LA HABANA, Cuba.- Después que el Palacio Presidencial se vio asaltado aquel 13 de marzo de 1957 por un grupo del Directorio Revolucionario y poco faltó para que Fulgencio Batista fuera asesinado, se le ocurrió al dictador escuchar las voces opositoras del país.
Es una historia poco conocida, pero que ocurrió. Los gobernantes acuden a cualquier estrategia cuando se ven ante un inminente peligro.
Ahí vemos a Maduro, de Venezuela, en busca de diálogo con la oposición.
Pero es posible que Batista lo hiciera de buena fe. En el fondo de su corazón puede que la palabra “democracia” lo haya convencido.
De esa forma, después del ataque a Palacio, Batista propuso que se formase un Comité de Congresistas para que, durante veinte días, tomaran testimonio a los partidos políticos, representados por Grau San Martín, Manuel A. Varona, José Pardo Llada, Alonso Pujol y alguien designado por Fidel Castro, al frente del Movimiento 26 de Julio.
El objetivo, según dijo, era buscar una solución para el futuro del pueblo cubano y evitar así más derramamiento de sangre.
El Comité no tuvo éxito. Fidel Castro rechazó cualquier diálogo con “el hombre fuerte de Cuba”. También había criticado el ataque a Palacio, calificándolo de “inútil derroche de sangre”, como si no hubiera sido inútil también el ataque al Cuartel Moncada.
Todo lo acontecido por aquellos meses de 1957, demuestra a las claras que en la mente de Fidel Castro ya estaba bien arraigada la idea de luchar por un solo rey, y que ese rey fuera él. Por eso se oponía a cualquier cosa donde no figurase como tal. Por eso no estuvo de acuerdo con el episcopado cubano cuando, para salir de la crisis nacional, éste pidió a Batista la formación de un gobierno de unidad nacional y a Fidel el abandono de las armas.
Al ver que Batista estaba de acuerdo y anunciara elecciones, con observadores de la ONU y la OEA, Fidel lo acusó de no ofrecer transparencia en aquellos comicios, de implantar una férrea censura de prensa por períodos, de no respetar los derechos de los ciudadanos a reunirse o asociarse, de realizar una campaña de propaganda a su favor, cuyos resultados podían verse, seguro de que Batista no se retiraría de la vida pública en caso de abandonar la silla presidencial.
Es increíble cómo se conocen las “almas” de los dictadores entre sí y se copian unas a otras.
Aquel 5 de mayo de 1957, a pesar de que Fidel no contaba con un verdadero ejército de guerrilleros, se reúnen sus hombres en pleno monte y lo proclaman jefe militar y civil del Movimiento 26 de Julio. Único Rey, para que concentrara, de esa forma, todos los poderes.
“Nuestra lucha diaria es sobre todo contra la falta de preparación moral, ideológica y física de los combatientes”, dijo en aquella ocasión, y disolvió todo un escuadrón, quedándose con muy pocos hombres armados.
A finales de ese mismo año, también ataca el Pacto de Miami y a su Junta de Liberación, con un programa democrático de reconstrucción del país, compuesto por todas las fuerzas políticas de oposición, e integradas por tres miembros del Movimiento 26 de Julio, dirigentes ortodoxos, auténticos, sindicalistas, y Faure Chomón, del Directorio Estudiantil.
El Pacto de Miami tenía un gran error: no se había proclamado Rey a Fidel Castro.