LA HABANA, Cuba -Una de las frases más escuchadas entre la juventud cubana de hoy es: “Yo quiero vivir en el siglo XXI”. Perseguir este anhelo motiva la emigración de miles entre los de mi generación. Pero todos no podrán obtener una visa o pagar una lancha, así que me permito un consejo para los que tendrán que quedarse.
Si bien es cierto que el contexto, las oportunidades, los ingresos, la libertad y los derechos son fundamentales para lograr las metas que nos proponemos, creo que existe un componente vital en esta fórmula que a menudo descuidamos, y es la formación personal necesaria para afrontar los nuevos tiempos.
El ambiente de inercia general que se percibe en Cuba es engañoso y ayuda mucho a pensar que no hace falta esforzarse demasiado en la superación. La idea de que cursar una carrera universitaria es una pérdida de tiempo ha calado en la mente de los adolescentes. En buena medida esto se debe al ejemplo que ven en la vida de sus familiares que más se sacrificaron estudiando.
Las reformas de los últimos años también aceleran el deseo de muchos de desprenderse de los compromisos docentes para lanzarse con tío o con primo a “luchar el baro en la calle”. Reunir los 20 cuc para “echarla fresca” el fin de semana, trapichando lo que aparezca, se convierte en un asunto de vida o muerte, incluso llega a ser el “indicador del éxito”.
Es cierto que uno de los “globos” reconocidos del sistema cubano es la cifra exorbitante de graduados universitarios en carreras incluso para las que no existe una demanda real, en esta sociedad urgida de producciones básicas. Pero la formación no se trata solamente de asistir a diario a un centro escolar. De hecho hay quien aprende a formarse verdaderamente cuando sale de la burbuja, a menudo atrasada y esquemática, que distingue a la educación oficial. Usted puede fregar
platos en una cafetería o ser ayudante de un albañil y seguir superándose. Mucha gente en el mundo lo hace, incluso con edades avanzadas.
La emigración cubana, ejemplo de tenacidad y deseos de salir adelante, me demostró en muchos rincones cuánto tuvo que aprender para insertarse adecuadamente en un entorno de crecimiento y competitividad. En algunos lugares, como suele afirmar un amigo que vive en España: “levantas una piedra y salen diez masters con más de tres idiomas cada uno, y menos de treinta años… La pelea no está fácil”.
Estoy plenamente convencido, por lo que he visto con mis propios ojos, de que sabiendo menos, no avanzaremos más. Y la generación que hoy tiene 18 años en Cuba está notablemente menos preparada que la anterior.
A estos muchachos les tocó la locura de los “integrales”, la crisis de los “emergentes”, la corrupción ligada a las ventas de exámenes, fenómeno actual masivo y sin solución a la vista.
Para muchos, cuando un opositor habla de la importancia de la educación, lo acusan de estar enarbolando las consignas del gobierno.
Yo creo que es un error descuidar este aspecto mucho más valioso en una democracia capitalista que en un totalitarismo.
La educación es la clave fundamental de la diferencia entre las democracias latinoamericanas y las europeas o norteamericanas. De ella se derivan la mayor parte de los fenómenos que distinguen los muchos tipos de capitalismo que existen hoy. Algunos marcados por una enorme clase media, digna y confortable que convive en armonía y estabilidad. Otros, arrastran los lastres permanentes de la extrema pobreza rodeando la extrema riqueza, condiciones eternas para la inseguridad, la corrupción y el subdesarrollo.
Constituye un ejercicio imprescindible analizar hoy hacia qué capitalismo va nuestro país. Porque ya está claro que vamos al capitalismo, no puede ser de otro modo y tampoco está ahí la esencia del problema.
Si usted observa con detenimiento, puede ver que estamos asistiendo a una rápida polarización social. Y ya se vislumbra sin mucho esfuerzo quiénes serán las víctimas de este proceso y quiénes los beneficiados.
Por más que me esfuerzo no logro ubicar en ese futuro a la masa gigantesca de muchachos, la mayoría de piel negra, que se apodera del extenso Malecón habanero cada sábado, hasta el punto de cederle solo una esquina a los persistentes gays, que nunca han estado dispuestos a abandonar su isla de libertad.
Con su reproductor musical en mano y a todo volumen, la música de sus ídolos traqueteando en sus oídos, gozan de lo lindo la eterna enajenación de vivir ausentes… Acérquese y escuche sus conversaciones, observe sus actitudes en las guaguas, pregúnteles lo que sea y entenderá de lo que estoy hablando…
Por ahí andan algunos todavía edulcorando los problemas de marginalidad, racismo y desventajas sociales… Tienen trabajo para rato si no se hace algo profundo y estructural para revertir esa tendencia nefasta y creciente.
Desde un satélite ya se puede ver, si esto sigue como va, a los oligarcas cubanos del futuro y a los habitantes de los cerros que se levantarán cuando media Habana se haya derrumbado. Yo tengo pesadillas con un país así. Sobre todo porque estoy convencido de que podemos hacerlo mejor.
Por eso les digo a esos muchachos sin pedigrí ni familia cercana afuera que sirva de salvavidas artificial: -No pierdan tanto el tiempo, hermanos; no se duerman como el camarón o el futuro no tendrá piedad de ustedes-.Lo que algunos heredan otros tenemos que construirlo ladrillo a ladrillo, con el inconveniente, si eres sincero de tener al Estado en contra. -Despierten, preocúpense y ocúpense de ustedes mismos.
Las grandes transformaciones vienen y el que lleve la ventaja de haber sido buen previsor se adaptará con facilidad, el que ya esté medio sordo de tanto traqueteo en el oído y no tenga algo útil que ofrecer será una víctima; es la realidad y no les mentiré para agradarles.
Tampoco habrá más “revoluciones que le quiten todo a los que tienen para dárselo a los que no tienen”. Este fraude histórico en Cuba no se puede volver a permitir.
Para nosotros, es el conocimiento el recurso más valioso al que podemos aspirar. De él obtendremos lo necesario siempre para sostener nuestras familias y no dejaros mancillar fácilmente. No importa si ejercemos un oficio manual o intelectual; la cultura no hace distinciones.
La envidia, el irrespeto, la violencia, la apatía, el conformismo, la chivatería, la vulgaridad, el desorden, y muy especialmente la manía de gobernar eternamente, son en gran medida, problemas de formación.