Querido general:
Trataré de ser breve aunque la historia es muy larga.
El nombre de mi hija es Jennifer de las Mercedes, nunca entré en aquella moda de ponerle nombres raros a los hijos porque con mis nietos Itram y Ralip ya he tenido bastantes problemas por eso.
Jennifer siempre fue testaruda desde chiquita y creo que yo también he tenido responsabilidad por sus problemas actuales. Nunca fui muy entonada para cantar y, cuando chiquita, la dormía recitándole bajito Los Zapaticos de Rosa, algo que creo influyó en su conducta actual. Ya le mencioné a sus hijos Itram, el varón, y Ralip, la hembra. Si lee esos dos nombres al revés se dará cuenta de lo que hablo: Jennifer tiene obsesión con Nuestro Apóstol.
Ya desde que la puse en el Círculo empezaron los problemas; una de las “seños” se quejó, y hasta me amenazó en el CDR, porque Jennifer insistía en que aquel cuento del ratoncito Pérez había que cambiarle el título y ponerle La Cucarachita Martiana; formaba un lío con que el ratón tenía el segundo apellido del Apóstol y que eso demostraba el simbolismo del nuevo nombre para la puñetera cucaracha. Con el tiempo todo se fue agravando, todo lo mezclaba con Martí. Si la “guachipupa” no sabía a nada enseguida venía ella a decir que “nuestro vino es agrio pero es nuestro vino”, en la playa cogía unas resolanas que se despellejaba; pero no se le podía llamar la atención sin que saliera con lo de que “el sol tiene manchas” y lo que hablaban los agradecidos y desagradecidos de las manchas y la luz. Una vez en sexto grado casi me vuelve loca porque no encontraba escrito en las Obras Completas los planes intelectuales de Martí para asaltar el Moncada. Eso tuvo cola… pero ahora voy a lo que voy.
En las vacaciones se ganaba sus quilitos cuidando niños porque decía que eran ” la esperanza del mundo”, eso duró hasta que los padres se quejaron porque a unos niños de dos y tres años no se les entretiene con el juego que ella inventó. Hizo una especie de ruleta con una flecha que giraba en el medio. Ponía a los chiquitos a darle vueltas a la flecha y, según donde se parara, los niños (que todavía no sabían leer) debían hacer una composición oral y desarrollar la idea; la llamó la Ruleta Martiana y tenía alrededor, en letricas chiquitas, más de 300 pensamientos del Apóstol. Para abreviar, ya no puede cuidar niños, a uno le dio una cosa cuando ella lo obligó a interpretar “la patria es ara y no pedestal”.
Lo peor fue cuando llegó el Período Especial y Jennifer se me perdía todas las noches hasta la mañana siguiente. Al fin me dijo que ella se dedicaba a enseñarle a los turistas la Obra del Apóstol. De ahí salieron mis dos nietecitos Itram y Ralip, que todavía no entiendo cómo salieron con ojos verdes si toda nuestra familia es mestiza.
Cuando ya no pude más tuve que llevarla al sicólogo porque no dormía de noche con tanta salidera y dedicaba el santo día a escribir un libro de ensayos sobre lo que quizo decir Martí con lo del canario amarillo que tenía el ojo tan negro.
Nada ha dado resultados.
Ahora Jennifer de las Mercedes quiere entrar en el Centro de Estudios Martianos pero no la aceptan. He oído hablar de un muchacho oriental que pidió que lo dejaran salir del país para visitar el lugar donde mataron al Ché. No he sabido más del muchacho pero mi petición es si a mi hija le darían el permiso para visitar el lugar donde Martí recolectaba dinero en Tampa. Quizás eso la ayude a recuperarse de su obsesión martiana haciendo lo mismo que el Apóstol. Ya le he dicho que no se haga ilusiones porque unos tienen suerte y otros no; Martí no tuvo problemas con entrar dinero en su momento pero mire el problemazo de esas mujeres que se visten de blanco los domingos, todos sabemos son mercenarias del imperio porque a veces los cubanos de allá le mandan sus quilitos.
Gracias anticipadas por su atención.
Se despide de usted una madre revolucionaria y desesperada,
Santa Carraguao