LA HABANA, Cuba –Facundo Correcto es ridiculizado cada lunes en las pantallas televisivas del país. Entre burlas, ironías y sarcasmos, este estereotipo del hombre nuevo cubano que nunca llegó a ser, saca los colores y la risa a quienes una vez apostaron por la revolución. Es un sujeto patético condenado a la extinción.
Mezcla de un diseño trágico-caricaturesco entre el Bernardo de la cinta El cuerno de la abundancia (Juan Carlos Tavío, 2006) y otros personajes del arte, la literatura y la realidad cubana negados a cambiar, Facundo Correcto es la antítesis de lo que un cubano no es, quiere ni puede ser en la actualidad.
Negado a todo tipo de ilegalidad en un país donde casi nada es legal, el personaje muestra como supuestos atributos de fidelidad a la revolución sus falsas dotes de organizador, un rechazo a todo lo que provenga de más allá de la frontera nacional, y un discurso politizado, inclusivo, en tono amenazador.
Temido y secundado en sus delirios por temor a su delación de cuánto hecho “delictivo” suceda en la comunidad, como tener carne de res, soñar con irse del país, vender sin licencia oficial, quejarse de la falta de agua o de la calidad del pan, Facundo, libreta y bolígrafo en mano, es el hazmerreír del telespectador.
Acompañado en sus devaneos por dos personajes principales, Pánfilo y Chequera; el primero, una síntesis precisa del cubano de a pie: carencias materiales, desesperanza, ira y temor; el segundo, algo que no debe ser, tirarlo todo a bonche aunque se hunda el país, Facundo ve solo lo que quiere ver.
Como un Quijote tropical en guayabera y bici taxi, sin tan siquiera un Sancho por cuenta propia que lo siga con sinceridad, Facundo mira en las ruinas un castillo, en la dádiva manipulada ve bondad, en las prohibiciones absurdas un acto moral, y arremete contra lo que afecta la falsa imagen de “la revolución”.
Según el criterio de alrededor de diez personas entrevistadas para Cubanet sobre el personaje de Facundo en particular, y del resto del elenco humorístico de Vivir del cuento (Lunes de Cubavisión, 8:30 p.m.), en general, desde hacía años en Cuba no se veía un programa que revelara con calidad y humor el derrumbe cotidiano, el estancamiento social y las desigualdades en el país.
De acuerdo con una joven artista que dijo nombrarse Maricel, “más allá de la mala calidad del diseño escenográfico, del desbalance actoral y la dirección, la agudeza de los textos, así como el roce sutil de las miserias humanas y materiales del país, hacen de Vivir del cuento una crítica y saludable opción”.
Asimismo, un ama de casa que dice ver cuanta bazofia se trasmite por la televisión porque no tiene dinero para poner una antena clandestina o comprar un DVD, aseguró que desde algunos programas de La leña del humor, con Moisés Rodríguez, El Bacán, Nelson Gudín, y el Sabadazo de Carlos Otero, Doimeadios, Ulises Toirac y Antolín “El Pichón, no había visto algo mejor.
Por su parte, un señor que dijo ser profesional de la salud, expresó su complacencia de que personajes como el de Facundo se puedan perfilar y exponer al criterio público nacional, pues aparte de hacer reír con sus ridículas exigencias revolucionarias, facilitan exorcizar a los que aún quedan en el país.
Vivir del cuento es una opción para reír, pero a la vez una exhortación al cambio de mentalidad. El oportunismo y el freno que representan los facundos cubanos para la sociedad, debe ser una especie condenada a la extinción.
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