LA HABANA, Cuba. – La prensa oficial en Cuba no tiene remedio. Sigue tan mediocre como lo ha sido desde que surgió sobre las cenizas de aquellos periódicos, radioemisoras y canales de televisión que informaban y entretenían, con transparencia, ingenio y objetividad para todos los gustos.
A finales de la década del 60, de la pasada centuria, la ética profesional había recibido el certificado de defunción y el cuestionamiento de la realidad, ya era un campo minado que nadie se atrevía cruzar ni por los bordes.
Desde entonces, la situación ha ido de mal a peor. Hoy, cada una de las plataformas informativas, continúan como poleas de transmisión del libreto único, confeccionado en las oficinas del Departamento Ideológico del Comité Central (DOR).
De acuerdo a las publicaciones, el país no se aparta de la senda del progreso, el futuro huele a gloria, el PIB mantiene una tendencia al alza, la confianza del pueblo en la gestión gubernamental es unánime, pronto las tarimas de los agromercados estarán rebosantes de alimentos producidos en el país y, por si fuera poco, La Habana dejará de ser una imitación abreviada, pero no menos cargante que Sarajevo después de los inclementes bombardeos, acaecidos durante la guerra civil de los 90.
En los partes noticiosos y en los comentarios de los periodistas prestos a cumplir su rol como disciplinados voceros, no hay rastros de esa cotidianidad tan alejada de esos cantos sirenas convertidos en la banda sonora de una revolución que sobrevive saltando de crisis en crisis.
Por estos días, el foco de atención en los asuntos internos, está concentrado en los temas discutidos en las diez comisiones permanentes de la Asamblea Nacional, previas al 3er Período de Sesiones de la 9na Legislatura.
¿Qué solución puede surgir de un parlamento unicameral, donde las diferencias existen solo en la forma de aplaudir y a la hora de alzar el brazo, derecho o izquierdo, más alto o con cierto desgano, para darle el visto bueno a las propuestas certificadas por la élite de poder?
Es obvio que se trata de otro montaje irremediablemente soez y ajeno a las verdaderas necesidades de la inmensa mayoría de los cubanos, rodeados de prohibiciones, racionamientos, policías corruptos, burócratas desalmados, chivatos y promesas más efímeras que un cake de chocolate en la puerta de un colegio.
El máximo titular de la Asamblea, Esteban Lazo y el presidente de la Isla, Miguel Díaz-Canel, largaron sendas parrafadas como parte de sus roles en una puesta en escena, con las mismas dosis de aburrimiento.
Las reseñas de las intervenciones subrayan el carácter servil de los autores y su compromiso en realzar las ficciones, antiguas y recientes, en detrimento de un mínimo respeto por la profesión.
El mandatario cubano, en sus palabras ante los diputados reunidos en la Comisión Permanente de Asuntos Económicos, llamó a actuar “con inteligencia, capacidad de análisis, decencia y vergüenza, según la primera página del diario Granma, en su edición del día 9 de julio.
Se ha demostrado que ninguna de las cualidades expresadas por el presidente designado, es compatible con el modelo socialista que encabeza.
Y es que la mediocridad se ha instalado en cada palmo de la Isla. Lo que en principio parecía un dechado de virtudes, resultó ser un atraco a mano armada.
En medio del ir y venir de responsabilidades desdeñadas, latrocinios mal disimulados y del pernicioso reciclaje del voluntarismo, el empobrecimiento de la sociedad excede las fronteras de lo material y esas carencias no son recuperables en un corto espacio de tiempo.
La prensa debería alumbrar esas zonas oscuras de la realidad nacional, pero eso es pedirle demasiado a una tropa de amanuenses renuentes a tumbar ni una talanquera del redil. Allí son felices o aparentan serlo.
¡Qué desvergüenza!