LA HABANA, Cuba. ─ ¿Se fotografiarían el ministro de Turismo cubano y el gerente de la hotelera Meliá en la Isla junto a un excombatiente internacionalista parado en una sola pierna ─la otra la perdió en la guerra de Angola─ sobre los escombros de su vivienda en Centro Habana? ¿Le ofrecerían una confortable habitación en uno de los dos nuevos hoteles que inaugurarán en Cuba? ¿Incluirán atención médica para elevar su calidad de vida?
De igual manera, me pregunto: ¿Caminaría el ministro de Salud Pública cubano entre las camitas vacías de la decena de niños evacuados ─a causa de una invasión de chinches─ del Hospital infantil General Milanés, en Bayamo, Granma? ¿Repartirá el gerente algunos colchoncitos a los angustiados niños? ¿Quizás insecticidas revolucionarios? ¿O tal vez un modelo de garrote socialista para que los familiares aplasten las chinchas imperiales?
De no ser así, de nada sirve al excombatiente que vive junto a los escombros ni a los niños atacados por las chinches en el infantil General Milanés que Meliá anuncie hoteles para Sancti Spíritus y Matanzas, o que el ministro del sector prometa 103 000 habitaciones para el 2030 en el país, si el nuevo pediátrico en Bayamo no ha sido concluido 35 años después de iniciada su construcción.
El problema radica en que al gerente español sólo le interesa el dinero y a los ventrudos funcionarios nacionales la certeza de que sus nietos no sean picados por las chinches en cualquier pediátrico del oriente cubano; sus hijas no amamanten a sus bebés entre una plaga de cucarachas en un materno del centro de la Isla, ni su padre agonice mirando las aguas albañales en un cubículo de oncología del hospital Miguel Enríquez , e La Habana.
¿Se personaron el gerente español y los ministros de Turismo y Salud Pública cubanos en el derrumbe ocurrido anoche en las calles Monte y Ángeles para sacar al muerto y los heridos atrapados entre los escombros? ¿Se preocuparían por el número de lesionados? ¿Les preguntaron qué tiempo llevan sobreviviendo y cuántos años reclamando al gobierno cubano sobre las condiciones de la edificación colapsada?
Seguro que no. El hidalgo español debe andar por Madrid o Barcelona para celebrar junto a su familia las festividades navideñas. De igual forma, los funcionarios cubanos deben estar eligiendo un hotel en Cayo Coco, Guardalavaca o Varadero para esperar con su prole otro aniversario del “triunfo de la revolución cubana” y festejar los éxitos de sus denodados trabajos. ¿Y los afectados? Bien, para los albergues y los hospitales.
El afán de ganar dinero y la indolencia se dan la mano en estos casos. La brecha entre los niveles de vida para visitantes extranjeros y residentes cubanos en la Isla se agiganta, y no por causa del embargo, la pandemia de COVID-19 o los efectos del polvo del Sahara, sino por la excluyente y discriminatoria política de Estado hacia los cubanos.
Una nota publicada la pasada semana en CubaNet señala: “La apertura de nuevos hoteles y la oferta de servicios a turistas en la isla, aun en medio de la grave crisis económica y sanitaria que atraviesan los cubanos, ha sido ampliamente criticada en medios de prensa y redes sociales, sobre todo por contraste entre las inversiones destinadas al turismo y el estado de hospitales y otros centros indispensables”.
Cuidado. Que la insalubridad y el confort se jueguen a la ruleta rusa el destino de Cuba sobre un barril de pólvora con la mecha encendida es un peligro. El estallido social que provocaron esas y otras causas el pasado 11 de julio fue sólo el preámbulo de una gran explosión que sobrevendrá si el Estado-Culpable no cambia de rumbo y rectifica el tiro.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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