expresado en Juventud Rebelde cuando explica el por qué no debe materializarse su deportación. “No veo por qué ellos educarían a gente aquí en Estados Unidos y gastarían miles y miles de dólares y luego simplemente los enviarían de vuelta.”
Para casos como los de Guerra, Leal o el prometedor estudiante de matemáticas Mariano Cardoso, traídos a Estados Unidos por sus padres, no a instancias de un plan norteamericano sino contraviniendo leyes migratorias de ese país, se lucha por la implementación del DREAM act, (Development, Relief and Education for Alien Minors). La legislación de Atenuante, Desarrollo y Educación para Extranjeros Menores – en su traducción del inglés- introducida en agosto del 2001 fue aprobada por la Cámara a finales del 2010, pero hasta hoy no acaba de recibir la sanción definitiva en el Senado. De ser aprobada ayudaría a miles de estudiantes que llegaron ilegalmente a Estados Unidos antes de los 16 años de edad.
La prensa cubana dedica espacios a criticar lo que ellos llaman robo. Por un lado es cierto que esos peloteros, artistas y jóvenes que salen de sus países lo hacen mayoritariamente impulsados por la realidad de su entorno, pero invariablemente en todos los casos con la intención de lograr metas elevadas para su desarrollo personal. Lo que no dicen estas notas periodísticas es que no pocas veces el fruto de su esfuerzo se revierte en provecho de sus propios países, a los que siguen perteneciendo simplemente porque allí, donde nunca se les dejó de reconocer como hijos, se les recibe con orgullo por sus triunfos.
No es el caso de los que gobiernan en Cuba que niega a los suyos la posibilidad de crecer, les corta las alas y les cierran el camino mediante múltiples barreras. Cuando alguno logra sobrepasar los obstáculos en lo que se considera un escape, se les quita todo reconocimiento, incluso el derecho ciudadano, para luego tratar de borrarlos con el silencio. Cuando este método no resulta entonces acuden al uso del descrédito y el insulto que llevan palabras tan duras como apátrida o traidor. Sus éxitos jamás serán reconocidos o divulgados por estos esclavistas de nuevo tipo para quienes la gente es un recurso más del estado. Una propiedad que no tiene derecho a la aspiración individual de crecer libremente. Una práctica que puede definirse como secuestro de cerebros.