LA HABANA, Cuba. — Ya pasó el 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, y la clase política cumplió su cometido entregando florecitas a las compañeras cercanas a su séquito y recibiendo el aplauso cerrado hasta el delirio de las plañideras. Todo un éxito de la burocracia castrista.
La jefa de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) repitió las consabidas consignas a la par del ministro del Interior, el general Álvarez Casas, ante la cofradía de sicofantes. Mientras, Mariela Castro, la directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), que pertenece a otro nivel de la elite, viajaba por Europa.
En Camalote, una apartada comunidad camagüeyana, todavía no pasa el estupor por el asesinato de una adolescente, Leidy Bacallao, dentro de la estación de Policía local, a manos de su expareja, que por su edad podía ser su padre. De los cuatro policías que estaban de guardia esa noche solo uno estaba en su puesto.
Habría que revisar si es delito o indisciplina, pero lo cierto es que los agentes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) no tienen la preparación adecuada para proteger a las víctimas de la violencia de género.
La prensa oficialista ha reconocido la falta de protocolos, estadísticas, información y programas efectivos para evitar los feminicidios en Cuba, pero se cuida de mencionar a la PNR.
El portal gubernamental Cubadebate publicó Feminicidios, violencias tras la violencia en su columna Letras de Género. Ha sido uno de los pocos artículos sobre el tema donde se reconoce al feminicidio como un problema en Cuba.
Los dirigentes del régimen se niegan a admitir abiertamente que el feminicidio constituye un problema en Cuba. Ni siquiera es un delito tipificado en el nuevo Código Penal.
El problema del feminicidio es que no empiezan el día en que una mujer es asesinada, sino mucho antes, con todas esas prácticas más o menos evidentes que forman parte de los ciclos de la violencia de género. Entonces, ¿por qué no se prepara a los policías para interrumpir ese círculo nefasto que, en el caso de Camalote, llevó a la muerte de una adolescente?
Una normativa integral tiene una función de sensibilización y capacitación indiscutible. Pero si no atendemos eso, todo lo demás, incluso la ley, sería letra muerta, porque la ley y el castigo tienen que ser el último escalón, las soluciones tienen que aparecer mucho antes.
La PNR, al parecer más interesada en perseguir a opositores que a asesinos potenciales de mujeres, no tiene claro que hay tres conceptos para entender el fenómeno: la violencia de género, la violencia doméstica y la violencia doméstica familiar. Al no comprender estos tres conceptos y con un sistema de leyes ajenas al problema, la Policía no puede actuar, no sabe cómo hacerlo.
Los opositores, que a veces pasan mucho tiempo detenidos en las unidades policiales, pueden dar fe de que en sus murales hay muchas fotos de Fidel y Raúl Castro y de Díaz-Canel, pero nunca información acerca de cómo proceder ante casos de violencia de género.
En las policías del mundo real, no en el Macondo en que vivimos, se establecen los protocolos para evitar los feminicidios, los factores y niveles de riesgos y la forma de actuación ante ellos, que puede llegar hasta la orden de alejamiento o aprensión.
En nuestro país hay protocolos que no se cumplen y otros que no existen. Urge una estrategia que funcione para abordar el flagelo del feminicidio.
Hoy, sectores de la sociedad civil independiente impulsan iniciativas para visibilizar la violencia de género y el aumento de los feminicidios en el país. En ese sentido, exigen una Ley Integral Contra la Violencia de Género, pero el régimen sigue negando el fenómeno y no atiende los sucesivos reclamos. En 2022 la propia Asamblea Nacional del Poder Popular rechazó una enmienda que proponía incluir el término “feminicidio” en el nuevo Código Penal cubano.
El caso de Leidy Bacallao, de 17 años, asesinada a machetazos en la unidad de la policía local, a donde fue a pedir auxilio, debe ser motivo de vergüenza para la PNR, la FMC y el Cenesex. Le fallaron a esa adolescente. De un modo u otro, el arma homicida también pasó por sus manos.