LA HABANA, Cuba.- “Si los restos mortales de la política ‘pies secos, pies mojados’ fueran expuestos dentro de una urna en la Plaza de la Revolución, millones de cubanos de todo el país desfilarían ante el cadáver de sus esperanzas”, expresó un filósofo de P-9 (Ruta de ómnibus), en medio de una multitud que aguardaba la guagua en la parada de Belascoaín y San José, en Centro Habana.
Unas horas más tardes, en la esquina de 23 y 12, El Vedado, frente a los escombros del sitio donde Fidel declaró el carácter socialista de la revolución cubana, presencié como una joven generaba otro encendido debate, al expresar que una firma en un papel cerró la vía de escape y los sueños de miles de cubanos, en referencia a los nuevos acuerdos migratorios Cuba-EEUU.
Y es que el tema está de moda en hogares y calles. Las balsas, los desaparecidos en el mar, los encarcelados, la separación familiar, el éxodo ilegal y autorizado, la venta o robo de cerebros, el tráfico de personas, las posibilidades de huir del país, el fin de los sueños de una vida mejor, entre otros hechos vinculados a la Ley de Ajuste Cubano, se ventilan en público y en privado.
Para muchos, no existe una familia cubana que no haya sido tocada, para bien o para mal, por una ley que, durante décadas, enrumbó la bonanza o el desastre de cientos de miles de cubanos, y arropó los sueños de otros tantos que ven en Estados Unidos, en particular, y en cualquier otro país en general, la única forma de materializar sus sueños y realizarse.
Pero más allá de los reales conflictos políticos, humanos y sociales que generaban estos acápites derogados de la aún vigente Ley para todas los implicados, los cubanos lo ven como el cierre de sus posibilidades de mejora personal y familiar, no obstante, al que debían arriesgar sus vidas, deshacerse de sus propiedades, dejarlo todo atrás y comenzar de cero en otra parte.
Sueños de papel
La fobia antidocumentos está en que los cubanos, aún antes de nacer, necesitan que sus padres se agencien de un papel firmado y acuñado para tener 12 culeros, un biberón, una palangana, una caja de talco y un frasco de colonia Bebito, si hay en ese instante. De lo contrario, deben heredarlos de amistades o hermanos ya no tan parvulitos, o comprarlos en divisas.
Además, necesitan de una libreta de racionamiento acuñada y firmada en la OFICODA (Oficina de Control para la Distribución de los Abastecimientos), para obtener la leche, unas compotas, un litro de yogurt, o una bolsa de reconstituyente “Fortachón”, de acuerdo al nivel de tolerancia recomendado por un pediatra. Ya en edad escolar, están obligados a presentar un papel acuñado y firmado por la dirección de la escuela para tener derecho a un uniforme, no importa si tres tallas más grandes o dos menores.
Y durante la adultez y la senectud, si no presenta un susodicho papel acuñado y firmado por el correspondiente burócrata, adiós, pescado sin cabeza y huevos para quienes tienen el colesterol elevado; fuera la leche en polvo, el cuarto de pollo y el tarjetón de las medicinas para quienes padecen Diabetes Mellitus, y al carajo los plátanos burros y un pedazo de carne de ¿res? o ¿búfalo?, para quienes padecen el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA)
Si durante décadas de revolución socialista, el cubano se vio obligado a depender de un papel acuñado para obtener un calzoncillo, un ventilador, una camisa, un perfume, un blúmer, una libra de pan, un pescado, una cama y cuanto necesite para vestirse, recrearse, comer o tener una existencia más o menos confortable un ciudadano que habita el paraíso, según las autoridades, es lógico que se crispe y suelte alaridos frente a un legajo que le coarta la vida.
Preguntemos si no a quienes depositaron sus sueños en obtener la “carta blanca” o Permiso de Salida para abandonar la isla; a los cientos de miles que buscaban un salvoconducto que les permitiera escapar por el Mariel; en los tantos que perdieron toda esperanza frente a un consulado cubano en el exterior, para que les estamparan una firma y un cuño en un papel que les permitiera venir a despedir la madre o una hija moribunda.
Sobran razones – más de 90- para que los cubanos se encolericen, discutan, critiquen, o se desplomen ante otra firma y cuño sobre un papel que, por muy mojado que esté por el control y la cordura, los condena o limita a limpiarse el trasero con el diario Granma, sin ningún sucedáneo que les aliente a volver a soñar, si no aparece un nuevo papel con firma y cuño
Eso sí, todos los que lleguen a la tercera edad, tendrán derecho al cerelac –sin papel, cuño ni firma-, en espera del vasito de leche que les prometió Raúl en el 2007. También es justo señalar que no hace falta cuño ni papel a la hora de comprar flores para una corona, un ataúd de pinotea, el servicio de café mezclado y una capilla, si presentan debidamente un muerto.