LA HABANA, Cuba. — Un viejo chiste nos aclara en qué se parece un diplomático a una dama. En que el primero, cuando dice que sí, quiere decir “tal vez”; cuando dice “tal vez”, quiere decir que no; y si dice que no, entonces no es un diplomático. La dama, por su parte, cuando dice que no, quiere decir “tal vez”; si dice “tal vez” quiere decir que sí; y si dice que sí, entonces no es una dama.
Esta antigua anécdota de salón resulta de utilidad con motivo de las escaramuzas retóricas que se han suscitado en los últimos días entre la Rusia de Vladímir Putin, de una parte, y los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN. Me refiero a los duelos verbales motivados por la supuesta disposición del Kremlin a desplegar fuerzas militares en Cuba y Venezuela.
En el asunto ha intervenido la emisora putinista RT (siglas de Russia Today). Se trata de una de las dos televisoras extranjeras (la otra es la chavista TeleSur) que tienen el privilegio de disponer, en la Televisión Cubana, de sendos canales por los cuales transmiten sus distintos programas y reportajes, e incluso sus noticieros.
Para los residentes en esta Gran Antilla, que no contamos con la posibilidad de acceder en nuestras pequeñas pantallas a otras alternativas, se trata de una opción atractiva. Las informaciones (de algún modo hay que llamarlas) que emite el Noticiero Nacional de Televisión tienen un carácter francamente grotesco; ellas ofenden nuestra inteligencia cada minuto. En vista de ello, RT y hasta la misma TeleSur, aunque también tendenciosas, resultan menos repulsivas.
Pues bien: es el caso que en Occidente han recibido un decidido —y comprensible— rechazo las aventureras declaraciones de Serguéi Riabkov, viceministro de Relaciones Exteriores de Putin, cuando en respuesta a preguntas de un periodista dijo que “no podía confirmar ni excluir la posibilidad de que Rusia establezca una infraestructura militar en Cuba y Venezuela”.
Ante la turbulencia ocasionada por esas palabras en el seno de la comunidad internacional, el canal televisivo putinista optó por rasgarse las vestiduras. “¡En ningún momento se ha afirmado que Rusia vaya a enviar tropas equipadas a esos dos países caribeños!”, es la esencia de uno de sus comentarios. ¿Pero no habíamos quedado en que un diplomático no dice todo lo que realmente quiere expresar!
Parece ser que el alto funcionario de la cleptocracia putinista se ha olvidado del momento en que nuestro planeta estuvo más cerca de una terrible hecatombe termonuclear. Me refiero a la “Crisis de Octubre” de 1962 (como suele denominarse en Cuba), a la cual, en otras partes del mundo, prefieren llamar “Crisis del Caribe”.
En aquella ocasión, la autorización unipersonal de Fidel Castro al emplazamiento de cohetes nucleares soviéticos en suelo cubano y la consiguiente decisión de Nikita Jruschov y su Buró Político de llevar a cabo esa peligrosa jugada casi desatan la Tercera Guerra Mundial.
En vista de la verdadera correlación mundial de fuerzas existente en aquel momento, es de presumir que el bando comunista habría llevado la peor parte en ese conflicto. Pero lo que nadie puede dudar es que nuestra pobre Cubita habría sido borrada del mapa y todos nosotros, junto con nuestros familiares y amigos, habríamos resultado “vaporizados”.
Y todo eso —resulta bueno destacarlo— en virtud de una decisión tomada por el Mandamás en Jefe, por sí y ante sí. Porque el hecho cierto es que no existen noticias acerca de alguna reunión del alto mando castrista (como las que sí tuvieron lugar en el Kremlin moscovita) en la cual se abordara de manera colectiva ese asunto de tan tremenda importancia.
Nada digo del pobre pueblo de Cuba porque, como reza el refrán, “no tuvo vela en ese entierro”. En otras épocas, cualquier tratado de alianza (o el mismo por el cual se estableció la Base Naval de Guantánamo) era discutido en el Senado de la República y se convertía en materia de información y debate para la ciudadanía. Pero bajo el castrismo, cuando no lo decide unipersonalmente el mandamás de turno, el asunto se discute, a lo sumo, y en medio del mayor secreto, por el Buró Político comunista.
Es materia de tremendo interés para ese mismo pueblo cubano en qué irán a parar los actuales pujos imperiales de la Rusia de Putin, que le atañen tan de cerca. En 1962, los cubanos de a pie estábamos a mil millas de lo que se urdía en los conciliábulos entre comunistas, así como de las posibles consecuencias de lo que allí se decidiera. Hoy, gracias al “potro salvaje del internet” —como diría Ramiro Valdés— ya no es tan así. Sería interesante saber qué dice al respecto ese conjunto de seres humanos que, según la “Constitución raulista”, es “el soberano” en nuestra tierra.
Y sería interesantísimo saber también qué tienen que decir al respecto los locuaces portavoces de los dos países caribeños aludidos. Porque hay que decir que tanto en La Habana como en Caracas no se pierde una ocasión de arremeter contra “el imperialismo yanqui” cada vez que alguna personalidad estadounidense (aunque se trate de un congresista, que no representa al gobierno) dice algo que no les cuadra a los respectivos jefes.
Ahora las implicaciones para Cuba y Venezuela son evidentes, pero los portavoces castristas y maduristas, al menos hasta el momento, han decidido rendir culto a Harpócrates, que, como todo el mundo sabe, era el dios griego del silencio.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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