LA HABANA, Cuba. – Yo, a diferencia de muchos, no hice reverencias a Santa Clara en los días recientes, cuando algunos recordaron el aniversario de su fundación. Yo me quedé en silencio mientras otros hicieron reverencias a ese grupo de pobladores de Remedios que se corrieron un poquito más al este, y más al centro, para fundar una villa nueva, una villa quizá más clara.
Me quedé en silencio y sin mencionar los abedules que plantaran en Santa Clara los recién llegados remedianos, y también dejé a un lado la misa fundacional en ese espacio que hoy ocupa la iglesia del Carmen, y tampoco hice alusión al parque que la rodea. Yo no hice reverencias ni escribí un elogio a la ciudad, pero la celebré a mi manera. Yo celebré en silencio y recordando todo cuanto debo a esa ciudad.
Yo celebré en silencio y recordé un montón de sitios entrañables de la ciudad. Recordé mucho; recordé aquellos cuatro años durante los que estudié Medicina en Santa Clara y el definitivo descubrimiento de mi sexualidad. Y este año también me mortifiqué por las muchas alusiones al Che Guevara que salieron de la boca de los organizadores de la fiesta. Tanto hablaron del Che que me pareció que intentaban presentarnos al argentino como el santo patrono de la ciudad.
Y es que los mayimbes se atreven demasiado, y desde hace mucho, asegurando que la ciudad de Santa Clara es la ciudad del Che, y que el argentino liberó a la ciudad de Santa Clara, porque el argentino del brazo enyesado descarriló un tren blindado repletico de pertrechos militares. Los mayimbes llaman a Santa Clara la ciudad del Che porque se rumorea que allí, en un mausoleo, están guardados los restos del que naciera en Rosario, en la Argentina, y que, según algunos afirman, encontraron en Bolivia después de mucho escarbar la tierra.
Los mayimbes comunistas se empeñan en hacernos creer que Santa Clara es la ciudad del Che. Los comunistas olvidan a los remedianos que fundaron la ciudad, y también a Marta Abreu, a esa gran benefactora a la que olvidaron durante esos días de fundación. Los comunistas persisten en hacernos creer que el Che Guevara es el héroe más grande de la ciudad, una especie de “patrono”, y olvidan a Marta.
Y Santa Clara es mucho más que la ciudad del Che, es mucho más que la ciudad de esa batalla que librara el Che. Santa Clara es, al menos para mí, una Santa Gay. Santa Clara es la ciudad que sin alborotos, sin secreteos ni medias tintas, y sobre todo sin CENESEX ni Mariela Castro, creó una institución a la que dieron el nombre de El Mejunje, un centro cultural que desde sus inicios fue lugar de reunión de la comunidad gay de todo el centro de Cuba, y más allá.
Santa Clara es también cada una de esas calles que bordean al estadio Sandino; esa a la que muchos llamábamos “avenida de las plumas” durante los carnavales; siempre llenita de gais llegados de cualquier sitio del país a la ciudad más gay de Cuba, la Santa Gay. Santa Clara es también la loma del Capiro, un sitio preferido por los hombres que se enredan con otros hombres.
Santa Clara es, ya lo dejé claro, El Mejunje, ese que el Che habría mandado a cerrar sin remilgos después de meter en la cárcel a sus fundadores, y a sus travestis, y también a quienes aplaudíamos a los travestis de los sábados. Santa Clara es esa ciudad en la que se premia a los travestis, es esa ciudad en la que la Asociación Hermanos Saíz premió a un Alexander Otaola travestido y, suponga usted, sin necesidad de que yo se lo diga, lo que habría dicho y hecho el Che Guervara.
Y para seguir con el Che Guevara, con el “homófobo ejemplar”, recuerdo que alguna vez el rosarino encontró en África, en una embajada cubana, un libro de Virgilio Piñera, y sin quitarse el polvo del camino preguntó quién se atrevía ahí a leer a ese maricón. Y Walterio Carbonell le respondió que él lo leía, y el argentino tomó entonces el tomito y lo hizo volar por aquellos cielos africanos, para que nadie más leyera al maricón.
Y es por todo eso que me he estado preguntando por lo qué habría hecho el “patrono de la ciudad” con El Mejunje. ¿Habría aplaudido a sus travestis? ¿Los habría puesto de patitas en las UMAP? ¿Los habría mandado a volar? Santa Clara, dejémoslo bien claro, no es la ciudad del Che.
Santa Clara es la ciudad de “la avenida de las plumas”, la del parque Leoncio Vidal repleto de gais, es la ciudad de valientes opositores, y de Marta Abreu, y hasta de alguna santa gay. Santa Clara es la ciudad en la que se puede leer a Virgilio Piñera, a Reinaldo Arenas, y hasta a mí, sin que Guevara se mortifique. Santa Clara es la ciudad más gay de Cuba, y después de todo eso es también la ciudad que, según dicen, recibió los restos del argentino más homófobo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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