LA HABANA, CUBA. — Prosigue el lento calvario de la martirizada Ucrania. Por obra y gracia de una decisión inconsulta del dictador ruso Vladímir Putin, el país que preside Volodímir Zelenski ha sufrido una destrucción terrible. También ha visto morir a muchos de sus hijos —entre ellos, civiles inocentes— y cuenta hoy con más de cuatro millones de desplazados. Una tragedia con características del Siglo XX, pero puesta en escena ya bien entrado el XXI.
La agresión y la consiguiente invasión protagonizadas por Rusia —y para las que este país prefiere emplear un eufemismo: “Operación Militar Especial”— han puesto de manifiesto las debilidades de las fuerzas armadas del gigante euroasiático. El mundo ha contemplado, y no sin cierto pasmo, columnas motorizadas gigantescas (de decenas de kilómetros de largo) paralizadas en los accesos a la capital ucraniana (Kiev) por falta de combustible y de alimentos para sus decenas de miles de integrantes. Estamos en presencia de un fiasco logístico de enorme magnitud.
El objetivo confeso de Putin era tragarse a Ucrania: no por gusto, en la alocución en la cual anunció al mundo y a sus propios súbditos la invasión de ese país hermano, el dictador dedicó horas a argumentar que Ucrania no tenía una verdadera tradición de país separado. De dificultarse el logro de ese objetivo más ambicioso, se contemplaba, al menos, la imposición de un nuevo gobierno más afín al del Kremlin moscovita. Eso, y no otra cosa, es a lo que se refieren Putin y sus acólitos cuando hablan de la necesidad de “desnazificar” a su vecino meridional.
Pero es un hecho cierto que la agresión ha encontrado una resistencia feroz de las tropas y todo el pueblo de Ucrania. El presidente de este país, Volodímir Zelenski —quien es, por cierto, ¡un judío que, según la mentirosa propaganda de la televisora RT, encabezaría el “régimen nazi” de Kiev!— ha sabido estar a la altura del momento histórico que le ha tocado vivir: en lugar de huir, como los invasores y algunos otros esperaban, se ha atrincherado en su capital, la cual se niega a abandonar.
En medio de ese escenario, para ellos desfavorable, los voceros del Kremlin de Moscú han optado por tratar de convertir el pecado en virtud. Han anunciado mendazmente haber logrado los objetivos de su agresión y anuncian el final de su ofensiva contra Kiev y otros puntos vitales para concentrarse en las regiones rusófonas de Donetsk y Lugansk. O sea: imitan a la zorra de la fábula de Esopo, que, al no lograr alcanzar con sus saltos el apetecido racimo de uvas maduras, declara despechada: “¡Están verdes!”…
En medio de ese panorama alentador para los combatientes de la libertad, este viernes se conoció que las Fuerzas Armadas de Ucrania habrían logrado desquitarse, al menos en parte, de la agresión del dictador ruso. Se habría tratado de la primera vez desde el inicio de la “Operación Militar Especial” en que el propio territorio del país agresor habría sufrido un fuerte golpe de los agredidos.
El hecho, escenificado en la ciudad y provincia de Bélgorod por dos helicópteros artillados, consistió en la destrucción de grandes tanques de combustible ubicados en un importante complejo energético. Según se reconoce, los daños ocasionados fueron considerables. No obstante, no todo está claro en este asunto. Los líderes de Ucrania (incluyendo al Presidente y su canciller) han declinado confirmar que se haya tratado de una acción llevada a cabo por tropas de su país.
La ocasión ha sido propicia para otra destacada muestra de la hipocresía y el cinismo de los agresores. Por ejemplo, el portavoz oficial de Rusia, Dmitri Peskov, refiriéndose a las actuales tratativas entre su país y Ucrania, habría declarado: “Esto no puede ser visto como algo que cree condiciones apropiadas para continuar las negociaciones”. O dicho de otro modo: “Nosotros sí podemos atacar, invadir y destruir, pero cualquier intento de desquitarse debe ser condenado”.
Pero parece indudable que el colmo, en este terreno, le corresponde al Comité de Investigaciones de Rusia. Aunque tal cosa parezca increíble en una guerra, al día siguiente de los hechos los incondicionales de Putin que sesionan en ese órgano represivo emitieron un documento que, por decir lo menos, provoca pasmo más que asombro.
Leemos en el sorprendente papelón: “El primero de abril de 2022, en el territorio de Ucrania, militares de las Fuerzas Armadas de Ucrania, establecieron entre sí un consorcio delictivo, con el fin de perpetrar un acto terrorista en el territorio de la Federación de Rusia”. Y continúa: “Mediante el empleo de dos helicópteros artillados dotados de armamentos pesados de ataque, ellos penetraron ilegalmente en el espacio aéreo de la Federación de Rusia, en la provincia de Bélgorod”.
El insólito documento continúa: “desplazándose a baja altura, efectuaron no menos de 4 golpes aéreos contra objetivos de un complejo energético en la zona de la ciudad de Bélgorod”. Con ese motivo, el Comité de Investigaciones de Rusia incoó ese mismo día un expediente penal ¡“con motivo de la ejecución de un acto terrorista por parte de las Fuerzas Armadas de Ucrania”!
O sea: si yo intervengo y bombardeo en Ucrania, ello se debe a causas justificadas y representa sólo una “Operación Militar Especial”. Pero si los atacados tratan de desquitarse en parte, ¡entonces se trata de un “acto terrorista”!
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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