LA HABANA, Cuba.- Después de aseverar que no siempre la institución que otorga el Premio Nobel de la Paz lo hace sin manipulación y alejada de intereses políticos, el periodista oficialista Elson Concepción escribe que “Constituyen los premios otorgados este año 2021, por el Comité Nobel, lo que pudiera considerarse un mal ejemplo en la credibilidad de la institución noruega; y no es la primera vez que sucede, lamentablemente” (“El Nobel y la paz en entredicho”, periódico Granma, edición del 12 de octubre).
Por supuesto que esa declaración responde a la decepción del castrismo por el no otorgamiento del Premio Nobel de la Paz al contingente de médicos cubanos Henry Reeve, que los gobernantes de la isla mantienen diseminado por varios países, y que no pocas voces han denunciado como un ejemplo de trabajo semiesclavo, al quedarse el gobierno cubano con buena parte del salario que le corresponde a los galenos.
Es de destacar que se trata del segundo año consecutivo en que el régimen cubano espera en vano por dicho galardón, pues en el 2020, a pesar de un aparatoso despliegue propagandístico de la maquinaria castrista del poder, la distinción le fue conferida a la organización Programa Mundial de Alimentos.
En esta ocasión el Premio Nobel de la Paz fue compartido entre dos periodistas, el ruso Dmitry Muratov y la filipina María Ressa. En ambos casos el Comité noruego de otorgamiento valoró el esfuerzo de los premiados por salvaguardar la libertad de expresión, al tiempo de denunciar los abusos de poder en Filipinas y Rusia. Sin embargo, el articulista de Granma se atrevió a afirmar que en la decisión del otorgamiento había una “conclusión injerencista y falta de veracidad”.
El periodista ruso es cofundador del diario independiente Novaja Gazeta, el cual ha debido soportar la presión de las autoridades rusas y el ambiente hostil existente en ese país para el ejercicio de esa profesión, al extremo de haber sido asesinados varios de los periodistas de ese diario. Mientras tanto, la periodista filipina se ha desempeñado como jefa de la agencia CNN en las ciudades de Manila y Jakarta.
También hay que considerar que el castrismo no vea con buenos ojos a un periodista que no se pliegue ante Vladimir Putin, un gobernante que aspira a eternizarse en el poder en la nación euroasiática. En aras de desprestigiar a los galardonados, el articulista de Granma también afirma que tanto Muratov como Ressa han recibido financiamiento de las organizaciones estadounidenses Fundación Nacional para la Democracia (NED) y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Tanto la una como la otra, muy demonizadas por el régimen cubano.
Resalta el hecho de que ahora la propaganda castrista haya reaccionado más acremente que en el pasado 2020 cuando el galardón recayó en el Programa Mundial de Alimentos. Claro, es que este año el Premio reconoció la libertad de expresión, algo que para los gobernantes cubanos y sus acólitos no tiene ningún valor, no obstante aparecer garantizada -solo de palabras- en la tramposa Constitución de la República de Cuba.
En realidad a los gobernantes cubanos no les han simpatizado muchas de las personalidades que han sido reconocidas con el Premio Nobel de la Paz. En particular destacan los casos del Premio a Barack Obama en el año 2009, y al político costarricense Oscar Arias en los años 80. Al primero por ese enfermizo afán castrista -y casi su único recurso de reclamar legitimidad internacional- de enemistarse a priori con cualquier figura que llegue a la Casa Blanca. Y con respecto al centroamericano, debido a la firme defensa de la democracia y los derechos humanos que siempre enarboló.
En cambio, el castrismo aplaudió los Premios Nobel de la Paz que recibieron el argentino Adolfo Pérez Esquivel y la guatemalteca Rigoberta Menchú. Ambos muy críticos de los gobiernos de derecha, pero ciegos ante los desmanes de los regímenes de izquierda.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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