MIAMI, Florida, abril, 173.203.82.38 -Las declaraciones del cantautor Pablo Milanés al inicio de su gira por Uruguay, Argentina y Chile centraron la atención de los medios que cubrieron su llegada. El trovador cubano describió la situación cubana como un caos. Según lo publicado por el diario digital El Espectador, el artista manifestó que los problemas en la isla requieren de una solución definitiva, que no han logrado producir las reformas anunciadas por Raúl Castro. “Espero una revolución libre, con el pueblo soberano (…) Cuba es un caos y se debe prever el reemplazo”, aseveró Milanés quien señaló además la responsabilidad de los Castro en dejar la nación en los mejores términos, antes de su salida natural del escenario político.
Minimizadas por unos y reprochadas por otros, silenciadas por la prensa oficial cubana, las palabras de Milanés no pueden pasar como una declaración más, de esas que sirven para dar colorido aperturista al gobierno del general Castro. Lo llamativo de las herejes opiniones es que fueron enunciadas en un sitio donde el sistema cubano cuenta con muchos simpatizantes, que ahora reciben en la voz de uno de sus íconos la noticia de la necesidad del cambio -que Pablo llama revolución-, inevitable y que de alguna manera tendrá que ser implementado por los mismos que detentan el poder.
Es curioso que las manifestaciones ocurran en momentos significativos de revueltas populares contra gobernantes anclados por décadas, como ocurre en el norte de África y el Medio oriente. Incluso cuando surgen expectativas sobre la repercusión de esa efervescencia democratizadora en el alejado rincón antillano, motivando un evento similar al que tuvo lugar en Egipto, por citar el caso emblemático de estos sucesos.
Pero un desenlace de esa magnitud no se vislumbra en el panorama cubano. No es la revolución a la que se refiere Pablo Milanés. Por un lado ni las mismas condiciones ni el entorno favorecen una convocatoria como la que llevó a millares de ciudadanos a tomar las calles del Cairo pidiendo la salida de Mubarak. La organización minuciosa del plan, la metodología con que fue desarrollado y los recursos utilizados, demuestra las diferencias de funcionamiento entre el régimen contra el que tuvo éxito un estallido cívico aparentemente espontáneo, y el castrista mucho más hermético. Basta echar un vistazo a un documento titulado Cómo protestar de manera inteligente, especie de manual con instrucciones precisas e ilustraciones, distribuido clandestinamente en los días previos a las manifestaciones.
Por su parte los cubanos tampoco se sienten atraídos por las resonancias de estos estallidos revolucionarios con su carga de lógica violencia. No es la salida que esperan encontrar. Y no precisamente por falta de coraje de su gente, como algunos se apresuran en señalar al tratar de explicar el inmovilismo de un pueblo, atenazado por los lazos de una larga y fuerte dictadura. El valor de los cubanos está recogido en su propia historia, corta pero plena de luchas cruentas por la conquista de sus mejores aspiraciones. Ese arrojo está demostrado meritoriamente en tres décadas de guerra anticolonial y diferentes insurrecciones contra diferentes dictaduras, incluida la que nos oprime hace medio siglo y que devino precisamente de una gesta popular en la que la gente depositó sus mayores esperanzas.
Algunas se atreven
a cruzar el “Charco”
Otros se empeñan
en no decir nada
Como si decir lo que se piensa
fuera también
un rito de La Habana
¿Miedo tal vez?
O complacencia de no perder
más nada.
Más ahí queda esa iglesia
con sus ruegos,
que nadie entiende
lo que piden en las “Charcas”
¿Amor o desventuras?
¡Quién lo sabe!
Nadie desea oponerse a nada,
y eso es peligroso
pues se pierde
esa casa que tú dejaste abandonada
Son fragmentos de unos versos escritos por el actor Jesús Darias, radicado en España, inspirado ante una foto que alguien le hiciera frente a la iglesia habanera de Reina. Cierto. En Cuba casi nadie quiere arriesgar nada. No se trata solo de la vida. Es la duda por una generación que lo sacrificó todo en beneficio de un nuevo despotismo. Moraleja paralizadora ante la que surge invariablemente una interrogante difícil de contestar. ¿Vale la democracia el sacrificio que puede derivar en nuevos sufrimientos en aras de otro desengaño? El cuestionamiento se ha resuelto mayoritariamente mediante la aceptación ciega del destino, muchas veces bajo la piel de la simulación, o el escape.
Por suerte no han faltado aquellos que vislumbran una salida diferente y apuestan por la construcción pacífica del futuro, una opción que cada día logra ganar mayores fuerzas y nuevos adeptos.
El pronunciamiento hecho por Pablo Milanés sobre una revolución liberadora es una gestión real que involucra a numerosos cubanos, dentro y fuera de su patria. Agrupados en diferentes organizaciones, instituciones o simplemente esgrimiendo su voz de ciudadanos independientes, aceptan el reto que significa reconstruir la Casa común sin necesidad de muertes, destrucciones, odios y ánimos vengativos. Un hogar abierto e inclusivo donde la libertad de expresarse hasta el límite de lo opuesto, deje de ser un acto peligroso. Sitio donde el único miedo posible se fundamente en no poseer libertad. Esa revolución ya está en marcha para beneficio de Cuba y sus hijos. Bienvenido todo el que quiera contarse entre sus gestores. Pablo Milanés puede ser uno de ellos.