LA HABANA, Cuba.- “Eso sucede en todas partes”, es la respuesta más usada por quienes, carentes de todo argumento, se encuentran en la penosa posición de defender lo indefendible con respecto a Cuba.
Así se hable de pobreza, censura, represión y persecución política, control ideológico, corrupción y nepotismo, prostitución y hasta de falta de aceite para cocinar. Estarán ahí los que, a fuerza de “lealtades” y oportunismos no hacen bien a nadie, ni siquiera a esos todopoderosos emplazados y ofendidos a los que han jurado defender a ultranza (bueno, una ultranza algo relativa).
Bastaría con tener en cuenta que, en el caso específico de Cuba, cuyo gobierno ha reiterado hasta la saciedad que no gusta de copiar modelos foráneos y que su proyecto social es el más justo de cuantos existen en el mundo, pocas cosas deberían ser “como sucede en todas partes” y que la constancia de esa “particularidad”, entendida desde la perspectiva del Partido Comunista de Cuba como “superioridad”, deberíamos apreciarla sin demasiada “abstracción”, no obstante, continuamos viendo que nada de lo que debía ser cambiado “para mejor” lo ha hecho en 60 años y, por el contrario, se generaliza la sensación de perpetuo retroceso e involución social y económica, algo que, seamos sinceros quienes hemos podido recorrer el mundo, no sucede en todas partes.
Para enfrentar semejante “blasfemia”, vendrán los mitólogos de la educación y salud gratuitas a echar mano a la que consideran su arma todopoderosa, sin embargo, no es un invento de la prensa independiente la real existencia de miles de pacientes a la espera de una cirugía por falta de médicos, medicamentos u otros, mientras se mantienen e incrementan los mismos servicios para quienes pueden pagar un soborno por un ingreso hospitalario para un chequeo médico general o un implante estético; la suspensión de los tratamientos para el cáncer por inestabilidad en la compra de ciertos fármacos, frente a la comercialización de los mismos tratamientos para aquellos extranjeros que puedan pagarlos, ya con dinero o con favores políticos.
Sobre la educación, apenas bastará con ser los padres, tíos o los encargados de cualquier niño o niña que vivan en Cuba para comprender que la gratuidad socialista tiene un altísimo precio, de ahí que se haya popularizado, incluso entre quienes no cuentan con recursos, la expresión “yo preferiría pagar”, frente a la agonía cotidiana y los sentimientos de sentirse abandonados a su suerte, cuando no traicionados por un sistema apuntalado sobre promesas y penurias, miedos y segregaciones, aislamientos y jugarretas.
No sucede en todas partes que, en medio de una economía en crisis y habiendo capital disponible en manos de cubanos que viven en el exterior o que lo han acumulado con sus iniciativas personales, los gobiernos no estimulen la inversión de los nacionales y que, contrario a lo que se esperaría, retiren licencias y sofoquen con impuestos y multas al naciente emprendedor.
No sucede en todas partes que el ciudadano extranjero tenga más derechos que un paisano abrumado por los deberes “patrios” y que más del 80 por ciento del salario oficial de un cubano que trabaja para ese extranjero le sea arrebatado por una agencia empleadora en complicidad con ese empresario forastero de mentalidad colonial.
En Cuba, las rarezas, las distorsiones sociales, los absurdos cotidianos van más allá de aquellas que saltan a la vista.
No solo es el país que emite dos tipos de monedas que marcan la brecha entre dos grandes grupos sociales, sino además el lugar donde no solo el taxista gana y vacaciona mejor que el cirujano y catedrático de mérito, sino donde hay que preguntarle a dónde se dirige, a pesar de que nos cobrará una buena tajada de nuestros salarios, no por llevarnos hasta la puerta de la casa sino por acercarnos a ella.
Es, además, la isla rodeada de mar donde navegar en un barco está prohibido y donde los peces son propiedad estatal; el país donde tu casa, donde has vivido toda una vida, jamás será totalmente tú casa, y también donde alejarse demasiado sin pedir permiso es una deserción y donde discrepar políticamente te convierte en usurpador de funciones, cuando no en traidor con buenas papeletas para entrar en la cárcel o enfrentar el paredón.
Sin dudas, somos los cubanos una trágica excepción de la regla. De modo que no hay nada que ofenda y cause mayor malestar entre las personas de a pie que el escuchar como respuesta, más en boca de un “dirigente” o “jefe”, esa frase odiosa de “eso sucede en todas partes”, con lo cual sabemos que ocultan una serie de males que hacen del país un escenario nada atractivo para nadie, y que con el sarcasmo enmascaran incapacidades, abandonos, ineptitudes y, lo peor de todo, conformismo e inmovilidad, ingredientes tóxicos, letales para cualquier país que pretenda desarrollarse de verdad, sin maquillajes ni trampas.