MIAMI, Florida, febrero, 173.203.82.38 -La propuesta bipartidista de los senadores cubano americanos Marco Rubio y Bob Menéndez sobre la suspensión de los vuelos directos entre Estados Unidos y países colocados en la lista negra del terrorismo, insufló la polémica entre la comunidad de cubanos exiliados. La petición restrictiva afectaría las flexibilizaciones puestas en práctica recientemente por la administración Obama respecto a Cuba, en especial en lo concerniente al aumento de los viajes hacia la isla.
Los gestores de la contramedida, apoyada por los que prefieren el mantenimiento de las limitaciones al contacto directo entre las dos orillas, argumentan que el gobierno castrista se oxigena con las ganancias derivadas de los dividendos que obtienen por el aumento de los viajes. Pagos de pasaportes, permisos de entrada, impuestos por libras de equipajes, sumado al costo de los pasajes, tarifas arancelarias por el servicio de las instalaciones aeroportuarias, además del dinero que los visitantes llevan a sus familiares o para el uso personal durante la estancia, contribuyen al sostenimiento del régimen, a cuyas arcas van a parar irremediablemente estos cuantiosos recursos financieros.
Pero la comunidad cubana residente en Estados Unidos está cada vez más polarizada cuando se trata de apoyar medidas como las que sostienen Menéndez y Rubio. Mientras una parte de los exiliados aplauden el cierre del cerco, un porcentaje casi igual en número manifiesta su oposición a estos métodos. Los vínculos familiares son suficientes para superar reticencias ideológicas y políticas.
El problema planteado por un exilio que se ha nutrido en las últimas décadas por numerosos caminos desde Cuba, pone en problemas a los que se aferran a una postura considerada extrema por quienes realmente han llegado a territorio norteamericano huyendo de una dictadura, con la que no tiene que estar de acuerdo, pero con la que no han tenido conflicto directo. Un grupo apreciable de emigrados al que no se le puede exigir intransigencia.
¿Son las medidas de cierre, limitaciones y prohibiciones las mejores a las que se debe apelar para promover el cambio en Cuba? A estas alturas no lo creo. Los acontecimientos recientes verificados en el norte de África demuestran lo contrario. Para algunos las expectativas de un levantamiento general, que de una vez consiga desplazar del poder a la octogenaria cúpula castrista, solo es posible mediante el apriete de tuercas que ponga la caldera a punto de explosión. Algo similar a los estallidos populares provocados por crisis económicas, que obligaron a la salida de gobernantes inamovibles por décadas en Túnez y Egipto, pero cuyos ejemplos no tienen mucho que ver con la realidad cubana.
Mientras en Egipto, por citar uno de los casos, contaba con ciertas libertades políticas y nunca hubo restricciones apreciables de movimiento o información, en Cuba estas cuestiones aún están por ser un logro. A esto hay que añadir que los dos países árabes envueltos en la estampida revolucionaria, contaban con el apoyo absoluto de las potencias occidentales, que mantenían profundos vínculos económicos, políticos y militares con los gobiernos autoritarios que consideraban aliados. No es factible entonces establecer cuadros comparativos entre dos realidades que solo tiene un punto común. El poder totalitario o la tiranía unipersonal, sea de un partido, de un grupo religioso o de noblezas establecidas.
Una pregunta que se plantea es si en verdad el gobierno, cualquiera sea el que ocupe la Casa Blanca, estará en disposición de apoyar una crisis en el cercano país insular. Lo ocurrido en Túnez, donde a poco de producirse la salida del gobernante Ben Alí, miles de personas desafiaron los 120 kilómetros que separan sus costas de la isla italiana de Lampeduza, es un hecho que viene a aseverar los temores sobre lo que puede ocurrir en el caso cubano con una salida descontrolada de la situación socio política.
Por otra parte se dan situaciones que pone en tela de juicio la aplicación de medidas, que más bien vendrían en ayuda de los que en Cuba no quieren que las cosas cambien. En momentos en que el propio régimen admite que sus problemas no son atribuibles por entero al embargo norteamericano, cuando el gobierno cubano pone en marcha un plan de restructuraciones económicas que afecta a millones de trabajadores, por razones imputables solamente al mal funcionamiento del sistema; aplicar sanciones externas sería contraproducente. Mucho más en momentos en que hasta la ONU ha declarado por vez primera en favor de que se realicen cambios profundos en Cuba, que impliquen democratización.
Más que estimular decretos restrictivos se trata de seguir levantando barreras. Y una de las primeras que debe ser removida es la que impide la entrada libre de los cubanos a su patria de origen. El reclamo de ese derecho, sin más limitantes que la que imponga el criterio soberano e individual del ciudadano, es fundamental para estimular el cambio esperado en Cuba. Mejor que prohibir contactos y viajes.