LA HABANA, Cuba. — Muchas de las personas que declaran en público ser partidarias del Servicio Militar Activo (obligatorio), a solas, en sus casas, rumian cómo poder evitarlo para sus hijos.
La expresentadora del Noticiero de la Televisión Cubana Agnes Becerra, jubilosa, tuiteó hace algunas semanas: “Hoy nuestros hijos partieron a cumplir su servicio militar diferido. Iban contentos. Los padres nos sentimos orgullosos”.
¿Todos los familiares de los conscriptos piensan igual que ella?
La muerte de cuatro jóvenes reclutas durante el incendio de la base de supertanqueros de Matanzas reavivó la discusión en las redes sociales sobre los adolescentes en el ejército. Sobre todo, porque hacía poco que la diplomática Yisel González había asegurado en la Comisión de los Derechos del Niño de la ONU que “en Cuba no se reclutan niños” y que “los ciudadanos de ambos sexos se incorporan de manera voluntaria al Servicio Militar”.
Todo el que pasó el servicio militar en Cuba puede hablar de las pésimas condiciones de vida de los reclutas, de las humillaciones en los cuarteles, del relajo de los ascensos, la entrega de premios y estímulos.
Recientemente, una camagüeyana nombrada Damaris denunció las malas condiciones en que su sobrino pasa su servicio. Según esta tía preocupada, los conscriptos se cocinan los alimentos ellos mismos y duermen en albergues en deplorables condiciones, en el kilómetro 41 de la carretera a Santa Cruz del Sur.
Un padre habanero, con su hijo cumpliendo el servicio en la División de Tanques de Managua, habla de las magras raciones alimenticias a los soldados y de la mermelada de sabor indefinido que tienen de desayuno.
La familia de un soldado recién desmovilizado dijo que durante el primer mes de reclutamiento, el muchacho sufrió una desnutrición tan severa que perdió siete kilogramos de peso corporal. Pero no fue solo por la mala alimentación. Hay otros problemas que provocan inestabilidad, depresión y ansiedad en los reclutas.
Refiere el joven desmovilizado que era frecuente el robo de los uniformes de los soldados —que se guardan en el cuarto del sargento mayor y al que solo tienen acceso los oficiales— para ser vendidos a los campesinos que viven en las cercanías de la unidad militar.
Se habla, además, de una denuncia presentada ante la Policía Nacional Revolucionaria de San Antonio de los Baños por un hecho así.
En contradicción con lo que dijo en la ONU la diplomática Yisel González, confirma el sitio web de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) que el Servicio Militar es de carácter obligatorio por ley: “Todos los ciudadanos cubanos del sexo masculino están obligados a cumplir el Servicio Militar en la forma y términos que se establecen en la Ley de la Defensa Nacional, en el Decreto-Ley 224, y en las disposiciones establecidas”.
No se reconoce al objetor de conciencia ni tampoco razones religiosas eximen del reclutamiento.
El Servicio Militar Activo obligatorio se impuso en 1963, unos meses después de la Crisis de los Misiles de octubre de 1962 y en medio de la guerra civil en el Escambray. Se estableció como una orden nunca publicada en la Gaceta Oficial de la República, y dispuso la preparación obligatoria para la guerra de todos los hombres disponibles.
El ejército cubano llegó a tener hasta 250 000 efectivos bajo el supuesto de la inminencia de una agresión norteamericana. La cifra se redujo a menos de 70 000 luego de 1989. Hoy, con el descenso de la natalidad y el éxodo migratorio, las FAR andan escasas de reclutas varones, por lo que tienen que recurrir cada vez más a las féminas para que ocupen su lugar.
El 11J no solo marcó el rechazo de los jóvenes al régimen por la represión de la policía y el ejército, sino que también provocó una estampida migratoria de más de 300 000 cubanos, la mayoría en edad militar.
Acaba de empezar un nuevo año de instrucción militar, y el alto mando de las FAR debe estar preocupado. El año transcurrido desde el inicio de la genocida invasión rusa a Ucrania ha demostrado lo obsoleto del armamento ruso. ¿Pueden imaginar ustedes de qué serviría ese mismo armamento ruso en manos de los reclutas cubanos, y en las condiciones de guerra postmoderna y asimétrica?
El otro problema es la moral. Si la mayoría de los reclutas, y hasta también muchos oficiales quieren irse del país, ¿quién se quedará, ya no para combatir en caso de guerra, sino para apagar el Morro?
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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