MIAMI, Estados Unidos.- Bien entrados los turbulentos años sesenta todavía se podían conseguir algunos trozos de carne de res, mal cortados, en la carnicería de la Habana del Este, donde estaba inscrita nuestra libreta familiar de racionamiento.
Mi madre, prácticamente, torturaba aquellas ínfimas simulaciones de bistecs para que se extendieran y fueran menos rudos, pero, irremediablemente, al freírlos se iban encogiendo, misteriosamente, hasta alcanzar el tamaño de una fritura mínima.
“Fiel Castro”, el revelador documental dirigido por Ricardo Vega y producido por Zoé Valdés en el año 2011, que encadena, cual pesadilla, discursos irracionales del dictador, manifiesta en uno de sus segmentos paradigmáticos las razones del fracaso temprano de la ganadería en Cuba, luego del año 1959.
Junto al bioquímico francés André Voisin, creador del llamado “pastoreo racional intensivo”, Castro promete el renacer de la otrora exitosa ganadería de la isla y asegura que será satisfecho, con creces, no solo el mercado interno del necesario alimento, sino que la carne de res, conocida como el “oro rojo” —según aseguró entonces —sería un notable rubro de exportación.
Fulminado como por una suerte de maldición, Voisin murió en Cuba a los pocos meses de haber llegado, donde le tributaron ceremonias funerales de estadista. Sus ideas no surtieron efecto, y el fracaso de la ganadería se atribuyó a imponderables de la naturaleza y enfermedades introducidas por el enemigo imperialista.
Ahora que el general Raúl Castro dio a conocer que renuncia a parte de su poder, abocado a la celebración del 8vo Congreso del Partido Comunista, en medio de una crisis económica azuzada por la pandemia, resurge el tema de la carne vacuna en la insatisfecha ansiedad alimentaria del pueblo cubano.
La prensa corporativa de los Estados Unidos, y la europea, no pueden contener sus expectativas y combinan esta anunciación casi mística de la carne de res con noticias esperanzadoras de transformaciones y reformas que se avecinan en la isla avasallada, donde los cambios solo ocurren en las ilusiones occidentales.
Por arte de birlibirloque se promete el regreso a la libreta de abastecimientos de la elusiva cuota magra de carne de res, hecho que dibuja sonrisas en los rostros resignados del cubano común, muchos de los cuales ni recuerdan su sabor y aroma.
El cine cubano no ha sido pródigo en aprovechar una circunstancia tan absurda y narrativamente atractiva, lo cual revela que la desaparición de la carne bovina de la culinaria nacional y su mercadeo en la bolsa negra, tipificado en el código penal como “hurto y sacrificio ilegal de ganado” en 1979, son temas peligrosos y duramente censurados por el régimen, algo así como acciones contrarrevolucionarias.
Dos de los más osados cineastas cubanos, sin embargo, han especulado sobre la carne de res como ente maldito de la sociedad.
En el cortometraje “Los bañistas” (2010), de Carlos Lechuga, un maestro de natación, en piscina sin agua, recluta a sus pequeños alumnos para vender carne de res a contrabando en el pueblo, operación que no pocas veces es rechazada por potenciales clientes, temerosos de las consecuencias.
En “Melaza” (2012), su primer largometraje, el propio Lechuga vuelve a colocar al maestro de la comunidad, un joven con grandes carencias económicas, en la premura de vender carne de res corriendo el riesgo de ser apresado por años.
En su falso documental “Operación Alfa” (2012), Ricardo Figueredo atribuye la desaparición del ganado vacuno a un capítulo apenas estudiado de la guerra fría: cierto cubano radioaficionado inventa un aparato para enfriar sopa que emite rayos capaces de interferir sus propias antenas y la del radio VEF de la presidenta del Comité de Defensa de la cuadra, creando una fuerte e involuntaria señal letal para el ganado vacuno y la cría avícola en la isla.
Antes de ser investigada y descubierta, la poderosa señal, capaz de paralizar sistemas de comunicación satelitales internacionales, había sido atribuida a otro sabotaje de los Estados Unidos.
En el año 2020, Figueredo vuelve a la carga con uno de los más importantes documentales que se hayan hecho en la isla para tratar de dilucidar capítulos perturbadores de la debacle castrista: “Teoría cubana de la sociedad perfecta”.
En este caso, el director ha prescindido del humor y uno de los segmentos del filme lo dedica a la perenne controversia sobre la carne de res, donde un grupo de víctimas discuten, abiertamente, sobre mitos y realidades del contrabando y consumo de carne vacuna que, al decir de uno de los contertulios, sigue siendo “intocable”.
El breve documental “Matarife” (2017), trabajo de clase de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, realizado por Adrianna Carli, Claudio Santiago, Isabella Boscawen y Rodrigo Gutiérrez, vuelve a resumir la ordalía de la carne en la isla mediante varias opiniones que pudieran ser disparates en otras latitudes.
El miedo a la hora de responder se hace ostensible y el documental agrega el criterio de una suerte de burócrata que afirma, campante: “Hay cierta edad en que la carne de res no es importante para la nutrición”.