LA HABANA, Cuba. – No sorprendió el triunfo del Sí en el referendo constitucional del 24 de febrero: conociendo el paño, no se esperaba otra cosa. Lo que sí puede sorprender -especialmente a los que vivimos en Cuba esa jornada y vimos cómo discurrió- es la evidente desfachatez oficial respecto a las cifras de ese triunfo. Poco faltó para que fueran similares a las de las mansas votaciones de los años 80, que no bajaban del 97%. Exageraron, se les fue la mano inflando el globo. Y de qué manera.
Según informó la Comisión Electoral Nacional, con una sospechosa tardanza, inhabitual en estos conteos de jugada cantada de antemano, de un 84,4 % que acudió a las urnas, el 86,5 % votó por el Sí, solo un 9% votó por el No, fueron anuladas 127 000 boletas y 198 674 fueron dejadas en blanco (por “errores humanos”, como suelen explicar habitualmente).
La masividad en los colegios electorales solo existió en los reportes de los siempre triunfalistas medios oficiales. Se pudo apreciar – y los que atendieron las mesas lo saben- que acudieron a votar muchísimas menos personas de las que habitualmente lo hacen. Y no hay dudas de que fueron muchas más de las que admite el régimen las que votaron por el No. Aunque fuera “por joder a esta gente”, como escuché comentar a algunos de mi barrio.
El agobiante bombardeo propagandístico del régimen a favor del Sí lo que consiguió, en vez de convencer con su politiquería, fue exasperar a la población, que con tantas carencias, abusos y arbitrariedades, bastantes motivos tiene para el malestar y el descontento.
Ese domingo de votación lo que primó fue la apatía y la presencia policial en las calles.
En los centros de votación, donde exhibían sin recato los carteles por el Sí y las fotos de Fidel y Raúl Castro, te advertían que si marcabas con tinta en la boleta, sería anulada: obligatoriamente tenía que ser con lápiz. Y sin apretar mucho el trazo, como corresponde a escolares obedientes. Como los pioneros por el comunismo que cuidaban las urnas.
Si algo abundó en esos centros de votación, además de las gomas de borrar, fueron las boletas de repuesto, por si las moscas. Fueron muchos los que pudieron apreciar el trasiego de boletas en blanco. ¡Vaya usted a saber para qué!
El régimen, que no se preocupa por los escándalos, que le da lo mismo un homenaje que un mitin de repudio, podrá dar las cifras que se le antojen, por inverosímiles que sean, presumir de su “democracia y transparencia”, boconear con “el contundente apoyo a la Revolución y el socialismo” del que hablan en el periódico Granma y en Cubadebate, pero en el fondo debe estar bastante preocupado por los resultados, los reales, no los ofrecidos ayer.
Los mandamases saben que, de ahora en adelante, ya no podrán obviar a esa masa crítica que no acudió a votar o votó por el No a la constitución con la que pretenden eternizarse en el poder.
Algo positivo deja este referendo: indica que cada vez son más los cubanos que se atreven a mostrar su desacuerdo con el régimen. Esas personas que lograron vencer el miedo a las represalias y se atrevieron a contrariar los designios oficiales, mejoraron su autoestima, dejaron de sentirse como trapos. Ahora se sienten ya no como mansos bueyes de labranza, sino dignos, en paz con su conciencia. Y más ligeros, porque no hay dudas de que la mentira y la simulación pesan demasiado en el alma.