MIAMI, Estados Unidos.- Al terminar el más reciente concierto de Paul McCartney en el Hard Rock Live, los devotos quedan como desorientados y tratan de recuperarse del impacto sentimental. Algunos, hombres y mujeres, dejan correr las lágrimas, sin pena.
Prácticamente todas las generaciones estuvieron representadas en las 7 000 personas que no dejaron localidades vacías del sitio más íntimo y cercano de la gira Got Back, iniciada el pasado 28 de abril y que se extiende hasta el 16 de junio, unos días antes que el Beatle cumpla 80 años.
Con anterioridad, al estadio Sofi de Los Angeles concurrieron cerca de 70 000 personas y en el Camping World de la ciudad de Orlando 60 000.
Las habituales giras de McCartney se vieron interrumpidas por la pandemia. La última, Freshen Up, data del año 2018.
Quien está considerado el más distinguido compositor del pasado siglo XX tiene sobre sus hombros una enorme responsabilidad: mantener vivo el culto por The Beatles, que se ha acrecentado con los años.
En el lobby del Seminole Hard Rock Hotel & Casino Hollywood, para la ocasión, montaron una suerte de altar con las puertas originales de los estudios Abbey Road y de la casa donde nació McCartney en Liverpool, respectivamente.
La exposición también incluyó objetos personales como la guitarra acústica Zenith Model 17 que le regalaron Ringo y George antes de que fueran tan famosos y alguna memorabilia referida a la llamada “Beatlemanía”, como un diminuto amplificador perteneciente al guitarrista de The Quarrymen, Ken Brown. El grupo fue formado por Lennon en Liverpool en el año 1956, y luego derivó a The Beatles en los sesenta.
Hace 17 años que no falto a las giras de McCartney. Fue en septiembre del año 2005, en el American Airlines Arena, donde disfruté la experiencia casi mística por primera vez. Cada una de sus canciones desencadena recuerdos insondables de cuando la vida no parecía tener un rumbo prometedor. Era la ansiedad por The Beatles en la penumbra habanera, donde estaban prohibidos, mezcla de felicidad y melancolía.
Con el tiempo he aprendido la narrativa de sus conciertos, de casi tres horas de duración donde figuran cerca de 40 canciones, la mitad pertenecientes a The Beatles.
Lo he visto comenzar con la acometividad de Magical Mystery Tour of Help! En la nueva gira abre con otro clásico: Can’t Buy Me Love.
Llega al escenario en penumbras con suma sencillez, se hace la luz y nadie puede imaginar el viaje que sobrevendrá.
No obedece cronologías de su obra caudalosa, pero está consciente que cuando canta The Beatles se encienden los teléfonos creando todo un firmamento estrellado, pero cuando interpreta algo nuevo se apagan como un hueco negro, comentó de buen humor durante el concierto.
Entre anécdotas y bromas el nuevo espectáculo se ha vuelto algo más arqueológico. A los tributos habituales que dedica a Lennon y Harrison ha sumado un dúo virtual insospechado con el primero, utilizando un fragmento del documental The Beatles: Get Back, de Peter Jackson, donde ambos interpretan I Got a Feeling, en el famoso concierto de la azotea del edificio de Apple Records en Londres.
McCartney nos conmueve narrando la vida de aquellos cuatro muchachos desconocidos de Liverpool que aprovechaban cada presentación pública para interpretar una música que se fue separando de todo lo conocido hasta entonces, en pos de una cota de genialidad sin parangón hasta nuestros días. Se sirve, por supuesto, del cancionero que nos hace sollozar de añoranza y entonar letras de júbilo.
Para esta gira agregó dos composiciones muy populares del Abbey Road nunca interpretadas en vivo: You Never Give Me Your Money y She Came in Through the Bathroom Window.
El público lo siguió espontáneamente a coro en Hey Jude y la contagiosa Ob-La-Di-Ob-La-Da.
El encore del show, combinación esmerada de la tecnología digital y analógica, fue puro Beatle de emotiva dramaturgia. El más famoso de los bajistas se movía sobre el escenario con envidiable juventud. Subía escalones, cambiaba de piano, con un grupo extraordinario que no le pierde pie ni pisada rockeaba como ningún otro de sus congéneres musicales.
Cuando entra una parte del medley final del Abbey Road con Golden Slumbers, Carry That Weight y The End, ya estamos todos en el nirvana, cerca del cielo. El público exclama su admiración en un arrebato multitudinario, los músicos hacen la reverencia y McCartney se despide con un “Nos vemos en la próxima”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.