MIAMI, Florida, octubre, 173.203.82.38 -La victoria de Chávez no me tomó por sorpresa. La esperaba aunque por una diferencia menor. El pronóstico de un 51 por ciento de votos contra 48 para Capriles resultó errado. Se cumplió el de las encuestas que daban una diferencia del diez por ciento a favor de Chávez. Una cantidad suficiente como para despejar dudas y cuestionamientos sobre la legitimidad del triunfo.
Hugo Chávez estaba muy seguro de ganar. Es innegable que cuenta con un número millonario de seguidores pero los partidarios de Capriles engrosaron una corriente que parecía poner en riesgo la continuidad del programa chavista.
Chávez retomó el título de un conocido éxito gardeliano para manifestar que 20 años no son nada, en referencia al tiempo de permanencia que tiene asegurado al frente del gobierno. Cierto que lo ha conseguido manejando hábilmente la fórmula democrática a diferencia de su modélico guía cubano que ha duplicado con creces esa cifra, a una década de lograr el triplete. Para Chávez la meta que se propuso en los albores del siglo casi es un hecho. Dominará democráticamente hasta el 2019 (había prometido hasta el 2021) y para entonces piensa que tendrá mayor dominio del escenario como para luchar por otra prórroga en el poder.
Días antes algunas expresiones del ahora re electo presidente evidenciaban su convicción en los resultados positivos obtenidos esta jornada electoral que la prensa castrista ha denominado abiertamente como la nueva Revolución de Octubre. A la pregunta de una periodista sobre cual sería su reacción en caso de perder, la respuesta del mandatario resultó contundente. “Nosotros no podemos perder. No vamos a perder.” ¿Exceso de confianza? ¿Certidumbre de quien sabe que todo está asegurado de antemano? Me decanto por esta última.
Tan confiado estaba Chávez que en otra entrevista manifestó sus planes para un hipotético triunfo en las urnas, asegurando con terminología cuartelera y totalitaria que de resultar electo blindaría su proyecto bolivariano mediante un poderoso cerrojo. Aunque no especificó el tipo de blindaje que utilizaría en este propósito o el tipo de cerradura con que dotaría a su sistema socialista estilo siglo XXI, no se descarta la posibilidad de cambios constitucionales- nuevamente- y la proclamación de leyes que radicalicen el proceso político venezolano, amparado ahora con el aval de siete millones de votos ciudadanos.
Hay muchos intereses en juego tras la victoria de Chávez. Ellos tampoco podían perder. No podían perder los que viven de la mesada petrolera y económica que se deriva de Venezuela para apoyar el continuismo del Castrismo en Cuba o la permanencia de Ortega en Nicaragua, amén del esquema bolivariano con que se piensa poner fin a la OEA haciendo a Caracas el centro de un nuevo orden político en América, más dependiente desde otra faz ideológica.
En esta oportunidad el liderazgo chavista con el ALBA de bandera y recursos abundantes a su disposición logró un puesto inédito en el liderazgo del Tercer Mundo, específicamente en el contexto latinoamericano. Oxigenó al sistema decadente de La Habana, aupó a los andinistas al poder y puso bajo su órbita a varios gobiernos de la región.
Con la victoria de Chávez el futuro del área centro americana y en gran parte al sur del continente puede gravitar cada vez hacia el polo populista bolivariano. Las conversaciones de paz en Colombia, aún desde la valoración positiva que ese paso merece, no dejan de ser el preludio de un futuro inquietante con la posibilidad real de que las mismas fuerzas que actuaron contra la democracia desde la violencia lleguen al poder por la misma vía por la que Chávez encarriló su país hacia su sistema de socialismo atípico. Para ellos será mucho más fácil contando con el espaldarazo del presidente vecino que dispondrá de una cuantiosa fuente de recursos para que Colombia cierre el cinturón en torno a las pocas y débiles democracias del istmo. Panamá podría ser el próximo capítulo.
No obstante la derrota sufrida queda la esperanza de una oposición venezolana que demostró poseer una fuerza de seis millones de seguidores que quieren un cambio en su país. Es momento de hacer acopio de energía y continuar trabajando para esta recta que inicia el camino de otros siete años en los que el triunfal presidente contará con el asesoramiento de sus tutores para poner al día su programa. Sentarse a esperar a que una supuesta enfermedad haga lo que no hicieron las urnas sería el peor de los errores y la repetición del mismo cuento cubano contextualizado en otra tierra y a la medida de los tiempos que corren.