LA HABANA, Cuba.- Ha trascendido que el exgobernante Fidel Castro, cada vez que visitaba a otro país, sobre todo si se trataba de una nación con un sistema de gobierno diferente al cubano, enviaba anticipadamente a una comitiva con la misión de captar el estado de la opinión pública con respecto a su visita. Y si la indagación no le resultaba satisfactoria, casi seguro el Comandante no se movía de la isla.
Al parecer, su hermano Raúl heredó esa costumbre. Porque todo hacía indicar que el General-Presidente viajaría a Lima para exponer las “verdades” de su revolución, y además defender a su aliado Nicolás Maduro de los cuestionamientos que seguramente recibiría el hombre fuerte de Caracas por la mayoría de los participantes en esta cita.
Sin embargo, esas vallas colocadas en lugares céntricos de la capital peruana que condenaban la represión y la violación de los derechos humanos por parte del castrismo le hicieron comprender al gobernante que no habría complacencia con su régimen.
La prensa oficialista cubana, que armó un jolgorio cuando el presidente Donald Trump anunció su no participación en la Cumbre de las Américas, calificando la ausencia como un fracaso para Estados Unidos, este viernes en la tarde parecía desconcertada al constatarse que Raúl Castro tampoco estaría en Lima. Esa fue la imagen que mostraron los panelistas en la Mesa Redonda de la televisión cubana. A diferencia del mandatario estadounidense, que expuso las causas de su no asistencia, el menor de los Castro no dijo ni media palabra sobre su ausencia. Y, por supuesto, los “bravos” periodistas de la Mesa Redonda no conjeturaron al respecto.
Lo cierto es que esta Cumbre de las Américas debe de servir para convencer a la opinión pública de lo desacertado que resultó la invitación al gobierno cubano para que participara en estas reuniones hemisféricas. En primer término, se constata que la chusmería y la intolerancia de la comitiva castrista que participó en el Foro de Sociedad Civil en la Cumbre de Panamá 2015 no fue un hecho coyuntural.
Ahora en Lima se repitió la deplorable escena. De mantenerse en el futuro la invitación a la “sociedad civil” castrista, se impone que los organizadores del evento sean más celosos en lo concerniente al mantenimiento del orden, y no vacilen en expulsar del escenario de la reunión a esos que solo cuentan en su arsenal con los gritos, las ofensas y la violencia.
Por otra parte, es de suponer que aquellas voces que durante tanto tiempo clamaron por que se permitiera la presencia de Cuba en las Cumbres de las Américas hayan experimentado cierta decepción ante la ausencia de Raúl Castro. Pero no solo su ausencia, sino que envió a una delegación de bajo perfil, denotando un desdén por esta cita de Lima. No envió a ninguno de sus vicepresidentes, sino al canciller Bruno Rodríguez Parrilla.
Ya en el plano conceptual de la Cumbre, al General-Presidente tampoco le iba a agradar que buena parte de los mandatarios presentes en Lima ensalzaran mecanismos de integración económica como la Alianza del Pacífico, y se pronunciaran por respetar la Carta Democrática Interamericana.