MIAMI, Florida, febrero, 173.203.82.38 -Lech Walesa, emblemático líder sindical polaco y Premio Nobel de la Paz recientemente hizo una valoración crítica sobre la disidencia cubana tratando de responder la razón de que Cuba aun se encuentre en el camino hacia la democracia. Falta de unidad, protagonismos y debilidades de la dirigencia opositora fueron señalados por el dirigente de Solidaridad como la causa principal de que el cambio verdadero no se haya verificado en la Isla. “He intentado darle consejos a la oposición cubana pero por alguna razón no me hacen caso”, apuntó en la entrevista. La valoración de Lech Walesa sobre la oposición cubana fue respondida a través de la opinión de los periodistas independientes Luis Cino, Jorge Olivera y Miriam Celaya.
En su repuesta, Cino expone con argumentos razonables la razón del aparente poco caso de los cubanos a los consejos de Walesa. Uno de ellos y el principal es la tentación de comparar realidades muy distintas de lo que fuera el panorama de las dictadura partidista polaca, satélite de Moscú y la dictadura castrista también en órbita con el Kremlin pero con distanciamientos bien definidos más allá de cuestiones geográficas. A esto añade el influjo del cercano exilio, las diferencias de nacionalismos gravitando alrededor de las potencias enfrentadas, la emigración accesible por diversas vías en el caso cubano a diferencia de lo que ocurría en el modelo polaco. A esto se suma el desgaste de una larga lucha a veces sin respaldo efectivo alguno y con la incomprensión de una parte importante de la humanidad, la leyenda de la Revolución y su líder máximo y realidades como el embargo norteamericano -o bloqueo según se quiera considerar- más beneficiosas que perjudiciales para la armazón defensiva del régimen cubano. Todo ello sin soslayar la pérdida de referencias sobre valores sociales y cívicos de la población así como los incontestables defectos de la disidencia.
Por su parte Walesa parece obviar razones que no tuvo que sufrir la sociedad polaca en su lucha contra el régimen totalitario establecido en Polonia una vez concluida la II Guerra Mundial. Mientras los polacos soportaron el despotismo partidista con el rostro indefinido de la nomenclatura acomodaticia a los dictados moscovitas, a los cubanos les tocó lidiar con un dictador que supo conducir todos los hilos del poder desde el control absoluto aprovechando la sugestión de un carisma excepcional y de una gesta auténticamente popular, que enfrentó a la mayor potencia mundial del momento atrayendo simpatías y empatías incluso de no pocos déspotas de derecha. En esas condiciones el régimen castrista aplicó un sistema de terror que hasta hoy se mantiene. La pena de muerte y la figura de alta traición a la patria o la calificación de acto contrarrevolucionario contra cualquier demostración de disidencia atenazaron la conciencia de la sociedad cubana. Relevarse ante estas era simplemente un acto inconcebible desde una visión patriótica o cuanto menos suicida.
En Polonia existía la represión estructurada desde las sombras grises de la policía política y la ayuda de chivatos- creo que no muchos- al servicio del Partido. Hubo represión y muertes. Pero allí no existieron los CDR ni organizaciones similares dedicadas a vigilar cada estrato de la sociedad. En aquel contexto los comunistas apostaron por una especie de dicta blanda pensando que bastaba con el resguardo que ofrecían los tanques soviéticos. Desde Moscú dieron el visto bueno, sabedores de la animadversión histórica de sus vecinos para quienes la Unión Soviética era la nación imperialista, opresora e injerencista en sus asuntos, sentimiento que manifestaban incluso no pocos comunistas polacos.
Tal vez Castro hoy diga lo mismo que Walesa al referirse a sus ex aliados del Este europeo que evitaron implantar las reglas de juego que estableció el Comandante en Jefe. De haberlo imitado otra hubiera sido la suerte del movimiento polaco. Con un Castro en el lugar de Jaruselski el destino reservado a los principales dirigentes de la oposición polaca tendría ribetes trágicos. Recordemos la alusión hecha por Raúl Castro en la cumbre de la CELAC al referirse al problema del narcotráfico. Más allá de la negativa a negar la existencia de esa plaga en Cuba merece destacarse el recordatorio del General cubano sobre el uso de la pena máxima como método disuasorio y aniquilador. Un mecanismo utilizado en Cuba no solo en problemas delictivos sino- y sobre todo- en asuntos políticos.
Walesa contó con el respaldo y asesoramiento de muchos lideres intelectuales que apostaron al proyecto de Solidaridad. El estallido social de los ochenta pudo ser posible porque en Polonia existía un amplio desarrollo en los movimientos obreros y estudiantiles. Estos reivindicaban mejoras económicas (no políticas) a la vez que denunciaban la enorme corrupción de la cúpula encabezada por Gierek y Jarosevich. Las protestas se producían con la participación masiva de sectores vitales como el de la minería o el industrial portuario apoyados por los universitarios. En Cuba ambos movimientos, el estudiantil y el obrero, habían sido diezmados y aplastados desde el mismo inicio de la Revolución pasando al control del régimen.
A diferencia de Cuba en Polonia sobrevivió la economía privada, principalmente en amplios niveles de la agricultura, los servicios y en no pocos comercios y trabajos artesanales. En la hora crítica esto significó un factor positivo para solventar muchas necesidades primordiales de las organizaciones disidentes y los huelguistas.
Mientras Cuba mantenía una posición de alineamiento total con la política exterior soviética, Polonia tenía relaciones amplias con Estados Unidos, China e Israel. Recuerdo como los dirigentes cubanos de la embajada en Varsovia no dudaban en tildar de blandengues a los dirigentes comunistas de aquel país, acusándoles de tener una mentalidad capitalista y de ser en el fondo unos antisoviéticos, mal agradecidos y traidores de los que teníamos que cuidarnos los cubanos que tuvimos la fortuna de estar allí.
En su entrevista a Tele Martí el líder polaco en su juicio sobre la actualidad cubana manifestó que: “…debiera haber gentes ofreciéndose para ocupar nuevas posiciones, nuevos cargos dentro de la realidad transformada. En dos años habrá elecciones democráticas (en Cuba)…hay que estar preparados porque lo que habrá después de la caída de los Castro será un caos”. Sobre este aspecto habría que señalar que las aberturas que está dejando el actual régimen cubano y que indudablemente deben ser aprovechadas para forzar la participación o al menos el esfuerzo inclusivo, no significan por sí mismas que el tránsito llano hacia el futuro democrático de la Isla esté garantizado. Ingenuo será pensar que el gobierno no se está preparando para esa eventualidad y para otras mayores como lo que significaría el restablecimiento de relaciones diplomáticas y económicas con Estados Unidos o la desaparición de su más cercano e importante aliado internacional en Caracas. Nadie puede asegurar que en las intenciones del castrismo se encuentra ausente la de perdurar a costa incluso de ofrecer cuotas democráticas para las que tendrán vacantes preparadas e incluso designado a quienes la deberán ocupar.
Los disidentes cubanos, opositores y sociedad civil en general, con sus defectos y virtudes, deben escuchar y tomar nota de todas las experiencias por la que han transitado otros pueblos sin caer ponderaciones de lo ajeno, en tentaciones imitativas o en el ciego asentimiento ante críticas y consejos externos a los que hay que hacer caso por la relevancia de quien los propone. Aquello de “hacer caso” lleva el mal sabor de postura poco ética para quien siga el consejo y de poca humildad para quien pretenda la aceptación. La sociedad civil cubana tendrá que vencer muchos obstáculos y superar grandes dificultades. Pero será siempre mejor que lo hagan por sí mismos sin la ayuda de líderes carismáticos, populares e infalibles, algo en lo que coincido ciento por ciento con Cino. Los estrellatos terminan siendo perjudiciales cuando no peligrosos. Lo mismo desde una charretera que en la portada de una revista. Los polacos, que han demostrado profunda sabiduría en estos asuntos no se lo permitieron ni a Walesa en sus mejores días.