LA HABANA, Cuba.- Me encanta Almodóvar. Me gustó desde el primer día, desde nuestro primer encuentro en la primera película suya. Bueno, ahora mismo no estoy tan seguro de que fuera la primera porque mi memoria ya va en picada. También me gusta el poster de la película, adoro ese pie enfundado en un zapato de tacón, esa foto donde el tacón de un zapato de mujer es el cañón de una pistola, una genialidad, una cosa perra, perrísima, perrísimo como es ese Almodóvar que vino a la Habana y se metió en el “Periquitón”, en aquel bar gay del osete de La Habana al que llegó la policía y mandó a parar, y se llevó a Almodóvar a una estación de policías.
Los tacones son una cosa dura, una cosa durísima, perra, perrísima, y mucho más los que se ven en algunas de esas piezas de Almodóvar. Ya dije que mi memoria va en picada, así que me perdonan si recuerdo mal alguna escena de la película o si la invento, como esa en la que todavía veo una casa en el subsuelo, una de esas que hay en Madrid, y también en La Habana, una de esas casas que son como pozos, como refugios subterráneos en los que se ve el mundo desde abajo, mirando hacia arriba, y pasan tacones y tacones y tacones tan elegantes, incluso cuando no son más que el cañón de una pistola.
Y toda esta palabrería con que les atiborro me la provocó Susely Morfa, la secretaria del Partido comunista en Matanzas, la misma que recordamos en aquella cumbre de Panamá en la que fue “emplazada”, en la que fue abucheada y criticada después de que asegurara que ella misma se había pagado el pasaje de avión que la llevó a la cumbre. Esa vez en la que también afirmara que todos sus compañeros pagaron con sus ahorros los boletos de avión y la estancia en hoteles panameños.
Yo pienso en Susely y sigo viendo tacones y tacones y tacones, que caminan en todas las orientaciones posibles; lo mismo al este que al oeste, lo mismo hacia el sur que hacia el norte, ese norte que es, para nosotros, siempre el preferido. Susely tiene un ranking de disparates que desde hace rato merece estar en el libro de los récords Guinness.
Susely es dura, dura, pero no crea que al modo de Daddy Yankee. Es dura por ridícula, porque se apareció a rendir tributo a los jóvenes muertos en el incendio de los Supertanqueros de Matanzas, de esos jóvenes que perdieron la vida, con una bota de yeso.
Y al parecer Susely pretendía estar en las alturas de la iconografía comunista. Susely quería ser comparada con aquel argentino “fusilador” de la Cabaña, con aquel asmático que fue protagonista de una de esas fotos “icónicas”, de esa foto en la que aparece con un brazo enyesado tras una caída en la toma de Cabaiguán, en la actual provincia de Sancti Spíritus. Y creo que por eso se presentó con su bota de yeso, cojeando, llamando la atención de esa manera que prefieren los comunistas; sufriendo reveses, exhibiendo reveses pa´ hacer alarde de inmediato con las “victorias”, con las “recuperaciones”.
Susely quiere que los jerarcas del régimen la vean como una sacrificada heroína, que la pongan en ese panteón del sacrificio en el que se exhiben algunas figuras que se hicieron icónicas en sierras y cuarteles. Ella quiere tener su parentesco con Melba y con Haydeé, con Celia Y Vilma, y con el Che Guevara. Ella sueña con su heroico minutico de fama. Ella, supongo yo, también habría hecho algo parecido en los sucesos del Saratoga, porque hay gente que no soporta el anonimato, sobre todo cuando creen que la visibilidad le hará subir otro peldaño del poder.
Y es que representar algo es, según leí hace tiempo en Santo Tomás, “contener la similitud de la cosa”. Y Susely quería que la cosa se viera, que el desastre se viera, y sobre todo que se entendiera desde ella misma, a través de ella misma, y no desde el suceso concreto. No desde el desastre. No desde la desgracia. Ella, y todos ellos, querían que atendiéramos más a las reacciones que al desastre, y que priorizáramos las respuestas del gobierno y el partido, que ese gobierno y ese partido rector tuvieran más protagonismo que los muertos y los calcinados, mucha más vigilancia que el dolor de los familiares y de Cuba.
El suceso concreto; las explosiones, las llamas, los muertos, debían ser desplazados por las respuestas de los cubanos, pero sobre todo de ese gobierno del que Susely es parte. Y por eso Susely estaba allí, en los funerales y con su bota de yeso, cojeando y sin reconocer que, hace mucho que Cuba anda sobre muletas, con los pies enyesados. Susely escogió la bota de yeso, tan cercana al “sacrificio y al dolor”. Ella es un personaje del realismo socialista. Definitivamente, es más Gorki que Almodóvar.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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